La Municipalidad de Villa Regina informa que el servicio de recolección de residuos domiciliarios se brindará de acuerdo al siguiente cronograma durante los próximos días:
*Jueves 30 de diciembre: Normal
*Viernes 31 de diciembre: Se realizará sólo en los sectores en los que el servicio se presta en la mañana.
*Sábado 1 de enero: No habrá recolección.
*Domingo 2 de enero: Se realizará en los barrios en los que habitualmente el servicio se presta durante esa jornada.
*Lunes 3 de enero: Normal.
Se solicita a los vecinos que tengan en cuenta este esquema y eviten sacar las bolsas en los días en que no se prestará el servicio.
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La histórica fábrica de griferías entra en crisis por la recesión, la apertura indiscriminada de importaciones y el derrumbe de la construcción. El “milagro económico” que prometía el gobierno se traduce en despidos, miseria y un mercado devastado.
La postal es clara: 800 trabajadores suspendidos en una de las fábricas más emblemáticas del país, Ferrum, símbolo de la industria nacional desde hace más de 100 años. La empresa —que junto a FV controla buena parte del mercado de griferías y artefactos sanitarios— atraviesa una de las peores crisis de su historia, golpeada por una combinación letal: caída de la actividad, apertura de importaciones y la recesión inducida por las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei.
Ferrum no es una pyme cualquiera. Fundada en 1911, la fábrica ha sido parte fundamental del entramado industrial argentino, con presencia en 25 países y más de 3.500 productos. Pero ni su trayectoria, ni su rol estratégico, ni su capacidad exportadora le bastan para sobrevivir a un modelo económico que premia lo importado, destruye lo nacional y celebra la desindustrialización como dogma.
Suspensiones y desesperanza
La planta de Pilar, donde trabajan 1.400 personas, despidió temporalmente al 60% de su personal. La causa, según el propio dueño de la compañía, Rodolfo Viegener, es clara: «Estamos en una recesión muy grande». No hay actividad, no hay obra pública, no hay demanda. Y en lugar de aplicar políticas contracíclicas, el gobierno liberal-libertario se enorgullece del «déficit cero», mientras la industria nacional se desangra.
Viegener fue aún más directo: “Hoy en día se trabaja con presupuesto financiero, se revén los pronósticos de ingresos todas las veces que sea necesario”, como si se tratara de una ruleta donde cada mes hay que elegir qué pagar, a quién suspender, cómo resistir.
Productos chinos, Estado ausente
Uno de los factores que agravan el cuadro es la importación masiva de productos chinos a precios irrisorios, que compiten de manera desleal con la industria nacional. Según el empresario, los artículos del gigante asiático cuestan la mitad, aunque no garantizan durabilidad ni calidad. Aun así, en una economía empobrecida, la gente no puede elegir: compra lo más barato, aunque se rompa a los pocos meses.
Pero el problema no es China, sino el Estado argentino que decidió abrir las puertas sin control, eliminar protecciones arancelarias y dejar al mercado librado a su suerte. Es Milei, Caputo y compañía los que convirtieron a la industria nacional en una especie en extinción.
La misma lógica se repite en textiles, calzado, electrónica, papelera, alimentos: entrar a competir con productos extranjeros sin regulación es como jugar un partido con el árbitro comprado y el arco cerrado. Los empresarios nacionales, aún los que apostaron históricamente por el país, no tienen cómo sostener sus plantas sin subsidios, sin demanda interna y con tasas de interés imposibles.
Caída de la construcción, golpe mortal
Ferrum, como muchas otras fábricas, depende en gran medida del sector de la construcción. Pero durante 2024 la actividad cayó un 27,4%, arrastrando a toda la cadena productiva: cemento, griferías, cerámicas, sanitarios, hierro, acero. El parate de la obra pública, una de las banderas del mileísmo, fue un disparo directo al corazón de la industria.
No hay inversión en infraestructura, no se construyen escuelas, hospitales, rutas, viviendas sociales. Todo se frena en nombre del ajuste, mientras se subsidia la fuga de capitales, se dolariza la deuda y se especula con bonos que cotizan en un país donde cada semana cierra una fábrica más.
El verdadero “milagro económico”: desempleo y pobreza
Mientras Milei se pasea por el mundo vendiendo «el milagro argentino» y la prensa concentrada repite el relato de la baja inflacionaria (producto de la licuación brutal de salarios y jubilaciones), la realidad golpea en los barrios y en los parques industriales. La inflación acumulada aún supera el 300%, el salario mínimo es una burla, y las tarifas se multiplicaron por tres o cuatro.
Las consecuencias son palpables: cierre de pymes, suspensiones, despidos, caída del consumo, angustia social y un futuro cada vez más incierto. Todo para satisfacer a los mercados, al FMI y a los fondos buitres, mientras se sacrifican vidas concretas, familias que quedan sin ingreso, sin obra social, sin esperanza.
Ferrum como símbolo de una tragedia mayor
La crisis de Ferrum no es un hecho aislado: es una metáfora de lo que está ocurriendo con la Argentina productiva. Una fábrica centenaria, eficiente, con tecnología de punta, que apuesta a la calidad, no puede competir en un modelo que desprecia la producción y glorifica la especulación.
No hay plan industrial. No hay estrategia de desarrollo. No hay cuidado del trabajo argentino. Sólo hay dogmas, ideología de mercado y un culto ciego a la motosierra. Ferrum, como tantas otras, es víctima de un modelo que premia al importador y castiga al que produce.
Hoy suspendieron a 800. ¿Mañana serán 8.000? ¿Cuánto más puede resistir el país real, el que trabaja, el que produce, el que no se salva en Wall Street ni en los foros libertarios de Madrid?
Si de algo sirve un hecho movilizador es saber que a partir de ahí la identificación de los comunes es el resultado más esperanzador de una civilización. Platicar, debatir y decidir de espalda a los comunes es un acto muy lejano a la democracia. Peor aún, si quienes están ahí fueron definidos en su representación…
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