El mundial de los mundiales
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EL MUNDIAL DE LOS MUNDIALES

El juego está por comenzar. Las participantes han sido modificadas genéticamente y tienen una independencia como nunca antes. Nadie lo podría creer con certeza, pero ellas están listas para el desafío. No hay que dar tantos rodeos y, por eso, pasamos a presentarlas:

Once manos moviéndose por sí mismas: manos de tenistas, ajedrecistas, golfistas, futbolistas, jugadores de piedra-papel y tijera, de truco, de play-station, de ping-pong, de billar, de rugby y de payana.

Las once manos se hallan en un ring de boxeo, aunque ninguna de ellas practique este deporte. El juego consta en descubrir y agarrar el horizonte escondido… Las manos son conscientes de que el horizonte puede estar en cualquier lugar, ya sea en una cuerda, en un rincón, en el piso, o por fuera del mismo cuadrilátero, aunque no puedan salir de este…

Suena la campana, primer round, ellas se mueven desesperadamente, lanzan manotazos intentando atrapar el horizonte que no ven… 

Los espectadores se preguntan: ¿Para qué agarrar el horizonte?

Algunos ensayan respuestas en forma de interrogante:  ¿Será para talarlo como a un árbol?   Otros plantean la hipótesis del regalo de cumpleaños o de luna de miel

La mano que encuentra el horizonte gana una estadía completa en el Magnífico Planeta de los Guantes.

La competencia tiene once rounds para concretar la hazaña. Las manos, por momentos, se chocan unas a otras, algunas forman grupos de búsqueda tomándose de los dedos…

Luego del quinto round, se ven dos manos golpeándose, algunas intentan separarlas, pero otras se abstraen y siguen buscando…

De repente, una de las manos es empujada por fuera del cuadrilátero, volando como un pájaro para caer sobre las piernas de un espectador, quedando descalificada automáticamente.

Llega el último round. Hasta ahora ninguna mano ha encontrado el horizonte, el cual puede estar en todas partes y en ninguna.

Parece una trampa del destino. Los últimos segundos suenan: cinco, cuatro, tres, dos, uno… Ninguna lo logra. Finaliza el juego. Las once manos pierden. Sin embargo, el horizonte ha ganado.

 

Imagen: «Canto de amor» de  Giorgio de Chirico, 1914.

 

PABLO NANI – LA TAPA

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    Cipayos desde siempre: Quirno en el Cabildo del 22

     

    Siempre de la vereda de enfrente.

    Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

    El canciller Pablo Quirno, en un rapto de orgullo genealógico mal medido, intentó lucirse en la red social X al presumir que un antepasado suyo había participado en el histórico Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, aquella reunión clave en la que se discutió el futuro del Virreinato del Río de la Plata ante la caída de la Junta de Sevilla. Pero, como suele ocurrir con quienes confunden linaje con honor, el canciller omitió un pequeño detalle: su ancestro votó por mantener al virrey español.


    De los corrales de Flores al servilismo virreinal

    Quirno compartió con entusiasmo la nómina de asistentes al Cabildo, donde figura su ancestro Norberto Quirno, registrado como “vecino” y “comerciante”. Según explicó, aquel Quirno había llegado a Buenos Aires en 1794, convirtiéndose en “pionero de la industria lechera nacional”, con un tambo en la zona de San José de Flores. Originario de Navarra, Norberto Quirno de Chandia contrajo matrimonio en Buenos Aires en 1799 con Manuela Josefa Gonzalez de Noriega Gomez Cuelli esparciendo su apellido por la «aristocracia» porteña.

    El problema es que en el mismo documento que el propio canciller publicó —la lista de votaciones del Cabildo— se detalla con claridad que Norberto Quirno apoyó la continuidad de Baltasar Hidalgo de Cisneros, el virrey del Río de la Plata. Es decir, el antepasado que hoy el funcionario libertario enarbola como símbolo de “participación cívica” fue, en rigor, un defensor del dominio colonial.


    El Cabildo del 22: cuando se jugaba la independencia

    El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 fue la antesala del nacimiento de la Patria. Convocado por el propio Cabildo para resolver el vacío de poder tras la disolución de la Junta Central de Sevilla, reunió a unos 250 “vecinos notables”. Allí se planteó una pregunta crucial: si el pueblo tenía derecho a reasumir la soberanía.

    La mayoría votó por destituir al virrey Cisneros, dando inicio al proceso que culminaría tres días después con la Primera Junta. Pero una minoría —entre ellos Norberto Quirno— optó por la obediencia al poder colonial. En otras palabras, mientras algunos vecinos empujaban la historia hacia la libertad, otros se aferraban a los privilegios del orden virreinal.


    Los Quirno y la herencia del sometimiento

    Dos siglos después, la línea familiar de los Quirno sigue fiel a su raíz conservadora. El canciller Pablo Quirno Magrane, hoy funcionario de Milei, es nieto de Avelino Quirno Lavalle, uno de los fundadores del Partido Conservador Popular, aquel que representó a la oligarquía en los años del fraude y la dependencia.

    Avelino Quirno, además, tiene un capítulo oscuro: fue quien prestó su domicilio legal al nazi Hugo Byttebier, un SS belga que se refugió en la Argentina y mantenía amistad con nada menos que Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto. No es, precisamente, el tipo de árbol genealógico que un representante de la Argentina democrática debería exhibir con orgullo.


    De virreyes a libertarios

    La publicación de Quirno en X, pretendidamente patriótica, terminó siendo un espejo involuntario de la historia de su familia: de aquel comerciante que votó por la corona española al actual funcionario que celebra la sumisión al Fondo Monetario y a Washington.

    Mientras el Cabildo del 22 fue el escenario donde se abrió la puerta a la independencia, los Quirno —ayer y hoy— parecen preferir las cadenas del poder extranjero. Porque en la historia argentina hay nombres que cambiaron de siglo, de uniforme y de bandera, pero no de bando: los cipayos de siempre.

     

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