EL MUNDIAL DE LOS MUNDIALES
El juego está por comenzar. Las participantes han sido modificadas genéticamente y tienen una independencia como nunca antes. Nadie lo podría creer con certeza, pero ellas están listas para el desafío. No hay que dar tantos rodeos y, por eso, pasamos a presentarlas:
Once manos moviéndose por sí mismas: manos de tenistas, ajedrecistas, golfistas, futbolistas, jugadores de piedra-papel y tijera, de truco, de play-station, de ping-pong, de billar, de rugby y de payana.
Las once manos se hallan en un ring de boxeo, aunque ninguna de ellas practique este deporte. El juego consta en descubrir y agarrar el horizonte escondido… Las manos son conscientes de que el horizonte puede estar en cualquier lugar, ya sea en una cuerda, en un rincón, en el piso, o por fuera del mismo cuadrilátero, aunque no puedan salir de este…
Suena la campana, primer round, ellas se mueven desesperadamente, lanzan manotazos intentando atrapar el horizonte que no ven…
Los espectadores se preguntan: ¿Para qué agarrar el horizonte?
Algunos ensayan respuestas en forma de interrogante: ¿Será para talarlo como a un árbol? Otros plantean la hipótesis del regalo de cumpleaños o de luna de miel…
La mano que encuentra el horizonte gana una estadía completa en el Magnífico Planeta de los Guantes.
La competencia tiene once rounds para concretar la hazaña. Las manos, por momentos, se chocan unas a otras, algunas forman grupos de búsqueda tomándose de los dedos…
Luego del quinto round, se ven dos manos golpeándose, algunas intentan separarlas, pero otras se abstraen y siguen buscando…
De repente, una de las manos es empujada por fuera del cuadrilátero, volando como un pájaro para caer sobre las piernas de un espectador, quedando descalificada automáticamente.
Llega el último round. Hasta ahora ninguna mano ha encontrado el horizonte, el cual puede estar en todas partes y en ninguna.
Parece una trampa del destino. Los últimos segundos suenan: cinco, cuatro, tres, dos, uno… Ninguna lo logra. Finaliza el juego. Las once manos pierden. Sin embargo, el horizonte ha ganado.
Imagen: “Canto de amor” de Giorgio de Chirico, 1914.
PABLO NANI – LA TAPA