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El ‘Autocine Cuidado’ llega a Villa Regina

La Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Regina informa que el sábado 30 llega a la ciudad el ‘Autocine Cuidado’, oportunidad en la que se proyectará ‘El Kiosco’, de Pablo González Pérez. La actividad se desarrollará desde las 22 horas y tendrá lugar en el estacionamiento del Anfiteatro ‘Cono Randazzo’.

“El Kiosco” relata las peripecias de Mariano, quien decide invertir todos sus ahorros en la compra de un kiosco, pero luego descubre que la calle sobre la que es frentista será inminentemente cerrada al tránsito a raíz de un proyecto de obra pública y deberá hacer algo antes de que quede clausurada.

El ‘Autocine Cuidado’ es una iniciativa impulsada por la Secretaría de Estado de Río Negro que tiene como objetivo promover de manera federal el acceso al conocimiento y valoración de la cinematografía nacional y de la región, respetando los protocolos sanitarios vigentes.

En este sentido, se solicita respetar las pautas de prevención indicadas en este caso, como que quienes asisten en el vehículo deben ser del grupo conviviente y que, bajo ningún motivo, pueden descender del mismo.  

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  • Caputo anunció que Argentina vuelve a tomar deuda en el mercado con una tasa del 6,5%

     

     Luis Caputo anunció que Argentina vuelve al mercado de deuda con un bono a 4 años que se licitará el próximo miércoles y que tendrá una tasa del 4,5%.

    «Estamos volviendo con un bono a cuatro años, a noviembre de 2029, con un cupón del 6,5 por ciento», anunció el ministro de Economía en una entrevista en A24 y minutos después se formalizó la convocatoria a licitación para el próximo miércoles.

    «Es de legislación local porque en legislación internacional tenemos la Ley Guzmán que no permite hacerlo sin la aprobación del Congreso», detalló Caputo.

    El funcionario dijo que con esa colocación de deuda se cubrirá «una parte» del vencimiento de enero, que es de 4.500 millones de dólares. La otra parte del vencimiento se pagará, según Caputo, con el préstamo repo que se está negociando con los bancos.

    «Nos ofrecieron 6 mil, 7 mil millones de dólares y por eso dije que no sabemos cuánto le vamos a tomar a los bancos. Porque estábamos trabajando en esta colocación e incluso en alguna otra alternativa que se va a saber en el corto plazo», aseguró.

    Caputo ahora dice que el crédito con los bancos se redujo a un máximo de USD 7.000 millones y que aún no sabe cuánto pedirá

    De acuerdo a la información del Ministerio de Economía, el bono estará denominado en dólares estadounidenses, tendrá un cupón de 6,5% anual con pagos semestrales y amortizará el 100% del capital a su vencimiento, el 30 de noviembre de 2029. La suscripción y el pago se realizarán en dólares bajo legislación argentina.

    Se trata de una tasa muy buena en comparación con la que este jueves aceptó el gobierno de Santa Fe, que tomó 800 millones de dólares a 9 años con una tasa nominal del 8,10 %. La Ciudad de Buenos Aires tomó la semana pasada 600 millones al 7,8%.

     

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    La Corte Suprema de Paraguay confirmó el juicio contra Edgardo Kueider por contrabando de divisas

     

    El máximo tribunal paraguayo rechazó la apelación de la defensa del exsenador entrerriano y de su entonces secretaria, y dejó firme la elevación a juicio oral prevista para abril de 2026. La causa se originó tras la detención de Kueider con más de 200 mil dólares sin declarar en la triple frontera.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para NLI

    Imagen: Info24RG

    La Corte Suprema de Justicia de Paraguay rechazó el recurso de apelación presentado por la defensa del exsenador argentino Edgardo Kueider y de su entonces secretaria Iara Guinsel, confirmando que la causa por contrabando de divisas será elevada a juicio oral en abril de 2026. La decisión deja sin efecto el intento de frenar el proceso judicial iniciado tras un episodio que generó fuerte impacto político y judicial en la región.

    El recurso había sido presentado por los abogados Marcelo Bogado y Carlos Arévalo, quienes pretendían que se revisara la acusación formulada por el Ministerio Público Fiscal del Paraguay y, en ese marco, solicitaban el sobreseimiento definitivo de los imputados. Sin embargo, el Máximo Tribunal consideró que el planteo no cumplía con el requisito de impugnabilidad objetiva, condición necesaria para habilitar la instancia de apelación.

    Los ministros María Carolina Llanes Ocampos, Manuel Dejesús Ramírez Candia y Luis María Benítez Riera fueron categóricos al sostener que la defensa intentaba avanzar sobre una figura legal inexistente, y remarcaron que habilitar ese tipo de recursos podría abrir la puerta a un uso abusivo de las herramientas procesales, dilatando indebidamente los tiempos judiciales.

    Un revés judicial que deja el juicio firme

    La resolución de la Corte Suprema ratificó decisiones previas del sistema judicial paraguayo. En primera instancia, el planteo ya había sido rechazado por el juez Humberto Otazú, del Tribunal de Apelaciones en Delitos Económicos, y luego confirmado por la Sala Primera del Tribunal de Apelación en lo Penal especializado en crimen organizado. Con este nuevo fallo, el camino hacia el juicio oral quedó definitivamente despejado.

    De este modo, doce meses después de su detención, Edgardo Kueider deberá enfrentar un proceso judicial por contrabando de divisas, una figura penal que en Paraguay contempla sanciones severas, especialmente cuando se trata de montos elevados y maniobras transfronterizas.

    La detención en la triple frontera

    Kueider fue detenido en la madrugada del 4 de diciembre de 2024 en el Puente de la Amistad, en plena triple frontera. Agentes de la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios de Paraguay encontraron en el vehículo en el que viajaba —una Chevrolet Trailblazermás de 211 mil dólares, 640 mil guaraníes y cerca de 4 millones de pesos argentinos, distribuidos en bolsos y compartimentos ocultos.

    El exsenador entrerriano se desplazaba desde Foz do Iguazú hacia Ciudad del Este, sin haber declarado el dinero transportado, lo que activó de inmediato el procedimiento por contrabando. El caso expuso, además, los vínculos entre poder político, circulación ilegal de divisas y zonas históricamente sensibles para el delito económico.

    La confirmación del juicio representa un nuevo golpe judicial para Kueider y refuerza la gravedad de una causa que, lejos de diluirse con el paso del tiempo, avanza hacia su etapa decisiva.

     

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  • Sabés que no aprendí a vivir

     

    En la masterclass que dio Paolo Sorrentino en Buenos Aires, una profesora de cine le pidió un consejo para sus estudiantes. Él respondió que para lograr originalidad poética no alcanza con ver películas, leer libros y asistir a museos. 

    —Lo importante —dijo— es ensuciarse las manos en el barro de la vida.

    Sólo atravesando ese enjambre que son los afectos aparece algo distinto para contar.

    Esa idea de Sorrentino atraviesa de punta a punta Hal & Harper, la miniserie de ocho  capítulos que escribió, dirigió y protagonizó Cooper Raiff y estrenó Mubi. Se trata de una historia sencilla, una ficción armada con fragmentos de vida familiar: una casa que se vacía, una familia que se desarma, unos hermanos que se cuidan y lastiman, un padre viudo que vuelve a enamorarse, la noticia de un nacimiento. Nada parece extraordinario y sin embargo todo vibra en una sintonía de realidad que conmueve y desarma.

    Hay algo en la forma en que Cooper Raiff filma estos vínculos que resuena con lo que decía Sorrentino: la originalidad no está en el artificio, sino en la manera en que se mira lo más banal. El universo poético de Hal & Harper  nace de ese barro afectivo donde crecer es, por momentos, un salto al vacío y por otros, apenas seguir respirando.

    ***

    Hal y Harper son dos hermanos en sus veintipico que viven una cercanía tan intensa como difícil de nombrar: Hal (Cooper Raiff), un universitario inquieto, eléctrico, por momentos desbordado; Harper (Lili Reinhart), su hermana mayor, que intenta sostener un trabajo, una relación amorosa de años y una rutina que ya no la entusiasma. También hay un padre (Mark Ruffalo): un hombre silencioso y apesadumbrado intentando rearmar una vida que se vino abajo. A diferencia de Hal y Harper, nombrados una y otra vez, de él nunca escucharemos su nombre, siempre será El padre (pero, si afinamos el ojo, al final, aparecerá en un libro escrito para niños). Ronda los 60 años, está en pareja con Kate, de 38, espera un nuevo hijo y decide vender la casa donde Hal y Harper crecieron. Sobre esa noticia se monta un clima denso que, pronto entendemos, tiene su origen en una herida previa: la muerte muy temprana de la madre.

    H&H avanza como un cuadro impresionista, como una composición hecha de destellos que se tocan y se separan, manchas que son escenas, tiempos, traumas, angustias y recuerdos. No hay jerarquías: un gesto mínimo tiene la misma fuerza que una discusión feroz, un silencio pesa tanto como una revelación. Una niña pequeña que señala el agujero en un pantalón diciendo “tienes un hueco, papá” aparece fugaz y se superpone con lo que en apariencia es el presente. La serie respira con esa lógica fragmentaria, como es realmente la vida: capas sucesivas de memoria afectiva, donde lo que pasó y lo que está pasando no se distinguen del todo, donde el tiempo existe y no existe a la vez. Los recuerdos no son nítidos, ni producen en todos las mismas huellas. Aparecen como una irrupción que captura a los personajes en un estado de desconcierto. No hay un regreso ordenado al pasado; hay escenas que emergen sin forma fija, casi como texturas emocionales, como sensaciones que permanecen en el cuerpo. Raiff entrena al espectador en ese modo de ver y explota el recurso televisivo de la entrega semanal. Lo hace en capítulos de no más de 29 minutos. Esta estructura concisa, condensada desde un borrador inicial más extenso, funcionó como una destilación del material: el proceso de edición forzó un foco más nítido en la dinámica familiar esencial, elevando la importancia de cada interacción. Así en cada episodio la emoción se concentra en esos destellos de belleza y vulnerabilidad.

    Resuena algo de As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty, la película-diario en la que Jonas Mekas construye un mundo a partir de fragmentos domésticos, breves luces que no buscan explicar nada, que solo hilvanan destellos de vida. Aunque aquí hay una intención narrativa muy distinta a la de Mekas, Raiff filma como si buscara lo que el lituano encontraba en sus cintas: el instante que se ilumina, que aparece y desaparece antes de que podamos nombrarlo. Esa lógica de destellos convierte a la serie en un diario emocional donde la memoria es una materia en movimiento, un flujo que avanza sin organizarse del todo.

    ***

    El artificio más evidente es también el gesto más honesto de H&H: los actores adultos interpretan a sus personajes también cuando tienen siete y nueve años. La confusión que produce este recurso, más que desorientar, revela. Raiff y Reinhart Corren por el recreo junto a sus compañeros, escuchan que no los invitan a un cumpleaños, resuelven una tarea de primer grado sentados en pequeños pupitres o intentan despertar a un padre con depresión que se olvidó de llevarlos a la escuela: la serie no organiza el pasado ni el presente, porque los personajes tampoco pueden hacerlo. La forma se vuelve entonces un espejo emocional que, al negarse a ser cronológico, sumerge al espectador en el mismo desconcierto en el que se encuentran los protagonistas.

    Esta apuesta muestra cómo esa infancia sigue respirando dentro del presente y sigue lastimando a los adultos que hoy son Harper y Hal. La continuidad de los cuerpos también resuena en eso que escuchamos más de una vez en la serie: niños que crecieron demasiado rápido, niños que estuvieron solos ante lo insoportable. Pero también niños que hicieron una especie de pacto, que se cuidaron a capa y espada ante la muerte. Esos cuerpos cargan con la memoria física del trauma, pero también con la posibilidad de la redención. En lugar de ofrecer un pasado explicativo, la serie muestra algo más íntimo: ese pliegue donde el niño y el adulto son la misma persona, donde el tiempo no avanza ni retrocede sino que se superpone, como si cada versión de uno mismo intentara todavía entender qué le pasó. El recurso, lejos de ser una rareza estilística, revela la verdad emocional de Hal & Harper: el presente no se entiende sin un niño que busca aire, y el pasado sólo cobra sentido cuando un adulto se atreve a mirarlo.

    ***

    Escuchamos una y otra vez decir que Hal & Harper es una serie sobre la sanación. Lo interesante es la forma en la que Raiff entiende ese healing del que habla. En esa convivencia entre lo que dolió y lo que todavía duele, en esos pliegues entre los niños de antes y los adultos de ahora, la serie sugiere que ninguna sanación es definitiva. Como los destellos de Mekas, el alivio a veces viene como espasmos. Y eso se siente en distintas escenas que no son necesariamente el desenlace: el aro de basquet, la guerra de nerfs en la mitad de la noche, o la más significativa: cuando la pequeña Harper quiere cantar. Es una nena tímida, retraída, con pocas amigas, que pasa los recreos leyendo y no le interesa el deporte. Cuando le menciona al padre su intención de tomar clases de canto, él reacciona con extrañeza, como si no supiera bien cómo manejar ese deseo que desborda la imagen que tiene de ella. Con torpeza, le dice que, para poder cantar, hay que nacer con algo. En el capítulo final, pero en un tiempo que también es pasado, Harper canta en un acto escolar I Will Survive y Hal y el padre quedan deslumbrados. Más tarde, en el auto, hay un instante luminoso, un pequeño alineamiento afectivo que no corrige nada del dolor que comparten y del que no hablan, pero sí lo suspende. Esa escena trasluce lo que H&H viene a decir sobre la superación: que ninguna sanación es de una vez y para siempre, que lo reparador aparece a veces como un destello breve, un glimpse of beauty. H&H mira esos instantes con tiempo; no los convierte en epifanías, apenas los deja brillar lo suficiente como para recordarnos que también de esos instantes se sostiene una vida: miracles and crosses, milagros y cruces, canta Alex G sobre el final.

    ***

    Hay algo más que Hal & Harper hace con precisión casi documental: la organicidad con la que muestra cómo el teléfono media los vínculos afectivos. No como un obstáculo ni como una amenaza, sino como una extensión real de la intimidad. Los personajes llaman, escriben mensajes, borran y reescriben, se mandan audios larguísimos que llegan cuando deberían estar dormidos, leen y no responden. Esa mediación, que en otras ficciones aparece como un frío intermedio o es omitida, acá es parte del pulso emocional: un mensaje puede ser una caricia, un llamado puede lastimar. Raiff filma los teléfonos sin distancia, como si entendiera que hoy los afectos también pasan por esas pantallas que guardan voces, silencios, dudas y pequeños instantes de amor. Es una fidelidad tan literal a la forma en que vivimos que, en lugar de enfriar el drama, lo vuelve más real.

    La música aparece como un alivio inesperado, una especie de respiración que afloja la densidad emocional en la que nos sumerge cada breve episodio. La playlist resulta una larga lista de canciones de indie folk íntimo, hecha de guitarras suaves y voces frágiles. No es un recurso nostálgico ni un marcador de época: suena como un pulso interno, como si las canciones emergieran desde un rincón de la memoria que los personajes no saben que conservan. Las canciones acompañan además los saltos de diez años con naturalidad, como cuando suenan Miracles de Alex G o Garden Song de Phoebe Bridgers, por un instante todo se ilumina y algo se vuelve más liviano. Como si la música supiera cómo suspender el peso de las cosas.

    ***

    La serie es vaga sobre los detalles de la muerte de la madre. Escuchamos decir que murió en “un accidente de auto”, que su auto “cayó por un barranco”, que fue “un accidente público”, pero también que “abandonó a su familia”. La narrativa se niega a cerrar ese evento en una causa simple o a nombrarlo de manera definitiva. Esa ambigüedad es deliberada y remite al drama interno: el dolor del padre es tan inhabilitante, su depresión tan profunda, que la muerte se siente en el aire como algo no resuelto, como una herida que lleva la carga de una culpa, independientemente de los hechos. La duda que tenemos es la que tiene Harper niña y adulta: ¿por qué se fue?. La serie no necesita confirmar un suicidio para que los personajes se sientan responsables; es ese hueco narrativo, ese evento nunca del todo comprendido ni hablado por ellos, lo que captura a Hal, Harper y al padre en un estado de desconcierto permanente. La incapacidad del espectador de entender qué pasó es un reflejo de la incapacidad de los protagonistas de cerrar el pasado y avanzar.Un padre paralizado por la pérdida, incapaz de darle a sus hijos la seguridad que necesitan; unos hermanos unidos por una lealtad que los ahoga; la pérdida material de una casa que cristaliza también la pérdida de un tiempo; la inminente llegada de un “nuevo” hermano que enfrenta a los hijos con un “nuevo” padre, un amor distinto como el que se inventa con la pareja del padre cuando la distancia generacional es mínima (no hay palabras para nombrar esto, no es madrastra, ni amiga, es otra cosa). Todo está como pegoteado: se trata de una proximidad tan grande que entorpece el afecto.

    La trama familiar se convierte en una crónica sobre la necesidad universal de separarse de la familia para poder armar lo propio, sin distanciarse del todo. Es interesante que tanto el clímax del trauma como su distensión se den a partir de la irrupción de una ajena al triángulo amoroso: Kate, la pareja del padre, reorganiza el mapa afectivo introduciendo un nuevo código, otras formas del amor y las expectativas, recordando que a veces lo que más necesitamos para salir del ensimismamiento es un otro, uno de palo y de afuera. Lo dice Harper cuando agradece a Kate por “hacerlos sentir como en casa”, pero lo sabemos desde los primeros capítulos en los que esta mujer, embarazada y con sus propios miedos, descoloca a los hermanos que tienen que revisar la forma en la que se mueven en esa casa que ya no es del todo propia. Ella es el contrapunto necesario a la historia de pérdida: una figura que se niega a heredar el peso del duelo ajeno, pero que, cuando el padre le pide perdón por huir, buscando con desesperación “recuperar su confianza”, responde con una certeza desconcertante: «nunca la perdiste, confío en ti». Ese gesto es la clave de la distensión: le devuelve al padre la fe en su capacidad de ser mejor, lo libera de su parálisis y desliga a Hal y Harper de su rol primario de cuidadores emocionales. Es esa posición afectiva, sin expectativas de rescate, la que finalmente permite que el vínculo de auxilio que los definía pueda disolverse para dar lugar a algún tipo de autonomía sin desligarse.

    Aunque en H&H lo familiar disfuncional está llevado a un límite, el reflejo en los personajes es sencillo y orgánico, porque no hay familia sin perturbación, no hay familia sin nudos, sin capas, sin ese pegoteo. La serie nos recuerda que toda familia, incluso la más funcional, es una constelación única de traumas compartidos y pactos tácitos. Es bajo esa luz que el drama de los hermanos se vuelve universal. 

    ***

    El último episodio de H&H dura el doble que el resto y es el más ambicioso y logrado de la serie. Tiene una dedicatoria: a los padres y a los niños que tuvieron que actuar como padres (for parents and parentified). El subrayado ofrece una clave de lectura: un padre ausente también es un padre. Una hermana que cuida, también es una hermana. Y hay cuidados que todavía esperan una palabra que los bautice. Lo más precioso de H&H es la compasión para mirar lo que las personas pueden y no pueden hacer. Su mayor acierto está dado por la forma en la que muestra las fallas de sus personajes sin juzgarlos, la manera en que los muestra siendo torpes e intentando enmendar sus errores: en esos tropiezos la serie vuelve a tocar nuestra tesis inicial, esa idea de que sólo en el barro de la vida aparece lo verdadero.

    H&H no se trata sólo de sanar heridas antiguas, también está hecha de una confianza amorosa en la adversidad, un amor que perdura a pesar de las fallas propias y ajenas, sin mezclarse con los significantes de la incondicionalidad. “Seguridad, nunca; confianza, sí”. Lo escribió Pedro Salinas en una carta de amor y funciona también como un mantra de vida. Algo así le pide Hal & Harper a sus espectadores y es lo que sus personajes se piden entre sí: keep breathing. Ese parece ser el pacto: aprender a confiar.

    Fotos: Mubi

    La entrada Sabés que no aprendí a vivir se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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