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El ‘Autocine Cuidado’ llega a Villa Regina

La Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Regina informa que el sábado 30 llega a la ciudad el ‘Autocine Cuidado’, oportunidad en la que se proyectará ‘El Kiosco’, de Pablo González Pérez. La actividad se desarrollará desde las 22 horas y tendrá lugar en el estacionamiento del Anfiteatro ‘Cono Randazzo’.

“El Kiosco” relata las peripecias de Mariano, quien decide invertir todos sus ahorros en la compra de un kiosco, pero luego descubre que la calle sobre la que es frentista será inminentemente cerrada al tránsito a raíz de un proyecto de obra pública y deberá hacer algo antes de que quede clausurada.

El ‘Autocine Cuidado’ es una iniciativa impulsada por la Secretaría de Estado de Río Negro que tiene como objetivo promover de manera federal el acceso al conocimiento y valoración de la cinematografía nacional y de la región, respetando los protocolos sanitarios vigentes.

En este sentido, se solicita respetar las pautas de prevención indicadas en este caso, como que quienes asisten en el vehículo deben ser del grupo conviviente y que, bajo ningún motivo, pueden descender del mismo.  

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    Argentina potencia distópica

     

    Viejos y nuevos talentos se unen para asombrar al mundo con la vertiginosa creatividad que nos caracteriza.

    Por  Jorge G. Andreadis para Noticias La Insuperable

    Parece mentira pero en menos de dos décadas nos convertimos en cultores paradigmáticos del dicterio, el libelo, la utopía, la sátira y la distopía. Lo que en otras latitudes necesitó cientos de años de ensayo, error y perfeccionamiento, aquí evolucionó en un santiamén nihilista.

    Cualquier extranjero dirá por ahí que son recursos y géneros que en siglo XXI se cultivan en todas partes, que algunos están de moda, que sus modelos están muy atrás, en Europa casi siempre. Y que por la Red circulan en forma de meme, posteo, hilo, reel y cómo se nos ocurra. No hay que hacer caso, es para bajarnos los humos.

    A. Burgess

    Reconoceremos no haber tenido a un Jonathan Swift ni tener a una NK Jamisin, pero sin olvidar que el autor de La naranja mecánica, Anthony Burgess, decía sin modestia –refugiado en el humor- pero con el orgullo de la admiración, que él era el Borges británico; es decir: por estos pagos talento sobra aunque nos puedan engañar y llevar a la ruina un saltimbanqui hibridado con Freddy Krueguer o un representante de la germanía cocoliche venido del contratismo patriótico –o anti.

    Tal vez la abundancia y maestría en algunos de los géneros aludidos tenga que ver con una reacción a las apologías que proliferaron en 2015/6 y 2023/4, años en los que nuestros apologistas se lucieron más que Platón en su defensa de Sócrates.

    Todavía resuenan, algo apagados por la lejanía, los textos que enaltecían la derecha moderna, eficiente y democrática que representaba en cuerpo y alma el líder del cambiemismo, de yapa ingeniero cum laude moral con más fideicomiso ciego, enemigo jurado de la yegua pero amigo de Cacho bochas, el jubilado inmortal, históricamente reparado entre esquilme de FGS y medianoche.

    Y los más cercanos, chillones aún, que nos hablaban del outsider valiente, pragmático y virtuoso en el arte del ajuste, tan honesto como magistral estadista-topo forjado en el crisol del panel, primero, y el de las redes sociales, después. En una palabra: el libertariano que nos devolvería a la Edad Dorada en la moto-licuadora del tiempo. Por esto último, también un utopista.

    El ingeniero cambiemista rejuveneció el arte del libelo, que recitaba con aires de Berta Singerman indignada o publicaba en la editorial Trol Center. El libertariano, artista under del dicterio escatológico, fue reconocido, por un lado, como innovador, enemigo de la oratoria pacata, y, por otro, como teórico de la economía que en sus libros refleja lo que influyó en su prosa el borgesiano Pierre Menard y el híper-moderno Coypypaste.

    Por el lado de la distopía, aquí nació la del futuro cercano, inspirada en el déjà vu. Desvela a los académicos: discuten si es futuro cercano, inmediato o presente. Varias editoriales intentan firmar contrato con el taller literario del “Centro de Jubilados Rebelión en el PAMI” que coordina don Jorge, semillero de distopistas de la talla del abuelo Ireneo, confeso lector de Ficciones y fan de Julio Iglesias, autor del súper ventas La misma piedra argenta.

    Desde el departamento de literatura del instituto universitario de re-revisionismo “Hesíodo”, con buen timing, aprovecharon la detección historiográfica de dos Edades Doradas argentinas para lanzar la trilogía utópica inspirada en los perdidos paraísos agroexportador y de economía bíblica: Manteca al techo, Vaca atada y La tablita: gracias a Dios y Martínez Dios.

    La abundancia de sátiras nos lleva al recorte extremo. En lo estilístico nos limitaremos a hacer hincapié en que la ironía ha escalado hasta las alturas del sarcasmo en los últimos meses, sobre todo a partir de la publicación del ensayo crítico dedicado al análisis de Alta coimera que tanto influyó en la nueva camada de satiristas.

    Nuevos y viejos dedollaguistas desparraman sus creaciones en todos los soportes actuales. Nos contentamos con nombrar Ríe viernes llora domingo o el vuelo de José Luis, sátira supersticiosa que se vende como pan caliente aunque no queden panaderías.

    Reservamos para el cierre la mención del género híbrido vernáculo que embelesa al mundo: el cómic de fábula distópico-satírica. Los infra héroes protagónicos, entre los que destaca el Topo Distopio, acumulan fans y los expertos prevén que más temprano que tarde serán personajes de culto.

    La moraleja argenta ilustrada ya tiene suficiente altura, dicen, para ensombrecer a Esopo y Jean de La Fontaine. Su sentencioso estilo escrito en lunfardo modernizado, destaca el ineludible académico Oscar Conde, hubiese enorgullecido al mismísimo José Gobello.

    Muchas de las obras nacidas de este nuevo talento argento ponen en duda o re-significan creencias que estimábamos como verdades que a la larga nos harían potencia. Los autores más osados hasta llegan a negar que Dios es argentino. De no creer.


     

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    Espert, los dólares sucios y la maquinaria del poder: anatomía de una corrupción estructural

     

    La renuncia alejó al diputado de la escena, pero no de la Justicia.

    Por Roque Pérez para Noticias La Insuperable

    El escándalo que envuelve a José Luis Espert no es un hecho aislado. Es la punta de un sistema que mezcla narcotráfico, lavado de dinero, empresas mineras fantasma, financiamiento político y complicidades judiciales. La misma red que hoy sostiene a los “libertarios” también tejió negocios con narcos y empresarios antisindicales.


    Una transferencia que delata al sistema

    El 22 de enero de 2020, 200 mil dólares volaron desde una cuenta de Wright Brothers Aircraft Title Inc. hacia los bolsillos de José Luis Espert. La empresa —según la justicia de Texas— era una pieza central del engranaje de lavado de dinero comandado por el argentino Federico “Fred” Machado y su socia estadounidense Debra Mercer-Erwin.

    Durante años, Wright Brothers fue la fachada financiera que movió fondos del narcotráfico disfrazados de operaciones aeronáuticas y mineras. Cuando el caso salió a la luz, Espert intentó explicar la transferencia con un argumento precario: dijo que se trataba de un “adelanto por consultoría económica” para la minera guatemalteca Minas del Pueblo S.A.

    Pero los registros del Bank of America que integran el expediente texano lo dejan sin margen: la operación partió desde la red criminal de Machado, y Minas del Pueblo aparece en el mismo anexo judicial como empresa utilizada para lavar capitales. No es una cliente inocente, sino una pantalla más de un esquema delictivo internacional.


    El extractivismo como fachada

    Minas del Pueblo no sólo está en los papeles. En abril de 2021, la fiscalía guatemalteca allanó su concesión “La Meca” en Tucurú, Alta Verapaz. El resultado fue una postal de manual: tala ilegal, minería sin permisos, contaminación y una pista clandestina usada para vuelos sospechosos.

    El operativo confirmó lo que las comunidades del Valle del Polochic venían denunciando hacía años: una estructura ilegal que saqueaba recursos naturales y movía droga, amparada por funcionarios locales y empresarios extranjeros.

    Machado consiguió sus concesiones mineras durante el gobierno de Jimmy Morales, a fuerza de financiar campañas políticas. Su método era simple: lavar dólares, explotar oro y comprar poder. En ese mismo circuito se insertó Espert cuando aceptó el pago.


    Del oro al suero

    El expediente judicial de Texas agrega un nuevo capítulo a la trama: los nombres de Vidal y Alejandra Bada Vázquez, dueños de Lácteos Vidal, aparecen vinculados a transferencias por cientos de miles de dólares hacia Wright Brothers, incluso operaciones en criptomonedas.

    La conexión entre el clan Bada Vázquez y Machado no es menor. Los mismos empresarios que encabezaron la cruzada antisindical contra Atilra —aplaudidos por Patricia Bullrich y Florencia Arietto— figuran como participantes del circuito financiero del lavado.

    Mientras perseguían trabajadores en nombre de la “libertad de empresa”, hacían negocios con narcotraficantes y testaferros internacionales.


    El hilo rionegrino

    La madeja se amplía con el empresario Claudio “El Lechuga” Ciccarelli, señalado por el diputado Martín Soria como testaferro de Machado en empresas mineras y socio de los Bada Vázquez. Ciccarelli fue también dueño del vehículo blindado que usó Espert durante la campaña de 2019.

    En Río Negro, este empresario combina su rol de inversor privado con un cargo en la planta del Estado provincial desde 1999. En paralelo, participó en sociedades vinculadas al negocio de la arena silícea en Vaca Muerta, junto a economistas formados en el CEMA, cuna ideológica del libertarismo argentino.

    Todo queda en familia: política, negocios y dólares sucios.


    La sombra de Villaverde

    El entramado llega hasta Lorena Villaverde, referente de La Libertad Avanza en Río Negro, acusada en Estados Unidos de presunta vinculación con tráfico de cocaína y denunciada por estafas inmobiliarias. Pese a ello, sigue ocupando su banca y goza del respaldo del propio Milei.

    Ciccarelli mantiene un vínculo directo con ella: fue uno de los invitados al acto de asunción de su mandato. El mismo empresario que conectaba a Machado con Espert termina en la foto del nuevo poder libertario rionegrino.


    El hilo conductor

    Cuando se recorren los nombres —Machado, Espert, Bada Vázquez, Ciccarelli, Villaverde— el mapa se vuelve nítido: detrás de los discursos de “libertad de mercado” y “república”, opera una red de corrupción estructural que mezcla lavado, narcotráfico, extractivismo y represión laboral.

    Las instituciones no fallan: funcionan exactamente como esperan los que las corrompen. La justicia que demora extradiciones, los bancos que procesan millones sin control, los empresarios que financian campañas y los políticos que hacen silencio.

    No hay azar en la coincidencia de apellidos ni en los montos que cruzan fronteras. Hay un sistema articulado donde la codicia se disfraza de ideología y donde cada transferencia bancaria es una declaración de principios: la ética no cotiza.

     

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  • Francia no quiere ser Argentina

     

    A veces, las miradas comparativas son necesarias: más allá del peso de las tradiciones que forjan instituciones únicas, en algo se parece, hoy, Argentina y Francia. Las políticas económicas de sus gobiernos apuntan de una manera obsesiva a la austeridad fiscal. Recortan de manera brutal las áreas que protegen la dignidad de sus habitantes: salud, educación, el bienestar material. 

    Ya lo escribió Mark Blyth en Austerity: The History of a Dangerous Idea: las políticas de ajuste fiscal logran que la austeridad opere como una pantalla que oculta un propósito estratégico: el traspaso masivo de recursos desde las arcas públicas hacia el ámbito privado. En Francia, por ejemplo, los datos sobre la evolución del destino de la renta nacional en forma de ayudas públicas son elocuentes. Si hace más de diez años  los hogares eran el principal destino de esas transferencias, en los años que siguieron el cambio fue tan radical que hoy son  las empresas las principales beneficiarias de esas partidas.

    La literatura especializada las llama «Trinidad de la austeridad», así sintetizan el proyecto que consiste en  transferir continuamente recursos  del mundo del trabajo a los dueños de capital. Esta “Trinidad de la austeridad” depende de tres elementos interconectados:

    La Austeridad Fiscal, que implica recortes en el gasto social (salud, educación principalmente) y reformas fiscales regresivas, favoreciendo al 1% que se beneficia de las ganancias del capital.

    La Austeridad Monetaria, que sube las tasas de interés, lo que perjudica a familias endeudadas, ralentiza la economía y socava el poder de negociación de los trabajadores, aumentando la pauperización y el desempleo.

    La Austeridad Industrial, que se manifiesta en la intervención estatal en el mercado laboral mediante la desregulación y el desmantelamiento de derechos laborales y sindicales.

    Juntas, estas políticas buscan asegurar la subordinación de los trabajadores y el dominio incuestionable del orden del capital,  “la casta”.

    En Argentina, Milei ha enmarcado el plan de austeridad económico como la senda inevitable que el país debe afrontar tras dos décadas de “excesos fiscales”. Milei consiguió articular una coalición transversal que respaldó un ajuste sin precedentes: de la derecha clásica a los trabajadores informales. La clave del éxito momentáneo del programa residía en las consecuencias distributivas de la inflación permanente. Esto hizo que el movimiento peronista, que durante décadas ejerció una hegemonía sobre los estratos más bajos de la población, viera erosionar su base electoral. Sin embargo, los que destinan la totalidad de sus ingresos al consumo inmediato -muchos de esos trabajadores informales votantes de Milei- fueron los más castigados por la pérdida constante de su poder adquisitivo. El segmento más marginal de la sociedad quedó en gran medida excluido de estos salvavidas. Mientras tanto, la coalición peronista logró mantener el soporte electoral de los trabajadores públicos, y las clases profesionales encontraron su propio resguardo en la dolarización de sus ahorros. 

    Desde este punto de vista, el escenario argentino se parece, aun en términos más extremos, al contexto europeo, por la frustración creciente de los estratos más pobres de la población (una especie de mayoría invisible). Una parte de ella se alejó de los partidos tradicionales de la izquierda en Europa o del peronismo en Argentina. 

    Frente a este panorama, Milei irrumpió en la política argentina con una propuesta radical forjada en las ideas neoliberales aplicadas en Europa después de la crisis de 2008: desmantelar el aparato estatal, eliminar a los intermediarios económicos y desregular los mercados mediante un shock de austeridad. El camino fue presentado como la única vía para “aplastar” la inflación y, crucialmente, para anular la resistencia del peronismo. En este relato, el sufrimiento “de los grupos privilegiados” para los regulacionistas del Estado se transforma en una ganancia simbólica para el ciudadano común, similar a los discursos que en Europa enfrentan a la “gente común” contra las “élites”. En realidad, la ganancia es la de las grandes élites financieras y exportadoras del país. Nada de nuevo sobre el frente occidental.

    Del otro lado del Atlántico, en pleno agosto, cuando Francia se sumergía en el letargo de las vacaciones, el ex primer ministro François Bayrou lanzaba un mensaje que resonó con fuerza: “Todos los responsables políticos se van de vacaciones, algo muy merecido, pero esto es algo que yo no haré”. 

    Con esa declaración de intenciones, casi un juramento de austeridad, estrenó su canal de YouTube, FB Direct. Un formato inédito para él, que prometía ser un puente directo, sin filtros ni puesta en escena, con los ciudadanos. El verdadero objetivo, sin embargo, era defender el impopular paquete de recortes presupuestarios presentado un mes antes, un amargo remedio para la economía francesa.

    La ley de presupuestos para 2026, con un ajuste sin precedentes de 44.000 millones de euros, no se limita a congelar el gasto. Sus medidas más polémicas sacuden la vida cotidiana: la supresión de dos días festivos y el recorte de 3.000 puestos de empleo público. El propio Bayrou lo definió como “un año en blanco”, un sacrificio necesario para reconducir la abultada deuda y el déficit que ahogan al país.

    Las cifras en Francia son abrumadoras: una deuda que alcanza los 3,3 billones de euros y un déficit del 5,4% del PIB, muy por encima del objetivo del 3% marcado por la Unión Europea para 2029. Bayrou insistía en que esta montaña de deuda no representaba una amenaza futura, sino un peligro inmediato. Un presente que exige, según su narrativa, a renuncias colectivas y a una vigilancia constante, incluso en los días de descanso.

    La llegada de Sébastien Lecornu como sucesor de François Bayrou no alteró el rumbo político, sino que profundizó las mismas medidas que ya habían generado descontento a tal punto que fue eyectado en tres semanas, profundizando una crisis imprevisible. Esto desencadenó una movilización larga de la sociedad francesa, articulada desde las bases bajo la consigna “bloqueamos a todos”. El movimiento, de carácter asambleario y popular, logró converger con sindicatos, colectivos juveniles pro Palestina y movimientos anti-ajuste que rechazan el impacto social de las políticas migratorias.

    En este contexto, surgido directamente desde la base, lo que hoy algunos llamarían desde la red, se ha alzado un movimiento de protesta difícil de clasificar con las categorías clásicas. Es interesante constatar cómo Francia ha sido atravesada en los últimos años por movimientos sociales opuestos a las élites económicas y políticas del país. El caso de “bloqueamos a todos” es solo el más reciente en orden de tiempo y sucede a otros movimientos populares, desde Nuit Debout hasta los chalecos amarillos.

    El rugido de las asambleas obreras se apaga en la Francia del siglo XXI. Los sindicatos, antaño columna vertebral de la lucha laboral, navegan por un declive inexorable. La desindustrialización y un mercado laboral fracturado por la precariedad y el trabajo autónomo han mermado sus bases. La reforma de los órganos de representación del personal (CSE) diluyó su influencia, en un contexto donde las relaciones laborales se individualizan. Sus estrategias, percibidas como ancladas en el pasado, ya no resuenan en los nuevos talleres de la economía, alejándolos de los trabajadores a los que dicen representar. Un eco cada vez más tenue.

    El germen de la convocatoria para bloquear Francia el pasado 10 de septiembre se remonta a mayo, cuando la pequeña asociación soberanista «Les Essentiels», dirigida por Julien Marissiaux (extraño teórico de la conspiración de ultraderecha), lanzó las primeras consignas en un canal confidencial de Telegram. Su mensaje, que abogaba por la salida de la UE y la defensa de los autónomos y las raíces cristianas, no obtuvo inicialmente una respuesta significativa.

    El punto de inflexión llegó en julio con el anuncio de impopulares medidas económicas del gobierno: la eliminación de dos días festivos, recortes en servicios públicos y en franquicias médicas. Este malestar social encontró un altavoz perfecto el 24 de julio, cuando un video de TikTok de «Les Essentiels» que empleaba la retórica de los confinamientos sanitarios se viralizó bajo la etiqueta #bloquonstout.

    La movilización trascendió entonces a sus creadores, adquiriendo una dimensión imprevista. El canal de Telegram «Indignémonos» se convirtió en epicentro organizativo, atrayendo a miles de usuarios. En un fenómeno político inusual, el movimiento aglutinó desde agosto a figuras de la extrema derecha e izquierda, a colectivos de la crisis COVID y antiguos chalecos amarillos. Esta coalición heterogénea y desestructurada, según los servicios de inteligencia, compartía el descontento social pero divergía en sus métodos, que iban desde el boicot económico hasta la ocupación de rotondas o la demanda de un referéndum de iniciativa ciudadana.

    El surgimiento de “Bloquons tout” es una respuesta al retroceso del movimiento sindical y a la emergencia de nuevas organizaciones que reclaman derechos amenazados. Sin embargo, esta nueva forma de protesta encierra una fragilidad inherente.

    Frente a la acción directa y a la indignación viral en redes, el sindicato perdura como un mecanismo institucional. Su fortaleza no reside en la efervescencia momentánea, sino en la continuidad estructural para la defensa de derechos y la negociación permanente. Mientras que la bronca puede diluirse, la institución sindical garantiza que las demandas no se abandonen, ofreciendo una protección duradera que la mera viralidad no puede sustituir. Así, el movimiento evidencia un malestar, pero su desafío es superar la fugacidad.

    El debate público sobre la ‘derechización’ de la política y la sociedad francesa está abierto. Si desde un punto de vista electoral y político este desplazamiento hacia la derecha parece claro, a nivel de las demandas sociales esta situación es menos evidente, como lo demuestra el interesante análisis del sociólogo francés Vincent Tiberj en su libro La droitisation de la societe francaise? Mythe et realité (literalmente, El desplazamiento a la derecha de la sociedad francesa: ¿mito o realidad?). Si bien la generación de los baby boomers ofrece un importante apoyo a las ideas conservadoras a nivel social y económico, este no parece ser el rumbo de las generaciones posteriores. El fuerte conflicto social que está emergiendo en el país podría explicarse en parte por estas diferentes orientaciones. Con una política que, desde arriba, continúa imponiendo medidas económicas y sociales conservadoras y neoliberales, mientras que la sociedad también plantea otro tipo de demandas que quedan sin respuesta.

    ***

    El presidente Javier Milei sostiene, con su impronta impulsiva y dogmática,  que no hay alternativa al ajuste económico porque heredó un Estado en quiebra, con reservas negativas y una inflación galopante. Su gobierno debe implementar un shock fiscal —reducción del Estado, corte de subsidios y despidos públicos— como una «quimioterapia» necesaria para sanar la economía.

    Argumenta que, sin este dolor transitorio, la crisis empeoraría. La meta es eliminar el déficit, bajar la inflación y generar confianza para la inversión privada. Milei insiste en que es una medida de urgencia, no ideológica, ante la falta de fondos. Sus críticos, sin embargo, señalan el alto costo social y existen posturas económicas que proponen caminos alternativos.

    Casi dos años después, el escenario es otro, pero el mensaje, el mismo, pulido por el tiempo y temperado en la hoguera de la realidad. Milei, ahora con saco oscuro y corbata azul, habla con tono de médico que anuncia un diagnóstico crudo pero necesario en un mensaje grabado, insistió en que “el orden fiscal y el superávit” constituyen “el único camino” hacia la prosperidad de Argentina y “la solución definitiva” a los problemas que aquejan al país: se lo vota para avanzar o la Argentina retrocede. 

    Antes de la seguidilla de desatinos políticos y de la derrota electoral frente a Kicillof en la Provincia de Buenos Aires, marcó un punto de inflexión. El mensaje llegó a todos los hogares por cadena nacional: “Aumentar el gasto público es destructivo. Cuando un Estado gasta más de lo que gana, genera emisión, y eso produce inflación: un fenómeno monetario que reduce el poder adquisitivo”.

    La contundencia de la afirmación era tan seductora como engañosa. En su simplicidad, escondía una visión reduccionista de la economía, una narrativa construida sobre un solo eje causal – la emisión monetaria –, ignorando deliberadamente la complejidad que caracteriza los procesos inflacionarios. No había lugar para la inflación de costos, impulsada por alzas en los precios internacionales o cuellos de botella productivos; tampoco para la inflación de demanda, ni mucho menos para el papel de las expectativas.

    Y es ahí, en ese espacio de lo no dicho, donde la teoría se quiebra. Porque la inflación también es –sobre todo– un fenómeno social y psicológico. Cuando la gente espera que los precios sigan subiendo, actúa en consecuencia: negociando salarios, ajustando precios, protegiéndose con dólares. Se crea así un círculo que se autoalimenta, independientemente de la cantidad de dinero en circulación.

    Reducir todo a la masa monetaria no es solo un error técnico: es una simplificación que ignora lecciones dolorosas de la historia económica de América Latina. La multicausalidad no es solo una vaga teoría: es un cálculo de hipótesis.

    Bajo la lógica implacable de una ortodoxia que se proclama incuestionable, el gobierno de Javier Milei navega entre escándalos que empañan su relato de pureza La difusión nacional del Caso Libra –con sus acusaciones de un presunto sistema de coimas del 3% que involucraría a su hermana y mano derecha, Karina Milei– parecen chocar contra un muro de convicción inquebrantable.

    Fiel a un rumbo fijado sin espacio para el pluralismo ni el pragmatismo, la administración insistió en impulsar el veto a los fondos recortados a universidades públicas y las asignaciones para personas con discapacidad, aún después del contundente rechazo en las urnas del 7 de septiembre, y luego negarles presupuesto aunque la búsqueda de dinero para solventar el descalabro económico no tuviera límites como el nuevo salvataje de la administración Trump. La decisión –analizada por La Nación como un paso más en el “pantano de la Provincia de Buenos Aires”– refleja una resistencia casi dogmática a revisar estrategias, incluso ante la evidencia política de un desgaste creciente.

    Frente a esto, resurgen con ironía dos frases que interpelan directamente la terquedad en el poder: aquella que advierte que “solo las bestias no cambian de opinión”, y la sentencia atribuida a Francis Bacon: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, un idiota; quien no osa pensar, un cobarde”.

    Ambas funcionan como espejos incómodos para un discurso que –atrapado en su propio enjambre de certezas– parece haber opacado su capacidad para escuchar, rectificar o, simplemente, pensar. La lengua áspera y confrontativa que lo llevó al poder ahora se enreda en sus propias contradicciones, mientras la sociedad espera señales de que la rigidez no haya eclipsado por completo la razón.

    ***

    En Argentina y en Francia resuena el mismo discurso: la promesa de un futuro próspero a cambio de un presente austero, como lo han demostrado los autores en sus investigaciones en la red INCASI financiada por la Unión Europea. Se presenta como un sacrificio necesario, un camino doloroso pero único hacia la redención económica. Sin embargo, el precio de esta apuesta recae una vez más sobre los mismos de siempre: los históricamente olvidados, aquellos condenados a nadar contra la corriente de un sistema que exige cada vez más formación para no quedar atrapados en la exclusión. Para ellos, el “santuario del progreso” parece llamado San Jamás –un lugar del que solo se oye hablar, pero al que nunca se llega–. La promesa se convierte así en un espejismo que perpetúa la brecha que dice querer cerrar.

    La entrada Francia no quiere ser Argentina se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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  • Sociología del llanto

     

    El candidato a sheriff bonaerense llora en un programa de radio. José Luis Espert se quiebra en el aire de Radio Mitre, frente al periodista Gabriel Anello. No sabe cómo despegarse del empresario Federico Machado —al que todos llaman Fred—, un presunto narco a quien la Justicia estadounidense quiere llevarse extraditado. El “profe” —como le dice Javier Milei— no pudo convencer a nadie sobre nada: ni por qué recibió 200 mil dólares, ni para qué eran, ni por los treinta y cinco vuelos que realizó en el avión del Machado. Espert mintió y lo atraparon. Quien se subió al ring político gritando “cárcel o bala” terminó desmantelando ese duro aspecto que había diseñado durante años como estrategia de su comunicación política. Ahora se presenta como víctima de operaciones políticas. O, como dice el presidente, chimento de peluquería.

    Un sheriff con pies de barro.

    Por presión o consejo de la Casa Rosada, horas después de ese programa radial decidió ampliar su explicación. El candidato reconoció finalmente su relación con el empresario y el cobro por una supuesta asesoría. Pero no clausuró las dudas, sino que las profundizó. Finalmente, pese al declarado apoyo público del presidente, Espert presentó su renuncia a la candidatura y a la comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados que presidía.

    La Argentina nunca metabolizó a los sheriff. Todos terminaron mal, deslucidos. Sin grandes logros ni saltos políticos.

    Para muchos en el gobierno fue un alivio. Las encuestas auguraban en Buenos Aires una paliza electoral mayor a la del 7 de septiembre. Los estrategas gubernamentales —quienes lograron imponer su postura en la Rosada— solo buscaban que la imagen de Milei no se erosionara aún más y que los futuros resultados les proveyeran a La Libertad Avanza la mayor cantidad de legisladores para acompañar las futuras reformas estructurales (aquellas que hoy exigen Donald Trump y el FMI). Estas elecciones serán el “material” de próximas decisiones de los oficialismos de Argentina y Estados Unidos. Todo se juega a dos bandas, como el dólar.

    Existe una “sociología del llanto” en Espert sobre la que podemos plantear algunas cuestiones.

    Primero, la Argentina nunca metabolizó a los sheriff. Todos terminaron mal, deslucidos. Sin grandes logros ni saltos políticos. Solo algunos ejemplos: el “Malevo” Ferreyra, Luis Patti, Aldo Rico, Alejandro Granados, Maximiliano Bondarenko, entre otros. El Gobierno no pudo instalar la figura del sheriff porque no hay un territorio social mayoritario para su aceptación y consolidación. Una parte de la sociedad se resiste a estas figuras y condena a personajes que reivindiquen ordenar lo social a “sangre y fuego”.

    Segundo, en la sociedad argentina existen narrativas y memorias de la regulación y el control social que consideran al peronismo como uno de sus grandes promotores y gestores. Esto, por ahora, inhibe la consolidación de los sheriffs como grandes referencias del orden. Todavía no está del todo roto el vínculo social para la aparición de estas figuras. Y existe un dato político y simbólico interesante: quien denuncia y gestiona el game over de Espert es Juan Grabois, que proviene de un movimiento político —aunque maltrecho— con una idea de orden social que no se construye a sangre y fuego.

    La opción “cárcel o bala” que habitaba la lengua de Espert nos remite al binomio lexical instalado por Pablo Escobar “plata o plomo”; un interesante descuido en su comunicación política.

    Tercero, la falta de empatía con la victimización de Espert está directamente vinculada con la pérdida de empatía de un gobierno que va restando apoyos y sensibilidades. En una rápida “sociología del llanto”, vemos ese “dolor o herida” por la ausencia de actores, actrices y dirigentes vinculados a este gobierno decididos a sostenerlo. Roma no paga traidores ni sostiene a políticos que pongan en duda la viabilidad del imperio.

    Cuarto, la opción “cárcel o bala” que habitaba la lengua de Espert nos remite al binomio lexical instalado por Pablo Escobar “plata o plomo”; un interesante descuido en su comunicación política. Si bien hace tiempo que esta opción de hierro no aparece en su vocabulario con frecuencia, la reflotó hace algunos días cuando dijo que “para los narcos es bala o bala”. Es posible que el escrache en la puerta de su casa y el clima social crítico con el Gobierno lo hayan obligado a degradar su beligerancia discursiva. Lo que parece que Espert nunca pudo desterrar es lo que producen las palabras. Ellas funcionan como pesos simbólicos que se instalan en el cuerpo de un político y como diseñadoras de un lugar en el debate político. Sus palabras modelaron al personaje, su estética, su tono de voz y al final de todo lo aprisionaron en un lugar, lo apretaron tanto que no pudo salir.

    Quinto, el cruel asesinato de tres mujeres en manos del narco provocó sensibilidades sociales y estupores que terminaron contaminado aún más la relación —poco explicada— entre el diputado de la Libertad Avanza y una persona acusada de tener vínculos con el narco por la justicia de Texas. La estrella de Espert se fue apagando y quedó inscripta en las cadenas significacionales del triple crimen.

    “Cárcel o bala” también choca con una cuestión mucho más profunda: ningún orden social sólido se construye con cárcel o bala.

    Sexto, la idea de “cárcel o bala” también choca con una cuestión mucho más profunda: ningún orden social sólido se construye con cárcel o bala. Ni siquiera un político tan preocupado por la inseguridad como Nayib Bukele se hubiera animado a tanto. Posiblemente, Espert debería haber recordado a Talleyrand, el ministro de Relaciones Exteriores de Napoleón, cuando decía que “con las bayonetas se puede hacer cualquier cosa menos sentarse sobre ellas”. Ningún orden puede construirse y sostenerse a sangre y fuego. Es una fantasía sádica que circula en los debates políticos y electorales. Puede tener cierta efectividad, pero no es viable para consolidar un orden con grandes consensos sociales.

    José Luis Espert se retiró del juego y el Gobierno nacional, casi como una tendencia que se viene consolidando desde el 7 de septiembre, fue al encuentro y salvataje de Mauricio Macri. Una vuelta a la casta, a ese lugar donde reside un poder que conoce los resortes y pasillos del Estado. La familia Macri siempre fue una gran proveedora de bienes y servicios al Estado, por lo que hoy el expresidente puede extender su proveeduría a las necesidades de un oficialismo que necesita aliados y dirigentes que colaboren en la ampliación de la base política.

    Macri siempre estuvo cerca, y esta cercanía tendrá sus beneficios a partir del 27 de octubre. Diego Santilli —considerado como “blandengue” por el propio Espert y como “engendro corrupto” por Milei— entró en escena. Busca dotar al gobierno de la experticia de la “casta”. El “Colo” representa la propia “falta” de un gobierno que hace algún tiempo abandonó la motosierra y el insulto contra los políticos tradicionales. Siempre es bueno descansar en la casta cuando las cosas empiezan a caerse. Los políticos tradicionales, en determinados momentos, pueden ofrecer una idea de previsibilidad y orden. El mileísmo es una esponja: quien fuera su enemigo ahora se integra a su estrategia. Lo adoptan y lo metabolizan de forma acelerada.

    Milei fue al encuentro y salvataje de Mauricio Macri. Una vuelta a la casta, a ese lugar donde reside un poder que conoce los resortes y pasillos del Estado.

    La presentación de Santilli en Mar del Plata junto al presidente, diecinueve días antes de los comicios, también introdujo un discurso sobre la inseguridad. “Narcos y chorros, vamos a hacer que la pasen mal”, advirtió el presidente. Si el oficialismo mantiene este registro se inscribirá en narrativas punitivistas no tan extremas como las que ahora ensaya Patricia Bullrich o, en su momento, el propio Sergio Berni. Hay algo de cierta moderación electoral que empieza a percibirse en el abandono de una idea de sangre y fuego para la construcción de un orden. Una moderación que será puesta a prueba por el propio Milei después del 26 de octubre: deberá decidir si busca maneras de ampliar el consenso político con algunos gobernadores, negociando su agenda, o si decide profundizar su beligerancia e ir contra el “sistema”.

    En el acto de presentación de su libro La construcción del Milagro en el Movistar Arena, Milei mostró las dos “almas del gobierno”: por un lado, la reivindicación de sus sectores más duros, alimentado la belicosidad contra el kirchnerismo y el “socialismo”. Buscó prender el “surtidor” simbólico para quienes se identificaban con la “demolición de hoteles”. Por otro lado, la llegada de Santilli y el fortalecimiento de la alianza con Macri. “Fuego” a sus fans y (cierta) moderación para sus aliados.

    Finalmente, como la Justicia rechazó el pedido del Gobierno para que el “Colo” encabece la lista, irá detrás de Karen Reichardt. Es otra derrota para La Libertad Avanza, en una serie que va desde el caso LIBRA, la caída de los vetos, la convulsa situación económica y hasta la salida de Espert. Santilli no solo tendrá que lidiar con ser el candidato elegido por Milei y su efectivo lugar sino con el “síndrome Espert”. Leonardo Cositorto, el líder de Generación Zoe condenado por haber perpetrado más de mil estafas, aseguró este miércoles haber aportado más de 30 mil dólares para la campaña de Santilli en 2021. Todavía nadie lo desmintió.

    Espert y Santilli traen al debate público la financiación de la política y de los candidatos. De dónde viene la plata es la pregunta que sobrevuela esta campaña

    El elegido deberá clausurar una sensación: la de que la lista de diputados en Buenos Aires está signada por los vínculos con delincuentes y narcos. En este lodazal, Espert y Santilli traen al debate público la financiación de la política y de los candidatos. El desprecio al Estado y la venta de candidaturas —realizadas por La Libertad Avanza en 2023— habilitaron y profundizaron la búsqueda de financiamiento privado. Un financiamiento, como sabemos, con pocas regulaciones y zonas grises que se mantiene desde hace años. El gobierno pugna por una reimpresión de las boletas para sacar la cara del excandidato. El ministro del Interior, Lisandro Catalán, estimó que la reimpresión supone un gasto extraordinario de 12 millones de dólares del que se haría cargo el Estado. De dónde viene la plata es la pregunta que sobrevuela esta campaña. Inclusive existen interrogantes sobre el financiamiento del Movistar Arena.

    Si esta incertidumbre no se cesa y cada vez circula con mayor velocidad, terminará erosionando al propio presidente y a su elenco gubernamental. Empujando, inclusive, a que otros legisladores o candidatos sean vinculados a financiamientos no lícitos. Milei está en problemas, todo lo vinculado a financiamiento político atraviesa una turbulencia de dudas, inclusive el apoyo económico norteamericano que es resistido por la oposición demócrata y los farmers sojeros del norte.

    Espert —entregado sin pena por el oficialismo— devuelve su “placa” de sheriff y se prepara para enfrentar cargos en la justicia. Machado, quien en declaraciones radiales profundizó sobre su relación con el “profe”, será extraditado a un país que vuelve a reeditar su “guerra” contra las drogas. Milei decide retomar su agenda a poco más de dos semanas de las elecciones con el impulso a los suyos en el Movistar Arena y a la candidatura de Santilli. Tiene un gran desafío: enterrar al sheriff y buscar la manera —hoy bastante infructuosa— de contener a los propios, hacer una elección que le otorgue algunos recursos legislativos y políticos para estabilizar la economía y así llegar a 2027.

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