Alexis Zanin
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Alexis Zanín mira a Europa con Ojos de América

El primer disco de Ojos de América, un viaje por ritmos de nuestro continente.

Si entrecierro los ojos, creo que puedo llegar a verlo a Alexis Zanín hace 20 años. Está vestido con un pantalón gris “de vestir”, camisa blanca y zapatos. Porque va al “industrial”. Tiene el pelo corto. Nos conocemos de La Hormiga Circular, adonde asistimos al taller de teatro para adolescentes. Le gusta el blues. Su banda de cabecera es La Mississippi. En el bolsillo lleva siempre alguna armónica y aprovecha cualquier oportunidad para tocar. Un día lo invita a cantar una banda de Godoy que tiene una fecha en el bar de la terminal. Nos juntamos un rato antes en la casa de su abuela. Pero Alexis está afónico. Creo que yo le digo que dicen que la cebolla cruda te aclara la voz. No lo duda. Pela una cebolla y se la empieza a comer como una manzana.

Él terminó la secundaria dos años antes que yo, alrededor del 2002. Se fue a estudiar Historia a Neuquén. Un par de veces lo fui a visitar y salimos de joda. Pero después pasamos varios años sin vernos.
Lo vuelvo a encontrar en 2009, en la Universidad del Comahue, a la que yo fui a un Encuentro Nacional de Estudiantes de Letras. Ahora tiene dreadlocks y le dicen Rasta, o Fatiga, o Fatiga Rasta. Es anarquista y está de novio con una comunista. El apodo “fatiga” le queda de cuando trabajó para el padre de su novia en la construcción. Ahora ya no toca blues, pero nunca dejará de llevar un montón de armónicas en la .
“Me retiré del blues”, me anuncia en ese momento, en el comedor de la UNCo. Me cuenta que el gran Luis Robinson, el armonicista de La Mississippi y del Pappo’s Blues de los ’90, fue hace un tiempo a Neuquén. Alexis lo buscó antes del show y le pidió si podía tocar con él. Le dijo: “la armónica de ‘Tarea Fina’ es tuya, y en Mbugi hiciste esto y aquello…”. Como para que el tipo viera que él no era ningún improvisado. Robinson le permitió que se suba al escenario para acompañarlo en los dos últimos temas de su show. Y después de eso Alexis se retiró del blues. Ahora toca reggae, ska, esa fusión de ritmos “latinos” en la que dejó una marca imborrable Manu Chao con Clandestino y Próxima estación Esperanza.
Después, pongamos que en el verano 2009/2010, lo vuelvo a visitar a Neuquén. Está viviendo en una casilla de durlock y náilon, en una toma del oeste neuquino. Ahí compone su mejor canción, la ranchera La Toma, que volvió a grabar en vivo hace unos meses, antes de irse a Italia. Por esa época él me va a visitar a Buenos Aires porque hay una gran movilización estudiantil, de la que el participa bastante. Yo apenas me paseo con él por asambleas y plenarios, sin entender mucho.
Más tarde Alexis se recibe de profesor de Historia y se va a vivir a Bariloche. Allá empieza con Ojos de América, la banda que cambió de formación unas cuantas veces, y con la que propone un viaje musical por nuestro continente.

Zanin disfruta del verano europeo mientras comparte su música. Foto de su Instagram @ojosdeamerica

Viajar es el concepto y la práctica que organiza toda la creación musical de Alexis Zanín. Viaja a Cuba, viaja al Macchu Picchu. Viaja entre Bariloche y Neuquén capital. En 2012 hace un curso de bartender, porque planea irse un tiempo a vivir a Brasil y piensa que se puede ganar la vida con ese oficio, por si lo de la música no funciona. Al año siguiente ya está en Florianópolis, donde trabaja principalmente de músico, y de donde se trae una versión (que a mí me gusta más que la original y que espero que grabe para su segundo disco) de “Deija”, el tema de la banda Da Zaranha.
Después se va a Río, donde el curso de bartender sí garpa, porque se gana la vida vendiendo caipirinhas en la calle. Pero la cosa está cara por el Mundial de Fútbol. Así que vuelve a Bariloche, donde sigue con lo que viene haciendo hace algo más de una década: dar clases de Historia en secundarios, componer y ensayar nuevas canciones, conseguir fechas para tocar. El año pasado tuvo un programa de radio en el que fusionó su tarea como músico y docente. Llamó a sus amigos profes para que cuenten qué es América, y pasó canciones de todo el continente. Mantiene el sueño con vida, sigue creando.
En 2017 empieza a grabar el disco de Ojos de América, algunas partes en Neuquen capital y otras -como el aporte del percusionista Carlos Casalla, (Pedro y Pablo, y Miguel Cantilo)- en Bariloche. Pero ya tiene la gira europea en mente. Tramita la ciudadanía italiana, ahorra y ahorra. En 2020 ya tiene todo listo, pero los Estados cierran sus fronteras porque una nueva variante de un virus criado en las grandes factorías de animales se expande incontrolable. En junio de este año no deja pasar la oportunidad, y se toma el avión. Ahora está en Génova. La semana pasada en estuvo en Torino. Antes de eso, en Nápoles, Rímini, Verona, el Lago di Garda…


Me comunico con él por WhatsApp para hablar de cómo la está pasando por allá. “Llegué hace un par de horas a Génova. Una ciudad re antigua, con callecitas angostas para caminar. Hoy vi una iglesia del 900, metida entre dos edificios de 7 pisos. Parece que está bastante liberada para tocar en la calle, así que mañana seguro voy a tocar”. Se estuvo quedando un promedio de 5 días en cada ciudad, tocando en los “Mercatos”, ferias típicas de Italia y Europa donde la gente compra verduras y otros productos, muchos directamente de los productores. “En Torino saqué un permiso para tocar en el centro. Pero en un Mercato más cerca de un barrio me fue mucho mejor. Me puse a tocar entre un puesto de fiambres y uno de quesos. Al toque el de los fiambres me trajo una botella de agua fresca, después me dio media docena de huevos. El del otro puesto me regaló un par de quesos… ”. Pero las recompensas más importantes no son solo monetarias ni alimenticias: “Una señora grande se acercó cuando estaba por empezar a tocar. Toqué ‘Bésame mucho’ y me dijo después que ella tenía 80 años y que le hice acordar a los tiempos de su juventud… Cuando me dan una moneda siempre digo ‘grazie’, y la gente no me dice ‘prego’, me vuelven a agradecer por la música. Es muy lindo sentirse así de apreciado”.

Supongo que Nápoles habrá sido algo muy especial…

Estaba tocando en el Mercato. Me metí a tocar ahí aunque todos me decían “está lleno de viejas comprando fruta y verdura”, no es un ámbito de por sí artístico. Pero me di cuenta de que ahí son más agradecidos que en otros lugares… En un momento estaba tocando y unos feriantes, que no sé si eran turcos o marroquíes, me pidieron que toque la de Maradona. Yo empecé a tocar la de Manu Chao (“si yo fuera Maradona, viviría como él…”). Pero cuando terminé de tocar me pusieron cara de decepción. Y yo no entendía por qué. Era que me estaban pidiendo “La mano de Dios” de Rodrigo. No lo podía creer. Yo no me la sé y empecé a chamuyar más o menos con la guitarra, pero la terminé cantando a capella. Al final se acercaron adonde estaba yo. Miraron al cielo, me dijeron: “Esto es por Diego”, y me volvieron a dejar algo de plata.

¡Qué buena anécdota! ¿Te quedan copias del disco todavía?

Sí, algo me queda. Por suerte estuve vendiendo bastante. En el último recital vendí como 20. La idea de grabarlo me surgió cuando estuve en Brasil, que veía que los otros músicos callejeros tenían CD’s para vender. Cuando volví a Bariloche me puse a producirlo, llamando a músicos conocidos que me ayudaron a grabar. Tiene solo 2 covers, los otros temas son todos míos. No tuvimos casi tiempo de presentarlo como corresponde allá. Por eso hicimos el Live Session, para mostrar cómo suenan las canciones en vivo.

Casi todas las canciones del disco hablan de viajar, de alguna manera

O de la nostalgia de viajar, y la de recordar esos viajes, como en “Esa estrella” y en “Cosas que quedan”. Eso en cuanto a las letras, pero también el estilo musical se da por una mixtura de ritmos de diferentes lugares: es musica latina o reggae latino, porque no es un reggae estricto o puro, está mezclado con cumbia, ranchera, bossa, rap, candombe, carnavalito, y hasta la canción fogonera.

Qué se siente estar en Italia por primera vez. Porque para vos Italia es algo muy cercano, por tu madre que es profesora de italiano…

Sí, cuando me recibí mi vieja me quiso regalar un viaje por Italia, pero yo le dije que prefería una computadora… Ahora creo que me dieron ganas porque después de haber viajado por Latinoamérica y de ya varios años de tocar, sentí que tenía algo para mostrar. Como acá históricamente siempre nos ha llegado mucho de Europa, ahora quiero hacer algo así como una “colonización a la inversa”: que ellos también aprendan de nosotros, bailando, cantando, pensando… Que conozcan la Whipala, ritmos como el candombe… La canción “Sincronario”, que le da nombre al disco, habla de las coincidencias y la sincronocidad. Esta en algunos aspectos de la cultura mesoamericana, como el calendario y el horóscopo maya. Así que creo que lo que estoy haciendo también es docencia, pero con la música en la calle. Por suerte es verano y se presta mucho ese espacio. Pero también estuve tocando en fiestas que organizé en hostels. Estuve haciendo seratas, que son juntadas al atardecer, con música latinoamericana.

¿Y siempre te comunicás en italiano? ¿Cómo te manejás con ese tema?

Sí, siempre explico de dónde soy en italiano, y pido disculpas por algún error que me pueda salir. Pero en una serata en un hostel de Rímini, había varias chicas de Portugal y España que conocían mucha música de Brasil. Así que terminó siendo una serata brasileña, porque terminé cantando casi todos temas en portugués, y hablando en portugués y en castellano. Había varios ingleses que se quejaban de que no hablaba en inglés, pero bueno… todavía con el inglés no me manejo mucho.

Bueno, en un par de semanas seguís por España, ahí no va a ser tan complicado el idioma…

Todavía me falta pasar por Cinque Terre, Florencia, Roma… y todo el mundo me dice que tengo que ir a Cerdeña, así que voy a intentar llegar ahí. Después me voy a Barcelona, Valencia, Málaga y Sevilla… Tengo muchas ganas de cruzar a Marruecos y a Portugal también.

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