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Vino a emprender, Augusto Simone.

Cabrón Patagonia Argentina

Cabrón es un proyecto enogastronómico familiar con una totalitaria filosofía de I+D+i para crear grandes vinos y gastronomía de vanguardia. Ruta Provincial Nº 7 Valle Azul, Río Negro.

Andrea Olave: Chef. Ramiro Simone: Enólogo. Augusto Simone: El pequeño emprendedor

Nos autodenominamos emprendedores, inmersos en un universo fascinante y sin límites. Hace dos años, nos propusimos inculcar a nuestro hijo Augusto el conocimiento sobre educación financiera para desterrar el tabú que rodea la conversación sobre dinero en nuestra vida diaria. Afirmamos con convicción que este tema debería integrarse a la educación escolar temprana de los niños y adolescentes.

El punto de partida fue la obsesión de nuestro hijo por adquirir autitos de juguete, convirtiéndose en una solicitud constante: en el supermercado, en el negocio, en cualquier lugar, ¡siempre autitos! Decidimos ponerle un límite, conscientes de que proporcionar todo sin esfuerzo podría perjudicar su desarrollo cognitivo y su capacidad para resolver problemas en el futuro.

Esta situación nos condujo a percibir una oportunidad para dotarlo de herramientas a través de un enfoque lúdico que le enseñara el valor del dinero. Inicialmente, modificamos algunas tareas en la bodega, ofreciéndole recompensas a cambio, con el propósito de que comprendiera el valor del dinero mediante el esfuerzo. Con estos pequeños pasos, no solo compraba sus preciados autitos, sino que también aprendía a cuidarlos.

Desde sus cinco años, Augusto ya se destacaba en lectura fluida, y las operaciones matemáticas se volvían entretenimientos para él. En ese punto, decidimos llevar las cosas un paso más allá: era el momento de que hiciera su primera inversión.

De las calabazas Uchiki Kuri a un dron: adquirimos de nuestros vecinos una bolsa con varios kilos de zapallo Uchiki Kuri, un alimento excepcional. Augusto se encargó de partirlos, extraer las semillas, limpiarlas, secarlas y empaquetarlas en bolsitas de 15 semillas cada una para su venta. El resultado fue claro: cada persona que veía, era una oportunidad para vender semillas, y al final de este camino, entre las tareas en la bodega y la venta de semillas, logró comprar su primer dron.

Semanas y meses transcurrieron, y de manera sorprendente, Augusto aprendió por sí mismo las tablas de multiplicar. Fue en este punto que decidimos continuar avanzando en la dirección que habíamos trazado, incorporando constantemente nuevas experiencias. Fusionamos la experiencia en la bodega con un enfoque educativo, dando lugar a la creación de su propio vino. Para el diseño de las etiquetas, nos basamos en las respuestas que generalmente le hacen a todo niño, como “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?”; “¿Qué te gusta comer?” o “¿Que te gusta hacer?”. Sus respuestas se transformaron en dibujos y esos dibujos en etiquetas.

Así, nos encontramos ahora inmersos en este viaje, impartiendo lecciones sobre el valor del trabajo, el ahorro, el crédito (siendo nosotros su “banco”), la inversión, el desarrollo, el producto y la venta. Con los ingresos de sus ventas, Augusto aprende la crucial lección de que no todo puede gastarse, ya que se rompe el ciclo de reinversión. Solo una parte constituye ganancia, y él puede destinarla a lo que desee. De esta manera, aspiramos a que estas herramientas y conocimientos se traduzcan en habilidades aplicables en su vida adulta dentro de la profesión o camino que prefiera.

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