En Bahía Blanca se está gestando un fuerte conflicto entre las empresas del poderoso Polo Petroquímico local y el municipio a cargo del peronista Federico Susbielles, que anunció su intención de cobrarles una tasa extraordinaria para financiar obras hidráulicas que la gestión local no le reclama a la Nación.
Con ese perfil, y eludiendo un choque con el Presidente por obras hidráulicas que la ciudad necesita tras el trágico temporal de marzo pasado, el intendente bahiense anunció días atrás un plan de construcción hidráulica de $27 mil millones, financiado, entre otras cosas, por una nueva tasa a cobrar al Polo Petroquímico.
Fuentes con llegada a las empresas más fuertes del Polo señalaron a LPO que existe un fuerte malestar por una decisión de la que muchos se enteraron con el anuncio de la semana pasada.
Puntualmente, la fiscal-impositiva de Susbielles propone un aumento de la alícuota de la tasa de seguridad e higiene del 8.1 al 20% a las empresas del Polo, una suba de la alícuota sobre la facturación (que pasaría del 0,8% al 2,0%), el incremento del 75% en el resto de las tasas municipales y la creación de una «tasa solidaria».
«Estamos pensando en judicializar estas medidas que van en contra del desarrollo de nuestra ciudad y facturar en nuestras oficinas de otras localidades, donde no tengamos tantas tasas municipales», señalaron en el Polo petroquímico.
En el propio municipio admiten que los recursos que pretenden buscar en el Polo son los que no llegaron de Nación. «Pensamos que con lo que pasó acá iba a haber un tipo de excepción, pero no lo hubo», dijo a Radio Provincia el jefe del bloque peronista Álvaro Díaz en relación a la no llegada de obras de Nación.
Más allá de esas declaraciones, Susbielles esquivó salir fuerte al cruce de Milei y optó por buscar los recursos en las empresas del Polo que, a pocos días del primer temporal fuerte que sufrió la ciudad, en diciembre de 2023, habían hecho importantes aportes de fondos.
«El intendente nos compró anticipadamente seis meses de sueldo, y ahora nos desayunamos esta tasa solidaria», dijo un empresario molesto por el anuncio.
«Tenemos un complejo industrial, portuario y logístico con uno de los puertos más importantes de Sudamérica», dijo el jefe de bloque de Susbielles, para justificar la imposición de la nueva tasa a las empresas del Polo, donde se quejan que ya están pagando una tasa, una sobretasa y una tasa ambiental.
Así, en el Polo calculan que, de materializarse el proyecto de Susbielles, la presión impositiva trepará a más de 3% de lo facturado.
Por eso, hay empresas que analizan llevar el tema a la Justicia y, también, dejar de facturar en Bahía: «Son medidas que atentan contra la inversión. Nos cuesta mucho seguir en estas condiciones. Estamos pensando en judicializar estas medidas que van en contra del desarrollo de nuestra ciudad y facturar en nuestras oficinas de otras localidades, donde no tengamos tantas tasas municipales», señalaron.
En la oposición local califican la tasa solidaria de Susbielles como «un anti RIGI» y acusaron al intendente de «querer cambiar las reglas y generar sobrecostos cuando ya se hizo la inversión».
En esa línea, el concejal PRO Adrián Jouglard dijo en X: «»Con la Tasa al Polo Petroquímico encubre un fuerte incremento para todos los bahienses».
Al marcar que «es inconstitucional aumentar una tasa destinada a un fin específico, como seguridad e higiene, para aplicarla a otro, como obras públicas», Jouglard acusó: «Es una medida inaceptable que encarece directamente la vida de todos los bahienses en un momento especialmente difícil».
En Bolivia el ciclo neoliberal de la democracia pactada se agotó hace más de 20 años. Hoy este país experimenta el fin del neo-desarrollismo indigenista.
La victoria electoral de Rodrigo Paz Pereira, del Partido de la Democracia Cristiana, ratifica la legitimidad de los procedimientos y la participación democrática. Sin embargo, este triunfo se da en un momento histórico muy complicado y de difícil gestión no sólo para el nuevo gobierno, sino también y especialmente, para el conjunto del sistema político boliviano, incluidos los actores sociales, entre ellos los empresarios, los trabajadores urbanos y rurales y muy especialmente los actores globales: USA, China, CE, los Estados de los países vecinos, y también las redes del crimen organizado que actúan en todas partes del mundo y en todos los niveles de un poder glocal (global y local) sin excepción.
Más allá de los temas económicos de déficit y escasez de recursos naturales y financieros, un factor fundamental para el nuevo gobierno es el diverso malestar colectivo que atraviesa transversalmente a toda la sociedad y que es gestionado digitalmente por los medios de comunicación y las redes informacionales. La nueva tecno sociabilidad organiza la política en las calles y la vida cotidiana de las personas.
La gestión política ante semejante ch’enko (enredo, en quechua) nacional-global y local necesita relativizar las ideologías absolutistas de los diversos actores: sociales, étnicos nacionales y de los mismos sectores públicos.
La pregunta es: ¿se lograrán acuerdos de corto plazo que permitan al menos una gobernabilidad mínima en lo económico, en lo social y particularmente en lo ecológico?
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Durante su visita a Bolivia, en 1994, el economista paquistaní Mabub Ul Haq, quien fuera creador del enfoque de Desarrollo Humano de Naciones Unidas y asesor del primer plan quinquenal de Corea del Sur, estuvo caminando por El Alto. Allí conversó con sus habitantes. Preguntó y observó. Antes de partir, dio una conferencia y dijo que en esa ciudad había encontrado lo mismo que en los años 50 encontró en Corea del Sur y que fue el secreto de su desarrollo: habilidades, honestidad y cumplimiento de los compromisos de deuda. Para él, el desarrollo de Bolivia no estaba ni en el gas ni en sus otros recursos naturales: esos recursos eran solo un medio. El centro del desarrollo humano en el país andino estaba, en cambio, en las habilidades y compromisos de agencia de sus actores. Con actores, se refería a los sectores populares de El Alto.
En los últimos 40 años, tanto los modelos neoliberales como los neodesarrollistas, en Bolivia y prácticamente en toda Latinoamérica, se están esfumando en medio de una policrisis global multidimensional con cambios hiper acelerados en la tecnoeconomía de la información y de las redes digitales que están modificando de manera incierta la geopolítica y la geoeconomía del planeta.
Pocas veces la fragmentación sociopolítica y cultural ha sido tan intensa. En medio de pandemias, guerras, industrias militares crecientes y redes de inteligencia mundial asociadas a las dinámicas de la inteligencia artificial: ¿Cómo repensar la política, la democracia y el desarrollo en coyunturas nacionales fraccionadas donde la lógica amigo-enemigo tiende a reproducirse?
A lo largo de su historia, la sociedad boliviana ha creado, con dramas y fiestas, una fuerte cultura para sobrevivir en momentos difíciles y para cambiar situaciones límite en nuevas opciones de vida. Su principal recurso de autotransformación posiblemente sea un lazo social diverso y generalizado.
Hoy atravesamos un momento de inflexión histórica en el que las formas de la democracia y el desarrollo experimentados durante los últimos 40 años, parecen extinguirse. Como se preguntaba José Medina hace décadas en otros momentos duros, como lo fue el inicio de la revolución del 52: “Primero, ¿cuáles son los nuevos soportes de la nueva estructura que está sucediendo a la anterior y que ésta ya portaba en su seno desde los comienzos de su descomposición? Segundo, ¿dónde se encuentra el último fundamento de la prise de conscience que abre con el nuevo ciclo económico la fisonomía del futuro inmediato?”.
Las sociedades se transforman y se recrean en medio de relaciones de poder donde lo local y lo nacional se articulan cotidianamente con una globalización cambiante. En el caso de Bolivia, en las últimas cuatro décadas se han generado nuevas realidades, tanto bajo un neoliberalismo generalizado como bajo un neodesarrollismo estatal indigenista organizado por líderes carismáticos. Como subrayamos en la investigaciónNavegar contra el viento. América Latina en la era de la información (UNSAM, 2018) y en el libro que escribimos con Manuel Castells La nueva América Latina, se vienen produciendo cambios económicos estructurales, políticos y socioculturales remarcables, que hoy se necesitan gestionar e innovar para poder vivir mejor.
Entre esos cambios sobresale una nueva “economía extractiva informacional”. Esto permitió que la región creciera, que se distribuyeran o concentraran recursos, pero también impidió el surgimiento de nuevas opciones de desarrollo económico informacional socialmente integradas y ecologizadas. Hace siglos que los latinoamericanos estamos presos de una cultura extractivista-comercial, a menudo con consecuencias nefastas para la naturaleza.
Por otra parte, América Latina en general y Bolivia en particular ya son territorios hiper urbanizados y policéntricos. El boom inmobiliario en las principales ciudades está asociado al capital financiero y la especulación urbana. Pero también a la expansión de una economía informal urbana de comercio, contrabando, subempleo y pobreza, y organizaciones sindicales y territoriales prebendarias con una cultura y una lógica predominantemente fragmentaria que a su vez está asociada al uso creciente del consumo de redes de comunicación que no producimos pero de las cuales nos alimentamos. Hoy la política digital está en el centro de la opinión pública.
Otro cambio importante es el crecimiento y complejización de una economía global criminal que ya funciona en redes globales informacionales. Estas redes contribuyen al crecimiento de un capital financiero sin país. Tal como lo describimos en el capítulo 3 de La nueva América Latina, esta economía global criminal
Es una actividad extremadamente dinámica, multisectorial (aunque el narcotráfico aún constituye su sector básico) y altamente rentable, si no contabilizamos su enorme costo humano. Se basa en su capacidad de obviar la acción reguladora y coercitiva del Estado. Para ello, se trata de imponer una superior capacidad coercitiva y penetrar el Estado mediante corrupción e intimidación a todos los niveles. Es un sector generador de crecimiento económico volátil y de empleo efímero, al tiempo que fuente de desintegración institucional y de desmoralización social. Su dinámica es local-global y su forma reticular y basada en tecnología e información. (Calderón y Castells, 2019)
Hace siglos que los latinoamericanos estamos presos de una cultura extractivista-comercial, a menudo con consecuencias nefastas para la naturaleza.
Y también es fundamental reconocer cambios demográficos y político-culturales en una sociedad patriarcal con serios problemas de reproducción. Desde el lado de la acción colectiva, hay una nueva dinámica y ola de conflictos y protestas socioculturales asociada a la desigualdad y al malestar humano vinculados en buena medida a la dignidad y los derechos humanos en varios ámbitos, como los de género, de ética en la política, étnico-culturales, ecológicos, etcétera. Pero también sobresalen movimientos ultraconservadores con rasgos autoritarios y religiosos de mercado.
Para comprender mejor la coyuntura resulta fundamental tener una visión histórica de largo plazo, entre otras cosas, para salir de esa cárcel de ideas de larga duración, como argumentaba Fernand Braudel, que suponen una economía y una cultura política extractivista y jurídico institucional asociadas a redes clientelares y burocráticas de poder y corrupción, que es de origen colonial y es una fuerte barrera para la innovación y el desarrollo. Por ejemplo, en el caso de Bolivia, que mantiene una relación crónica con el extractivismo minero primero de plata, estaño, gas, petróleo, y ahora, del litio. Pero también es fundamental revalorizar la cultura histórica de resiliencia e innovación de las diferentes clases y estratos socioculturales y, sobre todo, la necesidad de fortalecer sistemas de comunicación entre diferentes en base a una mejor forma de convivir en un estado de lo público.
En el largo plazo resulta fundamental comprender la superposición sociocultural y la historia de las ideas y de los actos dramáticos de la sociedad boliviana. Sociedades abigarradas las denominaba Zavaleta, pensando en las sociedades latinoamericanas, y Braudel en el mediterráneo. Diferentes tipos de relaciones sociales históricas superpuestas en el presente que vienen del pasado y que cambian para reproducirse.
Desde el texto Creación de la pedagogía nacional, de Franz Tamayo, en Bolivia podemos mencionar distintos momentos en que esa superposición se expresó. A principios del siglo XX, Tamayo valora la luminosidad aimara originaria que también implica reconocer la riqueza comunitarista de las culturas guaraníes como las de la Chiquitanía (valorada por el socialismo francés como una de las primeras utopías humanistas), pasando por la trágica guerra del Chaco hasta la revolución del 52, donde estructuras sociales territoriales (comunidades campesinas) y funcionales (sindicatos) reprodujeron una estructura de poder basada en enormes logros sociopolíticos (voto universal, reforma agraria y urbana, nacionalización de las minas, con milicias armadas de más de 50.000 personas, etcétera), pero coexistieron con una estructura y una cultura de poder patrimonialista y corporativa, que se reprodujo hasta la actualidad más allá de los importantes logros socioculturales, y que hoy se redefine. Sin entender esa dinámica no se puede comprender los logros y las deficiencias políticas actuales.
Para revalorarse, la sociedad boliviana, y en general las latinoamericanas, necesitan conjugar recíprocamente estabilidad social y económica en el marco de una política constructivista de los diferentes actores que sea un puente para consensos prácticos.
En un enfoque constructivista deliberativo de la política resulta primordial lograr acuerdos procedimentales con capacidad de agencia entre actores opuestos. Se trata de consensuar en los procedimientos para resolver los conflictos y visiones fundamentales, pero no sólo anunciándolos sino también participando en su evolución temporal y sobre todo en los resultados alcanzados. Ello supone una inclusión de lo diverso, es decir un orden plural, institucionalmente conflictivo y abierto. La democracia es por definición un régimen político abierto, conflictivo e inconcluso. Hoy, dadas las tendencias empíricas de los comportamientos diversos y complejos de las sociedades, no hay capacidad por parte de ninguna de ellas de ser hegemónica. Por eso, el ejercicio del poder democrático que actúa en el mercado y en el Estado necesita reconocer su pluralismo territorial, étnico, social, etcétera. Se necesita producir una suerte de Estado de lo público que actúe a nivel global. La democracia necesita ser renovada para enfrentar la coyuntura actual y, sobre todo, la policrisis global mencionada y para ello es crucial retomar a nivel nacional la idea de la política como un sistema político-cultural de reconocimientos recíprocos.
La democracia necesita ser renovada para enfrentar la coyuntura actual y, sobre todo, la policrisis global mencionada y para ello es crucial retomar a nivel nacional la idea de la política como un sistema político-cultural de reconocimientos recíprocos.
En la coyuntura actual boliviana es posible un escenario de transición “cesarista pragmática” que suponga la gestión de conflictos e intereses asociados a lo que llamábamos hace años con Mario dos Santos y otros una “gobernabilidad sistémica”. Esto es: un consenso mínimo por parte de los diversos actores e intereses en torno al funcionamiento de las instituciones, de la estabilidad económica y sobre todo de un mínimo de equidad y estabilidad social. No para dar un salto histórico, sino para crear las condiciones para que éste se produzca más adelante. Y en este sentido parece crucial empezar a crear espacios de comunicación para que la sociedad y sus actores intelectuales estudien y debatan con realismo empírico e histórico sobre un futuro deseable y posible de una nueva sociedad digital, digna y genuina.
En la pugna de poderes globales se están perfilando nuevas formas de dominación donde los políticos y Estados poderosos, con sus diversos sistemas digitales y la competencia de las grandes empresas tecnológicas, están produciendo una nueva geopolítica y geoeconomía mundial, modificando la realidad global a nivel nacional, regional y local. Se trata de una suerte de reestructuración de poderes. Allí, el Sur del mundo, particularmente Latinoamérica -hoy relativamente fragmentada-, necesita una política constructivista regional que construya plataformas globales tecnológicas y educacionales complementarias entre países y territorios para tener un poder de voz en la nueva globalización. Quizás las políticas recientes de acuerdos entre México y Brasil caminen en ese sentido.
¿Será posible que Bolivia se desarrolle en medio de una nueva “interdependencia asimétrica” global y regional? ¿Cómo podría revincularse con la región, y particularmente con los países vecinos, para construir alianzas estratégicas y así tener una importante voz en el mundo en el contexto de una sociedad digital cambiante? ¿Será posible refundar un latinoamericanismo práctico, con capacidad de agencia, centrado en procesos de innovación informacional, ecológica y sociocultural? ¿O permaneceremos en el atraso y la nostalgia?
Un enfoque innovador del desarrollo humano o de la misma “Transformación Productiva con Equidad” que elaboró la CEPAL tendría que colocar como sujeto y objeto del desarrollo la dignidad humana asociada intrínsecamente a los derechos humanos. Y desde allí se podría repensar cómo construir una economía informacional ecologizada.
De ahí el carácter estratégico de una educación innovadora que vincule las ciencias duras con las sociales y el arte. Y analice empírica y críticamente las nuevas realidades, además de experiencias históricas a nivel global (por ejemplo, del Sudeste asiático, el caso de Malasia, el Estado de Kerala en la India o los casos de estudio de innovación local con inclusión en el sur global, como analizan los estudios de J. Shutz y R. Aracena, Fernando Peirone, o Marcelo Sili, Andres Kozel, y sobre todo las experiencias innovadoras ecológicas e informacionales que se dan en la ciudad de El Alto y en la de Santa Cruz, como en las comunidades de Charagua o Urubichá, o la de miles de migrantes que caminan creando redes complementarias territoriales nacionales y globales y comercializan por todas partes del territorio).
¿Será posible refundar un latinoamericanismo práctico, con capacidad de agencia, centrado en procesos de innovación informacional, ecológica y sociocultural?
De igual manera, es fundamental una nueva pedagogía de los diversos actores socioculturales: fortalecer las habilidades humanas para construir una capacidad de agencia que vincule metas con resultados. Los actores innovadores del futuro necesitan manejar y conjugar los códigos de modernidad con conocimientos y destrezas para participar en la vida pública con los códigos informacionales, referidos a la capacidad de comunicar, combinar, interactuar en la red y generar así nuevos significados humanos del desarrollo. La capacidad de agencia necesita expandirse como la principal fuerza de innovación social inclusiva y regional.
¿Podrá el gobierno de Paz Pereira y el sistema político renovado navegar contra el viento y combinar mínimos de estabilidad socioeconómica e institucional con dinámicas productivas y financieras que permitan un cierto renacimiento? ¿Podrá así crear condiciones para emprender un nuevo modo de desarrollo informacional en función de los derechos humanos y la dignidad de las personas y sus colectividades? A corto plazo, el desafío es ese: un pragmatismo negociador que permita crear condiciones para pensar y generar un modo de desarrollo humano ecologizado informacional.
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Según el Monitor de Opinión Pública de octubre, el 58,2% de los argentinos rechaza la asistencia directa del Tesoro estadounidense. La inflación, la pérdida del poder adquisitivo y la desconfianza institucional dominan un clima social que se refleja también en la caída de la aprobación de Milei, que ya roza el 60% de desaprobación.
Por Celina Fraticiangi para Noticias La Insuperable
Estados Unidos no es el salvavidas que Milei esperaba
El acuerdo de asistencia directa entre el Tesoro de Estados Unidos y la Argentina no sólo no despertó entusiasmo, sino que encendió nuevas alertas en la sociedad. De acuerdo con el Monitor de Opinión Pública (MOP) de octubre, un 58,2% de los encuestados se mostró en desacuerdo con recibir ayuda directa desde Washington, frente a un 37,3% que lo aprobó.
La polarización política volvió a ser el eje de la lectura: casi el 70% de quienes votaron a Milei en 2023 apoyan la asistencia, mientras que el 97,4% de los votantes de Sergio Massa se manifestó en contra. El resultado refleja el sesgo ideológico que estructura hoy la conversación pública, pero también el escepticismo general frente a cualquier medida que no implique un alivio concreto en los bolsillos. Los datos surgen del Monitor de Opinión Pública (MOP), un estudio desarrollado desde Zentrix Consultora
La economía, un espejo roto
La percepción económica atraviesa uno de sus peores momentos desde la asunción de Milei. Apenas el 37,3% de los argentinos califica positivamente su situación personal, mientras que el 38,4% la considera mala o muy mala. Cuando la mirada se amplía al país, el diagnóstico se vuelve lapidario: seis de cada diez encuestados califican negativamente la economía nacional.
Esa brecha entre la economía doméstica y la visión del país se explica por un fenómeno conocido: hay quienes todavía logran sostener cierta estabilidad individual, pero nadie cree en la conducción general del rumbo económico.
El núcleo del malestar sigue siendo la inflación y la pérdida del poder adquisitivo. Tres de cada cuatro personas (73,7%) aseguran que sus ingresos no alcanzan a empatar los precios. En ese contexto, los principales problemas que preocupan a la ciudadanía son la situación económica (31,1%) y la corrupción (25,2%), muy por encima del narcotráfico, el desempleo o la inseguridad.
Una gestión con saldo negativo
En este clima adverso, la gestión de Milei obtiene apenas un 33,8% de aprobación frente a un 59,7% de desaprobación. Entre sus propios votantes de 2023, el respaldo llega al 65,1%, pero entre los de Massa el rechazo es casi total (98,6%).
La confianza en los datos oficiales del INDEC tuvo una leve mejora, aunque el 61,3% todavía desconfía de las cifras de inflación, reflejando un terreno donde la credibilidad institucional sigue en terapia intensiva.
Las imágenes políticas: Kicillof crece, Milei se estanca
En el tablero de las figuras nacionales, el MOP detecta un leve repunte de Axel Kicillof, que sube a 43,9% de imagen positiva, mientras sus valoraciones negativas bajan del 50,7% al 48,5%. Su crecimiento se apoya en el voto propio y en un segmento independiente que empieza a verlo como un referente opositor con gestión.
En cambio, Milei mejora apenas un punto su imagen positiva (35,5%), pero también crece su rechazo (59,9%). La grieta se profundiza: su núcleo duro se compacta, pero el margen para expandirse entre los sectores moderados parece agotado.
Entre los dirigentes provinciales, Martín Llaryora (12,4%), Ignacio Torres (17,1%), Maximiliano Pullaro (17,4%), Rogelio Frigerio (30,8%) y Alfredo Cornejo (21%) muestran escenarios dispares, todos con niveles altos de desconocimiento y fuertes diferencias según afinidad partidaria.
Fuerza Patria avanza y amplía la diferencia
El dato político más significativo de la medición de octubre es la intención de voto legislativo: Fuerza Patria alcanza el 43,5%, dos puntos más que en septiembre, mientras que La Libertad Avanza sube al 36,5%. La diferencia de siete puntos a favor del peronismo consolida una tendencia de crecimiento en la previa a las elecciones del 26 de octubre.
En tercer lugar aparece Provincias Unidas (5,7%), seguida por el Frente de Izquierda (3,3%). Los indecisos, que rondan el 6,4%, serán clave para definir el cierre del escenario electoral.
El estudio aclara que “Fuerza Patria” no se presenta con ese nombre en todos los distritos, debido a acuerdos y denominaciones locales, mientras que La Libertad Avanza mantiene su sello uniforme. Esa diferencia técnica puede distorsionar la lectura nacional, pero no altera la tendencia: la mayoría social está virando hacia un voto opositor al experimento libertario.
Un país con el termómetro en rojo
El Monitor de Opinión Pública de octubre deja una radiografía clara: rechazo a la dependencia externa, malestar económico generalizado, y una gestión en retroceso. Milei conserva un núcleo fiel, pero aislado; el resto del país empieza a mirar hacia otro lado.
En una Argentina que siente que cada mes vale menos, la paciencia política también se devalúa.