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SE REALIZÓ EL PRIMER CULTIVO DE CANNABIS EN EL ALTO VALLE

El INTA y la Asociación Ciencia Cannabis Sativa dieron inicio al primer cultivo de cannabis en Río Negro.

El INTA y la Asociación Ciencia Sativa iniciaron el cultivo de dos variedades de cannabis en la Estación Experimental del INTA en Guerrico Río Negro. La producción se realiza en macrotúneles con prácticas culturales sostenibles y bajo un sistema de trazabilidad desarrollado íntegramente por este proyecto. En total, se están cultivando 850 plantas bajo cubierta en el INTA, y se evaluará su comportamiento y calidad para su uso en la extracción de resina y la elaboración de fitopreparados.

Desde el 2019 el Centro Regional Patagonia Norte del INTA y la Asociación Civil Ciencia Sativa avanzan en la investigación y el desarrollo de toda la cadena productiva de cannabis con fines terapéuticos y medicinales en la región. A partir de dos variedades de cannabis seleccionadas en INTA Bariloche, se están cultivando 850 plantas bajo cubierta en el predio del INTA Alto Valle para evaluar su comportamiento, calidad y destinar el material para extracción de resina y la elaboración de los fitopreparados.

Este proyecto integra un programa de fitomejoramiento, banco de germoplasma y propagación de variedades en el INTA Bariloche –Río Negro–, el cultivo en la Estación Experimental Alto Valle del INTA y, dentro del mismo predio, la extracción de resina en el laboratorio Pasedati. Por último, la elaboración de los fitopreparados estará a cargo del laboratorio Productora Farmacéutica Rionegrina Sociedad del Estado – Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (Profarse- ANLAP), ubicado en la ciudad de Viedma. También busca ampliar las líneas de investigación y trabajo con pymes regionales que producen sustratos e insumos para cannabis y paneles y bombas solares para utilizar energías renovables y lograr un cultivo sostenible.

“Este es uno de los pocos proyectos que admite el cultivo en tierras del INTA y logramos que por primera vez en el país la policía federal custodie estos cultivos”, señaló Mariana Amorosi –responsable legal del cultivo de cannabis por INTA Patagonia Norte–.

Según Amorosi, se prevé generar distintas modalidades de cultivo bajo cubierta en invernáculo, en macrotúnel y a cielo abierto para conocer cómo la planta se comparta bajo diferentes condiciones de producción. “Además –recalcó- ya comenzamos con la primera cosecha para iniciar las pruebas de calidad del cultivo y continuar con los procesos”.

Al respecto, Juan Pablo Barahona –representante de la empresa Pasedati S.A. – aseguró que ya comenzó la construcción del laboratorio para extraer sustancias activas de la planta de cannabis. “Si bien tenemos experiencia en extracción de resinas con otros cultivos, esto es inédito para nosotros. Esta vinculación se generó para cumplir con todos los objetivos que tenemos que es elaborar distintos productos para la salud humana y animal”, manifestó Barahona.

Una de las variedades cultivadas está en los últimos pasos para la inscripción en el registro nacional de propiedad de cultivares del INASE, y hay dos genotipos selectos más para ser registrados en los próximos meses.

El trabajo conjunto entre ambas organizaciones es inédito en el país y se destaca por la articulación y el intercambio de conocimientos y estrategias entre equipos de investigación del INTA y cultivadores y profesionales de Ciencia Sativa. Así lo remarcó Gabriela Calzolari –fundadora de la ONG Ciencia Sativa y becaria de Conicet la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP) –: “Creemos muy importante que hoy, personas que hace años cultivamos cannabis en marcos desregulados, tengamos la posibilidad de ser parte de un proyecto como este. El cambio de normativa y de paradigma en relación al cultivo y uso de cannabis que estamos viviendo hoy, es fundamentalmente, el resultado del constante trabajo colectivo entre muchas asociaciones de la sociedad civil del país, junto con otros actores”.

Este proyecto articula con otros grupos del INTA como es el LASSPA, Laboratorio de Suelos y Agua y el Centro de Multiplicadores de Biocontroladores (CEMUBIO) del INTA Alto Valle. Además, se busca ampliar las líneas de investigación y de trabajo con pymes regionales que producen sustratos e insumos para cannabis y paneles y bombas solares para utilizar energías renovables y lograr un cultivo sostenible. “También, aspiramos a vincularnos con la Universidad Nacional el Comahue para avanzar en generar pasantías que nos permitan evaluar la optimización de los cultivos como la automatización del riego”, señaló Calzolari.

Producción de cannabis en macrotúneles

Las 850 plantas que se cultivan en el macrotúnel (bajo cubierta) se obtuvieron por multiplicación a partir de semillas y esquejes en la EEA Bariloche. Esos genotipos fueron definidos y seleccionados para evaluar su comportamiento bajo distintas condiciones de producción.

“Tenemos que tomar los mayores recaudos desde el inicio hasta el producto final porque son cultivos que serán destinados a la salud humana. Por eso, somos muy cuidadosos en las prácticas culturales para al manejo de plagas y el uso de insumos biológicos”, Según Roberto Gómez –responsable del cultivo de cannabis en esa unidad del INTA Alto Valle–en lo que respecta a la producción de cannabis.

“Contamos con un sistema de trazabilidad que nos permite cargar toda la información sobre el manejo de las plantas en el cual quedan registradas todas las operaciones desde las condiciones de cultivo hasta la producción final”, remarcó Gómez.

En el cultivo se utiliza fertilizantes orgánicos y estrategias de manejo de plagas para combatir hormigas cortadoras de hojas, orugas, trips y arañuelas rojas con trampas y con insecticidas biológicos.

Trazacann, herramienta informática para segui el paso a paso del cultivo.

La Asociación Civil Ciencia Sativa, el INTA, la empresa GS1 (organización dedicada al sistema de estándares globales) y KYAS (empresa de software) desarrollaron un sistema de trazabilidad de cannabis denominado Trazacann que podrá ser utilizado por otros cultivos en el país.

“Se trata de una solución informática singular porque no existía en Argentina un sistema de trazabilidad para cannabis y cáñamo. Este sistema tiene la particularidad de adaptarse a cada proyecto y tiene un sellado block chain para mayor seguridad en el acceso a la información para proyectos de I+D”, señaló Calzolari.

En el desarrollo de esta herramienta las dos firmas contribuyeron a asignar un número de identificación para cada producto con estándares globales y tecnología Blockchain. Esto con el objetivo de facilitar el acceso a los datos obtenidos en cada etapa del cultivo y la elaboración de productos como así también mejorar la gestión, la calidad y la planificación estratégica en proyectos de Cannabis para cumplir con los requerimientos de las entidades regulatorias en un único formato que garantice inmutabilidad y confianza.

Para Mario Abitbol –representante de la firma GS1– uno de los grandes desafíos que tienen las autoridades sanitarias es establecer los mecanismos de control de los productos regulados: “la respuesta es trabajar con estándares. En la Argentina lo hace con mucho éxito la ANMAT para la trazabilidad de medicamentos y dispositivos médicos”.

Asimismo, Abitbol remarcó: “la tecnología es innovadora en el mundo del cannabis. Si bien otros países como Canadá ya tienen experiencia en la identificación de material cannábico, a nivel de traza nosotros tenemos un trabajo que creemos que va a ser realmente revolucionario para la región y el mundo”.

Fuente: argentina.gob.ar

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    La derecha conservadora está presente en distintas corrientes políticas, del mismo modo que la corriente que defiende las diversidades está presente –aunque no de modo uniforme– en partidos distintos. En Argentina, el peronismo, el radicalismo, el socialismo y la izquierda cuentan entre sus integrantes con personas que defienden este punto de vista. Se trata de una corriente que busca principalmente dos metas: que las personas y los grupos sean cada vez más libres, y que esa libertad se sostenga en formas igualitarias que la hagan real y no puramente declarativa o formal. Es una corriente de opinión que pone en escena grandes tradiciones culturales de la modernidad, heredadas de la Revolución Francesa y la Estadounidense, y que no tiene una única posición en materia de desarrollo económico, justicia distributiva o lucha por la igualdad. Ese “progresismo” no está en contra de ninguna religión, pero sí lucha por una separación completa de cualquier religión y del Estado. Ninguna ley puede sustentarse en creencias religiosas. Pero sí debe haber leyes que, por motivos universalistas, exijan el respeto de todas las religiones. Esta perspectiva, sometida hoy a una fuerte ofensiva, merece una reflexión autocrítica.

    Acerca de la autocrítica

    La hegemonía cultural de la extrema derecha impacta en el campo progresista. ¿Los movimientos por la libertad de las diversidades se “pasaron de rosca”? La ofensiva cultural de Milei y las derechas extremas, la derrota electoral del peronismo y los niveles de inflación y pobreza que dejó el gobierno de Alberto Fernández han planteado ese debate. ¿Hay una incidencia de la lucha por las diversidades en el oscurantismo que estamos viviendo hoy? ¿No habremos ido demasiado lejos? ¿Se puede seguir sosteniendo la defensa del colectivo LGTBQi+ en el contexto actual?

    Los procesos sociales y políticos siempre son imperfectos. Conocer esas imperfecciones, practicar la autorreflexión, es clave para mejorarlos. Por otro lado, se trata de movimientos profundos y de larga duración. En Argentina, por ejemplo, el movimiento masivo de mujeres de los últimos años comenzó en 2015 con el “Ni Una Menos”, una gigantesca movilización contra la violencia de género. ¿Frenar el reclamo contra los asesinatos de mujeres hubiera sido “menos radicalizado”? Y hoy, ¿qué está más vigente? ¿El reclamo de que no mueran más mujeres por el hecho de ser mujeres o la propuesta oficial de retirar del Código Penal el agravante por femicidio?

    La autocrítica no equivale a autoflagelación; debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican. Entre las múltiples causas que produjeron esta nueva etapa histórica global de las derechas extremas están, en efecto, los profundos déficits de la izquierda, la centroizquierda y los partidos tradicionales. Pero no coincido con quienes, subidos a la marea reaccionaria, afirman que la culpa es del progresismo, de un supuesto “wokismo” o de una “excesiva” ampliación de derechos civiles. Ese argumento puede terminar en diputados que voten con Milei regresiones culturales o puede llevar a un catolicismo de gobierno en contra de la libertad de las personas y los grupos. Empieza cuestionando el DNI no binario y termina aboliendo el divorcio.

    Pero entonces, ¿cuáles son esos errores de la izquierda? Si hubiera que elegir uno, diría lo siguiente: mientras las vocaciones igualitarias y de justicia social se tornaban cada vez más difíciles de lograr, en gran parte por no tener una alternativa concreta al capitalismo neoliberal, la izquierda avanzó con leyes y políticas tendientes a garantizar derechos civiles. Dependiendo de los países, se avanzó en materia de identidad de género, aborto, discriminación positiva, educación sexual, matrimonio igualitario, derechos de los pueblos originarios y los migrantes. Cuantas más dificultades aparecían en materia económica y social, cuanto más complicado se hacía sostener el horizonte de movilidad social, más se acentuaron estos derechos como compensación.

    La autocrítica no equivale a autoflagelación: debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican.

    Ese fue el gran problema. Las libertades civiles no pueden compensar el fracaso económico o social. Si son las únicas banderas que se agitan cuando se desfinancia el Estado de Bienestar, se retiran regulaciones públicas o se producen escaladas inflacionarias, como en el caso argentino, se corre el riesgo de que las fuerzas democráticas queden reducidas y debilitadas. Los límites para corregir o superar el neoliberalismo los terminan pagando los avances en materia de diversidad o pluralismo.

    Mi primera tesis es que, frente a quienes creen que la ampliación de libertades favoreció a la derecha extrema, creo que su causa es el fracaso económico.

    En segundo lugar, la cuestión de los particularismos. Mientras Martin Luther King buscó cambios que mejoraran la desigualdad estructural de la sociedad norteamericana, muchas políticas de la identidad del siglo XXI se concentraron en derechos particulares. Y es difícil pedirles algo más que simpatía pasiva o inactividad a quienes no están directamente involucrados en la conquista de un derecho. Esto no implica que movimientos como “Ni Una Menos”, “Black Lives Matter” o la “Marcha anti-fascista” de febrero de 2025 no hayan sido señales contundentes en la dirección correcta, sino simplemente llamar la atención sobre cuál puede ser el alcance de esas convocatorias.

    Algo similar ocurre con el “lenguaje inclusivo”. Se trata de un cambio cultural crucial, que busca ampliar libertades e incluir diversidades. Pero debe expandirse a partir de la posibilidad, no como imposición. Los mayores fracasos del cambio cultural ocurrieron cuando se pretendió imponer a través de prescripciones. El liberalismo cultural busca ampliar, no restringir, las posibilidades de las personas.

    El caso de las cuotas

    Muchas veces, en lugar de luchar por cambiar una legislación, una política o un presupuesto, las reivindicaciones progresistas se enfocaron en personas concretas: los varones blancos, incluyendo casos de punitivismo extra-judicial, como escraches a adolescentes, altamente polémicos. En aquellos casos, hubo voces feministas potentes que alertaron que el feminismo no surgió para cambiar al dueño del poder del patriarcado, sino para modificar un tipo de poder y de dominación. El punitivismo y la cultura de la cancelación fueron algunos de los errores más graves. Pero no es verdad que sean inherentes a los reclamos por la diversidad y la libertad: fueron casos minoritarios en causas justas.

    Detrás de este tipo de cuestiones aparece un problema que vale la pena debatir a futuro: la tensión entre lo particular y lo universal. Si cada uno de los grupos discriminados reclamara sólo para sí mismo, si todo se tradujera en una simple cuota por grupo, a largo plazo se terminarían socavando algunos de los consensos culturales necesarios para mantener las políticas de acción afirmativa. Un ejemplo es el de las universidades. En la mayoría de los países del mundo existe un sistema de examen de ingreso a la universidad y cupos por carrera. Al observar las universidades se hacía evidente que la abrumadora mayoría de los alumnos eran varones blancos. Eso llevó a reclamar políticas de cuotas raciales, étnicas y nacionales, como las que se terminaron concretando en Estados Unidos y Brasil. Este sistema garantizaba una mayor presencia de diversidades, restando lugares a los blancos. Pero, ¿qué quedaba, por ejemplo, para los blancos pobres? ¿Quién se preocupó de su situación? En muchos casos fueron los grandes olvidados, lo que contribuyó a que volcaran su respaldo a fuerzas políticas conservadoras que dicen defenderlos. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera incluido una cuota general para los estudiantes de colegios públicos de bajos recursos en el ingreso a la universidad? Mientras en un terreno puramente cultural la especificidad por grupo es adecuada, en cuotas vinculadas a desigualdades puede no producir las consecuencias buscadas.

    En un mundo dominado por la incertidumbre económica, en el que se achican los recursos públicos, muchos países optaron por un modelo de cuotas para asegurar la presencia de los grupos discriminados no sólo en el acceso a la universidad sino también al empleo público –y en ocasiones al empleo privado–. Esto implica que los logros de la ampliación hacia los sectores discriminados se hicieron sobre la base de una reducción relevante de la participación de los sectores anteriormente privilegiados. Y esta estrategia, correcta desde un punto de vista filosófico, se topa con un problema político. Las personas de carne y hueso que se ven afectadas, que no logran ingresar a la universidad o no consiguen empleo, se van pasando en masa al ejército del “contragolpe cultural”, esperando el surgimiento de un Trump, un Milei o cualquier otro líder que proponga revertir la situación.

    Se trata de un error recurrente del progresismo: no percibir el dolor de las víctimas de sus políticas, y no elaborar una respuesta. Mi punto es sencillo: si se presuponen las restricciones económicas, como de hecho las aceptaron la mayoría de las fuerzas de centroizquierda en Europa y América, que los perdedores de la discriminación positiva pasen al otro lado es inexorable. Pero si se cuestiona un modelo que reduce los impuestos a la riqueza y desfinancia al Estado, y se usa ese dinero para ampliar el acceso a la universidad y el empleo, logrando mejorar la diversidad sin afectar drásticamente los espacios previos, la base política de la derecha extrema quedará reducida. Es cierto que esto no es posible para los varones privilegiados, que inexorablemente se verán afectados: será necesario pensar una política cultural específica para ellos.

    La defensa de la libertad

    Estamos ante un feroz ajuste a las libertades y es urgente emprender una fuerte defensa de políticas por la libertad basada en igualdades. La libertad, convertida en el eslogan hueco de la extrema derecha, no puede ser resignada por las fuerzas democráticas y progresistas. El principio básico de la lucha por la libertad es maravilloso: que las personas y los grupos puedan autorrealizarse en todas las dimensiones de la vida. Esto incluye su identidad de género, étnica, nacional, local, religiosa, así como su libertad de expresión, en la familia, en el trabajo…

    Esas libertades tienen un requisito: un piso de igualdad, porque quien sufre desnutrición no puede ser libre, quien no puede acceder a la escuela no puede ser libre. Una comunidad libre es aquella que garantiza un piso de igualdad para todos sus miembros.

    Los libertarios conservadores de la extrema derecha afirman que ser iguales es que cada uno se las arregle como pueda. Es una propaganda basada en la negación de la historia tal como sucedió. Los esclavos existieron hasta el siglo XIX bajo el imperio de la ley, y los afrodescendientes continúan siendo discriminados en prácticamente todos los países de América y Europa hasta hoy. La conquista colonial existió. El patriarcado y la desigualdad de géneros existieron… y todavía existen. En muchos países las mujeres votan recién desde hace algunas décadas. Y en la mayoría de los países europeos y americanos jamás hubo una presidenta o una primera ministra mujer. El capitalismo, por su parte, tiene mecanismos poderosos para reproducir la desigualdad de clases entre generaciones: a través de la herencia y también de la “herencia de clase”. La mayoría de los hijos de personas pobres son pobres. La movilidad social ascendente está en crisis en la mayoría de los países, y los mecanismos sociales que la hacían posible se están debilitando a un ritmo vertiginoso. Los libertarios conservadores quieren liquidar esos mecanismos, del mismo modo que se proponen atacar las leyes que tienden a asegurar libertades vinculadas a la diversidad y la disidencia. Esto implicará también contrarrestar su ofensiva individualista poniendo en valor la solidaridad, lo común y lo público. Enfrentar políticamente aquel proyecto exige autorreflexión y determinación.

     

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