|

LUIS Y LA BICICLETA #9

CAPÍTULO #9

Salió del super con toda la furia. Medio rengo. Llevaba un su pecho una bolsa de hacer las compras. La apretaba con ambas manos como si fuera un tesoro. Amarilla y con dibujos de la familia. Papá, mamá, Ernesto y yo. Regalo del día del padre. Luis sabía la diferencia entre ser materialista y querer algunas cosas materiales. Leé mucho fue el consejo de su viejo cuando era chico. Algunos padres te enseñan lo que saben hacer. Otros lo que no pudieron hacer. Y algunos pocos, como el papá de Luis, a ser un buen tipo. Y sabía de diferencias. Sabía que una cosa es ser materialista y otra muy distinta es el materialismo histórico.

De acá no se va nadie si no aparece mi bolsa de las compras. La sentencia de Luis en la salida del supermercado se entendió. O al menos eso hizo el tipo de seguridad. Lo había mirado fijo y le había dado el ok, cómplice. Dio la orden y desde los parlantes sonó una voz: por favor quien encuentre una bolsa de compras amarilla con dibujos de una familia dirigirse a mesa de entrada. Tanto lío por una bolsa de morondanga se atrevió a decir un tipo que quería salir por la puerta tomada por Luis. Una bolsa que te regaló tu hijo para el día del padre no es cualquier bolsa, le espetó Luis.

Luis miró para todos lados sin encontrar lo que buscaba. Recordó por un instante la escena de la película “Un domingo cualquiera” donde la camera juega a ser en primera persona el jugador de fútbol americano en el partido y todo es confuso y pasa todo muy rápido y tormentoso. Así estaba Luis pero un miércoles. Y los cualquiera eran los otros. Todavía le dolía el tobillo pero no le prestó importancia al dolor. Había perdido (o se lo habían perdido) el carrito de las compras un poco antes de terminar. Con todo el tiempo que había perdido. Tarea complicada de encontrar los productos que necesitaban y entraban en la promo. Le había costado mucho todo. Y para colmo en el fondo del carro estaba la bolsa de las compras. La que le regaló su hijo Patricio cuando tenía 5 años. Producto del jardín de infantes para el día del padre.

Falta poco, falta poco, falta poco, pensaba Luis. Ya me salgo de este caos. Unas latas más y ah! Topetazo violento, carrito de compras de lleno en el tobillo de Luis. Dolor agudo. De donde vino? No lo vi venir! La única persona delante de Luis una viejita que apenas se podía mover pero el carro hasta arriba del todo. Señora, más cuidado, por favor. Cuidado tené vos nene, que ni sabes los precios.

Como que no entran los vinos en la promoción! Gritó el cincuentón en la cara de un empleado. Justo cerca de Luis. Vos sos pelotudo nene? Le dijo al empleado. La discusión venía de hace rato pero hasta acá había llegado. Luis intervino. No lo podía dejar pasar. Que tiene que ver el pibe?, decime. Y vos que te metés? Me meto porque sos un irrespetuoso. A mi solo me mandan a meterme por una promo de mierda, con la guita que tengo. Y entonces porque no se va caballero? Al fin de cuantas, terminó Luis, los mejores vinos que hay, en el super nunca están. Se dieron la espalda y cada uno en lo suyo. El empleado sonrió.

La carnicería era un mundo de gente, imposible. Estos no comen carne si no está en oferta, pensó Luis. Conocía a uno de los carniceros. Complicidad siempre con el carnicero, uno de los tantos consejos de su papá. Hicieron contacto visual. A Luis le sorprendió las ojeras que tenía. Es que recién llevó 4 horas y ya atendí 10 veces más que otros días. Pero vos querés algo flaquito? No! Por favor! Mira si te voy a joder justo hoy. Culpa le dio de participar en esa. Se fue con un saludo y tragando saliva con gusto a culpa.

Por fin entraba en el super. Primer escollo. Leer la letra chica de la promoción. Quién me manda?! Se preguntó Luis. Sabía quién, se rió. Que entra, que no entra. Si está en promoción, si no. Que tal no se que, que tal… tal vez, ambigüedad. Que te lo devuelven no se cuando. Ma’ sí. Compro lo que necesito y fue. Encaró con el carrito de compras medio de costado. Se le iba para la izquierda sólo cuando quiera ir a la derecha. Cuando quería ir a la izquierda se le iba para la derecha. Cosa de mandinga esos carritos. Ya se le empezaba a complicar.

Llegó a la playa de estacionamiento en la bici. Ni un lugar para atarlar! Tuvo que esperar 30 minutos para que se desocupe un espacio. Jamás la iba a dejar sin el candado. Tampoco había lugar libre para los autos. Lo único vacío que vió fue el sitio destinado a los carritos de compras. Iba a necesitar uno. Aunque se movía en bici pensaba llenar al mango la bolsa de compras que tanto quería y después conseguir alguna caja para el resto. Sabía que tenía una soga elástica para sugetarla y que se daba maña para pedalear. 30 minutos más perdió en conseguir un carrito. Toda la gente estaba desesperada por uno. Toda la gente estaba desesperada por todo. Se notaba en el aire. Por fin pudo acompañar a una señora a su cero kilómetro con un carro lleno y favor con favor se paga. Ayudarla a cargar los productos en el baúl y se iba a quedar con el carrito.

Luis, le dijo Eva, por qué no vas hoy al super y aprovechamos la oferta del 50? Te parece Eva? Debe ser un lío! No se… Y Luis… es mucho el 50 por ciento de descuento, lo necesitamos. A demás… que te puede pasar?

Publicaciones Similares

Deja un comentario