NIETZSCHEGUEVARALOGÍA POR LAS ARDUAS RUTAS DEL SALMÓN

El devenir de la humanidad es una serie de interpretaciones

Michel Foucault, Microfísica del poder

Tanto el Che como Nietzsche se esforzaron por cambiar la realidad en la que vivieron.

El Che, luego del triunfo de la revolución cubana, tomó coraje y pretendió expandir las fronteras de su ideología revolucionaria en contra del capitalismo voraz. Nietzsche analiza la moral cristiana y los mandatos de la ciencia para refundar los valores por medio de una crítica mordaz a las verdades anquilosadas.

El Che nació en un territorio de quimeras con cuerpos unitarios y cabezas federales en una tensión insoportable por una lengua castellana demasiado monárquica a la cual tal vez de forma inconsciente combatió. En cambio, Nietzsche nació en la tierra de Lutero, de aquel que se atrevió a reformular la lógica cristiana, aunque Nietzsche iba a ir mucho más lejos para demoler las pretensiones de la ciencia y las esperanzas religiosas.

El Che anduvo en motocicleta por Lationamérica, sin armas en constante contemplación, hasta que decidió cargar con un arma de fuego que, al final, apuntaría hacia él mismo. Nietzsche tomó el martillo y empezó a golpear los cimientos de un pensamiento occidental unilateralmente dogmático ya sea religioso como científico hasta declarar la muerte de Dios, y acabar enloqueciendo.

Lo cierto es que, el Che y Nietzsche murieron, pero el capitalismo sobrevive, Dios permanece en millones de mentes, y la ciencia continúa sembrando su moral de eternidad. Sin embargo; la desigualdad y los malestares persisten, y los movimientos sociales a lo largo y a lo ancho de este mundo se expresan para proclamar igualdad y respeto por sus derechos.

Es para resaltar que todavía está presente la imagen del Che como fuente de motivación y fuerza. Así como también a Nietzsche se lo sigue citando y repensando.

Esa eterna lucha entre el conservadurismo y la revolución: refleja la lógica entre dominados y dominantes, entre aquellos que se quieren liberar de los modelos impuestos y aquellos que pretenden seguirlos

Foucault nos dice que: “el gran juego de la historia, es quién se adueñará de las reglas, quién ocupará la plaza de aquellos que la utilizan, quién se disfraza para pervertirlas, y utilizarlas a contra pelo“.

Ni el Che ni Nietzsche pudieron adueñarse de las reglas de juego, más bien las pusieron patas para arriba, y quizá por este motivo, más allá del bien y del mal, los ecos de sus fuerzas a contracorriente nos llegan como las arduas rutas del salmón en su viaje por la reproducción, y, aún sin ellos sus potencialidades llegan hasta un hoy demasiado revuelto.

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