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LO QUE IMPORTA ES LO DE ADENTRO

Una nueva columna de nuestro sommelier amigo Facu Gagliano (@cu4trodecopa) para seguir aprendiendo de todo lo que tiene que ver con el “Vinito”, en esta oportunidad nos cuenta sobre la relevancia, o no, del envase sobre el producto.

Las personas y el vino llevan una relación que data como mínimo desde el 6000 A.C, mucho antes de la invención del vidrio, el corcho, incluso anterior al descubrimiento del papel.

En la antigüedad el aliado del vino para su transporte, almacenamiento y consumo era el barro. El mismo se conservaba en vasija elaboradas con la noble mezcla de la tierra y el agua y se utilizaba para tratar de cerrarlos tapones que estaban fabricados de madera o caña recubierta de tejidos y pieles previamente tratadas con grasas y aceites. Obviamente, no era higiénico y tampoco otorgaba mucha protección a la bebida.

Si bien la fabricación de vidrio data desde el 2000 A.C, aproximadamente, el vino se seguía conservando en ánforas de arcilla, muy difundidas con los fenicios, egipcios y romanos, luego se empezó a utilizar la madera, los romanos aprendieron de los galos el armado de las barricas, pero recién se tuvo que esperar hasta el Siglo XVII (de 1657 data la botella de vidrio para vino más antigua que se conserva) para que la botella de vidrio tomara un mayor protagonismo que se mantiene hasta hoy día Siglo XXI, año 2022.

Pero, ¿no inventamos nada mejor desde entonces? Yo creo que sí, pero también nos pusimos más tradicionales y más mañosos.

Nos encariñamos tanto con las botellas que les pusimos nombres, burdeos (la más común), borgoña (de cuello largo,más petacona y ancha), alsaciana (flaca y larga) e incluso hasta según su capacidad tienen un nombre, pero esos quedaran para otra oportunidad. Es tanto el amor que le tenemos a las botellas de vidrio, en conjunto con el corcho natural, que nos ponemos celosos e incrédulos de los nuevos envases que llegan para tratar de seguir evolucionando a la par que lo hace el vino y su consumo.

Podríamos decir que en los últimos años hay 3 nuevos envases, y digo nuevos como para diferenciarlos de las botellas porque ya cuentan con varias décadas encima, ellos son:

  • Envases de Cartón multicapa: En 1950, el ingeniero sueco Ruben Rausing fabricó un envase de cartón con el fin de guardar la leche, para 1963 perfeccionó el mismo hasta llegar a lo que se conoce hoy como tetra brix® .El tetra es una caja de cartón con capas de polietileno y aluminio que otorgan un cierre hermético y aséptico al vino, protegiéndolo de la luz y del oxígeno, es mucho más barato que la botella y su tapón y resiste mejor los impactos. Lamentablemente este envase fue y es utilizado para vinos de segmentos iniciales y el consumidor le tomó prejuicio, asociándolo a un producto de baja categoría.
  • Latas: En Argentina, el INV (instituto nacional de vitivinicultura) desde octubre del año 2018 autorizó el uso de envases de acero inoxidable para el fraccionamiento de vino. Las latas, un envase  que está en crecimiento, además de tener un cierre hermético, proteger al producto de la luz y ser más resistente a impactos que el vidrio, es más barato de producir y además permite al consumidor poder llevarlo a todos lados y en la medida justa, por lo general las latas vienen de 269, 355 cm3. ctualmente las bodegas están optando por fraccionar vinos de gama media. Esperemos se animen a más.
  • Bag In Box (BIB): A mí me gusta llamarlo la evolución de la damajuana, inventado en 1953, el Bag in Box, como su nombre en inglés lo indica es una bolsa en una caja. La bolsa de polietileno es cerrada y hermética suele tener una capacidad de 3 ó 5 litros. Su estructura impide la oxidación del vino debido a que lo protege del oxígeno manteniendo su frescura y propiedades organolépticas. Al ser flexible, la bolsa reduce su tamaño a medida que se vacía, evitando así el contacto con el aire. Además cuenta con una válvula dosificadora que también evita el ingreso de aire a la bolsa, lo que permite que el vino dure hasta 60 días en óptimas condiciones desde la primera dosificación. Todo eso, bolsa y válvula, se contiene en una caja de cartón simple, ofreciendo una superficie apta para la impresión y comunicación del vino.

La elección entre la botella, la lata, el tetra y el BIB es más relación con el estatus del producto que con los beneficios que uno y otro ofrecen de cara a una óptima conservación del producto y mejor consumo. A medida que crezca la confianza de estos envases, por parte de los clientes, las bodegas se irán animando a fraccionar vinos de gamas mayores. A Animarse.

Facundo Gagliano  – Sommelier Internacional
@cu4trodecopa

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