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LA PIBA QUE SE CONVIRTIÓ EN LAUREL

¿¡Sean eternos los laureles que supimos conseguir!? ¿Porqué los laureles y no los geranios?  Quizás  un viaje hacia la dimensión desconocida de los mitos nos permita revelar el misterio… El deseo y la virtud van surgiendo en forma  de Apolo y Dafne. Apolo, un tipo contradictorio, tan dios como mundano, es así que te tira la enfermedad en la cara y después te cura, te inspira artísticamente o te da un saque de muerte súbita, tan temido como amado. Dafne, en cambio, una piba sencilla, humilde, le gusta la naturaleza, principalmente los ríos y las plantas. La cuestión es que un chabón llamado Eros, andaba por el bosque con su arco colgado a su cuerpo, mientras enviaba algunos whatsapp atrasados y sin responder. No hay otro calificativo para este Eros: vengativo. Así como un niño te puede estampar una bombita de agua en carnaval, sin previo aviso. Bueno, Eros le clavó un flechazo de plomo a Dafne que justo andaba cerca. Esta flecha la cargó a ella no solo con dolor, sino con odio. Eros no quedando satisfecho con el daño causado a Dafne, le tiró un flechazo de oro a Apolo que, justo también andaba cerca y que, previamente, se había burlado de Eros, según el poeta Ovidio. Apolo recorría el bosque presumiéndole a Dafne que ni bola le daba. El flechazo que le acertó Eros hizo que el deseo de Apolo se inflamara, tanto así que empezó a correr a Dafne. Que obvio, se tomó el palo, asustada. Sin embargo, Apolo insistente la seguía desaforado, lujurioso, salivante. Al final, a Dafne no le quedó otra que pedirle ayuda al dios del río Peneo, quien convirtió su piel en corteza, sus brazos en ramas y sus cabellos en hojas. 

REFLEXIONES AL RESPECTO
Laureada  (simbólicamente) es una persona que se ha esforzado para llegar a consagrarse en aquello que pretende. Aquí surge Dafne, personaje de la mitología griega que nos enseña que el deseo irrefrenable e inmediato no siempre satisface, y que el sacrificio aunque costoso es la mejor opción. Por otro lado, Apolo no logra conseguir aquello que quiere porque su desesperación lo absorbe. Dafne prefiere el cambio, una metamorfosis que continua dándole vida, aún siendo una planta. Esta historia nos deja una profunda enseñanza entre los mandatos (flechas cargadas con deseos y quizá con deberes) que vienen a ocupar un lugar en nuestras mentes, y, la posibilidad de cuestionarlos y reencaminar la dirección de nuestros propios deseos y elecciones. 

Imagen de portada: El beso (entre Dafne y Apolo), G. Klimt
Segunda imagen: Dafne implorando a Peneo convertirla en laurel, del pintor Jean-Baptiste Van Loo
Tercera imagen: Dafne y Apolo, del pintor Whaterhouse

PABLO NANI-LA TAPA

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