La Dirección de Deportes de la Municipalidad de Villa Regina anuncia que las Colonias de Verano 2022 para Personas con Discapacidad, que tendrá lugar en la Pileta del club Regina, y para Adultos Mayores, en la pileta del Club Círculo Italiano, comenzarán el día martes 11 de enero en el horario de 9 a 12 horas
Las inscripciones se reciben en las oficinas del Polideportivo Cumelen en el horario de 8 a 13 horas.
Para más información comunicarse al teléfono: 2984651398.
Cuando un soldado francés escarbó la tierra cerca del delta del Nilo a fines del siglo XVIII, no imaginó que estaba levantando una de las llaves maestras de la historia humana. Aquel bloque de granodiorita negra —agrietado, incompleto, cubierto de inscripciones— cambiaría para siempre la manera en que entendemos a las civilizaciones antiguas. Hoy la conocemos como la Piedra de Rosetta, un artefacto capaz de unir tres alfabetos, dos mundos lingüísticos y más de mil años de silencio.
Por Alcides Blanco para NLI
El hallazgo accidental que inició una revolución intelectual
Durante la campaña napoleónica en Egipto, en 1799, un grupo de ingenieros trabajaba en la fortificación de Rashid (Rosetta). Mientras removían muros y sedimentos antiguos, apareció la piedra: 112 centímetros de un mensaje duplicado tres veces, como si los sacerdotes del Egipto ptolemaico hubieran previsto que algún día las futuras generaciones necesitarían un puente lingüístico.
El hallazgo se reportó de inmediato. Los franceses intuyeron su importancia, pero el destino tenía otros planes: tras la rendición en Alejandría en 1801, el Reino Unido tomó posesión del objeto. Fue trasladado a Londres y, desde 1802, se convirtió en pieza central del British Museum, donde permanece hasta hoy.
Un mismo mensaje, tres escrituras
Lo que hacía extraordinaria a la piedra no era sólo su antigüedad, sino su triple inscripción:
Jeroglífico: la escritura sagrada de los templos, reservada para la elite y los rituales.
Demótico: el lenguaje administrativo y cotidiano de Egipto.
Griego: la lengua oficial de la administración ptolemaica.
Los tres textos repetían el mismo decreto promulgado en 196 a. C. en honor al rey Ptolomeo V. No era un mensaje religioso ni una epopeya: era un documento político-administrativo. Pero funcionaba como una piedra de toque lingüística, un “Rosetta Stone” cuya importancia sería gigantesca: ofrecía un texto paralelo, algo así como un diccionario involuntario entre tres sistemas de escritura.
El rompecabezas que tardó décadas en resolverse
El griego, ya conocido por los eruditos europeos, sirvió como punto de partida. Pero los jeroglíficos —místicos, visuales, aparentemente simbólicos— permanecían indecifrables desde la Antigüedad tardía. Habían caído en silencio durante más de mil años.
El proceso de decodificación fue un duelo académico que cruzó fronteras:
Thomas Young, el inglés metódico
Notó que ciertos grupos de signos jeroglíficos correspondían a nombres reales (cartuchos).
Avanzó en entender que los jeroglíficos no eran sólo símbolos, sino que también podían representar sonidos.
Jean-François Champollion, el francés apasionado
Dominaba múltiples lenguas antiguas, incluidos el copto —el descendiente directo del egipcio antiguo—.
En 1822 descifró formalmente el sistema jeroglífico, demostrando que era mixto: fonético, ideográfico y logográfico.
Su célebre frase “Je tiens l’affaire!” (“¡Lo tengo!”) marcó el inicio de la egiptología moderna.
Lo que la Piedra de Rosetta liberó
El valor simbólico de la piedra no está solo en su material o antigüedad. Su verdadera importancia radica en que permitió escuchar por primera vez, en milenios, la voz de los faraones. Gracias a ella:
Se pudieron leer inscripciones en templos como Karnak, Luxor y Abydos, cuyo significado era desconocido.
Se revelaron mitologías, rituales, nombres dinásticos, fechas, sistemas administrativos y detalles de la vida cotidiana del antiguo Egipto.
Nació formalmente la egiptología científica, consolidando a Egipto como uno de los campos más estudiados y fascinantes de la arqueología mundial.
La piedra no enseñó solamente un idioma: reabrió un universo cultural completo.
Una pieza clave del patrimonio cultural del mundo
Actualmente, la Piedra de Rosetta es uno de los objetos más visitados del British Museum, pero también uno de los más controvertidos. Durante años, el gobierno de Egipto ha solicitado su devolución, argumentando que se trata de un patrimonio arrebatado en el contexto de una ocupación militar.
Estos debates, cada vez más intensos, reavivan un tema fundamental: ¿a quién pertenece la historia? ¿A la humanidad entera? ¿A las naciones que la custodian? ¿O a los pueblos que heredaron directamente esos legados?
Más allá de la controversia, la piedra sigue cumpliendo una función esencial: nos recuerda que las civilizaciones conversan entre sí incluso a través de los siglos, y que las lenguas —aun las que parecen imposibles de reconstruir— pueden revivir cuando la curiosidad humana encuentra las herramientas adecuadas.
Un artefacto que trasciende su propio tiempo
A más de dos siglos de su descubrimiento, la Piedra de Rosetta continúa simbolizando algo mucho mayor que una inscripción trilingüe. Representa:
la tenacidad del conocimiento,
la interconexión de los pueblos,
la capacidad humana de comprender el pasado,
y el poder de un simple fragmento de roca para transformar por completo una disciplina científica.
En un mundo donde la información fluye sin pausa, este bloque de piedra nos recuerda que hubo épocas en las que abrir una ventana al pasado tomaba décadas… o milenios. Y que, a veces, la llave aparece donde menos se espera.
Con el proyecto de reforma laboral del Gobierno quedan atrás los palabrerios cargados de incertezas: qué tan vetusto es el modelo actual, cuáles son los vectores de la adaptación al nuevo orden tecnológico y comercial global, y si este modelo —erigido a mediados del siglo XX y tantas veces reformado— debe ser definitivamente desarticulado, reconstruido o actualizado. Es una afirmación incómoda: para el gobierno libertario —y para todos los gobiernos neoliberales antes que él— las reformas laborales son un elemento central del programa económico.
Desde la oposición, el planteo respecto al mundo del trabajo es que el principal problema está en otra parte: las leyes laborales no crean empleo. Una verdad incontrastable, pero tal vez insuficiente. Entonces, ¿hace falta una reforma laboral? ¿La política del trabajo y sus regulaciones son tan centrales para el peronismo como lo son para los libertarios? ¿Qué lugar ocupa una reforma laboral en un programa inclusivo de crecimiento y desarrollo?
Una reforma perfecta
El proyecto de Ley de Modernización Laboral es la reforma de un modelo que apunta a transformar de raíz la estructura productiva y a promover lo que Schumpeter llamó una “destrucción creativa”: una destrucción de buena parte del tejido productivo –industrial–, como supuesta condición para el fortalecimiento de otros sectores, como el complejo energético y la minería.
Para dinamizar este proceso, promueve la rotación laboral y abarata los despidos mediante la creación del Fondo de Asistencia Laboral y a través del financiamiento estatal. Equivale a resignar 2.500 millones de dólares anuales del sistema previsional en concepto de contribuciones patronales. Si se aprueba esta norma, el modelo no permitirá ningún tipo de reconversión productiva que habilite la supervivencia de las empresas. El único camino será la mera destrucción —creativa, pero destrucción al fin— de un sinnúmero de empresas y un tendal de desocupados y puestos precarios.
Para lograr un país sin industria se necesita un país sin sindicatos. ¿O es al revés? Igual da.
Es la reforma laboral de un esquema macroeconómico cuya política antiinflacionaria tiene entre sus anclas principales la contención de los salarios. Con ese objetivo, institucionaliza la autoridad del Estado para fijar un techo a las paritarias.
El proyecto busca consolidar un modelo que no se apalanca sobre el mercado interno. Por ello, no precisa garantizar pisos salariales ni de derechos que fortalezcan el consumo local. Por eso descentraliza la negociación colectiva y permite que los acuerdos a nivel de empresa contengan peores condiciones que los que se negocian a nivel sectorial. Y también legaliza el fraude laboral promoviendo la contratación de trabajadores a través del monotributo.
La reforma laboral de Milei se integra a un modelo que abre indiscriminadamente las importaciones, y que a las empresas más afectadas les deja como única alternativa la subsistencia en base al pago de bajos salarios. Para eso también sirve la descentralización de la negociación colectiva y la institucionalización del techo a las paritarias.
Los sindicatos, para este esquema, son un claro obstáculo, porque pueden retrasar la “destrucción creativa” que afecta a los sectores intensivos en mano de obra, y pueden resistir el avance de una economía en base a salarios bajos y ausencia de derechos laborales. Por eso, el proyecto de ley busca ahogar financieramente a las organizaciones de los trabajadores, comprometer su sustentabilidad económica y limitar severamente la acción gremial.
Para lograr un país sin industria se necesita un país sin sindicatos. ¿O es al revés? Igual da.
Según este modelo de país, el bienestar de los trabajadores nunca —en ninguna circunstancia, ni territorio, ni tiempo— puede estar por sobre la rentabilidad de las empresas. Para eso la reforma laboral impulsa el banco de horas y otras formas de flexibilización de la jornada que desorganizan la vida de los trabajadores, elimina o debilita regímenes de protección a colectivos específicos (ley de teletrabajo, estatuto del periodista, entre otras) y convalida la precariedad del trabajo en plataformas.
Esta es la reforma, en definitiva, de quienes creen que los sindicatos, las leyes laborales y la negociación colectiva —instituciones que la Argentina se dio a sí misma después de 1983— son el principal obstáculo para que se radiquen inversiones y la economía crezca. El gobierno nacional está construyendo un modelo de país. Esta es la reforma laboral que necesita para eso. Una que desarticule instituciones construidas en democracia.
Qué reforma necesita Argentina
Un modelo de desarrollo con inclusión necesita esencialmente una reforma laboral que integre ese programa. Las reformas laborales no resuelven los problemas que el desarrollo —o, mejor dicho, la falta de desarrollo— deja tendidos. Pero son componentes clave de los modelos económicos y productivos que tienen entre sus principales prioridades la generación de trabajo de calidad. Por eso es importante definir cómo se articula la regulación del trabajo con ellos.
Los modelos de desarrollo que encuentran en el mercado interno un factor de dinamismo precisan reformas laborales que fortalezcan la demanda y, en particular, los niveles de consumo de los trabajadores. Para eso, incorporan esquemas de negociación colectiva que no profundizan las asimetrías naturales entre capital y trabajo, sino que las moderan. También priorizan la recuperación del salario mínimo, vital y móvil para incentivar el crecimiento de los ingresos de los trabajadores que se encuentran en la base de la pirámide salarial, e incluyen mecanismos de participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas, de modo que los frutos de las mejoras en la productividad sean compartidos.
Esta es la reforma de quienes creen que las leyes laborales y la negociación colectiva son el principal obstáculo para que se radiquen inversiones y la economía crezca.
Los modelos de desarrollo que priorizan el fortalecimiento del mercado interno encuentran en los sindicatos un actor fundamental para consolidar la demanda e impulsar el consumo de quienes trabajan. Por eso, precisan asociaciones gremiales que participen activamente en la puja distributiva, promoviendo mayor equidad en la distribución de la riqueza. En consecuencia, otorgan un marco de garantías a la acción gremial y fortalecen los recursos de las organizaciones sindicales.
Los modelos de desarrollo cuyas políticas antiinflacionarias no se basan en la contracción salarial necesitan reformas laborales que impulsen mecanismos suprasectoriales de coordinación salarial, para promover el crecimiento del poder adquisitivo de los ingresos en una evolución acompasada de salarios, precios, tarifas y otros indicadores clave de la economía.
Los modelos de desarrollo centrados en la innovación, la incorporación de tecnologías, la generación de valor agregado y que apuntan a mejorar la competitividad por la vía alta —en base a la mejora de procesos y productos—, necesitan estrategias de incremento de la productividad de las empresas que no se basen en la intensificación y la híper explotación del trabajo. Por el contrario, necesitan trabajadores formados, comprometidos con sus empresas, que sean una fuente de innovación y pongan sus conocimientos al servicio de la mejora de la producción. Que sean reconocidos y bien remunerados por ese aporte. Para eso, las reformas laborales inclusivas incorporan mecanismos de participación de los trabajadores en la organización del trabajo, de reconocimiento de los saberes que esos trabajadores ponen a disposición de la producción y de distribución de la rentabilidad que surge como consecuencia del incremento de la productividad. Y con ese objetivo, las leyes fijan estándares laborales que incentiven a mejorar la competitividad de las empresas para alcanzarlos. Porque, a contramano del sentido común más ortodoxo, el debilitamiento de los derechos laborales no mejora la competitividad sino todo lo contrario, desincentiva la innovación porque habilita estrategias de negocios basadas en salarios bajos e incumplimiento de derechos.
Los modelos de desarrollo que buscan fortalecer la competitividad de las PyMES pero, a la vez, pretenden no dinamitar los ingresos del Estado, precisan reformas laborales y tributarias que incluyan esquemas progresivos de contribuciones patronales, que reduzcan al mínimo la carga de las empresas más chicas y compensen con las que tienen más margen para aportar.
Esos modelos de desarrollo precisan relaciones laborales a largo plazo, que puedan sostenerse incluso en contextos de crisis. Para eso necesitan reformas laborales que desincentiven la rotación laboral y políticas de estabilización del empleo que ayuden a las empresas a no tener que echar trabajadores en circunstancias de dificultades económicas porque, sobre todo para las PyMES, después es muy difícil volver a formarlos.
Los modelos de desarrollo que buscan un equilibrio entre la necesidad de rentabilidad de los empresarios y el bienestar de los trabajadores precisan reformas laborales que armonicen esos dos elementos. Esto implica definir condiciones laborales que aseguren el ejercicio efectivo de los derechos; establecer estándares que protejan la salud y seguridad laboral; diseñar formas de organización del tiempo de trabajo y de las vacaciones que respondan tanto a las necesidades operativas de las empresas como a las preferencias y expectativas de los trabajadores, entre otros conceptos.
Esa sería una reforma laboral que, en democracia y con el reconocimiento del protagonismo de los actores sociales, puede señalar un horizonte posible y deseable de producción y trabajo.
Sí, hace falta una reforma laboral
No solamente por las urgencias del mundo del trabajo, que son muchas, sino porque es urgente mejorar sustancialmente las condiciones de trabajo de quienes ya están protegidos por derechos laborales. Es urgente ampliar la protección efectiva con derechos laborales a todos los trabajos —asalariados e independientes— que hoy tienen vedado el acceso a la estabilidad, el descanso remunerado y una jubilación digna. La justicia social no puede llegar por vía judicial cuando los daños ya están hechos o cuando la precariedad ya está consagrada.
Una reforma laboral inclusiva es necesaria para atender mucho más que urgencias. No es la última milla del crecimiento y el desarrollo sino su condición. No es la posibilidad del derrame ni del goteo sino un componente esencial del vaso lleno. No es solamente el factor que haría inclusivo a un modelo o que garantizaría una distribución más equitativa del ingreso sino un componente esencial del desarrollo y la estabilidad política. Es un elemento central de un proyecto de país que crezca con inclusión.
«En las últimas 24 horas se han diagnosticado dos casos positivos a coronavirus. Se trata de un hombre de 63 años que se encontraba aislado en el Hospital Interdistrital número 8 y una joven de 16 años, esta asintomática», informó el ministro de Gobierno provincial, Jorge González, en la lectura del reporte diario de situación. Según…
IOGNA, MORIONES, SOSA Y RODRIGUEZ LOS VENCEDORES. Nuevamente el kartódromo del Moto Club Reginense recibió con todas sus comodidades a un buen número de pilotos y público que se acercó a disfrutar de la penúltima fecha del tradicional certamen. Ni la disminución de temperatura, el viento, e incluso un pronóstico de lluvia con cielo amenazante;…
La Municipalidad de Villa Regina, a través de la Dirección de Tránsito y Protección Civil, solicita a los vecinos tener en cuenta las siguientes recomendaciones por la realización del Rally Ciudad de Villa Regina. En principio, el día viernes mantener liberado el estacionamiento de la Avenida 9 de Julio margen norte desde calle Irigoyen hasta…
El gobernador bonaerense volvió a cuestionar el rumbo económico y laboral de Milei, calificó sus reformas como “pura naftalina” y advirtió que el Gobierno nacional “festeja” la crisis que golpea al empleo y al consumo. Además, defendió el financiamiento aprobado en la Legislatura y acusó a la Casa Rosada de aplicar un doble estándar en materia de deuda.
Por Ignacio Álvarez Alcorta para NLI
Un paquete laboral de los ’90: “pura naftalina”
Axel Kicillof volvió a plantarse con firmeza ante el rumbo que impulsa Milei. En una entrevista televisiva, el gobernador bonaerense calificó el nuevo paquete laboral como un retroceso que, según sus palabras, “se probó en los ’90 y no anduvo”. La referencia no fue casual: para el mandatario, las reformas libertarias replican recetas ya fracasadas, ahora aplicadas en un contexto de recesión profunda que definió como una situación de “penuria”.
El gobernador sostuvo que “todo este paquete de leyes huele a naftalina”, y apuntó contra la falta de innovación del Gobierno nacional. Aseguró que esperaba “algo de originalidad”, pero se encontró con lo que describió como “un fantoche de la época del Consenso de Washington”.
Cierres, despidos y una reacción oficial que “parece celebrarlo”
Kicillof también volvió sobre el impacto social y laboral del programa económico libertario. Señaló que la Argentina vive “una metralleta de cierres, despidos y suspensiones”, incluso superior a la registrada en etapas previas de apertura económica. Subrayó que empresas históricas, de décadas, están siendo golpeadas por el derrumbe del consumo y la caída de la actividad.
El diagnóstico fue acompañado por una crítica particularmente dura: “Milei mira esto no solo con indiferencia, porque no hace nada, sino que un poco pareciera que lo festeja y lo mira con goce”, afirmó, advirtiendo que los puestos de trabajo perdidos serán “muy difíciles de recuperar”.
En ese marco, confirmó que desde el peronismo trabajan en alternativas para frenar el avance de las reformas. Señaló que el espacio coordina acciones con la CGT y las dos CTA, y adelantó que el oficialismo nacional “se va a encontrar con una sorpresa”. A la vez, sostuvo que harán “todo lo que esté a nuestro alcance dentro del régimen democrático” para contener el impacto de las políticas libertarias y “construir una alternativa”.
La discusión por la deuda bonaerense: “No tienen cara para hablarnos”
Otro de los puntos centrales de la entrevista fue la polémica por el financiamiento aprobado en la Legislatura bonaerense. Kicillof defendió el pedido de recursos y cuestionó el “doble estándar” del Gobierno nacional al objetarlo.
Aclaró que el financiamiento solicitado —que necesitó mayoría especial— no implica nueva deuda, sino que está destinado exclusivamente a cumplir compromisos previos: “La Provincia debe cubrir 2.500 millones este año, más el remanente del año pasado porque no tuvimos ley de financiamiento”.
El gobernador acusó a la Casa Rosada de incoherencia y lanzó una de sus frases más fuertes del día: “No tiene cara el Gobierno nacional, que está todo el tiempo colocando deuda con el FMI. ¿De qué me vienen a hablar, si son endeudadores seriales?”. Y redobló la crítica al afirmar que el endeudamiento actual del país se usa para gastos corrientes: “el supermercado, los medicamentos, los alquileres”.
Kicillof remarcó que la Nación cuestiona el destino de los fondos cuando en realidad el objetivo bonaerense es estrictamente cumplir con obligaciones ya existentes. “El Gobierno nos decía que no nos van a dar el financiamiento si no era para saldar deuda. La realidad es que es justamente para eso”, insistió. Y cerró con un dardo directo: “No tienen cara para hablarnos a los bonaerenses sobre deuda”.
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