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EL CALAMBRE DEL INDIO COMAHUE

Alguien intuía la llegada del calambre

La cuestión era que, durante el día, la posición de su brazo izquierdo le serviría para atenuar los rayos del sol, y así poder observar con claridad el paisaje, el horizonte o aquello que nunca sabríamos lo que intentaría visualizar… Pero, durante la noche, ¿para qué querría mantener el brazo en esa postura?

Eran las cuatro de la mañana. La mayoría de la población estaba durmiendo. Sin embargo, fue el calambre que se despertó y lo despertó con un punzante dolor, atravesando como una flecha la extensión de su brazo. Esa desagradable sensación duró un instante para darle lugar a un eléctrico soplo muscular que le aflojó el calambre, disipándose luego al resto del cuerpo…; y así, otórgale el ansiado y hasta entonces vedado movimiento.

Ya aliviado y con vida, como su homónima griega Galatea, lo primero que vio desde las alturas fue el destello del conjunto de luces de la ciudad. Esto lo inquietó pero encendió su alarma para saber hacia donde no ir…Tenía la fuerte impresión de estar seco, rígido y casi sin vida. ¡Agua! Fue la primigenia palabra que esbozó…

Como quien no quiere ser visto, atravezó la oscuridad, evitando cada resquicio de luz hasta llegar al río… Dejando atrás la solemnidad de las jerárquicas alturas y la árida soledad de la quietud. 

Ya en el río, se aproximó tenuemente a la orilla… Dio un pasito hasta poner su enorme pie derecho en las frescas aguas, pudiendo percibir como una fluida y extensa alegría se apoderaba poco a poco de su existencia

No dudó en sumergirse en su totalidad. Entonces, empezó a sentir como la corriente con sus intrépidos remolinos se inmiscuía por cada rinconcito de su ser..

Lo minutos se constituían por gotas de segundos rionegrinos. En tanto que, el indio se transformaba en río, disolviéndose en inquebrantables sonrisas… 

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