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Beach básquet y caminata saludable animaron el sábado en la Isla 58

Un buen número de participantes tuvieron las propuestas de beach básquet y caminata saludable desarrolladas en  la Isla 58 en conjunto entre la Dirección de Deportes de la Municipalidad de Villa Regina y la Dirección de Gestión Deportiva de Río Negro.

Las actividades tuvieron lugar en el balneario municipal en la tarde del sábado y forman parte del cronograma establecido por el área que conduce Susana Fantini a nivel provincial que se llevan adelante en distintos puntos de Río Negro.

La Dirección de Deportes local agradece a quienes se acercaron a participar de estas iniciativas y a Deportes de la provincia por acercar las mismas a la comunidad reginense.

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  • No sos vos, es el peso

     

    Una niña entra en un dormitorio durante la hora de la siesta. La persiana está baja. A pesar de eso, algo de luz se cuela en la habitación. Un hombre duerme en una cama de dos plazas, ronca fuerte. 

    —Pa, ¿me das un peso?

    Mientras le pregunta, le toca el hombro para despertarlo. El hombre se asusta, pregunta qué pasa. Ella repite:

    —¿Me das un peso?.

    —Sí, sí. En el bolsillo de mi pantalón está la billetera. Sacá de ahí. 

    La nena saca un billete azul con la cara de un hombre de bigotes frondosos de un lado y la imagen del Congreso argentino del otro. 

    Es enero de 1992. Cada dólar vale un peso.

    ***

    Una mujer toma el celular, abre TikTok. Aparece un video de Rosalía tomando mate. “Es como comerse un campo”, dice después de beber un sorbo. La mujer sonríe mirando la pantalla,  luego abre el buscador de la aplicación y tipea “dólar”. El algoritmo le devuelve una colección de videos de personas vaticinando a cuánto cerrará el dólar en 2025; cuánto espacio ocupa un millón de dólares en billetes de 100; la comparación entre un fajo de diez mil dólares y cinco millones de pesos a un tipo de cambio de 500 pesos (el video fue publicado el 13 de julio de 2023). 

    Es diciembre de 2025 y cada dólar vale 1.460 pesos.

    ***

    En el medio no sólo pasaron casi 34 años, pasó 196.043% de inflación acumulada. 

    Ciento-noventa-y-seis-mil-cuarenta-y-tres por ciento. Lo repito porque no lo puedo creer. Le pedí el cálculo a Juan Manuel Telechea, que tuvo que reconstruir el dato, entre otras cosas, porque las cifras del Indec entre 2007 y 2016 no son confiables, así que hay que empalmar series estadísticas. Un número que sólo pueden estimar economistas que se dedican a estudiar (y escribir sobre) el tema, como Juan. 

    Tremendo. No me puedo recuperar de la impresión que me provoca el dato, sobre todo porque las fechas elegidas no son al azar. El 1 de enero de 1992, el peso reemplazó al austral como moneda de curso legal en la Argentina. Esto quiere decir que, en sus 34 años de historia, el peso lleva acumulada una inflación de casi 200.000%, mientras que el dólar acumula alrededor de 2.500% en sus 225 años. 

    Podría seguir haciendo comparaciones que nos rompan la cabeza. Es imposible no pensar cómo hicimos —y cómo hacemos— para vivir en este mar de incertidumbre. ¿Cuánto cuestan las cosas? ¿Cuánto vale nuestro trabajo? ¿Cuánto podemos comprar con lo que ganamos? ¿Cuánto cuesta vivir? Demoledor.

    Sin dudas, estos demenciales niveles de inflación son los que cimentan la falta de confianza en nuestra moneda. La historia nos demuestra una y otra vez que hay una abrumadora probabilidad de que, si en lugar de apostar al dólar apostábamos al peso, hubiésemos perdido como en la guerra. Así que si sos de las personas que ahorran en dólares, no te preocupes: no sos vos, es el peso. 

    Y esta generalización no es una conclusión de una charla de café o de sobremesa de un domingo familiar: estas intuiciones empezaron a ser medidas por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), que este año empezó a publicar el Índice de Confianza en la Moneda (ICM). En la última medición, encontraron que un 41% de las personas encuestadas no cree que el Gobierno pueda estabilizar el peso vs. un 36% que confía en que sí. El 23% restante no está convencido, pero le dejan el beneficio de la duda.

    Para decirlo fácil y sin vueltas: la mayoría de la gente piensa que el peso es una criatura indomable. 

    El estudio de la UNSAM también dice que usamos el peso para las transacciones cotidianas, como comprar y vender o poner precios, pero nos quedamos en dólares cuando tenemos que “ahorrar” o expresar precios que necesitamos resguardar de las recurrentes crisis argentinas. 

    Pienso: ¿cuándo empezó esta bendita costumbre nacional de refugiarnos en una moneda emitida por otro país? Quiero encontrar algún paper que lo haya estudiado seriamente. Lo encuentro en la página del Banco Central. Resulta que correr al dólar para aplacar el vendaval de la inflación arrancó en 1975, con el Rodrigazo, cuya velocidad descomunal de aumento de los precios hizo saltar la dolarización de las carteras de inversión del 34% entre 1964-1974, al 65% entre el 1975 y 1988. 

    Pero el aumento desenfrenado de los precios no es sólo un problema de la economía. La inflación también es una variable de la política. La conclusión de esta tragedia nacional es obvia: la culpa es de los políticos. Desde 1983, ningún gobierno consiguió construir una estabilidad duradera del peso. Ni siquiera Carlos Menem, que durante casi una década mantuvo la ilusión del uno a uno a costa de incubar el 2001. Gracias, capo, dejá. Mejor ni ayudes.

    Así que es justo decir que los argentinos creemos más en el dólar que en los políticos. Alguien se va a enojar con esta frase, y la verdad es que no me importa. Pero voy a repasar: Alfonsín se fue antes de que se terminara su mandato en medio de un bardo astronómico; Ménem intentó con la convertibilidad a costa de destruir la economía real; De la Rúa, bueh, para que repetir lo de 2001; los cinco presidentes en una semana nos legaron el default y la pesificación asimétrica; Kirchner recuperó la economía post colapso pero dejó en gateras el aumento de los precios que empezó a acelerarse después; CFK decidió sostener la actividad económica a costa de tolerar más inflación (y desmantelar el sistema estadístico oficial para no hablar del asunto); a Macri se le disparó el dólar y todo se fue al carajo; Alberto quedó atrapado entre una pandemia, una guerra y una lucha política interna descomunal y la inflación llegó a 1020% en su mandato. 

    Me van a disculpar la impertinencia, pero el dólar es lo más estable que tenemos. 

    Igual, paren. Vuelvo a leer el informe y hay un dato central que estoy pasando por alto. La confianza/desconfianza en el peso es también una cuestión de clase, porque las personas más favorecidas son las que más se abrazan al billete verde. Compran dólares, arman canutos, los guardan en el colchón o en la caja de seguridad y no reinvierten en la economía real. Esa creación de valor de la economía argentina está agazapada en los márgenes del sistema financiero argentino, esperando por un próximo viaje o una compra al contado de alguna cosa cara, como un auto o un inmueble. Qué espectacular sería si esa capacidad de ahorro nacional se convirtiese en inversión que financie el crecimiento de nuestra economía, ¿no? Al final, hay una manera de mirar al mercado financiero con buenos ojos y no únicamente como un reducto de timba de cryptobros que quieren ser millonarios en dos minutos. En fin, lo dejo como deseo en el arbolito de Navidad.

    Cuando estaba punteando algunas ideas para escribir esta nota tiré el tema en la redacción del Buenos Aires Herald. Como sospechaba, la mayoría de mis compañeros valoran el dólar por la “estabilidad” que tiene. “¿Les molestaría que deje de existir el peso?”, les pregunté. La cosa se dividió: algunos dijeron que valoraban la estabilidad y otros que no querían perder soberanía. 

    —Una moneda estable es lo que quisiera. Pero no quiero que sea de otro país porque perdés soberanía. O sea a costa de qué conseguís la estabilidad.

    —La contrapregunta de eso sería cuánta estabilidad te cuesta esa soberanía. 

    Yo soy de las que piensan que tener una moneda nacional es fundamental como instrumento de política económica. Y también creo que el sistema político argentino tiene que entender que hay una demanda legítima de la sociedad de vivir con más tranquilidad. Si me preguntan a mí, el que mejor entendió esto hasta ahora es Javier Milei. Su programa económico paga costos altísimos a nivel social y no acumula reservas (lo cual en nuestra historia nos demostró que es un gran problema), así que tengo muchas críticas a sus decisiones, pero sí le reconozco el acierto del diagnóstico.

    Vuelvo al informe de la UNSAM. “A medida que disminuye la confianza social en la moneda, también se debilita la confianza en el futuro del país, es mayor el pesimismo respecto del bienestar de las nuevas generaciones y cae la expectativa del progreso material propio”, dice casi al final. Lo dicho: hay una dimensión política de la inflación. 

    Keynes decía que “la importancia del dinero surge esencialmente de que es un eslabón entre el presente y el futuro”. Me gusta esa frase porque me hace pensar que la política es ese eslabón que nos permite proyectar. La política es un ejercicio de imaginación, así que mientras podamos imaginar alternativas, la salida siempre es posible. En el fondo soy una optimista tóxica. 

    Para cerrar este texto rarísimo, una última cosa. La niña de la primera escena soy yo y eso que conté es mi primer recuerdo relacionado con el dinero. Y la mujer del celular también soy yo, intentando pensar cómo escribir de una forma más amena algo tan técnico como un índice económico. La decisión fue escribir como persona, no como periodista. En definitiva, siento que estamos todos en la misma: intentando sobrevivir a pesar del maremoto. Nos deseo mucha suerte. 

    La entrada No sos vos, es el peso se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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  • Kicillof quiere quedarse con la vicepresidenta del Senado y vuelve a chocar con La Cámpora

     

    Axel Kicillof pelea para quedarse con la vicepresidencia del Senado luego que en Diputados, La Cámpora, Martín Insaurralde y el Frente Renovador se quedaron con todo el paquete de autoridades.

    A diferencia de lo que sucedió en la Cámara Baja, el gobernador entiende que es un cargo «sensible» en términos institucionales toda vez que se trata del lugar en la línea de sucesión y por lo tanto está decidido a dar la pelea.

    «Lo que sucedió en Diputados es un mero reparto de cargos. Esto es otra cosa. Acá hay una cuestión institucional de fondo», dicen a LPO fuentes del axelismo.

    No hubo acuerdo en el peronismo y Kikuchi se queda hasta marzo con la vice del Senado bonaerense

    Desde La Cámpora plantean que el gobernador está rompiendo un acuerdo que establece que las autoridades de la Legislatura deben respetar el mismo esquema dentro del peronismo, tal cual ocurrió en Diputados. Entienden que ese lugar lo ocupó hasta la semana pasada Luis Vivona (que pasó a la Cámara Baja) y que por lo tanto le corresponde a alguien del sector de Cristina Kirchner. En el axelismo refutan eso y argumentan que la elección de Vivona se dio en un contexto político distinto dentro del peronismo.

    La candidata del axelismo para ocupar la vicepresidencia del Senado es Ayelén Durán, una senadora de Bahía Blanca que supo integrar las filas de La Cámpora. Hace dos años Durán rompió con la agrupación de Máximo y pasó a reportar al Cuervo Larroque.

    La candidata del axelismo para ocupar la vicepresidencia del Senado es Ayelén Durán, una senadora de Bahía Blanca que supo integrar las filas de La Cámpora. Hace dos años Durán rompió con la agrupación de Máximo y pasó a reportar al Cuervo Larroque y durante varios meses fue la única referente de Kicillof en la Cámara Alta. Por eso, en Casa de Gobierno la señalan como la legisladora que debe ocupar el tercer lugar en la línea sucesoria.

    La senadora bahiense, Ayelén Durán.

    Mientras tanto, en el kirchnerismo dicen que apoyan la candidatura de Mario Ishii. Lo mismo dicen en el Frente Renovador al tiempo que descartan una candidatura de Malena Galmarini.

    El lunes asumieron los nuevos senadores y el peronismo lo llegó a un acuerdo por la poderosa vicepresidencia primera. Al menos hasta marzo, ese lugar quedará para Carlos Kikuchi por ser el único de los seis vicepresidentes que continúa en el Senado. Los cinco restantes terminaron sus mandatos.

    Kicillof, Massa y Máximo acordaron los lugares de poder en la Legislatura bonaerense 

    Hay quienes sostienen que la vicepresidencia de Kikuchi duró hasta este 10 de diciembre y por lo tanto no puede ostentar el cargo de vicepresidente primero. En la Legislatura, tanto el reglamento del Senado como el de Diputados fueron redactado de tal modo que permiten múltiples lecturas.

    Otro actor que juega es Sergio Berni. Kirchneristas y massistas aseguran que respaldan a Ishii, sin embargo el ex ministro de Seguridad puede aparecer como un tapado. Se sabe que Berni quiere ese lugar y que lo perdió en 2023 cuando Vivona consiguió más votos hacia el interior del bloque. Ahora podría alzarse como una prenda de unidad entre el jefe de José C. Paz y la senadora del axelismo.

     

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