Si hay algo importante que había perdido el equipo argentino de fútbol antes de la victoria con Nigeria era precisamente el habla. Cuando los conflictos aparecen las resistencias se levantan, y el silencio es un telón de acero que no permite ver ni oír el escenario. La imagen de Lionel Messi hablando con su equipo en el túnel antes de salir al segundo tiempo, o la de Mascherano con su técnico en una de las prácticas antes del partido, son el claro ejemplo que, cuando uno no habla de lo que le pasa: el malestar no se resuelve o inclusive aumenta.
Ganaron el poder de hablar cuando el silencio (o demasiado ruido) de los problemas los había perdido
Perder algo o alguien es un trauma que pone en jaque nuestros sentimientos e identidad, pero al mismo tiempo, es una oportunidad para seguir intentando…
En el mismo plano, la victoria de Perú en el último partido desató la ira de sus aficionados, y uno se pregunta…, ¿cómo puede ser que festejen si vuelven a su casa? La respuesta es simple: son aquellos que ganan cuando pierden.
Uno nace y ya pierde el cálido ambiente materno, pero ganamos el aire y la salida al mundo. Perdimos la capacidad para zarandearnos en los árboles pero ganamos esas ganas de correr. Perdemos para ganar. Y sino, preguntémosle a Panamá quien a pesar de perder por goleada (6-1) se puede alegrar por su único tanto.
Siguiendo con el mundial, qué podemos decir de la victoria de Corea ante Alemania: una verdadera sorpresa hasta para ellos mismos. Sin exagerar, la simpatía contagia, y uno ya se siente coreano. Los asiáticos también se vuelven, pero con una inmensa alegría, ¿porqué? Porque son aquellos que ganan cuando pierden.
Columnista de LaTapa. Publicó los siguientes librillos o grillos de letras: "A temperatura dos murmúrios", "Espuma brutal" , "O lado oculto do azul"; "Playa nudista para poemas vestidos" (Biblioteca de Las Grutas, único ejemplar y única edición). También, diversos textos en diferentes espacios digitales.
En 1933, mientras el mundo se sacudía por la crisis y Argentina intentaba sostener su economía agroexportadora, el gobierno conservador de la llamada Década Infame firmó el Pacto Roca–Runciman: un acuerdo que dejó al país arrodillado frente a los intereses británicos y consolidó una dependencia económica que duraría décadas. Fue presentado como una “solución”, pero terminó siendo un símbolo de subordinación colonial en plena era de pactos secretos, fraudes patrióticos y negocios turbios entre políticos criollos y los frigoríficos británicos.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
Un país en crisis y un acuerdo a medida del imperio
Tras el derrumbe del comercio mundial por la crisis de 1929, el Reino Unido decidió publicar sus “preferencias imperiales”: un sistema para privilegiar a sus colonias en el intercambio comercial. Argentina no era colonia, pero dependía de vender carne a Londres. El gobierno de Agustín P. Justo envió entonces a su vicepresidente, Julio A. Roca (h), a negociar con los británicos. Del otro lado estaba Walter Runciman, presidente del Board of Trade británico.
El resultado fue un contrato bilateral desequilibrado que entregaba ventajas a los frigoríficos británicos, garantizaba su control absoluto del comercio cárnico y sometía al Estado argentino a condiciones humillantes.
La famosa frase que marcó a fuego la entrega
En medio de esas negociaciones, Roca declaró que «la Argentina es, en lo comercial, una parte integrante del Imperio Británico». La frase —registrada por la prensa de la época y señalada por Cornejo Linares en su análisis histórico— se convirtió en la marca indeleble del pacto como símbolo de sumisión(1).
¿Qué decía realmente el Pacto Roca–Runciman?
Detrás de los formalismos diplomáticos, el acuerdo establecía medidas que hoy serían inadmisibles para cualquier país que aspire a la soberanía económica:
1. Cuotas de carne y favoritismo explícito
Argentina solo podía exportar a Gran Bretaña un 85% del cupo preexistente, mientras que el resto quedaba bajo control directo de los frigoríficos británicos(2).
2. La CADE y los ferrocarriles: beneficios sin control nacional
El pacto aseguraba la continuidad de los privilegios de los ferrocarriles británicos y permitía ajustes tarifarios que perjudicaban al comercio interior.
3. Exenciones impositivas y garantías extraordinarias
Los capitales británicos obtenían beneficios fiscales y operativos, mientras el Estado argentino asumía obligaciones sin recibir contrapartidas equivalentes.
4. Un control total sobre la cadena cárnica
Los frigoríficos británicos quedaron con el 90% del negocio de la exportación de carne. El resto del mercado siguió en manos de un pequeño grupo local asociado al poder conservador.
La reacción nacional: del escándalo a la resistencia
El pacto generó un repudio inmediato. El senador Lisandro de la Torre encabezó la denuncia parlamentaria más famosa de la época, demostrando cómo el acuerdo favorecía a los frigoríficos extranjeros a costa del interés nacional(3). Su investigación derivó en el escándalo de las carnes y en el asesinato del senador Enzo Bordabehere en pleno recinto, un episodio que retrata hasta qué punto el poder económico estaba dispuesto a defender sus privilegios.
La sombra larga del pacto
Aunque algunos defensores lo justificaron como una medida “pragmática” en tiempos de crisis, el Pacto Roca–Runciman selló un modelo de dependencia y consolidó la hegemonía británica sobre la economía argentina durante buena parte del siglo XX.
Esa estructura recién comenzó a resquebrajarse con las políticas de industrialización por sustitución de importaciones y la consolidación de un Estado planificador a partir del peronismo, que rompió la lógica colonial que el pacto había cristalizado.
Un espejo histórico para el presente
Recordar el Pacto Roca–Runciman no es un ejercicio académico: es revisar el adn de los modelos de entrega, los alineamientos automáticos y las subordinaciones externas que, cada cierto tiempo, vuelven a aparecer disfrazadas de modernización o “necesidad económica”.
Referencias
1) Cornejo Linares, R. Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas, análisis del período 1930–1933.
2) Rouquié, Alain. Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina; capítulo sobre acuerdos comerciales en la Década Infame.
3) Cámara de Senadores, Debates Parlamentarios de 1933–1935: Intervención de Lisandro de la Torre en la Comisión Investigadora de Carnes.
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La tensión entre La Renga y Milei volvió a escalar este fin de semana en Luján. Durante el Dama’s Day Volumen 4 —encuentro regional de motos y autos clásicos— un enano disfrazado del mandatario apareció en escena mientras sonaba Panic show, la canción que Milei usa como himno político pese al rechazo explícito de la banda. El público ovacionó la burla y dejó en claro de qué lado está.
Por Carlos Alberto Resurgián para Noticias La Insuperable
Un show y un mensaje directo, sin metáforas
En el predio del Wyndham Garden Luján, sobre la Ruta 6, el público esperaba simplemente un show de rock y motores roncando. Pero cuando sonaron los primeros acordes de Panic show, la sorpresa explotó: un persona de baja talla disfrazada de Milei —campera de cuero, máscara, gestos exagerados— irrumpió en el escenario para arengar a la multitud.
La respuesta fue inmediata: aplausos, risas, una ovación. Una forma de decir basta a la apropiación política del tema que La Renga repudia desde el día uno. La banda, fiel a su estilo, eligió esta vez responder con ironía escénica, cargada de sentido político y cultural.
La canción que Milei convirtió en propaganda sin permiso
El conflicto no es nuevo. Desde que inició su carrera electoral, Milei adoptó Panic show como pieza central de sus actos. La usó, la repitió, la hizo banda sonora de su personaje público. El problema: nunca tuvo autorización.
Los músicos fueron claros una y otra vez: Panic show es una obra artística, no un jingle político. Y mucho menos quieren que sea un símbolo del actual gobierno. La negativa siempre fue tajante, pública y sostenida.
“El tema es nuestro, él se lo robó como se está robando todo el país”
En días recientes, el bajista Gabriel “Tete” Iglesias volvió a fijar postura sin rodeos. En una entrevista, rechazó directamente el uso de la canción por parte de Milei y lo comparó con lo que considera un saqueo generalizado del país. Su frase fue clara y demoledora: El tema es nuestro, él se lo robó como se está robando todo el país.
Iglesias explicó que el uso ha sido sistemático, constante, y siempre sin permiso. Tanto, que la banda incluso decidió sacar Panic show de algunos setlists para evitar que se siga asociando a la imagen del gobierno.
Agotaron las vías legales, pero la impunidad sigue
El bajista también reveló que La Renga hizo todo lo que permite la ley para frenar la apropiación política de su obra: Hicimos todo lo que legalmente se puede hacer para que no use nuestra canción para llevar adelante sus ideas, porque lamentablemente están muy del otro lado.
Pero nada cambió. Ni intimaciones, ni advertencias, ni negativas expresas. El gobierno sigue utilizando la canción como si fuera de dominio público.
“Si te dicen que no y lo seguís usando…”
El mánager de la banda, Gabriel “Gordo Gaby” Goncalves, amplió el reclamo, apuntando directamente al comportamiento del mandatario. Su síntesis desnuda la raíz del conflicto: Si te dicen que no y lo seguís usando, habla de la impunidad para hacer lo que querés sin importarte nada.
La frase disparó fuerte: no solo habla del uso indebido de un tema musical, sino del clima político general que La Renga —como tantas otras expresiones culturales— no deja pasar.
La Renga, el rock y una postura coherente
A diferencia de muchos artistas que prefieren el silencio ante la apropiación de su obra, La Renga eligió el camino inverso: marcar un límite, denunciar lo que consideran un atropello y sostener su autonomía política y cultural.
Lo de Luján no fue un chiste liviano. Fue un gesto. Un mensaje. Un recordatorio de que la música no es mercancía electoral y de que el rock —cuando quiere— sigue siendo un vehículo de resistencia simbólica.
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