#8M: INMERSAS EN UNA ESTAFA

Ser Mujer es entrar en una carrera en la que los obstáculos solo están en tu recorrido. Es ver que el hombre tiene el camino limpio, llano para llegar a la meta. Y es que también nos hicieron creer que la vida es eso: UNA COMPETENCIA.

Las mujeres estamos inmersas en un sistema que es una estafa para nosotras, donde se nos promete esta “meta”, pero por mucho que hagamos, y por todo el esfuerzo que le pongamos, nunca llega. Justamente, por los obstáculos de los cuales les hablaba anteriormente.

Hay obstáculos super rígidos y generacionales, que se ven reflejados, por ejemplo, cuando una madre compite con su propia hija. Y esa niña cuando crece y es mujer, ve a todas las mujeres como competencia. Es un plan perfecto, ya que nosotras mismas entre nosotras nos imponemos esta estructura cruel. Y de ahí devienen un montón de limitaciones que nos aprisionan.

Es así, que una mujer cuando decide ser madre, no le es fácil maternar de manera libre. Porque, es probable, que venga otra mujer a decirle cómo hacerlo, disminuyendo indirectamente, sus capacidades o su instinto. O también se puede visibilizar cuando una mujer cumple con los estereotipos hegemónicos de belleza. Generalmente otras mujeres se van a encargar de hacerla sentir mal por eso, reflotando, nada más ni nada menos, que envidia en su espíritu.

Pero no sólo ocurre cuando estas dentro de “las reglas del juego”, las imposiciones y la violencia pasiva ocurre cuando decidís también seguir tus propias reglas. Y si no cumplís con los patrones de belleza impuestos por la sociedad, existen otras mujeres que les va a encantar usarte para sentirse más bellas y reforzar su ego insaciable.

Nos presionan desde niñas otorgándonos juguetes estereotípicamente color rosa (un juego de ollas, de mamaderas, bebes, escobas y palas, etc.). Nos setean para ser la esposa/madre “ideal”. No les importa nuestros deseos, ni sueños. El mensaje es claro: “viniste para satisfacer al hombre”. Y nos enojamos con el hombre como si el problema fuera él. Nos enojamos con el hombre por decidir de manera egoista, por querer tener alguien al lado que le satisfaga todos sus deseos. Pero lo que no saben todavía, es que el hombre también es estafado. Le hacen creer que él es el mimado, que él puede obtener todos sus placeres a como dé lugar y que no hay obstáculos en su pista para que cumpla con lo que se le imponen a los hombres. Por lo tanto, hay imposición en ambos sexos, sólo que supieron elegir el sexo “fuerte” para que haga el papel de “sostén”.

Decidas lo que decidas, si naciste mujer, en esta carrera que ofrece el sistema actual, se va a cuestionar minuciosamente todo lo que hagas o digas, ultrajando tu autoestima poco a poco como gota que horada la piedra.

En los seres humanos existe un valor fundamental. Podría decir que es un valor que direcciona todos nuestros pasos, y es el valor de sentir que pertenecemos. Jugaron con el sentido de pertenencia para hacernos creer que somos parte de esta carrera infinita y agotadora.
La vida no es una carrera dónde sólo los mejores llegan a la meta con el mejor cuerpo, el mejor auto, las mejores vacaciones o la mejor prenda de ropa. La vida es una experiencia sensitiva que acaricia el momento presente, es la posibilidad de sentir plenitud de ser, como sea que quieras ser.

Madres, hermanas, amigas, mujeres del camino, hay un poder infinito en nosotras. Sería conmovedor utilizarlo para abrazar nuestras heridas, para mirarnos entre nosotras con compasión y empatía, para ofrecernos la dulzura que todas nuestras ancestras necesitaron y no tuvieron a lo largo de su vida. Sería ideal que lo utilicemos para romper estas estructuras y plantar la semilla del amor a donde quiera que dejemos huella.

Usemos este poder con conciencia, abandonemos el enojo que nos enceguece.

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  • Ningún diputado libertario salió a defender a Karina de las chicanas por el 3% en la Legislatura

     

    Los diputados de La Libertad Avanza evitaron defender a Karina Milei de las chicanas por el 3% que lanzaron los diputados del peronismo y la izquierda durante la sesión en la Legislatura bonaerense.

    La Cámara Baja sesionó por primera vez tras el escándalo por los audios de Diego Spagnuolo que complican a la hermana de Javier Milei. Por eso, varios diputados se despacharon con críticas hacia Karina. Incluso reflotaron varios temas vinculados a la discapacidad en la provincia de Buenos Aires.

    Lo curioso fue el silencio en la bancada libertaria. Ninguno de sus 12 diputados pidió la palabra para defender a Karina. Sólo hablaron durante la sesión Abigail Gómez -una legisladora que responde a Patricia Bullrich- y Guillermo Castello. Pero ninguno salió en defensa del sostén espiritual del Presidente.

    La primera en mencionar a Karina fue la diputada del Frente de Izquierda, Laura Cano Kelly. “Milei decidió que las personas con discapacidad son un gasto. No solo recortó las pensiones sin criterio, sino que mientras todo esto pasaba nos esterábamos que Karina se quedaba con el 3%. Si, la hermana de Javier Milei aparece en el centro de la corrupción”, dijo.

    Karina Milei levanta la cautelar contra los audios, pero mantiene la denuncia penal

    Luego fue la diputada de Unión por la Patria, Susana González, quien lanzó duros cuestionamientos hacia Javier y Karina Milei. “Los libertarios llegaron al punto de hablar de operación. Tiene que haber sido una operación muy rara cuando el amigo y abogado personal del presidente cuenta lo que pasaba”, dijo en referencia a Spagnuolo.

    El bloque de diputados de La Libertad Avanza en la Legislatura.

    Además, recordó que durante la accidentada caravana de campaña en Lomas de Zamora, el Presidente aseguró que iba a denunciar al ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ADNIS). “Todavía no vimos la denuncia, como tampoco vimos la denuncia contra Hayden Mark Davis a quien Milei también dijo que denunciaría”, dijo la diputada.

    Davis fue el creador del token Libra que Milei invitó a adquirir en su famoso tuit del 14 de febrero, que luego borró cuando ya 40.000 personas habían perdido lo invertido.

    Le tengo que pedir a la despreciable runfla del 3% que no hablen más en nombre de la política. Cuando quieran hablar de un discapacitado dejen de verlo como un beneficiario. Cuando lean una ley entiendan que está para ser cumplida.

    Luego, la diputada Marcela Basualdo logró declarar de interés legislativo un libro sobre una historia personal de discapacidad. “Le tengo que pedir a la despreciable runfla del 3% que no hablen más en nombre de la política. Cuando quieran hablar de un discapacitado dejen de verlo como un beneficiario. Cuando lean una ley entiendan que está para ser cumplida”.

    En ninguno de los tres planteos el bloque libertario pidió la palabra para defender a Karina. Siguieron algo incómodos los cuestionamientos desde sus bancas, pero ninguno quebró una lanza en favor de la hermana del Presidente.

     

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    El León de San Marcos: ¿un viajero chino disfrazado de símbolo veneciano?

     

    Un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity sacude la historia de Venecia: el mítico León de San Marcos, emblema de la ciudad, no sería un león veneciano sino un “inmigrante” chino que habría llegado a Europa gracias al padre de Marco Polo.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable


    Un símbolo eterno, pero lleno de misterios

    Millones de turistas levantan la vista cada año en la Piazza San Marco para admirar la escultura del león alado que custodia la laguna desde lo alto de su columna. Sin embargo, ese bronce que los venecianos convirtieron en bandera de su república mercante no nació como símbolo cristiano, ni siquiera como león.

    La pieza carga cicatrices de una vida anterior: orejas recortadas, alas añadidas, cuernos eliminados. Apenas un documento de 1293 da fe de su existencia, cuando ya estaba maltrecho y en reparación. Ni el taller, ni el escultor, ni la fecha de instalación son conocidos.


    De la cuenca del Yangtsé a la Serenissima

    El arqueólogo Massimo Vidale, de la Universidad de Padua, coautor de la investigación, lo explica con prudencia: “No sabemos cuándo llegó a Venecia, ni quién la modificó”. Pero las pruebas de laboratorio son contundentes: los isótopos de plomo analizados en una restauración de 1990 revelan que el cobre utilizado procede de la cuenca del río Yangtsé, en China.

    Es decir, el bronce que hoy mira hacia la laguna veneciana no tiene origen mediterráneo, como se suponía.


    Un zhenmushou con pasaporte veneciano

    La sorpresa va más allá: el “león” podría ser en realidad un zhenmushou, criatura híbrida de la dinastía Tang (618-907 d.C.), usada como guardiana de tumbas. Hocicos leoninos, orejas puntiagudas, melenas en llamas, alas unidas al torso y hasta rasgos humanos. La nariz bulbosa del León de Venecia coincide con esas piezas orientales conservadas en museos.

    Lo que hoy se presenta como un emblema cristiano de poder habría sido alguna vez un vigilante de ultratumba en la China medieval.


    ¿Un recuerdo de familia de los Polo?

    La hipótesis más pintoresca conecta la historia con la familia más célebre de Venecia: los Polo. Niccolò y Maffeo, padre y tío de Marco, viajaron hacia 1265 a la corte de Kublai Kan en Khanbaliq (la actual Pekín). Allí pudieron encontrarse con la escultura.

    En una Venecia que ya había adoptado al león como símbolo, los Polo habrían tenido la “idea algo audaz” —como dice el estudio— de reconvertir al zhenmushou en un León Alado de San Marcos. Una operación de reciclaje cultural que, vista de lejos, funcionaba de maravilla.


    Entre saqueos, guerras y Napoleón

    La columna que sostiene la estatua tampoco tiene un origen tranquilo: se cree que fue saqueada en Constantinopla hacia 1261, cuando los venecianos arrasaron Bizancio.
    Más tarde, el león volvió a viajar: en 1797, tras la derrota de la República, Napoleón Bonaparte lo desmanteló y se lo llevó a París. Solo regresó en 1815, recompuesto como pudo.

    El símbolo eterno de Venecia fue, en realidad, un trotamundos de bronce, arrancado de su tierra, rebautizado como león y puesto a custodiar una ciudad que no era la suya.


    El mito continúa

    Hoy, bajo las palomas de la Piazza San Marco y los flashes de los turistas, el León sigue allí. Pero después de este hallazgo, su mirada ya no es solo la del guardián veneciano. También es la de un viajero oriental, un zhenmushou disfrazado, que cruzó mares y guerras para convertirse en el ícono de una de las ciudades más bellas del mundo.

     

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  • Crisis total en el radicalismo tras una elección en la que perdió 149 concejales y 12 legisladores

     

    El radicalismo sufrió en la elección legislativa bonaerense una debacle electoral. La estrategia diseñada por Miguel Fernández y Pablo Domenichini llevó al partido a un riesgoso retroceso en los ámbitos legislativos.

    La UCR perdió nada menos que 149 concejales en los distritos, incluidos todos los concejales del conurbano. En la Legislatura bonaerense perdió 12 de los 14 legisladores que puso en juego.

    El radicalismo siempre tuvo un nicho de poder en la provincia: los intendentes que controlan distritos importantes del verde interior bonaerense. Allí la alianza Somos Buenos Aires también fracasó y 17 de los 28 intendentes perdieron la elección.

    Algunos incluso salieron terceros, como Miguel Lunghi el hasta ahora imbatible intendente de Tandil que consiguió 14 puntos lejos del peronismo -que ganó la elección- y los libertarios. En Lincoln, el intendente Salvador Serenal también quedó tercero con 22 puntos. Lo mismo pasó con Javier Andrés, de Adolfo Alsina.

    El peronismo gana en Tandil por primera vez en 38 años 

    Pero además, los malos resultados terminaron licuando a candidatos que no habían llegado a su banca, pero que perfilaban buenas candidaturas. En tanto, en la elección de octubre probablemente se pierdan las tres bancas que se ponen en juego en la Cámara de Diputados.

    Tras judicialización de la interna partidaria, la conducción del Comité Provincia tiene dos cabezas: por un lado el presidente del Comité de Contingencia, Miguel Fernández; y por otro el titular de la Convención de Contingencia, Domenichini.

    Ellos definieron la alianza Somos Buenos Aires, un armado de centro integrado por un sector del radicalismo, la Coalición Cívica y algunos referentes del peronismo como Florencio Randazzo y el intendente de Tigre, Julio Zamora. Fue una línea moderada que según los más críticos sirvió para partir a la oposición y terminar siendo funcional a Axel Kicillof.

    El gobernador y Fernández siempre mantuvieron los canales abiertos. Se sabe que Kicillof le ofreció en 2023 al líder del radicalismo ser su compañero de lista. Es decir, ser el vicegobernador. Fernández desestimó esa propuesta.

    Randazzo, Stolbizer y Monzó se quedaron con los primeros lugares de Provincias Unidas

    El cierre de alianzas fue caótico para el radicalismo. El sector que lidera Maximiliano Abad se negó participar de ese armado en desacuerdo con la estrategia. El senador nacional proponía armar un gran frente contra Kicillof que garantice los pisos en las ochos secciones electorales.

    En la Primera Sección, Somos Buenos Aires sacó 4,2 puntos, muy lejos de los 12,5 que necesitaba para llegar al piso.

    En la Tercera -donde el propio Domenichini fue candidato- Somos Buenos Aires quedó en quinto lugar con apenas el 2,8% de los votos. Por encima quedaron el peronismo, los libertarios, el Frente de Izquierda (que logró sumar dos diputados) y Nuevos Aires. Tampoco se llegó al piso en la Quinta, en la Séptima y en la Octava.

    Pablo Domenichini.

    En la Cuarta se lograron dos bancas: una para Pablo Petrecca y otra para Natalia Quintana, que responde a Fernández. El problema es que si Petrecca no asume, quien sigue en la lista es el intendente de Chivilcoy, Guillermo Britos, quien probablemente cierre un acuerdo con el peronismo.

    Por la Sexta logró volver a la Legislatura Andrés De Leo -cercano a Elisa Carrió- y la radical Priscila Minnaard. De modo que sólo Quintana y Minnaard llegan a la Legislatura por el radicalismo en una elección en la que ponía 14 bancas en juego.

    Dentro del radicalismo deslizan cuestionamientos hacia la estrategia electoral de Fernández y Domenichini. Aseguran que entregaron la junta electoral de la alianza al peronismo y que no hubo espacios para contener a otros sectores del radicalismo.

    La estrategia electoral del radicalismo lleva ahora al partido a una situación compleja. Las bancas en la Legislatura y en los Concejos suponen lugares de poder frente a los intendentes pero también en la cúpula de la política bonaerense.

    La pérdida de representatividad legislativa lo deja afuera de la discusión por cargos judiciales, asientos en órganos de control como el Banco Provincia y el ministerio de Educación. Incluso en la negociación para quedarse con un sillón en la Suprema Corte, una discusión que Kicillof mantiene cerrada, pero que puede abrirse en cualquier momento. 

     

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    ELECCIONES MUNICIPALES DE OCTUBRE

    La ciudad de Villa Regina está entrando en la recta final para delinear candidatos de cara a las elecciones municipales de octubre. En cuanto a intenciones el escenario se palpa más concurrido que en los últimos comicios, y en consecuencia, menos claro. Por eso nos preguntamos, ante tan larga lista de posibles pre-candidatos, ¿cuál será…

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  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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