LAS PENAS SON DE NOSOTROS
La espiral de violencia que se vive en el país nos expone y se expone a diario, es cotidiana y naturalizada por casi toda la población. Los medios son quienes seleccionan que actos violentos reprender, y que actos violentos presentarlos de manera jocosa o risueña. Básicamente eligen a quien pasar por la picadora de carne. El Pepo si, Darthés no.
La reacción arbitraria, agresiva e intolerante de los patrones, patroncitos o ¿peones? de estancia que se dio en la #Sociedad Rural contra activistas veganos que intervinieron en la pista central para hacer su reclamo; es el reflejo claro de lo más recalcitrante de nuestra sociedad. La oligarquía, el campo, los dobles apellidos; y el máximo esplendor de un odio social que les hace hervir la sangre, esa sangre de alta alcurnia, sangre liviana que nunca manchó el piso.
Desprecio visceral, odio estructurado simétricamente.
Podés estar de acuerdo o no con el reclamo, con las formas, con irrumpir en un espacio que no es habilitado para tal fin; pero lo que repele verdaderamente es la reacción de la “caballería” que no reparó si quiera en la disparidad de los grupos. Cartulinas contra rebenques, hombres a caballo contra chicos con mochilas; porque ellos son la ley.
Esta disparidad, que hoy se presenta suavizada en la TV es la misma que nos dejó sin pueblos originarios (pólvora contra boleadoras).
Dos opuestos se expresaron, uno da cara al futuro, jóvenes -muy jóvenes- que luchan por ideales que creen correctos a través de intervenciones que irrumpen de manera pacífica. Pancartas y cartulinas, lo más osado fue saltar hacia la pista. Otro, que retrocede al pasado, un sector que desprecia a todo aquel que no sea como ellos; compuesto por lo más rancio de nuestra sociedad.
Porque para los medios hegemónicos: violentos son los pobres, los que tienen hambre, los que se movilizan, los que pelean por lo suyo y lo del otro; los que tienen la vaca atada son justicieros.
Portada: Germán Busin / Emiliano Piccinini