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TERMINAL REGINA: ENTRE CONVENIO O RESCISIÓN, CASINO, POLÍTICA Y PLANIFICACIÓN

Mediante el proyecto elevado por el ejecutivo local al concejo deliberante de la ciudad sobre la rescisión del contrato y acuerdo, entre adjudicatario y municipio reginense, para hacer inmediata entrega del edificio, y a partir de la opinión pública estimulada por los medios de comunicación, profesionales independientes, partidos políticos y la sociedad misma; el debate sobre la Terminal de Ómnibus está sobre la mesa. Ésta semana el Concejo Deliberante deberá tomar una decisión final. 

EL CONCEJO DELIBERANTE DECIDE

La terminal es un tema de interés general  que une y desune en materia de opinión a la sociedad reginense. El debate en sí no es sobre la recuperación del edificio, ese es el punto de unión y de partida. La desidia a la que todos sometemos a la terminal, tanto el concesionario en su descuido histórico como la ciudadanía que es quien la utiliza y la desprecia, y los sucesivos gobiernos locales que son responsables de exigir el buen mantenimiento del edificio y nunca lo hicieron; lleva a que todos coincidamos en que se debe mejorar el  edificio y las prestaciones. Sin embargo, la dicotomía se presenta en el “Cómo”.

¿Se rompe el contrato unilateralmente haciendo valer artículos que avalan esta postura, se llega a un acuerdo entre ambas partes para no ingresar a un litigio judicial sin definición clara, o se cumple el contrato y se restituye el edificio sin gasto alguno?.

La decisión política del intendente Carlos Vazzana es clara, recuperarla, y también lógica si tenemos en cuenta que uno de sus objetivos para su mini mandato era ese. Está siendo consecuente con sus palabras, cuando la misma en boca de nuestros representantes suele ser sórdida y engañosa, eso hoy en día es valorable. Pero uno de los datos sobresalientes que genera bullicio social y siembra el debate, que bienvenido sea si los términos y conceptos principales son en beneficio del ciudadano y no es una disputa de premios políticos que luego se distinguen en una lista y no en la otra; es que se rescinda el contrato con un 90% del tiempo cumplido. Es un contrato de 30 años y restan 3 para que se termine y la terminal se entregue sin ningún gasto y exigiendo su entrega en condiciones.

Ese es un punto importante de la discusión y que genera discordia entre los ediles opositores y la ciudadanía, es por eso que durante la semana pasada concejales y funcionarios mantuvieron una reunión en la que se discutió sobre diferentes aristas. Carolina Cailly, asesora legal del municipio, y  Máximo Daga  secretario de economía y finanzas, nos resumen lo tratado en ese encuentro, y nos explican cual fue el análisis que se hizo para llegar a la decisión de alcanzar un mutuo acuerdo con el concesionario.

Rescindir unilateralmente abría una contienda judicial la cual llevaría a la municipalidad a un posible litigio durante muchos años.  

Carolina Cailly.

PROYECTO CASINO A LA ESPERA

Otro de los debates sobre los que los ciudadanos reginenses expusieron sus opiniones es el tema del casino en la terminal, o si queremos ir un poco más profundo, el casino en Villa Regina, más allá de la ubicación geográfica. Algunas voces se alzaron a favor, fundamentándose en la creación de nuevos puestos laborales y valorando las libertades individuales de las personas. La otra postura tiene sus bases en los efectos nocivos que produce el juego y las consecuentes complejidades que alcanza a nivel social.

Más allá de las posturas individuales, es importante conocer cuál es el posible proyecto en relación al casino Río si el concejo aprueba el convenio de rescisión entre el municipio y el concesionario. El proyecto  del casino Río es quedarse con la totalidad del edificio de la terminal, para reestructurarlo y construir allí, un casino; y a cambio emplazar y construirle una nueva terminal en otro sector de la ciudad. Máximo Daga, secretario de hacienda y finanzas, nos cuenta un poco más acerca del proyecto.

Tenemos reuniones constantemente con la gente de Casino Río. Es un proyecto muy interesante

Máximo Daga

De concretarse, nuevas variables de análisis profundo se presentan: Bajo qué condiciones se construye una nueva terminal, donde debería emplazarse, quién estaría a cargo de la obra. Se haría participe del proyecto al colegio de arquitectos de la ciudad, sería criterioso hacer una análisis minucioso, con el aporte de organizaciones intermedias capacitadas sobre la planificación estratégica de esa nueva terminal que camine de la mano con un desarrollo estratégico de la ciudad pensando a futuro.

REGINA CENTRALIZADA Y SIN PLANIFICACIÓN SOSTENIDA

Para tener una mirada capacitada y crítica acerca de la temática Terminal entrelazada con la cuestión urbanística y materia de transporte en relación con el ejido urbano y el crecimiento de Villa Regina, fuimos en busca de la opinión de un profesional idóneo e independiente. Darío Gonzalez, quién nos recibió en su estudio, lleva la discusión más allá de la terminal, “de fondo nos está faltando una planificación estratégica concreta”, dice y expresa con vehemencia la necesidad de Villa Regina de contar con una secretaria de planificación que desarrolle proyectos estratégicos que crucen transversalmente cualquier mandato y color político en pos del crecimiento ordenado y planificado de la ciudad.

La ciudad hoy demuestra tener serios problemas de centralidad y no es una ciudad denominada grande, todavía estamos con territorio potencial para poder ordenarnos de otra manera y no tener que llegar a un tiempo no muy lejano con serios problemas de centralidad.  

Dario Gonzalez

EN 1993 SE SENTENCIÓ LA CADUCIDAD DEL CONTRATO

El contrato fue celebrado en 1990 durante el gobierno peronista de Inamorati, se le asignaba la construcción de la terminal a un privado, en este caso Pedro Nardanone, y se le otorgaba la concesión durante 30 años. Una vez cumplida la fecha, pasaría a control del municipio local. La carta orgánica local permite cerrar un contrato de este tipo por un máximo de 15 años, de excederse se debería haber cambiado la carta orgánica, proceso bastante engorroso y prolongado. En este sentido, no se respetó el texto legal más importante de la ciudad, justamente sobre el que se sentaron las bases para destituir al ex intendente Daniel Fioretti hace poco más de una año.

En 1993, Rosa Deflorián, en ese entonces juez del tribunal de faltas dictaminó la caducidad del contrato por varias irregularidades en el manejo de la terminal, la falta más recordada es la utilización por parte del concesionario de la planta alta como un boliche bailable cuando por contrato solo se podía utilizar para restaurante. Esa sanción dictaminada por Rosa Deflorián fue desestimada rápidamente por el Concejo Deliberante. La escribana nos recuerda como fue el proceso.

Como juez de faltas que era en esa época por la enorme cantidad de infracciones que estaba cometiendo se le declaró la caducidad de ese contrato. 

Rosa Deflorian

Rosa Deflorián de activa participación política durante su carrera como profesional y con vasta experiencia en el tema expresa su opinión en la entrevista.

LA IMPORTANCIA DE UN CD COMPETENTE

En manos del Concejo Deliberante queda la decisión final o inicial, depende de donde se quiera mirar, de que hacer con la Terminal de Ómnibus de la ciudad. Que necesita renovación, estamos de acuerdo, que todos los que la utilizamos somos culpables de su estado, también. Que la decisión debe basarse pura y exclusivamente en una relación beneficiosa directa del ciudadano, obviando politiquería barata, y contando con una planificación estratégica sostenida; es lo que todos queremos.

El CD es el órgano legislativo del municipio, un espacio tan importante como el ejecutivo, ese valor que tiene en términos conceptuales y organizativos debemos revalorizarlo como ciudadanos en los comicios.

ARCHIVOS DIGITALES DE INTERÉS

Contrato Año 1991

Rescisión

El Ciudadano – 3 de Diciembre de 1993

Entrevistas: Emiliano Piccinini
Edición y compaginación de videos: Hernán Ermantraut
Portada: Hernán Ermantraut
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  • ¡Viva la universidad, carajo!

     

    Quizás desde siempre, pero seguro desde la recuperación de la democracia en 1983, la universidad transitó momentos de crisis. Oleadas de ajuste, transformaciones en la ley que la rige, intentos de arancelamiento, ahogos presupuestarios. Una serie de fechas coincidentes con acciones de lucha marcan su condición precaria, siempre amenazada, pero también el saber de la fortaleza que se forja en la resistencia.

    Pero nunca desde entonces se la hostigó como ahora. Nunca se la acusó de perseguir a quienes piensan distinto, ni mucho menos de ejercer una educación monológica y acrítica. Como en un juego de espejos, hoy el perseguidor acusa al perseguido y quien dice “verla”, poseer una verdad revelada, adjudica al otro profesar un dogma en el seno de sus claustros.

    ¿Qué se juega cuando está en juego la continuidad de la universidad? Ensayemos una respuesta en cinco pasos que afirman y desarman, en su discurrir, una tesis. Se trata de una práctica más o menos habitual para quienes hacemos de la docencia no solo un trabajo sino también una forma de vida.

    No es tu universidad, es el sistema

    Cuando algo que nos cobija y atraviesa pende de un hilo solemos reaccionar defensivamente. Buscamos razones, más o menos objetivas, para destacar el valor de aquello que está en riesgo y exponerlo como algo relativamente mejor de lo que produce el vecino. Nos enredamos entonces en discusiones sobre las ventajas objetivas de invertir en tal o cual centro (carrera, programa o Universidad), apelamos a métricas, buscamos números que respalden la eficiencia de los desempeños observados. 

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    No estaría de más realizar un ejercicio crítico y autorreflexivo de todo lo que las universidades hicimos bien y de aquello en lo que fallamos.

    El ejercicio crítico en estos casos es doble: el ingreso a sus pasillos supone lidiar no solo con esas cargas y apegos ideológico afectivos que vienen con los estudiantes sino también con aquellos que pesan sobre quienes ejercemos la docencia, ninguno ajeno a los de la propia institución (y de la sociedad). Un título docente te habilita para lidiar con fragmentos de mundos y objetos soportados en un saber que encuentra validez en una comunidad de expertos y pares, pero no así con todo “lo otro” que irrumpe en pasillos y aulas.

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    En rigor, no es el sistema el que está siendo asediado sino una serie de derechos conquistados a partir de años y años de trabajo y de lucha.

    Quizás es ese saberse con otros, ese saber que juntos se piensa, se vive y se siente mejor, el que está siendo atacado. Ese saber de la limitación de cada individuo aislado, de su carácter fragmentario, de su prematuridad, de su deuda histórica con quienes le antecedieron en el tiempo y de su complicidad responsable con los que están por venir. La tarea de la universidad es también la de recordar ese saber. 

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    Cuando se ataca ese resistido saber se atenta contra aquello que nos iguala en tanto seres humanos: nuestra vulnerabilidad y común exposición a los otros, en el sentido de la muerte pero también del deseo, como decía Butler. No solo somos iguales en inteligencia, iguales en dignidad, sino también en precariedad. Asumir ese registro de la igualdad forma parte de la tarea colectiva, del saber acumulado, del derecho habido, del sistema construido. 

    Sin esa asunción no podríamos realizar aquella otra crítica: si bien todos somos precarios, esa precariedad está desigualmente distribuida en nuestra población. No todos estamos igualmente expuestos al daño, a la exclusión, a la muerte violenta. 

    Quienes han ocupado en la historia una posición subordinada en el campo del dinero, del poder, o del saber corren, sin duda, peor suerte. Reconocer la igualdad (en esos distintos niveles) y hacer de ella una cuestión es tarea de la universidad; una tarea tanto más urgente en una coyuntura que hace de la desigualdad el resultado legítimo de una “justa” competencia entre individuos.

    No es la igualdad, es la libertad

    Insistamos: no es tan solo ese sabernos iguales, precarios, interdependientes en sentidos múltiples lo que está en juego sino y, en último término (aunque no en última instancia) aquello que nos hace libres: el conocer nuestras determinaciones para anteponer entre ellas y el impulso animal un pensamiento, un concepto, un valor, una mediación. 

    Y, como intentamos demostrar hasta aquí, eso solo es posible colectivamente al amparo de instituciones que velen por la verdad de aquello que nos determina y puedan delimitar aquello que, más allá de cualquier esfuerzo individual o colectivo, cae por fuera de las posibilidades de control. Son estas instancias las que producen autonomía subjetiva y capacidad de autogobierno. 

    Sin universidades, sin derechos, sin saber, sin igualdad, no hay libertad. Sin libertad no hay autonomía, sin sujetos autónomos no hay democracias. ¡Viva la universidad, viva la libertad!

    La entrada ¡Viva la universidad, carajo! se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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