El camión vactor desobstructor de la empresa ARSA estuvo ayer en Villa Regina con el objetivo de llevar adelante tareas tendientes a mejorar el tránsito del líquido cloacal para optimizar el funcionamiento de la red.
Concretamente realizó una limpieza y barrido de las cámaras cloacales ubicadas sobre calle Guaraní hasta el pozo de Belgrano; calle Mitre; Juan Bautista Alberdi entre Onas y Juan Cruz Varela; calle Cipolletti y Allemani.
El Secretario de Obras y Servicios Francisco Lucero agradeció a ARSA “que nos facilitó el camión y así pudimos hacer el trabajo en los sectores más críticos de la red cloacal”.
El juez federal Gastón Salmain jugó muy fuerte este martes al ser finalmente indagado por cohecho en Rosario. Llegaba acusado de haber pedido un soborno para autorizar a un fideicomiso a comprar 10 millones de dólares en plena vigencia del cepo cambiario para pagar deudas financieras en el exterior. En un primer descargo negó haber cometido ningún delito y sostuvo que lo acusaban sin pruebas. Pero lo fundamental es que alegó que él ya había adoptado una resolución idéntica en un caso anterior. Y que sus superiores de la Cámara Federal de Rosario avalaron su criterio.
El caso que citó como antecedente es un amparo realizado por abogados del diario La Capital de Rosario que solicitaban en la misma época adquirir dólares en el mercado único libre de cambios (MULC), es decir a valor oficial, para pagar deudas contraídas en la compra del medio al Grupo América. Salmain hizo lugar a ese pedido. Reguló honorarios para el patrocinante que es el abogado Jorge Mattos, socio del estudio jurídico que tiene directores en el diario conocido como decano de la prensa argentina. Y remarcó que dos camaristas federales validaron su resolución.
El día que allanaron el despacho de Salmain a los investigadores les llamó la atención que sobre el escritorio estaba, impreso en papel, el escrito donde los abogados de La Capital presentan una mera declarativa para que se dicte luego una cautelar autorizando al MULC a vender dólares para cancelar deudas en moneda extranjera con su acreedor.
Entre cientos de trámites que se disponen en ese juzgado, Salmain tenía precisamente ese sobre su escritorio cuando llegaron a requisarlo. Cierto que podía ser para preparar su defensa, como lo hizo al ser indagado hoy, pero también parece insinuado el envío de un mensaje. Los investigadores saben que Salmain mantuvo una relación estrecha con abogados de ese estudio jurídico. Suponen que quiso orejear esa carta y también mandar recados hacia arriba. En el sentido de que si él procedió de modo criticable en su decisión judicial, también lo hicieron quienes lo avalaron.
¿Por qué llegó acusado Salmain? Los cuatro fiscales que investigaron este caso sospechan que los 10 millones de dólares o parte de ellos comprados a precio oficial fueron vendidos por el fideicomiso Atilla al valor blue lo que generó una suculenta ganancia por la diferencia de cambio. El fideicomiso lo explotaba el financista rosarino Fernando Whpei quien hoy está en prisión domiciliaria por distintas causas penales, una de ellas una extorsión a un par de agentes bursátiles en coordinación con el ex juez federal Marcelo Bailaque. Whpei al declarar como arrepentido dijo que para habilitar la cautelar Salmain solicitó un retorno del 10 por ciento surgido de la diferencia de cambio entre los billetes tomados en el oficial y vendidos en el blue. Y que el encargado de negociarlo fue el escribano y lobista del Poder Judicial Santiago Busaniche.
Salmain plantea que la resolución similar que dio también en 2023 al pool de empresas que compraron La Capital encabezadas por el empresario Gustavo Scaglione (Comunicación 3SA) fue avalada por los camaristas Aníbal Pineda y Silvina Andalaf.
En su descargo, que hizo junto a sus abogados Ignacio Carbone y Gustavo Feldman, Salmain trituró a Whpei, a quien calificó como un «arrepentido serial». Dijo que su testimonio lo inventó a cambio de una promesa de no quedar detenido en una cárcel común. También alegaron que no basta en un caso de cohecho que el soborno se concrete, sino que el delito se comete cuando el funcionario pide la coima. Y que no hay ninguna evidencia de que él haya pedido nada.
«Es una cuestión de interpretación eso. Para algo existen los valijeros, de modo que el funcionario no haga él mismo la transacción. Pero acá lo inusual fue la medida que tomó que para el BCRA y para muchos espectadores fue disparatada», comentó a LPO un abogado que analiza de muy cerca este pleito.
El empresario Fernando Whpei.
Salmain plantea que la resolución similar que dio también en 2023 al pool de empresas que compraron La Capital encabezadas por el empresario Gustavo Scaglione (Comunicación 3SA) fue avalada por los camaristas Aníbal Pineda y Silvina Andalaf y la disidencia de Fernando Barbara. En esa demanda mera declarativa los abogados solicitaban al Banco Macro la venta de 2.282.000 dólares para pagar al Grupo América por la transferencia de La Capital Medios SA. El Banco Macro rechazaba el planteo. Salmain hizo lugar al pedido de La Capital.
Fuentes del BCRA consideraron una estratagema defensiva traer a colación este caso. Indicaron a LPO que si bien hubo medidas similares en distintas jurisdicciones ante demandas de firmas que pedían comprar dólares a precio oficial en el mercado libre ninguna fue como la del fideicomiso Attila donde el BCRA quedaba obligado, por la resolución de Salmain, a entregar dólares billetes en efectivo. «Se quiere disfrazar la maniobra con una mentira de patas cortas. Sobre todo porque en el caso que se cita (el de La Capital) el demandado no es el Banco Central sino el Banco Macro. El Central solo es citado como tercero».
Salmain dijo ser blanco de una campaña de persecución, de un armado donde situó como instigadores a algunos medios de prensa, en particular a LPO por las notas publicadas en torno de sus actos públicos. Afirmó que no se había pedido diferir la indagatoria que se hizo este martes por problemas de salud de los que dijo no estar repuesto pero que lo hizo, por zoom, por su obligación institucional. Adujo que su temperamento como juez es resolver con celeridad extrema y que eso acarrea malestar entre sus colegas que alimentan la adversidad en su contra.
Fuentes del BCRA consideraron una estratagema defensiva traer a colación el caso de La Capital. Indicaron a LPO que si bien hubo medidas similares ante demandas de firmas que pedían comprar dólares a precio oficial, ninguna fue como la del fideicomiso Attila donde el BCRA quedaba obligado, por la resolución de Salmain, a entregar dólares billetes en efectivo.
Los fiscales Juan Argibay Molina, Federico Reynares y Sergio Rodríguez habían solicitado que se indague a Busaniche, Whpei y al juez Salmain «por haber formado parte de una instancia asociativa destinada a cometer delitos, dentro de la cual entre el mes de septiembre del año 2023 y hasta abril del año 2024, pergeñaron la salida a cuentas en el exterior de USD$10.000.000, mediante la manipulación contraria a derecho de un expediente judicial radicado en el Juzgado Federal N°1 de Rosario».
Los fiscales señalaron Busaniche, por su aporte operativo, y el Salmain, por su aporte como magistrado a cargo de la causa, solicitaron el pago del diez por ciento de la diferencia del tipo de cambio al momento de la operación entre el dólar oficial y el dólar blue, suma que ascendía aproximadamente a 200.000 dólares. Es así que, para cumplir con el plan criminal, dijeron, Salmain se reunió previamente con Whpei al menos una vez en su despacho el 2 de septiembre de 2023, donde el financista le hizo entrega del escrito que presentarían, y el magistrado se manifestó sobre su viabilidad técnica solicitando que lo demás lo arreglara con Busaniche.
El juez a cargo de la indagatoria, Carlos Vera Barros, tiene diez días para resolver la situación procesal, vale decir procesar o dictar falta de mérito. Le mantuvo el estado de libertad lo que es una formalidad a derecho porque a Salmain lo amparan sus fueros como juez que le dan inmunidad de arresto.
La Dirección de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Municipalidad de Villa Regina recuerda a los vecinos que se encuentra en vigencia la ordenanza Nº 129/2007 sobre uso de agua en la vía pública. En el artículo 3 establece que el lavado de veredas con agua de red sólo se podrá realizar con baldes en…
Cuando vinieron a llevarse los datos, guardé silencio porque me brindaban servicios. Cuando vinieron a pedir que no haya regulaciones para sus negocios, guardé silencio, porque ya sabían mucho de mí y de mis acciones. Cuando vinieron a manipular todo lo que puedo saber y querer, guardé silencio, porque ya no sabía qué era verdad y qué no. Cuando vinieron a gobernar todo, ya era tarde, porque no había gobierno a quien protestarle.
En esta versión libre del famoso poema escrito por el pastor luterano alemán Martin Niemöller en 1946 se puede cifrar algo de lo que Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Escuela de Negocios y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, quiere advertir en su último libro, ¿Capitalismo de la vigilancia o democracia? Una lucha a todo o nada en la era de la información, publicado por Unsam Edita.
Zuboff forma parte del campo de estudios críticos sobre plataformas e inteligencia artificial. El tema viene explotando editorialmente en Argentina con la salida reciente de libros centrales como The Stack de Benjamin Bratton (Interferencias), El ojo del amo de Matteo Pasquinelli (Fondo de Cultura Económica), Lo impensado de N. Katherine Hayles (Caja Negra), Metamorfosis de la inteligencia de Catherine Malabou (La Cebra), Los costos de la conexión de Nick Couldry y Ulises Mejias (Godot, 2023) Atlas de la Inteligencia Artificial de Kate Crawford (Fondo de Cultura Económica, 2022), Nanofundios de Agustín Berti (Cebra, 2022) y Tecnoceno de Flavia Costa (Taurus, 2021). Y más lejos en el tiempo, Capitalismo de plataformas de Nick Srnicek (Caja Negra, 2018), Los dueños de Internet de Natalia Zuazo (Debate, 2018) y el propio La era del capitalismo de la vigilancia de Zuboff (en 2019).
¿Capitalismo de la vigilancia o democracia?, el último libro de Shoshana Zuboff, es una actualización del esquema analítico compartido con el resto de las publicaciones. Este esquema plantea una tripartición entre datos, algoritmos y plataformas como “matriz social” de la inteligencia artificial y de los ecosistemas digitales que habitamos. En el caso de Zuboff, por un lado, se inscribe dentro de una caracterización de las plataformas en términos de nueva forma de capitalismo (como Srnicek con su “capitalismo de plataformas”); y, por el otro, se trata de un capitalismo sincronizado con una forma política antidemocrática. El capitalismo de la vigilancia, plantea Zuboff, nació exactamente con el siglo XXI y se puede rastrear en hechos clave. Con ellos, se desgrana su ambiciosa perspectiva de lo que llama el “campo unificado” de las cuatro etapas del orden institucional del capitalismo de la vigilancia, que conforma un “poder instrumentario”, “que conoce el comportamiento humano y le da forma, orientándolo hacia los fines de otros”. Este poder es tan peligroso como lo fue el “poder totalitario” apuntado por Niemöller.
Primer acto: datos y algoritmos
Google empezó a hacerse conocido cuando en 1999 superó como “motor de búsqueda de Internet” a Altavista y Yahoo. Copó el mercado gracias al famoso algoritmo PageRank, que “personalizaba” la navegación por la web. Al crear un historial de búsquedas, brindaba un servicio y a la vez generaba una gran cantidad de datos sobre los usuarios que explotaría, al año siguiente, con Google AdWords, un servicio para ofrecer publicidad orientada a esos perfiles que acababa de crear. Cuatro años después aparecería el Gmail, una casilla de correos que permitía un giga de almacenamiento –una enormidad para la época–, conectada a AdWords y a lo que estaba viniendo: el sistema Android, con el cual la empresa se transformaría en una gigantesca base de datos y en controladora principal del tráfico en internet en todos los dispositivos digitales. Así logró Google sobrevivir a la pinchadura de la burbuja de las puntocom en marzo de 2000.
Ese mismo año el grupo de rock Metallica enfrentó legalmente a Napster, un servicio de distribución gratuita de música P2P (peer-to-peer), por violación de los derechos de autor. Napster también brindaba un servicio, pero la música transformada en datos compartidos tenía un dueño. Como con Google AdWords, la visión comercial no tardó en ver el negocio de la libertad y de los “servicios orientados al usuario” en tiempos donde internet todavía era defendida como una red distribuida y lo libertario no revolvía el estómago. Apple lanzó i-Tunes y el i-Pod, y comenzaron los servicios de suscripción por una módica suma que estaba a buena distancia entre la gratuidad pirata y la usura de las discográficas. Luego vendrían Spotify y otras plataformas que hoy rigen el tráfico de los contenidos culturales.
Un año después, el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York y contra el Pentágono en Washington condujeron a la rápida aprobación de la Patriot Act en Estados Unidos, una ley que significó carta libre para la vigilancia masiva y para cualquier operación de inteligencia non sancta por parte del Pentágono, la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, sus siglas en inglés), que en particular estaba habilitada para interceptar cualquier comunicación telefónica o en la web. Esta ley fue reemplazada por la Freedom Act en 2015, luego de que las revelaciones de Edward Snowden, empleado de la CIA y la NSA, sobre el programa de espionaje internacional PRISM, mostraran no sólo el nivel de vigilancia coordinado de varios estados y gobiernos, sino también sus colaboraciones siempre negadas con Google y sobre todo Facebook.
Hay que unir estos puntos, dice Shoshana Zuboff. No tiene sentido reflexionar por un lado sobre la violación de la privacidad y la política sobre datos; por el otro, sobre cómo se construyen los programas, y más allá sobre cómo se organizan las relaciones entre el Estado y las empresas o entre los estados en el nivel geopolítico. Hay que pensar en todo eso junto: un “campo unificado”. Y para ello propone un ciclo conceptual que empieza con una operación económica, sigue con un vector de gobernanza y termina en un vector de daños sociales. La operación económica es, en este caso, la “mercantilización del comportamiento humano”, que exige, desde la gobernanza, anexarse “derechos epistémicos”: qué saben las empresas y los estados sobre nosotras y nosotros y qué podemos saber a nuestra vez. Esto, desde los daños sociales, produce la destrucción de la privacidad (que es un requerimiento del sistema, no un exceso ni una anomalía a ser regulada) y un caos epistémico sintetizado en la interesante figura de la ceguera por diseño. A partir de una reinterpretación de la teoría de la información de Claude Shannon, Zuboff sostiene que la indiferencia de los funcionamientos algorítmicos respecto de las significaciones que comienzan a circular es otro de los requerimientos del capitalismo de la vigilancia, contra el cual la “moderación de contenidos” es una falsa política relativa a una falsa anomalía. Lo que cuenta es la continuación del ciclo PEPG: participación, extracción, predicción, ganancia (PEPG).
En su crecimiento, este ciclo lleva a una segunda etapa, la de la “concentración del conocimiento computacional” como operación económica, donde la desigualdad epistémica se convierte en autoridad epistémica. Una vez consolidada la extracción de datos (“un colonialismo de datos”, según Couldry y Mejias), la gobernanza del capitalismo de la vigilancia se ejerce a través de decidir, privadamente, qué datos van a constituir información, y qué de ellos pasa a ser conocimiento (como la “extracción de conocimiento” de la que habla Pasquinelli). Son las corporaciones de la vigilancia las que, en este proceso, impulsan la IA con la condición de que no le pongan ni regulaciones ni contrapesos. Los daños sociales son la desigualdad epistémica (“la diferencia entre lo que yo puedo saber y lo que puede saberse de mí”), la reducción de los costos laborales, la descalificación de quienes trabajan en la IA –similar a la de los obreros en la Revolución Industrial– y la división internacional del aprendizaje: “un nuevo tipo de servidumbre a la IA emplea en todo el Sur Global a trabajadores por encargo que ganan salarios miserables ‘entrenando’ algoritmos de IA y ‘moderando’ contenido”.
Segundo acto: plataformas
Ocurrió en 2016, se dio a conocer en 2020. Zuboff lo cuenta en detalle para explicar la tercera etapa fundacional del capitalismo de la vigilancia: la activación de comportamientos a distancia. La campaña presidencial de Donald Trump para su primera presidencia empleó perfiles y matrices de datos comerciales de Facebook, asociada con la famosa consultora política Cambridge Analytica, para hacer microtargeting y manipular la información ofrecida en esa red para disuadir a los votantes afroamericanos de ir a votar en los estados sensibles donde se jugaba la suerte de la elección. Se sabe que no fue el único caso, y que los servicios de “microfocalización conductual” fueron usados en muchas ocasiones, entre ellas la campaña por el Brexit en Reino Unido y la elección presidencial de Mauricio Macri en la Argentina en 2015.
En esta etapa, todo el conocimiento “ilegítimo” se traduce en poder “ilegítimo”, y a nivel de la gobernanza la “ceguera por diseño” algorítmica produce intrínsecamente tanto contenido corrupto (fake news) como polarización social. Es, dice Zuboff, un “experimento de escala mega masiva” donde la vieja guerra contra el terrorismo se transforma en una “guerra de información apuntada contra los ciudadanos”. Así como el algoritmo estrella de la primera etapa era el PageRank de Google, ahora lo es el NewsFeed de Facebook, que controla los contenidos ofrecidos en esa red, y que vuelve provocativos los mohines de mea culpa de Mark Zuckerberg ante el Congreso estadounidense o los pagos regulares de multas de Google ante la Unión Europea. En la zona de los daños sociales, Zuboff anota la “construcción artificial de la realidad”.
Tercer acto: plataformas al gobierno
Mayo de 2020. La cuarentena mundial por la pandemia del Covid-19 estaba en uno de sus puntos más altos. El entonces gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, delegó en Eric Schmidt, ex CEO de Google, empresario millonario y lobista principal de las corporaciones hi tech, la dirección de una comisión para imaginar un escenario pospandémico donde todos los aspectos de la vida social (salud, educación, trabajo) se basen en las interacciones digitales. Nada que no estuviera ya ocurriendo, pero había que prepararse para el día después. Cuomo ya había llegado a un acuerdo con la Fundación Bill y Melinda Gates. Sentadas sobre los datos y los algoritmos, las plataformas garantizaban la continuación “de la sociedad” a través de los dispositivos digitales, como planteó Naomi Klein con la feliz expresión “Screen New Deal”.
Zuboff analiza en el libro una postal menos idílica de este dominio sistémico de las plataformas. Apple y Google se enfrentaron abiertamente a los protocolos de la Unión Europea relativos a los rastreos de proximidad para evitar los contagios de Covid-19 respetando la privacidad. A través de una defensa de los derechos de los individuos y de la sempiterna desconfianza en los estados, que revela la fuerza de la “preparación ideológica” neoliberal que fue zócalo de la primera etapa del capitalismo de la vigilancia, las corporaciones lograron imponerse como “defensoras de la libertad”.
Y se ve que no ganamos para sustos, porque en abril de 2023, unos meses después del lanzamiento al público del chat GPT-3 en noviembre de 2022, una carta abierta firmada por directores de departamentos de investigación en IA, CEOs, científicos y autores de best sellers (entre ellos Elon Musk y el cofundador de Apple, Steve Wozniak), alertaba sobre los peligros del avance de las IA y pedía una pausa en las investigaciones sobre la materia, en una mirada apocalíptica similar a la que supieron provocar en su momento la energía nuclear o la biotecnología. El hecho vale mucho más por lo que señala que por lo que pretende hacer al respecto (no hubo ninguna pausa, desde ya): el furor de la IA bajo la forma de los modelos de lenguaje grandes (LLM), que aceleró la dinámica del esquema DAP a niveles sorprendentes.
Uniendo los puntos como quiere Zuboff, ahora ya se trata de la gobernanza de la gobernanza, esto es, de la asunción por parte de las plataformas digitales de un control casi absoluto, y sin regulaciones, sobre las infraestructuras informacionales que permite ir contra los gobiernos y los estados que pretenden desafiarlas. Una de las claves es el par centralización-descentralización: la gestión de la vida cotidiana y las interacciones sociales se descentralizan en diversos softwares y dispositivos, mientras sus “excedentes informacionales” se centralizan en la gestión de las plataformas. El viejo carácter distribuido de internet termina siendo concentrado por un oligopolio de corporaciones. En la zona del daño social, escribe Zuboff, “la conexión al ‘sistema’ produce el aislamiento que nutre al poder absoluto. El aislamiento se confunde con privacidad. La sociedad, o lo que queda de ella, es tolerable solamente en la medida en que lo social le es drenado”. Ya no hay un Big Brother vigilando desde arriba, sino un Big Other capilarizado a nuestro lado. La otra cara de esta moneda son las soberanías en disputa, como dicen Bratton y Crawford: el control de los territorios vs. el control de la nube y de los fierros (cables, satélites, granjas de servidores) que la vuelven muy poco gaseosa.
Cómo se llama la obra: ¿CEOs al poder?
Hoy, Elon Musk decidió algo más que firmar cartas de alarma y asumir su lugar político, con costos y beneficios para sus negocios que aún se desconocen. No es el único: varios magnates hi-tech, desde Peter Thiel hasta Marcos Galperín, se posicionan en el panorama de las derechas globales como figuras políticas. Sus puestos de gobierno están más vinculados al control de la información que a su presencia en elecciones, y por ello mismo Zuboff marca la contraposición entre el capitalismo de la vigilancia y la democracia liberal, y también la afinidad entre el nuevo poder “instrumentario” y el viejo poder totalitario. Hoy, los CEOs exitosos están lejos del retrato de Silicon Valley de los nerds vagamente anarquistas que “la pegaron” gracias a sus talentos de programación. Detrás de la palabra “libertad” se construyen relatos francamente antidemocráticos, siguiendo las enseñanzas de Milton Friedman.
En algún sentido esto confirma el análisis “paranoico” de Zuboff. Desde su visión, las instituciones políticas basadas en los valores de la democracia, definidos desde un enfoque estadounidense, están en una situación parecida a las de hace un siglo con el ascenso del fascismo y el nazismo. La mano en alto de Musk, emblema de la innovación tecnológica actual, hace juego con la adhesión al nazismo de Henry Ford, símbolo empresarial de la sociedad industrial. En este panorama, según ella, ni las regulaciones, ni las resistencias, ni las alternativas de diseño tecnológico pueden atacar el problema de raíz. Aun cuando se puedan desplegar estas posibilidades, se trata de abolir la primera operación económica que desató todo, esto es, la mercantilización del comportamiento humano y empezar de nuevo.
Quizás, desde estas latitudes, suene a cuento de hadas la contraposición entre un capitalismo “fascistoide” y una democracia garantizada por instituciones liberales; mucho más si se considera que Estados Unidos no ha sido un promotor de esas instituciones fuera de su territorio. Quizá la propuesta de un “capitalismo de la vigilancia” necesite una confrontación con otros capitalismos (cognitivo, informacional, de plataformas, etc.) para entender sencillamente qué es el capitalismo hoy. Quizás la “ceguera por diseño”, que supone que es el entramado tecnológico el que conduce a posiciones políticas radicalizadas, pueda ser repensada a la luz de una “ceguera por política”, donde los algoritmos solo amplifican la rabia generada previamente por un capitalismo salvaje; una amplificación que también es desvío porque, ultraderecha mediante, esa rabia no va dirigida hacia quienes generaron la miseria global. Y quizás haya que repensar, también, el lugar pasivo en el que quedan los usuarios (los individuos, los sujetos) y sus “conductas”.
Pero no hay dudas de que este libro de Zuboff es fundamental para saber dónde estamos parados, o hacia dónde estamos volando: de la tierra a la nube, y de la nube, como decía Margaret Thatcher respecto de la economía, al alma.
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