En los próximos días, la Municipalidad de Villa Regina recibirá la totalidad del equipamiento para la gestión de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) en los basurales y el equipamiento para potenciar la clasificación y separación de los mismos, además de dotar de infraestructura necesaria para la mejora de las condiciones laborales de los recicladores urbanos.
La semana pasada arribó uno de los camiones que se suma a la excavadora y el autoelevador eléctrico que habían llegado días atrás. En tanto, la primera tanda llegó en diciembre e incluye: una trituradora de vidrio, una guillotina de neumáticos, 10 puntos verdes móviles de arrastre, chipeadora de ramas y un carrito recolector para recicladores urbanos.
Próximamente se completará el equipamiento con el camión restante.
“Esto es el producto, en principio, de una firme política ambiental y del trabajo y las gestiones realizadas por el Director de Ambiente y Desarrollo Sustentable Hugo Curzel junto al gobierno provincial ante Nación, que derivó en la firma del convenio con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Nación”, destacó el Intendente Marcelo Orazi.
Recordemos que Villa Regina es uno de los 55 municipios del país en acceder a este equipamiento y el único en Río Negro.
Una nueva investigación académica revela que la idea de dividir territorios con fronteras rígidas —que hoy damos por obvia— no nació con los Estados modernos sino que, sorprendentemente, fue moldeada por la manera en que Europa cristiana representó a la antigua Israel. Mucho antes de que Ptolomeo fuera redescubierto, mapas medievales de Tierra Santa ya delimitaban los espacios de las doce tribus, pero no para describir poder político, sino para afirmar un derecho espiritual cristiano sobre la región. Desde ahí, según el estudio, cambió para siempre la relación entre espacio, soberanía y política.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
Mapa de Tierra Santa del Das Alt Testament dütsch de Christoph Froschauer (1525), conservado en la Zentralbibliothek Zürich, 31 Nv 02: 1.
Cuando los mapas medievales definían “Estados” sin decirlo
La investigación publicada en The Journal of Theological Studies por Nathan MacDonald reconstruye un proceso fascinante: la forma en que Europa empezó a pensar los territorios como “espacios cerrados con fronteras”, un rasgo que hoy define al Estado moderno.
Y lejos de surgir de cambios políticos, MacDonald sostiene que fue producto de un fenómeno cultural y religioso: la manera en que se dibujaban los mapas de la Tierra Santa.
A partir del siglo XV, con la irrupción de la imprenta, los mapas europeos empezaron a marcar límites lineales entre territorios, fenómeno que muchos autores atribuyen al redescubrimiento de la Geografía de Ptolomeo. Pero MacDonald muestra que las fronteras ya estaban en otro lugar: en los mapas medievales que dividían Palestina en los territorios de las doce tribus de Israel.
Esa tradición cartográfica, lejos de expresar organización política, funcionaba como una reivindicación espiritual cristiana sobre el espacio bíblico.
Los mapas de Tierra Santa: del peregrinaje al poder
Antes de los atlas modernos, la cartografía espiritual dominaba Europa. Los mapas medievales —como los célebres de Pietro Vesconte o los asociados al dominico Burchard de Monte Sión— mostraban caminos de peregrinación, ciudades sagradas y episodios bíblicos.
Pero también incluían algo inesperado: fronteras claramente marcadas de las doce tribus de Israel, un dato que no respondía a ninguna necesidad geográfica contemporánea.
Estos límites provenían de la forma en que autores cristianos, desde la Antigüedad tardía, interpretaban la Biblia. Para Eusebio de Cesarea, por ejemplo, identificar las zonas tribales permitía entender cómo la herencia de Israel se proyectaba espiritualmente sobre los cristianos.
En los siglos XIII y XIV, obras como el Liber Secretorum Fidelium Crucis de Marino Sanudo y la Descriptio Terrae Sanctae de Burchard no solo describían Palestina: la convertían en un espacio simbólico donde lo bíblico y lo político se fusionaban.
El mapa no era una foto del territorio: era un acto teológico.
La paradoja del Renacimiento: modernidad con alma medieval
Cuando el Renacimiento recuperó a Ptolomeo, incorporó sus proyecciones, pero conservó intacto el hábito medieval de dividir Palestina según las tribus.
Los mapas de las ediciones de Ptolomeo de fines del siglo XV muestran esa mezcla:
geometría clásica,
pero fronteras heredadas de Vesconte y Burchard.
Muchos atlases clave del siglo XVI y XVII —Ortelius, Blaeu, Mercator— incluyeron mapas de Tierra Santa que reforzaban esta división tribal. Y algo más: los mapas bíblicos se volvieron omnipresentes en las Biblias protestantes, que los situaban en los libros de Números, Josué, Mateo y Hechos.
Para millones de lectores, esa geografía espiritual se convirtió en la forma “natural” de imaginar un territorio: dividido en espacios homogéneos, completos, con un borde definido.
Así, sin proponérselo, los mapas religiosos prepararon el terreno para imaginar los Estados como espacios cerrados.
MacDonald lo resume así: los mapas no reflejaron un cambio político; ayudaron a crearlo.
Cómo se reinterpretó la Biblia para sostener la idea de Estado
La segunda parte del estudio avanza más: no solo los mapas influyeron en la política, sino que la nueva sensibilidad política alteró la lectura de la Biblia.
El caso más claro aparece en la interpretación del capítulo 10 del Génesis —“la tabla de las naciones”— durante los siglos XVI y XVII en Inglaterra. Tradicionalmente, este pasaje se leía como una descripción genealógica, no como un atlas político.
Pero con el auge de la idea de “territorios homogéneos”, las descendencias de los hijos de Noé empezaron a entenderse como pueblos que fundaban Estados con fronteras estables.
En otras palabras: la modernidad no solo redibujó los mapas; redibujó la Biblia.
¿Antiguo Israel fue un Estado moderno? Una idea que se derrumba
En tiempos recientes, autores como Yoram Hazony intentaron leer la Biblia a la luz del nacionalismo moderno, afirmando que Israel fue un “Estado con fronteras” comparable a los europeos.
Pero el trabajo de MacDonald desarma esa hipótesis:
los mapas medievales no reflejaban política,
las fronteras bíblicas no eran estatales,
y la división tribal respondía a una lectura espiritual cristiana.
Lo que hubo no fue un antecedente del Estado moderno, sino la proyección de imaginarios cristianos sobre la antigüedad bíblica.
Conclusión: cuando la fe inventa la política
El hallazgo del artículo es contundente: la construcción moderna del territorio como “espacio con límites” no nació en la política, sino en la religión.
Los mapas de Tierra Santa, pensados para peregrinos y para afirmar la herencia espiritual cristiana, terminaron modelando la forma en que Europa concibió la soberanía y el Estado moderno.
Una frontera que comenzó como símbolo teológico terminó definiendo un orden político global.
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