¿Cómo salir de la disyuntiva entre lo elástico y lo duro? Las sustancias que constituyen la materia poseen cualidades que las acercan o alejan de ciertos principios de consistencia.
Lo que aquí nos preocupa es la propiedad de flexibilidad en las sociedades y en las leyes.
¿Hasta que punto una ley se petrifica y deja de ser funcional a los intereses de una comunidad? ¿Hasta cuándo es soportable la rigidez de las instituciones? ¿Cómo pueden coexistir lo blando y lo duro en los patrones Cambiantes que permiten la subsistencia?
Si pretendiésemos dar un ejemplo desde el cuerpo, la flexibilidad se expresa con claridad durante el embarazo, durante el comienzo de una nueva vida. La mujer embarazada debe adaptar su útero y organismo de una manera fenomenal para alojar y permitir que el bebé crezca dentro de ella.
Por otro lado, la rigidez nos contecta con la parálisis y el miedo, forma parte de una defensa ante amenazas, y también una señal desde las entrañas de la muerte. De hecho, uno de los signos que nos orientan y definen a la muerte es justamente la rigidez cadavérica.
Pero no podemos obviar que lo rígido, por otro lado, representa la solidez que algunas estructuras precisan para mantener su funcionamiento, como puede ser un hueso, el caparazón de una tortuga, las paredes de un Hospital, o los preceptos de un protocolo.
Lo duro y lo blando coexisten en los procesos de transformación y conservación de la materia y las organizaciones. Ahora, si nos dirigimos hacia lo simbólico, la consistencia lógica, o metalógica se define cuando la propiedad de ciertos conjuntos o fórmulas no reviste contradicción.
Pero la contradicción no cesa de aparecer, y es ahí que la contracción del tiempo con sus horarios reducidos de salida y apertura de negocios nos hace recuestionarla; al contrario, el espacio se expande y la aglomeración de personas aumenta, más allá del distanciamiento social que se pueda implementar…
Entre tanto, la rigidez en la contracción del tiempo facilita que las personas (ya entrado el invierno) estén más tiempo expuestas al frío por las colas de espera.
La contracción, además, se dio en la economía por el parate en el trabajo, en contraposición a la salud que se expandió en medidas de seguridad sanitaria. Promoviéndose así, un calhambre económico que aumentó los niveles de pobreza y precariedad, manifestándose en el incremento de concurrencia para el acceso a los alimentos en centros solidarios.
Si antes ya venía contracturada la economía, ahora sufrió un calhambre difícil de sostener. Una aproximación al calhambre ya lo vimos en una nota anterior (aunque con otras connotaciones) en la llamada “Calambre del indio comahue”, por cierto mal llamado indio, probablemente propiciado por la blanquidad paternalista y hegemónica proveniente del colonialismo europeo.
Actualmente, pero siguiendo con el mismo patrón…, una “h” se entrometió para demostrarnos que los más vulnerables ante cualquier situación crítica, por lo general: terminan siendo los más perjudicados.
Entonces, analizamos a partir de la metalógica o la lógica de la consistencia, las contradicciones que se consolidan entre un durísimo tiempo contraído por medidas de aparente protección, y un espacio elongado que es ocupado masivamente por personas. La dureza de la economía se convirtió en un calhambre que impidió el elástico movimiento del trabajo, y que de a poco parece reactivarse; al contrario, la salud se tornó flexible para reaprender y tratar de forma desgastante y permanente a la pandemia… Por último, dicha metalógica nos favoreció recuestionarnos sobre las implicancias en la dinámica de lo blando y lo duro de la ley, las instituciones y los patrones de subsistencia cambiantes de la sociedad.
Columnista de LaTapa. Publicó los siguientes librillos o grillos de letras: "A temperatura dos murmúrios", "Espuma brutal" , "O lado oculto do azul"; "Playa nudista para poemas vestidos" (Biblioteca de Las Grutas, único ejemplar y única edición). También, diversos textos en diferentes espacios digitales.
Tanta rabia acelerada de salivaChorreando unaY otra vezSobre la almohada Sube la velocidadQue baja por la lenguaY paffUn escupitajo eyectado al universoDe lo diverso de todas las infamias ¡Qué bueno!Podrías frenar un pocoY abrir una vocalPara arrastrar lo que se fueCon la máxima velocidadDe cualquier ingrata posibilidad Arrastrándose el agua de un resquicioIntermolecularDe aerolitos sometidos…
Dos científicos del CONICET participaron de un estudio internacional que analizó muestras arqueológicas y logró develar las condiciones de su introducción a Sudamérica.
Especialistas del CONICET hallaron en Chubut restos arqueológicos de un perro utilizado como animal de carga. Se trata del primer caso arqueológico de este tipo en Sudamérica. Fotos: gentileza investigadores.
Los seres humanos llegaron a Sudamérica sin perros. Es una de las afirmaciones que puede extraerse de un extenso estudio científico internacional publicado en la prestigiosa revista Proceedings Ben el que se analizaron restos de animales prehispánicos y se determinó que los más antiguos tienen entre 5 mil y 7 mil años, mientras que los primeros poblamientos humanos en la misma área datan de alrededor de 14 mil años. No hay registros de canes en ese lapso intermedio, lo cual permite deducir que su entrada se produjo bastante tiempo después, y aquí aparecen las siguientes y más importantes conclusiones de la investigación: este grupo de animales domésticos se sumó al Cono Sur como parte de las sociedades agrícolas, con cierto grado de sedentarización, que introdujeron el cultivo del maíz en el área.
A cargo de los análisis morfológicos y morfométricos del estudio, esto es, lo relativo a la estructura, forma y dimensiones de los esqueletos de los perros, el becario del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) Lucio González Venanzi cuenta que un aspecto saliente de la investigación es la vasta cantidad de muestras y zonas geográficas incluidas: se analizaron restos arqueológicos de 70 perros procedentes de 43 sitios precolombinos de Mesoamérica –la región cultural que abarca a partir de la mitad sur de México hasta Costa Rica y que fue cuna de grandes civilizaciones, como los mayas y aztecas– hasta el norte de la Patagonia argentina, más precisamente en el sitio arqueológico de Sierras Apas, Chubut, de donde es la imagen que ilustra esta nota.
Figura 1. Distribución de muestras arqueológicas analizadas en este estudio. Entre paréntesis se indica el número de individuos por sitio: 1 = Malpaís Prieto (n = 1); 2 = Vista Hermosa (n = 4); 3 = Tizayuca (n = 25); 4 = Chondorko (n = 1); 5 = Huaca Amarilla (n = 18); 6 = Huaca Grande (n = 9); 7 = Chilca (n = 2); 8 = Playa Molinero 4 (n = 1); 9 = Iroco (n = 1); 10 = Pucará de Tilcara (n = 3); 11 = Finca Tolaba (n = 1); 12 = Santa Rosa de Tastil (n = 1); 13 = Antofagasta de la Sierra (n = 1); 14 = Loma Rica de Shiquimil (n = 1); 15 = sitio Pampa Grande – Caverna III (n = 1); 16 = El Olivar (n = 6); 17 = Los Nogales (n = 1); 18 = Talleres y Cocheras (n = 1); 19 = Observatorio Astronómico (n = 1); 20 = Angostura 1 (n = 1); 21 = Sierra Apas (n = 1); 22 = Chenque I (n = 1); 23 = La Lechuza (n = 1); 24 = Arroyo Las Mulas 1 = (n = 1); 25 = Bajo Río Uruguay (n = 1); 26 = Cerros de los Pampas (n = 1); 27 = Zacpetén ( n = 2); 28 = Nixtun Ch’ich’ (n = 6); 29 = Ucanal (n = 3); 30 = Xunantunich (n = 2); 31 = Cahal Pech (n = 10); 32 = Olla para hornear (n = 2); 33 = Habitación La Ramée (n = 1); 34 = Catedral de Basse Terre (n = 1); 35 = Estación Marítima (n = 2); 36 = Morilla (n = 5); 37 = Rosamachay (n = 1); 38 = Wari (n = 1); 39 = Wichqana (n = 1); 40 = Lares (n = 8); 41 = Cuzco (n = 4); 42 = Torata Alta (n = 1); 43 = Omo (n = 1); 44 = Río Muerto (n = 1); 45 = Qiwaya (n = 3); 46 = Tiahuanaco (n = 2).
El científico también destaca la originalidad: la mayoría de los antecedentes de estudios genéticos en perros proceden de Canadá y Estados Unidos, pero no había hasta ahora prácticamente registros de publicaciones similares más allá de Norteamérica.
“Se sabe que en esos países estos animales aparecieron junto con las primeras oleadas humanas, hace 15 mil o 16 mil años, y que desde ese momento se aislaron evolutivamente de sus parientes euroasiáticos hasta desarrollar un linaje único de América. La expansión canina hacia el sur continuó paulatinamente, junto con las comunidades que fueron migrando”, explica el experto, quien realizó los exhaustivos análisis junto a Luciano Prates, también investigador del CONICET en la FCNyM. Así, los científicos platenses pudieron confirmar, en primer lugar, que los cánidos que habitaron Meso y Sudamérica también se corresponden con aquel linaje americano. “Pero después identificamos lo que en genética se conoce como cuello de botella, es decir que a medida que los perros se iban dispersando junto a los humanos hacia el sur, la diversidad genética fue disminuyendo hasta quedar muy restringida en comparación a las poblaciones que permanecieron en latitudes más al norte”, describe González Venanzi.
«El establecimiento de los perros domésticos en este sector del globo se dio de la mano de las poblaciones sedentarizadas productoras de alimentos»
Lucio González Venanzi
“Al estudiar los tiempos de esa divergencia entre las poblaciones de perros de Mesoamérica y los de Sudamérica, descubrimos que el último ancestro común se habría producido hace alrededor de 5 mil a 7 mil años, lo cual indica que estos animales ingresaron a Sudamérica recién en ese momento”, apunta Prates. Lo más curioso apareció cuando los científicos comprobaron las coincidencias temporales de la introducción y colonización de los canes en el sur con los resultados de otras investigaciones: aquellas que ubican el arribo de poblaciones humanas en Sudamérica procedentes de Mesoamérica hace entre 5 mil y 7 mil años, y las que añaden el dato de que en ese mismo período se iniciaban en esta región la agricultura y el cultivo de maíz. “Esto nos sugiere fuertemente que los perros fueron introducidos por las poblaciones humanas dedicadas a la agricultura, que tenían un estilo de vida principalmente sedentario. Hasta entonces, las comunidades que habitaban América del Sur dependían de la caza, la recolección y la pesca, y esto les confería hábitos móviles. Tenemos que empezar a concebir que el establecimiento de los perros domésticos en este sector del globo se dio de la mano de las poblaciones sedentarizadas productoras de alimentos”, señala Gonzalo Venanzi.
Una de las hipótesis que podría explicar esa proliferación canina junto a los grupos humanos que permanecían durante una temporada en un mismo lugar podría ser el aumento del almacenamiento y desechos alimenticios provenientes de los cultivos, aunque esto aún es materia de investigación. También lo es el grado de relación genética que guardan los perros actuales con aquel linaje previo a la conquista española: muy poco, por lo que se sabe hasta ahora. “Al menos al sur de Sudamérica, los perros de aquel entonces eran en su mayoría de porte mediano a pequeño, con un peso estimado entre 10 y 15 kilogramos y sin ningún rasgo distintivo en particular”, explica Prates, y continúa: “Los europeos, en cambio, trajeron razas grandes como los mastines o los galgos, que progresivamente fueron reemplazando a las poblaciones nativas, y por eso hoy casi no se conserva información genética de aquellos ancestros”.
Y es que la conquista no fue solo sobre el territorio físico y las sociedades sino también, muy profundamente, a nivel simbólico, “una esfera de la que los perros también formaban parte, como así también de sus creencias, religión y rituales, con lo cual no escaparon a la lógica colonizadora y persecutoria”, apunta González Venanzi. “Estudiar la historia de los perros es estudiar, de algún modo, la de los humanos”, coinciden los expertos, al tiempo que argumentan que “son los animales que mejor reflejan el recorrido de las poblaciones humanas porque la han acompañado en todos los continentes y a través de las diferentes sociedades, entonces conocer su trayectoria evolutiva arroja también mucha información sobre la dispersión y las dinámicas poblacionales previas a la llegada de los europeos”.
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