El Intendente Marcelo Orazi participó en la noche del viernes de la cuarta edición de la Fiesta de la Inclusión organizada por el Consejo Local para las Personas con Discapacidad.
El evento tuvo lugar en el minianfiteatro del Militante y fue la ocasión para reafirmar el compromiso de la gestión municipal para trabajar por una sociedad más inclusiva.
Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo del coordinador del Consejo Sandro Morales, quien agradeció a Orazi por el acompañamiento. Luego fue el turno de la Secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad Luisa Ibarra.
Finalmente el Intendente destacó el trabajo coordinado realizado por el Municipio y el Consejo a lo largo del año. “Entender a la inclusión desde distintos puntos de vista, lo laboral, lo familiar, lo recreativo; brindar oportunidades en distintos espacios, nos fortalecerá como sociedad”, manifestó Orazi.
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En los bordes de un pequeño poblado de Eslovaquia, un hallazgo estremeció la visión idílica que la arqueología conservaba sobre los primeros agricultores europeos. Más de 85 esqueletos sin cabeza, enterrados en masa hace 7000 años, obligan a reescribir la historia: la cultura que expandió la agricultura en Europa no sólo desapareció misteriosamente, sino que lo hizo en medio de un estallido de violencia ritualizada.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
Una ciudad neolítica y una fosa interminable
A las afueras de Vráble, un pueblo eslovaco ubicado a cien kilómetros de Bratislava, la arqueología esperaba tierras tranquilas. Pero en 2017, mientras excavaban un simple campo de trigo, los equipos de la Universidad de Kiel encontraron algo que cambió todo: cuatro esqueletos sin cabeza, enterrados en una zanja al borde de un antiguo asentamiento neolítico.
Desde entonces regresan cada año. Y cada año la escena se vuelve más inquietante.
Arqueólogas como Katharina Fuchs describen que “donde nos parábamos, había huesos”. En el verano de 2022 apareció el núcleo más impresionante: 34 cuerpos apilados dos o tres niveles arriba en un espacio del tamaño de una cochera. Ninguno tenía cabeza, salvo un niño. Y la historia no terminó allí: hoy la fosa ya mide 45 metros de largo y sigue creciendo.
Este enorme entierro pertenece a la cultura de la Cerámica Lineal (LBK), la primera sociedad agrícola de Europa central, descendiente directa de quienes habían domesticado plantas y animales en Anatolia alrededor del 9000 a.C. Desde el 5500 a.C. colonizaron un corredor fértil que iba desde Hungría hasta el oeste de Francia.
Pero hacia el 5000 a.C., algo se quebró. Y los restos de Vráble son parte de la evidencia de un final tan violento como inesperado.
Señales de violencia aparecen en toda Europa alrededor del 5000 a. C. En el siniestro yacimiento de Herxheim, en el oeste de Alemania, investigadores hallaron miles de fragmentos de huesos humanos quebrados. GDKE Rhineland-Palatinate/Fabian Haack
El mito roto de una prehistoria pacífica
Durante décadas se creyó que los LBK vivían en una sociedad simple, igualitaria, sin ejércitos, sin jerarquías y sin conflictos importantes. Una especie de “Eden agrícola” organizado alrededor de pequeñas granjas familiares y cerámicas decoradas con líneas incisas.
Ese relato empezó a derrumbarse en los años 80 con el hallazgo del Talheim Death Pit, una fosa en Alemania donde 34 personas —la mayoría niños— aparecieron con el cráneo fracturado. Más tarde aparecieron otras masacres, cada una distinta, cada una más desconcertante.
En Kilianstädten, 26 personas, entre ellas 10 niños menores de seis años, tenían no sólo fracturas en el cráneo: sus tibias habían sido aplastadas intencionalmente.
En otro sitio alemán, ocho de nueve asesinados eran hombres jóvenes, ejecutados de rodillas, con un golpe por detrás, como en una matanza premeditada.
En Asparn-Schletz (Austria), unos 200 cuerpos aparecieron desordenados en una zanja. Pero la genética mostró que casi ninguno era pariente de otro. No era un pueblo exterminado: era otra cosa, algo ritual, organizado, perturbador.
Y luego viene Herxheim, el caso más extremo: más de 500 cráneos decapitados, desmembrados y acompañados con cerámicas finas y restos de banquetes. Un ritual de larga duración, deliberado, sin rastro de furia: un proceso cuidado que incluía matar, descarnar, quebrar y depositar huesos humanos como parte de ceremonias complejas.
La violencia LBK, lejos de responder a conflictos ocasionales, aparece concentrada casi exclusivamente en el tramo final de esta cultura. Un estallido que parece más ideológico que bélico.
Vráble: un auge, una ruptura y un final brutal
La excavación de Vráble permite ver esta transformación casi en cámara lenta.
Hace 7500 años fue una de las ciudades más grandes de la LBK: tres barrios simultáneos, cada uno con 15 a 20 largas casas comunales, especializadas en criar distintos animales. Allí cultivaban trigo primitivo (emmer y einkorn) y celebraban un crecimiento demográfico extraordinario.
Arqueólogos trabajan con cuidado entre huesos desordenados en Vráble, una fosa común en el centro de Eslovaquia. Expuestos por primera vez en 7000 años, los huesos deben mantenerse húmedos para evitar que se desintegren. A. Curry / Science
Pero hacia el 5100 a.C., algo empezó a quebrarse. Uno de los barrios fue amurallado con un doble foso, en un trabajo monumental, casi imposible con herramientas de piedra. Las puertas del recinto estaban orientadas de espaldas a los otros barrios. Un gesto político, hostil, de separación interna.
Y al borde de esas zanjas aparecieron los cuerpos sin cabeza.
Los estudios osteológicos revelan que:
las decapitaciones fueron intencionales, realizadas con cuchillos de sílex o de obsidiana;
los cuerpos fueron depositados rápidamente, sin exposición previa al ambiente;
las víctimas incluyen adultos de ambos sexos y adolescentes, pero pocos niños pequeños;
entre los huesos hay piedras de río traídas adrede, cuentas fabricadas con dientes humanos perforados y fragmentos cerámicos.
Vráble fue abandonada poco después de estas masacres, y jamás volvió a ocuparse.
¿Qué llevó a la caída de los primeros agricultores europeos?
La pregunta sigue abierta. Las hipótesis se multiplican:
➤ ¿Crisis demográfica? La expansión LBK fue tan rápida que pudo haber tensado los vínculos sociales y las formas tradicionales de convivencia.
➤ ¿Choque cultural interno? Sitios como Herxheim sugieren un giro ritual drástico, probablemente para reforzar cohesión en un mundo que comenzaba a desestabilizarse.
➤ ¿Un colapso social por falta de espacio? Al alcanzar los límites de los suelos fértiles de loess, la cultura perdió su motor expansivo y comenzó a mirarse hacia adentro… hasta romperse.
➤ ¿No hubo hambre ni cambios climáticos extremos? La evidencia ósea no muestra señales de desnutrición. La explicación no parece biológica ni ambiental: parece cultural.
El resultado fue un final abrupto: una cultura que dominó 700.000 km² quedó reducida a ruinas, fosas y cerámicas quebradas.
Como señalan arqueólogas citadas por Science, el LBK obliga a recordar algo incómodo: la violencia no es un invento reciente; acompaña a la humanidad desde sus orígenes.
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