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ÑANDUTÍ Y EL OSITO WINI PÚ

Ñandutí es el nombre que se le ha dado a esta pequeñuela araña de los Esteros del Iberá. Parawixia Bistriata ya con nombre y apellido dice su documento oficial de la República Científica que la parió. Parece una pequeña viuda negra, y con unos puntitos rojos en su abdomen. Hermoso insecto capáz de vivir en sociedad y crear una tela de hasta quince metros.
La Ñandutí y el yacaré se conocen desde hace mucho tiempo, pero se ignoran. Quizás los minúsculos ojos de la Ñandutí no alcanzan a divisar la indiferencia petrificada del yacaré que sabe ocultar sus voracidades menos pensadas.
Este relato no pretende ser científico, objetivo, o esclarecedor del hábitad de la Ñandutí. Podría haber hablado del carancho, del carpincho o los zorros de los mencionados Esteros. Sin embargo, ni siquiera la boca abierta y amenazadora del yacaré podría ocupar demasiado espacio narrativo.
La cuestión es que en un mundo-red, más o menos controlado por las jeraquías burocráticas de turno, la Ñandutí sorprende con sus telares, telares tan reales que lo virtual de la web ha quedado solapado por una naturaleza de coloridos resplandores en divinos movimientos y fabulosas conjugaciones de vidas.
Como miembro de la Sociedad de Aracnología Argentina decidí hacerle una visita a la Ñandutí. Lo que encontré trás atravesar los bellos y arenosos caminos de los Esteros fue increíble. La verdad es que no sé que bicho le picó a esta araña. Tampoco pretendo atrapar a lxs lectores anticipando los hechos de una manera seductora o casi erótica. No. No es así.
Hasta ahora no mencioné al osito Wini Pú, a quien llevo conmigo a todos lados desde hace cuarenta y ocho años. Y no fue la excepción cuando decidimos ir a visitar a la Ñandutí. Wini ya me había dicho que la Ñandutí no era la misma de siempre, y que algo había cambiado desde el 2001. Ese rumor se había propagado entre los Pú muy rápidamente.
Después de atravesar siete tranqueras, Wini me advirtió que una tela de araña gruesa y espumosa se aproximaba hacia nosotros. ¿Dónde? Le pregunté. Allá. Mirá. Lo que vi no podría publicarlo en la Sociedad de Aracnología aunque le sacara una foto y presentara las pruebas correspondientes. Sí. Era una tela de araña gruesa y espumosa como de veinte metros sobrevolando como una avioneta a gran altura. Frenamos el coche (un detartalado citróen), y con Wini nos quedamos fascinados hasta que un giro brusco hizo precipitar a la tela de araña en caída libre. Nos aproximamos cautelosamente hasta la zona de impacto… Cuando llegamos noté que Wini estaba llorando. ¿Qué te pasa Wini? Nada. Me respondió. ¿Cómo que nada? Con esta otra pregunta parece que algo aflojó y me dice: ¿¡No ves la tela!? Yo no me había percatado… Pero cuando llegamos a la zona de impacto, un esqueleto de yacaré yacía en el medio de la tela. Como si el planear que antes se veía por los aires era sólo una espumosa señal de que la Ñandutí había cambiado su dieta.

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