Ser exitosa o exitoso es una premisa que caracteriza a las sociedades meritocráticas.
Ahora, ¿qué es un sociedad meritocrática? Se podría decir que es toda aquella sociedad que premia democráticamente el mérito, y por ende al éxito de cada persona o sociedad.
Esto no es tan sencillo como parece, ya que bajo la aparente libertad, o igualdad de oportunidades para conseguir el éxito deseado se camufla y refuerzan las desigualdades sociales.
Es interesante plantear la homología entre las palabras exit, éxito y excitación. Cómo si la única "salida" que nos quedara fuera la aspiración al éxito (escolar, económico, personal, social y cultural) que nos conduciría a una desenfrenada excitación.
La palabra éxito está asociada a la palabra victoria, y como dice la canción: "la historia la escriben los que ganan" . Entonces, si la historia la escriben los que ganan: los derrotados, los desocupados, los pobres, los menos favorecidos, los fracasados, los refugiados, y los marginalizados: son rechazados por una democracia que los expulsa por no ser exitosos.
Con esto se demuestra una crueldad disfrazada que es inculcada desde la escolaridad, premiando a los que aprueban la meritocracia, depositando el fracaso en el alumno y no así en la reproducción social de las desigualdades.
Vivir excitados por el éxito es una ambición sin límites ni edad que, tal cual un programa informático: se instala en nuestras mentes.
El mérito es una falsa creencia enraizada que no se cuestiona, ya que facilita la retribución positiva en los circuitos mentales y sociales, liberando dopamina y endorfinas a mansalva, creando una excitación masiva que no nos permite buscar otras alternativas de socialización.
¿Otras alternativas de socialización? ¿Cómo cuáles? La división del trabajo y la igualdad entre los individuos nos ha conducido a democratizar la falsa creencia en el mérito. En la medida en que no se priorice la diferencia de las desigualdades y no se reestructure los sistemas de organización, sobre todo con un eje en las problemáticas sociales y no en el éxito, las posibilidades de repensar la manera en que vivimos no ofrecerá reducciones generalizadas como la meritocracia democratizada actual.
Además, lo complejo de las dimensiones individuales y sociales nos obligan a salir (exit) de las dicotomías de éxito-fracaso, para situarnos en una perspectiva que incluya los proyectos de colaboración y participación ciudadana en las desiciones sobre las problemáticas más importantes que nos afectan a todos.
Es así que adoptamos identificatoriamente todo aquello que está ligado al éxito: las victorias deportivas, el glamour de los famosos del espectáculo, el brillo de los objetos más apreciados, el aparente bienestar de los países con más PBI, la alfombra roja de los ideales más refinados acompañados con una deliciosa comida gourmet, la galantería de espléndidos empresarios del petróleo u otra rama de la codicia, todo ello transformándose en las mil y una facetas del éxito que tragamos sin tapujos y reproducimos sin parar...
Imagen. : A New Way of Thinking, J Slattum