ENTRE EL ORDEN APARENTE Y EL CAOS REAL

ORDEN APARENTE

Por casualidad de vez en cuando me lo cruzo.

Hace poco me enteré de su apellido, un apellido que comparte con otras personas, y que nada me dice de él. Sí, nada me dice de su parsimonioso andar en bicicleta, de la manera en que los perros lo acompañan, de su larga y frondosa barba, de los bártulos que carga, de sus años recorridos y reflejados en su blanquecino cabello, de sus recuerdos y olvidos, de su familia o sus amigos (si es que alguna vez los tuvo o los tiene), e inclusive, en dónde vive o qué ha hecho a lo largo de su vida…

A veces me pregunto que impresión tienen de él cuando lo ven… Escuché varias versiones:

Que es sucio, pero un bochazo. Que juega a la quiniela todos los días. Me contaron que está loco y no es lo que aparenta…, y que tiene una teoría… Que además es ingeniero y que tiene mucho dinero pero que elige vivir así…

¿Quién es él? Me pregunto y vuelvo a preguntar. 

La verdad es que hasta ahora no me atreví a saludarlo, o acercarme a él y entablar una charla. No sé si será por miedo, prejuicio, rechazo. Quizás sea por la forma de encontrarnos. Uno a veces va muy rápido, y él pasa y uno también; y lo único que queda es el recuerdo por un puente de mirada que se disipa entre el asfalto y la nada.

Creo que las calles de Villa Regina lo conocen, como así también a los barrenderos que con tanto esfuerzo hasta en gélidas noches de invierno las limpian, o los basureros que corren por sus duras y también terrosas y ahuecadas planicies para recoger los desperdicios de todos.

Él, los barrenderos, y los basureros son aquellos que no salen en las noticias, ni en las redes sociales, tampoco aparecen en debates presidenciales, ni juegan en algún club que pretende victorias. Ellos discurren por las calles, casi imperceptibles que las palabras no alcanzan a abrazarlos como se merecen.

CAOS REAL

Luego del incendio, el ambiente empezó a teñirse de una rareza inusual. Como si el humo hubiese sembrado un delirio generalizado. Él ya no era él, y los basureros ya no recolectaban la basura, sino que perseguían a los barrenderos para matarlos.

En mi caso, pensé que no me afectaba lo que estaba pasando hasta que un especie de hormigueo en mis ojos se apoderó de mí y, además, muchas ganas de vomitar.

Los barrenderos comenzaron a blindar sus casas, y estaban armados. La basura desparramada: pobló los calles.

Muchos, como por un brote de lucidez decidieron irse de Regina. Los que se quedaron, les brillaban los ojos de manera extraña.

El Estado nacional decidió poner en cuarentena a Villa Regina hasta saber qué estaba sucediendo. Perimetraron la ciudad y no dejaban que nadie entrara o saliera.

Estoy adentro de una bolsa de residuos orgánicos, escondido en un contenedor. Ahora recuerdo la teoría que me habían dicho que él tenía, tal vez escrita y guardada bien adentro de alguno de sus bártulos, ¿no habrá predicho ésta catástrofe y nadie le prestó atención? ¿Cuál era entonces la teoría? Un escalofrío me recorre hasta la punta de los pies…

¡Matá a ese barrendero! Escucho a lo lejos. Suenan varios disparos. Siento un fogonazo en mi panza…

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