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Continúan las propuestas turísticas en Regina

La Dirección de Turismo de la Municipalidad de Villa Regina  invita a los vecinos y visitantes a disfrutar de las propuestas para esta semana:

– Jueves 14: “Coloreando Mi Ciudad” de 17,30 a 19,30 horas, una nueva edición para que niños y niñas disfruten de un recorrido por los atractivos naturales, culturales, históricos de la ciudad. En esta oportunidad el punto de encuentro será al pie del “Sendero a la Capilla”, se recorrerá la plazoleta y el Anfiteatro Cono Randazzo, finalizando pintando lo aprendido. Se recuerda que la actividad es con cupo limitado por lo que requiere inscripción previa y se aplica protocolo COVID-19.

-Viernes 15: “De la Planta a la Copa” a las 18 horas. Caminata guiada a una chacra donde se explica el circuito productivo primario y se finalizará con una degustación de sidra para mayores y jugo de manzana para menores. Requiere inscripción previa.

-Viernes 15 y sábado 16: se desarrollará en las instalaciones de la Oficina de Turismo una nueva actividad denominada “Degustaciones al Paso” de 18 a 20 horas, donde se probarán distintos productos regionales que identifican al Valle del Río Negro teniendo temáticas diferentes los fines de semanas de enero.

-Sábado 16 a las 19 horas: se llevará a cabo una caminata fotográfica del atardecer en la Isla 58. El punto de encuentro será la Ex Escuela de Canotaje. No se requiere experiencia previa ni equipos profesionales. Se recuerda que la actividad es con cupo limitado por lo que requiere inscripción previa y se aplica protocolo COVID-19.

Para consultas o información comunicarse al teléfono 2984 504390 o acercarse a la Oficina de Turismo localizada en Florencio Sánchez 817.

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  • Roubini defendió el ancla cambiaria de Milei: «Argentina está en camino al éxito económico»

     

     Nouriel Roubini, el economista que anticipó la crisis financiera global de 2008, publicó una provocadora columna en la que defendió la estrategia de Milei de pisar el dólar, a contramano de lo que viene argumentando la elite financiera internacional, que le pide al presidente argentino que libere la divisa y acumule reservas.

    En su artículo titulado «Argentina Is on a Path to Economic Success», publicada en la página Project Syndicate, el profesor de la Universidad de Nueva York escribió que «la política económica de Javier Milei está funcionando mejor de lo que muchos esperaban». 

    No es habitual que el llamado Dr. Doom, apodado así por sus pronósticos aogreros, apruebe una receta de dólar pisado. Pero lo hizo.»Las reformas y la disciplina están rindiendo frutos», afirmó Roubini, quien sostuvo que el plan «rompe con el patrón de los episodios fallidos de estabilización económica del pasado». 

    El elogio técnico al ancla cambiaria Roubini interpreta que el esquema de tipo de cambio controlado, combinado con ajuste fiscal y liberalización gradual, permitió cortar la inercia inflacionaria.

    Cavallo le pidió a Milei eliminar el cepo y permitir al dólar como una moneda legal

    «La inflación ya cayó drásticamente, de más del 100% antes de la elección de Milei a alrededor del 30%», escribió. Esa desaceleración, asegura, se logró sin una devaluación brusca: «El peso argentino puede estar modestamente sobrevaluado, pero el déficit de cuenta corriente es muy pequeño». 

    La cuestión de Argentina es de liquidez, no de solvencia. Si el país recupera el acceso al mercado, podrá rollovear sus pasivos externos; y si las incertidumbres se disipan, las reformas de Milei y los vastos recursos naturales del país atraerán enormes flujos de inversión extranjera directa (IED), posiblemente hasta 70.000 millones de dólares.

    Para el economista, esa combinación indica que el país no enfrenta un problema de solvencia sino de liquidez: «La cuestión de Argentina es de liquidez, no de solvencia». Y agrega un diagnóstico inusual para un país acostumbrado a los defaults: si logra mantener la estabilidad política, «podrá refinanciar (roll over) sus pasivos externos que vencen el próximo año». 

    Según Roubini, la posibilidad de refinanciar la deuda depende de sostener la confianza y la moderación cambiaria. «Si el país recupera el acceso al mercado, podrá rollovear sus pasivos externos; y si las incertidumbres se disipan, las reformas de Milei y los vastos recursos naturales del país atraerán enormes flujos de inversión extranjera directa (IED), posiblemente hasta 70.000 millones de dólares, donde se incluyen los 25.000 millones para un centro de datos de OpenAI», destacó. 

    En un párrafo central, Roubini pondera el ajuste fiscal como el más fuerte de la historia argentina reciente. «En 2024, el ajuste fiscal primario (excluyendo intereses) ascendió al 5% del PIB», cifra que, según él, «prepara el terreno para una fuerte recuperación económica tras cierta debilidad inicial». Esa disciplina, combinada con la «gradual eliminación de controles y subsidios», conforma lo que define como «el enfoque más sólido comparado con las políticas fallidas del pasado». 

    La mejor opción es un régimen con fluctuaciones dentro de una banda amplia, quizás con metas basadas en el tipo de cambio efectivo nominal y algún agregado monetario que ancle el crecimiento.

    El artículo también confirma un dato sensible: el respaldo del Tesoro de EE.UU. fue determinante en el contexto electoral. «Milei buscó y recibió una línea de swap de 20.000 millones de dólares del Tesoro estadounidense, cuyo apoyo fue condicional a su victoria electoral», reveló Roubini. El gesto político y financiero reforzó la percepción de que Washington respalda la estrategia de estabilización vía ancla. 

    Aunque advierte que una dolarización total «no es viable» y que una flotación libre generaría «excesiva volatilidad», Roubini respalda un esquema intermedio: «La mejor opción es un régimen con fluctuaciones dentro de una banda amplia, quizás con metas basadas en el tipo de cambio efectivo nominal y algún agregado monetario que ancle el crecimiento». 

     Aun así, advierte que en el futuro «el régimen cambiario deberá volverse más flexible», para evitar la apreciación del peso por exceso de capitales.

    El diagnóstico cierra con un tono inusualmente optimista: «Por primera vez en mucho tiempo, Argentina puede escapar de las políticas que la llevaron repetidamente a los defaults y a la alta inflación». 

     

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    Nuestro propio 1984

     

    Paladares que se unen a Orwell y Calvino para rescatar una sabiduría escondida entre comidas y bebidas repugnantes y viejas palabras.

    Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

    Palabras envejecidas, frases con rima, citas citables –a lo Reader’s Digest-, viejas novelas y películas –en sentido figurado o no-, acuden a la memoria cuando algo en la atmósfera cotidiana nos dice que la piedra con la que solemos tropezar una y otra vez vuelve a tomarnos desprevenidos.

    Cuando las segundas marcas son un lujo, las terceras y las “de cuarta” una costumbre o, mejor dicho: una triste necesidad, y los pasivos símbolo de miseria (“miseria espantosa”, se estilaba decir allá lejos y hace tiempo), recordamos palabras como “carestía”, que dominaba en la ardua construcción “carestía de la vida”. Incluso antaño solamente la usaban los jubilados. Para muchos la palabreja es recuerdo que aflora desde la infancia.

    Dice la RAE que su segunda acepción significa “Precio alto de las cosas de uso común”. Y nosotros decimos que eso decían los jubilados. Y que con otro tipo de construcciones hoy dicen y decimos lo mismo. Cambios de forma, pero nada más. El gatopardo acecha. Giuseppe Tomasi[i] también vuelve: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi».

    En el imperio aleatorio del juego infanto-juvenil, aparecía “el que toca, toca, / la suerte es loca” frente a cualquier protesta contra el azar. Al maldecir que la esperpéntica de la especulación financiera rija nuestro destino, podríamos pensar en consonancia: “el que toca, toca, / la urna es loca”. Esta vez, entre la evocación lúdica y Valle Inclán. O ante la fuerza del sino[ii], como Álvaro.

    Al ver, ñata contra el vidrio, cómo se agotan los pasajes al exterior comprados con los verdes comprados baratitos –como Tito- con la platita de la bicicleta –hoy carry trade– o la dulce de cualquier especulación, llega inexorable la película que nunca se olvida, el “deme dos” y, por qué no, el “gracias a Dios y a Matínez Dios”.

    Y nosotros siempre en manos de Máximo Carelli, sin siquiera poder ir al cafetín a llorar el enésimo desengaño. Sin Lita de Lázari hallando el precio milagroso, sin colas para pagar en las que hacer catarsis, sin joyas de la abuela ni fondos de olla.

    Pero, en fin, como todo vuelve recargado, hablar de totalitarismo financiero no es baladí cuando en un país imperan solamente la finanza, la especulación y la represión a quienes no pueden aprovecharlas y las sufren como carestía o miseria, sufrientes que son abrumadora mayoría. ¿Por qué no pensar en Orwell y una vuelta de tuerca a 1984? Dejemos esto en suspenso para retomarlo luego.

    Volvamos a las marcas “de cuarta”, a lo mal que saben esos alimentos y bebidas que la carestía impone. Recordemos al Ítalo Calvino de Bajo el sol jaguar (1986) a través de su “Sabor saber”. Conocemos, entendemos, también mediante el sabor. Degustemos las palabras que preceden a la traducción de Jorge Hernández Campos[iii] de “Sabor saber”:

    Los sabores de sólidos y líquidos impuestos por la carestía, entonces, podrían despertar nuestra aletargada sabiduría, licuada con la tan literal como psicológica carestía pandémica y la pos-pandémica inflación. Inflación que, como bien señaló otro Álvaro, esta vez García Linera, “transmuta convicciones revolucionarias en adhesiones reaccionarias.”.

    Pandemia y temprana pos-pandemia nos recuerdan una serie de notas que escribimos sobre una bebida espirituosa, que entre tantas asociaciones en danza ahora también advertimos relacionada a Orwell. Hablaban de la ginebra, sobre todo de la que los peninsulares llaman botánica, es decir: del gin. En definitiva, destilados, literatura e historia, bares de copas, calidades y sabores.

    La calidad de las ginebras les dio mucho material a los historiadores y a los novelistas. Del rústico Old Tom del siglo XVIII en adelante, los sabores del gin estuvieron en la palestra. George Orwell también aprovechó para describir un gin aceitoso, inmundo, que ostentaba una pomposa marca.

    Aprovechemos la ocasión para releer un fragmento de 1984 en el que la Ginebra de la Victoria sale victoriosa.

    “El Nogal estaba casi vacío. Un rayo de sol atravesaba una ventana y caía sobre las polvorientas mesas, amarillándolas. Era la solitaria hora de las tres de la tarde. Desde la tele-pantalla llegaba una música ligera. Winston, sentado en su habitual rincón, miraba su vaso vacío. De vez en cuando dirigía la vista hacia el rostro que lo miraba fijamente desde la pared de enfrente. ‘EL GRAN HERMANO TE VIGILA’, decía el cartel. Sin que él lo llamara, vino un camarero a llenarle el vaso con Ginebra de la Victoria; también echó unas cuantas gotas de una botellita que tenía un tubo que atravesaba el tapón. Era endulzante aromatizado con clavo de olor, especialidad de la casa. […] Se tomó la ginebra de un trago. Como siempre, le hizo estremecerse e, incluso, sentir algunas arcadas. El líquido era horrible. El endulzante con clavo, de suyo repugnante, no podía disimular el aceitoso sabor de la ginebra.”

    Sabemos que la sabiduría de Winston, más que licuada o aletargada, estaba muerta: había quedado pulverizada en la mazmorra del Gran Hermano. El “Sabor saber” a él ya no le servía para nada. Sea como fuere, el guiño de Orwell permanece, es para lectores, no para personajes. Es para los que consumimos las marcas de cuarta en carestía extendida por la autocrática finanza, por ejemplo.

    Para nuestro caso, para el argentino, la ginebra tiene connotaciones previas al imperio de la finanza, del loco endeudamiento para encumbrarla y la consiguiente carestía. “Una copita cada día” puede sugerirse cuando no se sospecha que el “precio alto de las cosas de uso común” se hará cíclica costumbre y la modesta calidad de lo que hicimos propio será prohibitiva.

    Hasta se pueden inventar palabras cuando en el horizonte del sabor no asoman Ginebras de la Victoria. En 1970, el publicista Hugo Casares inventó “esmowing”, palabrita que brilló en la campaña publicitaria de Bols en aquellos años: “¿Quiere tener smowing? ¡Tome ginebra Bols!”.[iv]

    El “esmowing”, que seis o siete años después de su nacimiento dejó de brillar hasta apagarse, tuvo, casi como fuego fatuo, una que otra intermitencia que el gatopardismo oscureció con premura. La consigna del cambio para que nada, en verdad, cambie, se ensayó con éxito de maneras en apariencia diversas, seductoras, pero siempre contundentes.

    Haber creído que podía tenerse “esmowing” –traducido por González Fraga como vacaciones, teléfonos, buenos alimentos y bebidas, plata en el bolsillo…- pasó a ser culpa que el escarmiento del mercado de capitales especulativos le haría purgar a menesterosos insolentes y clasemedieros megalómanos.

    El sino propiciado por el gatopardismo debería llevar al culposo a repetir las palabras de don Álvaro: “¡Infierno, abre tu boca y trágame!”. La inmolación voluntaria inducida tuvo en un principio sus reales mazmorras para los Winston vernáculos pero, con el correr de las décadas, se fue sofisticando. Sin embargo, la imposición de la Ginebra de la Victoria permanece.

    No hay Bols, ni retornos de Llave, que puedan destronar la idea del merecimiento de eterna Ginebra de la Victoria: un sentido común impostado durante medio siglo –ornamentado año a año, acusador para más inri- resiste el trabajo exclusivamente neuronal. La metáfora orwelliana reclama la asistencia del gusto, del olfato, la integración cuerpo-mente por la que abogaba Ítalo Calvino.

    La convivencia ausente, la pátina de híper-modernidad que la finanza automática y la digitalización generalizada, todo en el marco de una existencia tecno-dirigida, le imprimen en el devenir cotidiano apariencia de naturalidad a la hegemonía absoluta de la especulación financiera que, sin grandes esfuerzos mentales, se adivina antesala de quién sabe cuántas iniquidades venideras.

    En tal contexto, revalorizar los sentidos que aún resisten con realismo al bit se hace cuesta arriba: el día a día abruma, gusto y olfato luchan para no insensibilizarse. El sexto lo entregamos a la IA. Queremos a toda costa creer que vivimos en un mundo sin pasado ni milagros imposibles, que otras experiencias o las miradas pretéritas son de otro mundo u otra humanidad, extintos.

    La imagen de la sociedad sometida, el individuo controlado y el pensamiento único indiscutible hecho ley se ha tergiversado a tal punto en lo discursivo, en el éter de algoritmo e imposición de miradas,  que aislar los rasgos esenciales de un régimen autocrático más allá del tiempo, la inmediatez y el color local se torna cuasi quimérico.

    Reconocer similitudes entre ciclos, establecer analogías, comprender metáforas atemporales e identificar hegemonías minoritarias requiere tanto de la abstracción como del anclaje real que se nutre de la experiencia compartida, del intercambio y la dinámica intergeneracional.

    Salvo autócratas o privilegiados, nadie tendría necesidad de recurrir a la frase “esta vez es distinto”, tan repetida en los últimos tiempos, si nuestro propio 1984 no se hubiera disparado ya. Esta pesadilla orwelliana que, al menos, anticipan los sentidos, da la sensación de estar a la espera de lo que esta vez será distinto solamente por ser mucho peor: la crisis brutal, la debacle inefable que pulverice últimas rebeldías e hilos de esperanza.


    [i] Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1958): El gatopardo. «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».

    [ii] Don Álvaro o la fuerza del sino, obra de teatro del Duque de Rivas [Ángel de Saavedra] estrenada en Madrid en 1835.

    [iii] En: revista Vuelta, volumen I, número 10, mayo de 1987, pp. 6-13. Puede accederse a este número de la revista y, por tanto, al cuento de Calvino, a través del Archivo histórico de revistas argentinas –Ahira-: https://ahira.com.ar/wp-content/uploads/2019/07/Vuelta-10.pdf

    [iv] Kogan, Gabriela. ¿Quiere tener esmowing? El libro de las publicidades de Bols. Buenos Aires, Nuevo Extremo, 2010.

     

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