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CON BASE EN EL PODER CONTINÚA SU PROCESO DE CRECIMIENTO

El mundillo de Juntos Somos Rio Negro (JSRN) continúa creciendo en materia electoral, los números lo avalan y la tendencia verde continúa en proceso de alza en tiempos eleccionarios, desde el sobresalto de las intermedias del 2017 los estrategas de Juntos empezaron a atinar los tiros y el partido provincial se consolida con bases en el poder.

Estas PASO legislativas 2021 de cara a las generales de noviembre enmarcaron el crecimiento del partido provincial que sostuvo y superó los buenos resultados de las elecciones del 2019. La diferencia del oficialismo rionegrino con el Frente de Todos (FdT) fue tan clara (y acá el FdT ligó resabios nacionalistas), que Juntos por el Cambio (JxC) en la sumatoria interna de sus 3 pre candidatos se coló como segunda fuerza política provincial muy poquito por encima del FdT que solo ganó por la mínima en el distrito de 9 de Julio, un distrito con poquísimo caudal de votos.

Juntos Somos Río Negro sacó 34,74% de los votos con Agustín Domingo como primer pre-candidato contra 27,04% de la segunda fuerza, Juntos por el Cambio, que compitió con tres listas internas (Tortoriello, de Rege, Jalabert). Fue seguido por el Frente de Todos (25,00%) con Ana Marks a la cabeza, el Frente de Izquierda y los Trabajadores (5,35%) con Norma Dardik como pre-candidata. Con casi el 99% de las mesas escrutadas JSRN supera los 122mil votos, JxC los 95 mil, el FdT los 88mil y el Frente de Izquierda los 18mil.

“El verde es un proceso, no un estado. Necesitamos pensar en “verde” como un verbo, no un adjetivo”, dijo el psicólogo y periodista Daniel Goleman autor del libro «Inteligencia Emocional», y podemos aplicar la frase a la cuestión política emocional del oficialismo provincial que continúa en proceso de crecimiento, mutando esa construcción adjetiva del color «verde» en un verbo, en una acción en tiempos de sufragio.

La tendencia del crecimiento continuo del partido provincial y en consecuencia su sostenimiento en el poder se visualiza en una de las ciudades con mayor impronta peronista como lo es Gral. Roca desde hace décadas, que en el presente enfrenta un claro derrotero frente a JSRN en las últimas 2 elecciones. En 2019 JSRN cercenó diez puntos de diferencia cuando el margen era de casi 20 en 2017, 4 años después la diferencia es solo de cinco puntos.

Medios provinciales no oficiales y oposición instalan hace rato internas en el oficialismo, sin embargo si es cierto, no se refleja en las urnas, o bien, el senador Weretilneck y el diputado Di Giacomo, la gobernadora Carreras y su vice Palmieri, más Pesatti y Genusso intendentes de Viedma y Bariloche saben limar asperezas cuando hay que tomar decisiones fuertes.

Una muestra de ello, es la elección del vicegobernador Alejandro Palmieri como co-equiper de la gobernadora Arabella Carreras en el momento en que la justicia electoral no aprobó una nueva re-elección de Alberto Weretilneck en 2019. Una buena jugada de Juntos que necesitaba ganar territorio en la ciudad de los Soria y vaya si lo hizo, que como mencionábamos achicó el margen en 15 puntos en solo 4 años en una de las ciudades con mayor peso electoral de la provincia.

La paliza electoral que recibió el FdT en Rio Negro tiene también por supuesto su injerencia nacional, la falta de caudillismo con unión en las bases del peronismo rionegrino los deja ligados directamente a la figura del presidente Alberto Fernandez, a la cara del fracaso del gobierno nacional, esos que suele castigar el argentino promedio, que cuando le permiten votar lo hace por la propuesta que en el momento considera más conveniente para su vida. O si hay un fracaso en el medio, lo que en la práctica del voto es lo mismo, vota en contra de la fuerza política que le haya desordenado su vida, su existencia cultural en el mundo.

La lista de JSRN refleja también un análisis coyuntural y un miramiento macro del electorado, que quizás no ha tenido el FdT o quizás no pueda tener ya que hoy su mesa debería ser con pluralidad de voces y en el caso del peronismo en la variedad no está la diversión, sino el problema. Rio Negro tiene 4 ciudades que representan casi 300 mil votantes rionegrinos, sobre los 560 mil habilitados para acudir a las urnas, y JSRN cerró el póker de ciudades pico al hacer crecer la imagen de su Vice Gobernador Alejandro Palmieri. Hagamos un resumen.

  • San Carlos de Bariloche cuenta con casi cien mil ciudadanos habilitados para votar, de allí es oriunda la gobernadora Arabela Carreras, y también es el distrito de Agustín Domingo, él candidato para Noviembre. En la zona andina la tendencia de las últimas elecciones se mantiene y la diferencia con el FdT estuvo arriba de los dos dígitos, allí no suele tener problemas JSRN.
  • En Gral. Roca hay más de 78 mil electores, siendo la segunda ciudad con mayor electorado como mencioné ahí se visualiza la tendencia de crecimiento de JSRN y Alejandro Palmieri se ha encargado de ser la cara del oficialismo en su ciudad. Como mencionábamos los números de las urnas roquenses lo avalan, habiendo reducido una brecha abismal en tan solo dos elecciones. Ahora es de solo 5 puntos.
  • Cipolletti cuenta con alrededor de 65mil votantes y aunque es la ciudad del senador Alberto Weretilneck y además es el distrito del legislador Lucas Pica candidato suplente, en este caso, es el único punto geográfico a rever por parte del oficialismo ya que cedió por un amplio margen ante JxC con el ex intendente cipoleño Anibal Tortoriello a la cabeza.
  • Viedma, capital de la provincia, cierra el póker de ciudades que conserva más de la mitad de los votos rionegrinos con más de 50 mil personas habilitadas para sufragar, la meca de la política rionegrina siempre está marcada por los gobiernos de turno y además suelen coincidir con las conducciones de la ciudad, como lo es en este caso con otro de los referentes del partido Pedro Pesatti, intendente comunal y ex vice gobernador de la provincia. JSRN estuvo 15pts arriba del FdT y 8 por sobre los pre-candidatos de JxC.

Pero esto no es todo, a la cuestión territorial y cuantitativa sumaron acertadamente como pre-candidata a la Dra. Mercedez Iberó, la cara más visible en la provincia durante toda la pandemia, incansablemente se consumió el parte diario que llegó a cada rincón de Rio Negro durante casi un año. La doctora que no nació en la provincia sí deambuló por su profesión de este a oeste de Rio Negro, siendo en este último tiempo es el personaje político de mayor crecimiento en la provincia. En unas legislativas de intermedio las caras conocidas garpan.

Es atina la incorporación y destacable la participación de la legisladora reginense Marcela Ávila (suplente) también fue un buen complemento en la lista siendo referente de un circuito como lo es el Alto Valle Este que cuenta con su ciudad de origen Villa Regina como la 5ta ciudad con mayor cantidad de electores (27mil) donde también gobierna Juntos con Marcelo Orazi como jefe de la comuna.

Un triunfo que cobra más valor aún si entendemos que el tratamiento de la pandemia mundial con el resultado puesto generó recelo en la sociedad ante la narrativa de la sanidad por encima de todo, parece ser que el electorado aquí no acusó el impacto que sí estuvo volcado negativamente a la imagen del Presidente y en consecuencia a los pre-candidatos a legisladores del FdT en el interior. Las mayorías populares sintieron la presión del ajuste del gobierno, la sintieron en el cuero y en consecuencia, votaron en sus provincias castigando a nivel nacional.

El peronismo ha sido disfuncional y disruptivo en nuestra provincia en este último lustro, la lucha de egos lo ha socavado desde adentro, la falta de un líder indiscutido ha dispersado el rebaño en un partido que históricamente ha necesitado linealidad y referencia, hoy está desarticulado.

Ya con Martín Soria con las miras puestas fuera de la provincia como Ministro de Justicia, esa falta de liderazgo se acentuó (aunque también era discutido por sus pares), no alcanzaron las apariciones del senador Martín Doñate durante esta gestión (hoy la cara más visible en la provincia) y a esto hay que anexarle las divisiones internas a nivel municipal, provincial y nacional, la astillada bancada interna al Presidente Fernandez, los silencios de Cristina y el desgastado manejo de la pandemia, factores que incidieron negativamente en muchas provincias en efecto cascada, tal es así que en la nuestra relegó espacios cediéndole a JxC el espacio para ser la segunda fuerza política. De las tres bancas que tiene el FdT en la cámara baja puede quedar con solo una.  

Una de las críticas más repetidas en la militancia del peronismo a nivel provincial deviene del apoyo de Nación en la provincialización de las obras en Rio Negro, que según los militantes peronistas no hace más que regalarle votos al oficialismo provincial que hoy consigue hacerse más fuerte gracias a los resultados obtenidos. No es alentador el futuro para el peronismo en la provincia si vemos que el marco nacional post PASO no va a colaborar, y tampoco lo hacen los mismos actores políticos del peronismo rionegrino.

La cobertura territorial de juntos se cimentó con tiempo y desde el poder con el aparato estatal a su favor, un poder que llegó de sopetón sin esperarlo con el asesinato de Carlos Soria a los pocos días de asumir como Gobernador. Difícil es el panorama del peronismo sin líderes y perdiendo el  territorio que siempre tuvieron.  La autocrítica de las cabezas peronistas rionegrinas deberá ser fuerte, o los cuadros políticos más jóvenes deberán acelerar su proceso de militancia para sentarse en la mesa a discutir, si en definitiva son ellxs lxs que caminan los barrios.

La coyuntura nacional es el texto explicativo de porqué desde lo comunicacional estuvo bien direccionado el mensaje oficialista de oposición a la disputa polarizada de la política nacional, ser outsiders de la grieta, decidir por nosotros mismos, posicionarse en nuestra tierra, acá! obtuvo su rédito.

En esa disputa nacional los mismos que habían votado a la alianza Cambiemos en 2015 y habían colocado a Mauricio Macri en la presidencia lo bofetearon cuatro años después, el pueblo ahora volvió a votar a JxC  por la misma razón que en 2019 volvió a votar al kirchnerismo, por percibir el fracaso en el oficialismo de turno.

Nada de esto es una cuestión ideológica ni mucho menos. Eso solo existe en las minorías militantes que sí son ideológicas y viven en un microclima de rosca constante que encaja como un rompecabezas en la famosa grieta. Como buen pueblo exitista solemos castigar el fracaso de manera tan fácil como nos sentimos atraídos por la pasta del campeón.

Salir de esa rosca y de ese loop de caras conocidas y alfombras rojas tendidas (aunque sea en el imaginario) es un patio que se apreció como una buena opción para el electorado rionegrino. Mientras tanto JSRN se sigue consolidando en la provincia y solo una continuidad de yerros en la superficie puede subirles un poco el agua y mojarle algunos votos de cara a noviembre.

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Poco más de 375mil personas votaron este domingo alcanzando un 67,8% de participación del electorado, un número que está por debajo de la media que suele alcanzar el 75% de las, aproximadamente, 560 mil personas habilitadas para sufragar.

Datos: App Elecciones Argentinas 2021

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  • Argentina (re)sentida

     

    Durante un tiempo en que viví en un refugio de montaña, cada mañana despertaba cuando aún era de noche en el invierno austral y, parado frente a la ventana de mi cabaña de madera, solo veía niebla.

    Sabía que a un lado y al otro de esa nube echada en el paisaje había un bosque milenario. Sabía que bajo esa estepa de agua condensada solían pastar once vacas y que en el fondo del paisaje oculto se erguía la cordillera, como un límite y como una promesa. Pero la incertidumbre sobre lo que sería alumbrado por el rayo del sol igual persistía. El misterio de cada mañana me impulsaba a sentarme ante la máquina y escribir. La luz del sol, si el sol se dignaba, lograba con cierta rapidez hacer desaparecer la neblina. Y a medida que la deshacía, se podía confirmar la existencia de un mundo allí atrás. El mismo mundo, aparentemente. Lo más interesante era ver qué atisbaba uno de ese mundo perdido tras la cortina de incertidumbre antes de que la niebla se desvaneciera por completo. Buscar con paciencia la forma, el sentido de la luz en el horizonte —la existencia imaginada del bosque, los animales, las montañas lejanas— me hacía sentir la certeza de que estaba allí.

    Durante un tiempo usé este recuerdo, convertido en una metáfora básica pero muy concreta, para conversar sobre el futuro con los estudiantes, en la universidad. Vuelve ahora al escribir sobre por qué este libro, por qué estos textos, qué intentamos atisbar en un tiempo que se siente como la niebla que precipitó la noche: el ascenso al gobierno de un proyecto de ultraderecha, hace apenas dos años, en diciembre de 2023.

    Argentina (re)sentida no solo indaga en el horizonte de las afectividades y las subjetividades políticas en esta era de liderazgos ultra y explotación deliberada de las emociones, sino que también ensaya un gesto de relectura. Vuelve sobre lo vivido —el malestar, la rabia, la ilusión, la tristeza— no para clausurarlo, sino para re-sentirlo. Para permitir que ese sentir, cruzado por otros lenguajes y otros prismas de análisis, hable en un nuevo registro. Intenta atisbar un mundo que sabemos allí afuera, al que tenemos que mirar con paciencia persistente para lograr despejar, aunque sea un poco, la bruma de la época.

    No es lo mismo hablar de afectos que de emociones. Esa distinción, que puede parecer técnica o filosófica, tiene consecuencias políticas concretas. Los afectos, como propone entenderlos Brian Massumi, son intensidades que atraviesan el cuerpo antes de que puedan ser codificadas por el lenguaje. Son fuerzas preindividuales, precognitivas, que no están aún atrapadas en la gramática del yo.

    No es lo mismo hablar de afectos que de emociones. Esa distinción, que puede parecer técnica o filosófica, tiene consecuencias políticas concretas.

    Corresponden a eso intuitivo, prepersonal, que podrían ser los instintos básicos biológicos, una especie de carga genética que nos lleva a reaccionar de tal o cual modo ante ciertas situaciones, personas, detalles. Las emociones, en cambio, son ya interpretaciones, formas sedimentadas del sentir, organizadas por el lenguaje, los rituales, las normas.

    Son, como diría Sara Ahmed, tecnologías sociales que distribuyen lo sensible: quién puede enojarse, quién puede tener miedo, quién aborrece a qué, qué cuerpos generan empatía y cuáles rechazo.

    En esa operación se construyen regímenes emocionales: configuraciones históricas de lo que es esperable sentir, de cómo debe circular el afecto en una sociedad. Ahmed señala que las emociones no son privadas ni interiores: se pegan a los cuerpos, se contagian, organizan el mundo. Una política de la emoción no actúa solo sobre las conciencias, sino sobre las reacciones, los reflejos, las memorias corporales. Es por eso que lo que François Dubet llama pasiones tristes —resentimiento, hartazgo, desconfianza— no son simples síntomas del malestar social, sino estructuras emocionales que el sistema necesita para funcionar. Emociones que nos sujetan, que nos atan a lo que detestamos, que nos vuelven cómplices de lo que nos daña.

    Laurent Berlant retoma esta idea desde otra perspectiva y propone el concepto de “optimismo cruel”: vínculos afectivos con objetos o promesas que ya no funcionan, pero a los que seguimos aferrados porque nos ofrecen un sentido de continuidad. La familia, el trabajo, la nación, el futuro.

    Incluso la esperanza. En ese marco, el afecto no es solo lo que sentimos, sino también lo que nos mantiene ligados a formas de vida agotadas.

    Vivimos entre la exaltación del yo y su agotamiento. En un tiempo que aplaude la singularidad mientras impone métricas, que vende autonomía mientras nos obliga a volver algorítmica la emoción. Las subjetividades que habitan este presente no están simplemente agotadas: están atrapadas en una coreografía de rendimientos, precariedades maquilladas de libertad y pasiones que deben parecer gestionadas, jamás desbordadas. Nadie se muestra frágil. Nadie está fuera de control, excepto que lo esté registrando para su transmisión en vivo. Nadie fracasa a menos que pueda convertir el fracaso en contenido exitoso. Las emociones se ordenan como una paleta de productividad: entusiasmo, resiliencia —otra palabra que llegó a su límite de sentido—, mindfulness. Hasta la tristeza se vuelve storytelling si es rentable.

    Las subjetividades que habitan este presente no están simplemente agotadas: están atrapadas en una coreografía de rendimientos, precariedades maquilladas de libertad y pasiones que deben parecer gestionadas, jamás desbordadas. Nadie se muestra frágil.

    No hace falta volver al monasterio para entender cómo se domestican los afectos. El capitalismo contemporáneo ha desplazado la culpa religiosa hacia la autoexplotación emocional. Ya no hay cielo que alcanzar, pero sí versiones de uno mismo que deben mejorar constantemente. En “¡Vos podés!: economía de la insatisfacción permanente”, Paula Sibilia describe este deslizamiento como una mutación del ideal puritano: del sacrificio silencioso al espectáculo del bienestar. Una moralidad hipócrita ha sido reemplazada por una sinceridad obligatoria. Decir “estoy cansado” no es un acto de vulnerabilidad, sino una consigna que debe traducirse en acción, en reinvención, en un compromiso de mejora constante.

    Pero este régimen emocional no opera solo sobre los cuerpos individuales. Como señala Moira érez en “Afectos punitivos”, hay una gramática afectiva que organiza la legitimidad de lo que se puede sentir. Una política del mérito que autoriza ciertos sentimientos a unos y los niega a otros.

    En esa distribución desigual, el afecto se vuelve también dispositivo de poder. Los que transgreden no deben ser comprendidos. La empatía está vigilada. El castigo, legitimado. El que las hace las paga, y los que las pagan no tienen derecho a odiar (solo a ser odiados). La emocionalidad, administrada por un régimen moral que se disfraza de sentido común.

    Mariana Luzzi y María Soledad Sánchez observan con precisión en “¿Todos quieren ser millonarios?” cómo ciertas palabras clave del presente —autonomía, libertad, flexibilidad— se han convertido en máscaras elegantes de una precariedad estructural. Es una sensibilidad que transforma la falta en virtud: se celebra la independencia mientras se sufre la soledad, se elogia la autogestión mientras se fracasa sin red, se naturaliza la incertidumbre mientras se improvisa la existencia con aplicaciones de reparto, billeteras virtuales y cuentas en redes sociales. La plataformización del trabajo encarna esa sensibilidad: “ser tu propio jefe” como forma de evitar nombrar al nuevo patrón algorítmico. El abandono por repulsión de un fordismo ya imposible. Libertad para elegir horarios, sí, pero también para no tener descanso, para trabajar sin contrato, sin seguro, sin cesar. En este contexto, el lenguaje financiero se vuelve lenguaje emocional. Las apps enseñan a invertir mientras prometen calma. El algoritmo sugiere: diversificá tu CV, tu universo, tus pasiones, tus vínculos, tus deseos. El horizonte de sentido ya no es la comunidad, sino la subsistencia personalizada.

    En el texto que cierra esta compilación, Micaela Cuesta completa la disección de la subjetividad de estos tiempos con un bisturí afilado por Max Weber: este nuevo espíritu del capitalismo digital recicla el moralismo protestante, ya no con la figura de Dios, sino con la de la autodeterminación. Si no prosperás, es porque no elegiste bien. Si sufrís, es porque no supiste gestionar tu tiempo. El autor de “(No) hay alternativa”, Luis Ignacio García, nombra este clima como “agobio cínico”. Una saturación afectiva que paraliza, una sobrecarga de estímulos contradictorios que no permite elaborar ni transformar. 

    El cinismo, entonces, no es solo defensa: es sistema. Como ha mostrado Alejandro Grimson en Paisajes emocionales de las ultraderechas masivas, la sensibilidad política contemporánea no puede entenderse sin los desplazamientos del sentir colectivo. Antes que los discursos, son las emociones las que anticipan los giros del poder, moldeando la gramática íntima de lo político. Lo que García describe es más que una coyuntura política: es un clima afectivo que se ha vuelto paisaje. Un encierro en la hiperestimulación que convierte el futuro en amenaza, el presente en aceleración y el afecto en residuo de mercado. Una civilización que corre sin moverse y que exige sonreír mientras arde. Un neoliberalismo zombi, sin proyecto y sin alma, que sigue administrando el tiempo, los cuerpos y el lenguaje como si la falta de horizonte fuera su programa. Mark Fisher —tan revisitado en estos tiempos— lo habría leído como el triunfo de lo que llamó “impotencia reflexiva”: ya no imaginamos otra cosa. 

    Es un clima afectivo que se ha vuelto paisaje. Un encierro en la hiperestimulación que convierte el futuro en amenaza, el presente en aceleración y el afecto en residuo de mercado. Una civilización que corre sin moverse y que exige sonreír mientras arde.

    Bifo Berardi añadiría que tampoco la deseamos, que hay un “colapso del deseo”. Berlant diría que seguimos aferrados a lo que nos daña porque nos enseñaron a no esperar nada mejor. En ese territorio, la furia existe, pero se dispersa. La rebeldía se desarma en estallidos que no se organizan. La resignación no inmoviliza del todo: habilita una sobrevida irónica, agotada, que se representa a sí misma como si fuera resistencia. Lo siniestro —como advierte García— es que esta “solución de compromiso” entre esperanza rota, odio útil y deseo colapsado es exactamente el combustible que la ultraderecha supo convertir en poder electoral. 

    Lo más inquietante no es el daño, sino el afecto que lo sostiene. Y en ese espejo roto asoma la pregunta que García deja encendida: ¿cómo se sale del círculo de rebeldía y resignación en el que nos han paralizado las nuevas derechas? Tal vez no sea cuestión de inventar una nueva épica, sino de volver a una pregunta que olvidamos: ¿qué queremos desear ahora?

    Javier Milei no gobierna con verdades: gobierna con ficciones. Lo que sus seguidores abrazan no es solo un programa: es un régimen afectivo. Sebastián Carassai lo señala con precisión en “La lengua libertaria, eco de una nueva sensibilidad política”: el mileísmo es el punto de encuentro entre dos sentimientos opuestos —nada puede cambiar, nada puede seguir igual— y esa tensión genera una “solución de compromiso enloquecedora”. La ultraderecha ha logrado apropiarse de ese desgarramiento afectivo, construyendo una promesa emocional allí donde otros solo ofrecían datos, razones, estadísticas o tecnocracia; o lo que es peor: una narrativa, como si la sola existencia de relato garantizara la transformación antes que consolidarla y volverla conservadora. Milei no gobierna desde la razón ilustrada, sino desde una sensibilidad contradictoria que, aunque a veces resulte inaceptable según las coordenadas de “nuestro mundo”, es necesario comprender en su fuerza esencial: la de una ilusión que adquiere una materialidad política imposible de ridiculizar sin consecuencias. Aquí, una de las trampas: si el progresismo desprecia la ilusión de los otros, si se regodea en desenmascarar el hechizo ajeno sin atender al propio desencanto, pierde. No alcanza con refutar. No basta con denunciar el error o el engaño.

    Hay que imaginar una nueva ilusión colectiva. Pero también eso se ha vuelto problemático. ¿Puede la imaginación transformarse en un imperativo político? ¿Podemos exigirnos imaginar cuando el presente nos agota, nos seca, nos vuelve irónicos, cínicos, expertos en sobrevivir sin esperanza? ¿Puede ser la imaginación un deber? ¿No traiciona el imperativo la propia lógica de su posible existencia quitándole todo misterio al acto de crear?

    Hernán Borisonik lo sugiere con lucidez en “Contra la desimaginación: hacia una erótica del futuro”: la política contemporánea no fracasa por falta de argumentos, sino por falta de erotismo del porvenir. Observa que el porvenir no ha sido abolido, sino modulado por las lógicas del algoritmo. Ya no se trata de una promesa común, ni de un relato compartido.

    Lo que aparece es una proliferación de microfuturos: breves, predecibles, adaptados al comportamiento de cada quien. No hay proyecto, hay predicción. Ya no se trata de desear lo imposible, sino de optimizar la expectativa. Como advertía Fisher: la cancelación del futuro no llega con su desaparición, sino con su normalización. El drama ya no es la ausencia de un horizonte, sino su estandarización: un menú de caminos repetidos, todos disponibles, todos iguales. Lo más trágico no es que no podamos cambiar el mundo: es que dejamos de necesitar cambiarlo. La política se torna administración de estímulos. Y la tristeza se convierte en un tono de fondo: ni duelo ni revuelta, apenas un murmullo que acompaña el rendimiento.

    Entonces, ya no se trata solo de tener razón. Se trata de conmover, de producir un temblor, de invitar a una escena sensible del futuro. Se trata, quizás, de producir eso que es difícil de definir pero existe: el tremor interno e involuntario en un lugar escondido del cuerpo. El progresismo que no erotiza el mañana está condenado a quedarse en la queja.

    Ya no se trata solo de tener razón. Se trata de conmover, de producir un temblor, de invitar a una escena sensible del futuro.

    Crear regímenes de ilusión alternativos no implica mentir, sino producir afectos nuevos para habitar lo que vendrá. Y eso exige arte, lenguaje, cuerpos, sensibilidad. Una gramática nueva de lo verosímil como invención política. Esto no implica posicionarse en la cómoda y refractaria vereda de los que desprecian el progresismo per se, seguros de que el tono de época los aplaude porque la vara de la crítica esta baja; como todo, en nuestra flaca conversación política se lo denigra en pos de un supuesto neoprogresimo. Este, otra vez iluminado, vendría a ser uno con el dedo en alto, cual dicroica dirigida en un cuarto blanco. Aquí, además de ofrecer un diagnóstico, una lectura de este tiempo, buscamos otras formas de iluminar el porvenir.

    Antes de que el presente se volviera domesticación del futuro, hubo un momento de oscuridad en el que aprender a ver fue también aprender a esperar.

    Rossana Reguillo lo recuerda y propone aprender a “atravesar la noche a la luz de una luciérnaga”. Insistir con la propia presencia cuando la niebla es espesa, persistir como cuerpo visible cuando el sistema produce distracción, cinismo o desvío. Esa imagen —aunque algunos puedan leerla como optimismo desembozado— guarda aún hoy una potencia: iluminar no como acto espectacular, sino como forma de interrumpir la normalidad opaca. Una conversación que enciende. Una mirada que corta el flujo. Un gesto menor que rompe la administración de los afectos. Quizás haya algo en esa insistencia corporal, en ese estar aunque no se vea, que explique también la vibración secreta de este libro.

    Porque si el afecto puede ser captura, también puede ser fuga. Las filosofías del proceso —como la de Deleuze— nos ofrecen esa vía del pensamiento. El afecto, antes que estado, es variación. Movimiento. Umbral. Acontecimiento. Lo que ocurre entre los cuerpos antes de que sepamos qué es. Esa visión nos libera de la trampa del yo como centro y del lenguaje como cárcel. Nos permite pensar el afecto como potencia, como lo que todavía no ha sido fijado por el orden. De pronto, si profundizamos hacia lo filosófico se produce una grieta interesante en la trampa a la que estamos sometidos, una fuga que este libro intenta mirar.

    Una afectividad crítica, como la que proponemos aquí debe ser capaz de abrir grietas, de ensayar otros modos de estar afectados. 

    Argentina (re)sentida trabaja como una suerte de pedagogía sensible: no pretende enseñar desde la certeza, sino desde el temblor compartido. Una invitación a re-sentir sin repetir. A volver a mirar con otros ojos, a desobedecer la gramática emocional heredada sin negar lo vivido. Se trata, en ese sentido, de ensayar otros modos de estar afectados. No para abolir la tristeza o el dolor, sino para alojarlos sin repetir la captura. Para habitar lo que vibra antes de volverse mandato. Ese intersticio, ese antes microcelular, existe.

    Una forma que proponemos aquí de mirar el futuro dialoga con la propuesta de Rossi Braidotti: abandonar esa concepción del sujeto individualizado y restaurar una ética de la interdependencia: cuerpos en relación, afectos compartidos, precariedades reconocidas. No se trata de volver al trabajo protegido ni de romantizar el caos, sino de construir formas de vida que no se definan por la marca personal sí por el lazo que resiste a ser monetizado.

    Los objetivos de vida —tener una casa, irse de vacaciones, no morir de hambre— no han desaparecido. Pero los caminos que se prometen para alcanzarlos se han vuelto tan delirantes como crueles. Lo que este libro propone es desmontar la trampa: analizar el presente con sus contradicciones, con sus zonas grises, con el deseo todavía latente de vivir sin que el algoritmo dicte el ritmo ni la moral nos imponga la culpa. De los diagnósticos implacables a lo posible más allá del fracaso, sería su point.

    Esa fragilidad deseante, esa mínima experiencia de plenitud no administrada, puede ser el inicio de otra temporalidad. No una épica, sino una grieta. No un sistema, sino un instante.

    Sobre el final, Micaela Cuesta propone, en este clima de extenuación administrada, “La felicidad  pesar de todo”. Una figura que proviene más de la filosofía que de la sociología, su metier, pero una figura radical: la felicidad como interrupción. No un objetivo a alcanzar. No un estado permanente, mucho menos una promesa de mercado. Una felicidad que aparece como desvío, como ráfaga, como síntoma de que algo —por breve que sea— se salió del guion. Esa felicidad sin indicador ni moral de rendimiento vibra como el reverso de la lógica del sacrificio que organiza nuestras vidas. No se produce, no se gestiona: ocurre. Y cuando ocurre, interrumpe lo fatal del adormecimiento generalizado.

    El neoliberalismo sacrificial organiza las emociones de un modo que justifica la desigualdad o impone un cinismo resignado. También administra el tiempo. Borra el futuro como horizonte compartido y lo reemplaza por ciclos de ansiedad, de rendimiento, de urgencia sin relato. Pero mientras haya experiencias de felicidad —aunque no duren, aunque no rindan, aunque no se vendan— habrá pulsión utópica. No se trata de prometer un mañana, sino de sentir que aún podría haber uno.

    Esa sospecha, esa fragilidad deseante, esa mínima experiencia de plenitud no administrada, puede ser el inicio de otra temporalidad. No una épica, sino una grieta. No un sistema, sino un instante. Y a veces, con eso alcanza.

    Tal vez esa sea la forma más honesta de persistir: no negar la bruma. No hacer de ella una metáfora del vacío, sino del umbral. Porque en esa niebla que se posa sobre lo visible —como una promesa sin garantías, como una presencia aún sin forma— late todavía el futuro. Un futuro que no se alumbra con certezas ni programas, sino con sensibilidad compartida, con imaginación persistente, con afectos que no se resignan a ser gestionados.

    La niebla no niega la existencia de un mundo. Solo la posterga. Exige tiempo. Exige compañía. Exige una mirada capaz de sostener la espera sin cinismo, sin anestesia. Este libro no despeja el horizonte, pero señala que debe haber alguno. Lo apunta con palabras, con preguntas. Lo ilumina a la manera de las luciérnagas: por instantes, con delicadeza, sin espectáculo. Y en esa intermitencia quizá se aloje la promesa de lo que aún no sabemos decir, pero ya empezamos a sentir juntos. Eso hace Argentina (re)sentida: no despeja la niebla, pero la habita. La re-significa. La atraviesa con ideas que vibran en medio de la opacidad. No para disiparla del todo, sino para encontrar ahí —en su espesura— una forma posible de futuro junto a otros. 

    La entrada Argentina (re)sentida se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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  • Karina tantea una tregua con Santiago y le marca un límite a los Menem y Adorni

     

    Karina Milei tantea una tregua con Santiago Caputo y le marca un límite a los Menem y Manuel Adorni, que buscaban copar las áreas del gobierno que están en manos del asesor.

    Luego de sobregirarse en las primeras horas como jefe de Gabinete, un ímpetu que no estaba del todo conversado con Karina, Adorni tuvo que pedir ayuda para saber cómo funciona la estructura gigante que heredó de Guillermo Francos, a la que le sumó algunas dependencias.

    También tuvo que preguntar cómo aceitar el vínculo con gobernadores, una tarea que le fue ajena en los primeros dos años de mandato de Milei. Para eso convocó al propio Santiago y a María Ibarzábal, la secretaria Legal y Técnica que responde al asesor.

    Karina quiere que Milei la elija sucesora como hizo Néstor con Cristina 

    Los tropiezos de los primeros días del jefe de Gabinete, en los que cometió la torpeza de filtrar que iba a auditar la gestión de los ministros y se los puso en contra, obligaron a Adorni a admitirle a Karina que convenía estar en buenos términos con Santiago, a lo que la hermana del presidente accedió. 

    La llegada de Cristina Auguarda a la Side fue celebrada en Las Fuerzas del Cielo, que interpretaron el gesto de Karina como un freno a los Menem.

    La idea no es compartida por Lule Menem, que quiere ir por Caputo, pero igualmente tuvo que acatar la orden de la líder del partido. Karina quiere evitar explosiones al menos hasta marzo, cuando en el gobierno esperan tener aprobado el Presupuesto y las reformas que enviarán al Congreso para tratar en extraordinarias.

    El asesor presidencial, Santiago Caputo.

    La tregua adquirió estado público en las últimas horas, cuando Karina permitió que Santiago eligiera al reemplazante de Sergio Neiffert en la SIDE. Neiffert había llegado a la secretaría de inteligencia por obra del propio Caputo, pero luego de las elecciones quiso pegar el salto al karinismo y quedó enganchado en el alambrado.

    Echaron a Neiffert y Santiago Caputo puso al nuevo jefe de la Side

    La llegada de Cristina Auguarda a la Side fue celebrada en Las Fuerzas del Cielo, que interpretaron el gesto de Karina como un freno a los Menem.

    El propio Milei pidió que Agustín Romo continuara como jefe del bloque libertario en la Cámara de Diputados bonaerense. 

    Para continuar en la senda de la armonía, el propio Milei pidió que Agustín Romo continuara como jefe del bloque libertario en la Cámara de Diputados bonaerense. De ese modo se confirmó también la paz temporal con Sebastián Pareja, que mantuvo una serie de encuentros con Romo luego de semanas en las que parecía inevitable que lo corriera de la jefatura del bloque y hasta avanzaron en posibles acuerdos territoriales a futuro.

    Sebastián Pareja, asumió este miércoles como diputado nacional.

    Si bien el leit motiv de la tregua es que ningún sector buscará tomar las posiciones del otro bando, como quedó confirmado con el recambio en la SIDE, Karina empezó a tomar contacto a con el mundo de la Justicia, un área en la que tenía ascendencia sólo Caputo por medio de Sebastián Amerio. 

    LPO anticipó que Karina quiere quedarse con la interlocuración con el mundo judicial, acaso preocupada por las causas de las coimas de la Andis y de la criptoestafa Libra, que la ubican en un lugar central. El apoderado de La Libertad Avanza es Santiago Viola, un abogado penalista al que la hermana presidencial está promoviendo como interlocutor con la Justicia.

     

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