BRISA LITERARIA X 3
Les presentamos textos que han sido partícipes de otras ediciones de BRISA LITERARIA, un evento ARTÍSTICO que lleva ya 8 años consecutivos realizándose en la #ESRN11 a cargo de la docente Mary Ayala.
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COCO METÁLICO
Brillante mente, brilla como una manzana recién madurada y de grandes entradas como los anchos y largos caminos del campo. El señor Coco metálico, angustiado y nervioso, se bate en su propia crema de torta al ser refutado fácilmente por sus coquitos.
A veces, la verdad duele como la sal en la herida y, al señor Coco metálico, le han vertido toneladas de sal en su llaga con baldes de gran capacidad. Con un sabor amargo en la boca prende la TV y se llena de mentiras, del mismo modo viendo medios de comunicación decepcionantes.
Por las noches, a escondidas, come mucho y se acuesta tarde… solo para empezar otro día más.
TORRES, Fernán. Alumno
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EL MATA SIETE
Las historias, ciertas o falsas, de un personaje “histórico”, quien vive en el mundo del boxeo y llaman la atención del barrio. Nadie sabe si los rumores sobre este hombre son ciertos o no, solo él lo sabe, pero es un tanto complicado conocer la verdad…
Algunos dicen que era un boxeador de primera, quien ganó por knock out siete peleas seguidas, siempre en el primer round, de ahí viene el apodo. Otros dicen lo contrario, que perdió siete peleas seguidas y quedó medio loco, por eso durante las noches se lo ve peleando y hablando solo por las calles.
La juventud del barrio escucha estas historias, pero la verdad no sabe si son ciertas o no, si son simples rumores, historias, que tal vez solo los viejos conozcan…
Lo cierto es que este hombre sí quedó loco por el boxeo. Dicen que perdió una sola pelea en su vida, la de caer en el vicio del alcohol y arruinar su vida. Supongo que esta versión es la más cierta, el efecto del alcohol y los golpes recibidos por el boxeo lo dejaron un poco loco y perdido.
Él cuenta que mató a siete gigantes ¡Ja, ja, ja! Vaya a saber uno si es cierto…
Lucas Carrasco. Alumno
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DISCURRIR
Llueve. El agua irriga el monte del valle frutal. Brotan de entre la tierra los surcos forjados por el agua. Sentado en el sillón, mira hacia la ventana donde se reflejan las gotas que caen lentamente como acompañando el ritmo de su pensar. Festeja el caudal que nutrirá la tierra, tierra que siente propia debido al incansable trabajo dedicado en todos estos años. Años que no vienen solos, arrastran con ellos los pesares y las alegrías vividas. Lo atrapa de repente el sonido monótono de las gotas que golpean contra el suelo y pocos segundos después cierra sus ojos. Despierta, se reincorpora con lentitud; el sillón se convirtió en su trono, más bien un compañero inseparable. -Sí, está lloviendo. Percibió el olor a humedad en el ambiente. Cree que es hora de pararse un momento y correr las cortinas. -Desde acá, justo acá, este era el lugar desde donde me veían llegar los pibes, piensa.
Alto, corpulento, descendía del colectivo en la esquina de la casa. Siempre con la bolsita de manzanas a veces rojas, otras verdes, dependiendo del cuadro que fuera raleado esa mañana. Su rostro colorado, las mejillas resquebrajadas, el aire y el sol dejaban así sus huellas. Trabajador incansable.
Suena el timbre, es la mujer que lo cuida. A paso lento se dirige a abrirle. -Ya creía que era la hora. Siente hambre. Ella prepara su leche y lo llama a la mesa. Mientras merienda sin entablar conversación, el olor a pan tostado lo lleva a las mañanas de invierno. Muy temprano, casi de madrugada, se alistaba para partir, pero antes tendía el mantel sobre la mesa, preparaba las tasas de leche y las galletas. Luego llamaba a los chicos que debían ir a la escuela.
Está animado, poco a poco surgen los recuerdos, imágenes que relucen en su memoria ofuscada. Aislado, retraído, con su mirada fija en un punto difícil de identificar al ojo ajeno, así se lo ve. Por momentos brotan los recuerdos, es cuando parece sentirse vivo. Siente que su cerebro se reactiva, la sensación se asemeja a la de una gota de agua fresca sobre suelo árido. Aunque solo por un instante, ya que pronto vuelve a la quietud a la que acostumbra.
Hace un tiempo atrás fue autor de complicados y repetidos episodios. Ciertas confusiones dejaban entrever, en principio, un desorden temporal respecto a su memoria.
Contaba episodios de su niñez que nunca había contado, cosa que llamaba la atención. Luego descontextualizaba sus conversaciones, y así, poco a poco, fueron apareciendo indicios de un desorden cronológico. Hablaba de cosas, sucesos, experiencias que nunca antes había contado. Parecía raro. Cuando conversaba no seguía el hilo en el diálogo con su interlocutor. De repente, asustaba. Olvidaba lo que se le pedía o decía. Un día se cayó, no recordó ni cómo ni por qué. –Obviamente estamos frente a los efectos de una mala irrigación, acusó el doctor.
Con el tiempo todo empeoró, se desconocía. Sólo por momentos lograba estar presente en tiempo y forma. Por momentos agresivo, acusando a cualquiera que estuviese a su alrededor de vaya a saber qué. Participó de algunos episodios que rozaban la locura, que respondían a un desorden psíquico, según los especialistas.
Por último su tratamiento médico. A partir de aquí se volvió, con ayuda farmacológica, quieto, previsible para su entorno. Ya muy mayor y en soledad. La cotidianeidad se volvió rutinaria.
Hoy reposa tranquilo en su sillón, como agua estancada antes de que abran las compuertas.
Llega la noche. La lluvia cesa. El silencio se profundiza. La soledad ronda la habitación y poco a poco como si fuera en un sueño vuelve a ver la tierra que un día vio. Percibe el olor a cultivo, a humedad. Por fin descansa, ahora para siempre, en una realidad, tal vez, sin pasado ni presente.
R.A.P