La vida eterna aparece como una alternativa a los límites que impone la muerte. Desde las religiones a la ciencia, lo eterno se eleva por los aires de lo posible. Sin embargo, lo posible esconde paradojas de intrincada resolución. Por otro lado, el choque entre la cultura pre-digital y pos-digital nos plantea nuevos desafíos en relación a la manera de vincularnos. Vivimos casi el doble de tiempo que hace cien años; con ello, van aparejado el aumento de las enfermedades crónicas y la disminución o extinción de otros padecimientos. De todas formas, la estadística muestra que Europa, América del norte y Oceanía son las más beneficiadas, no así Asia y África. La expectativa de vida habla de lo que se espera (cantidad) que uno viva, pero no necesariamente de cómo iré a vivir (calidad). La ciencia propone modelos alternativos de vida saludable basada en el cuidado del físico, mejores opciones terapéuticas, e, inclusive, la congelación de cuerpos y cabezas para un futuro con mayores posibilidades… En tanto que, las religiones presuponen un cuidado espiritual sobre preceptos morales que prometerían la eternidad. Las paradojas emergen desde las profundidades de la cultura digital. Según el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el enjambre digital nos propone una sociedad de la transparencia, en donde encontramos individuos aislados, o sea, personas expuestas en su intimidad. Esto conduce a minar el respeto y la elaboración de la confianza, siendo que la intimidad se expone en un anonimato o simulacro repleto de bits. De aquí surgen preguntas como: ¿para qué quisiéramos vivir más tiempo si no hay un nosotros real que nos contenga?, ¿se concreta el deseo de la eternidad con nuestra vida virtual?,¿cómo haremos para revalorizar nuestros padres y abuelos si dedicamos nuestra vidas a permanecer en una nube de virtualidad? ¿Será que necesitamos de la eternidad imaginaria o esperanzadora para lidiar con las paradojas de la realidad? ¿Huimos de la angustia a través de la religión, la ciencia, y lo digital? ¿Podremos afrontar los malestares que nos aquejan a través del respeto, la comprensión y el acompañamiento? O, ¿estamos condenados a la exclusión social y el olvido una vez que el tiempo pase?
II
Lo paradójico implica lo contrario al sentido común, a la opinión o a la lógica. En la primera parte nos adentramos a fenómenos sociales como: el aislamiento del individuo dentro de la multitud virtual y social, a la posible muerte de la muerte dado por la ciencia y la religión (incluso por lo virtual), a las consecuencias paradojales del aumento de expectativa de vida que, implicarían una mayor cantidad de tiempo pero no necesariamente una mejor calidad. Lo eterno se vincula con el termino infinito, y esto nos lleva hacia antinomias como: finitamente eterno o infinito transitorio. Tanto la ciencia como la religión no han parado de promocionar a la eternidad. Jorge L. Borges se preguntaba en «Historia de la eternidad»: «¿Cómo pude no sentir que la eternidad, anhelada con amor por tantos poetas, es un artificio espléndido que nos libra, siquiera de manera fugaz, de la intolerable opresión de lo sucesivo?». Ante los repentinos o persistentes agobios a los cuales estamos expuestos, la eternidad surge como una abstracción y una aparente esperanza, tal cual señalaba Borges. Dicha eternidad podría ser una suculenta carnada para doctrinas absolutistas, así como también una serie de atolladeros matemáticos y filosóficos que promoverían la reflexión. Ahora, cuando analizamos nuestra subjetividad, las paradojas también nos constituyen, y son esos remolinos de contradicción donde se vislumbran las tristezas alegres o las razones delirantes. Fue precisamente Freud que nos condujo hacia la atemporalidad del inconsciente, en un presente continuo (¿eterno?) que, aproxima de manera asombrosa al pasado con el presente y el futuro. Lo traumático del pasado actualizado en el presente y repetido en el futuro. Las ilusiones de lo eterno se desglosan en el más allá de la vida y en el más acá de los sufrimientos y la muerte. ¿Cómo lidiar con las pérdidas de seres queridos cuando siguen presentes en nuestra mente? ¿Cómo reelaborar un hecho pernicioso en la continuidad de lo transitorio? Interrogantes paradojales que abren circuitos de sentimientos, sentimientos haciendo ecos sobre las fronteras de la piel y la incomprensión. Cuando depositamos nuestra memoria en los artefactos tecnológicos, parte de nosotros se nos va, quitándonos la posibilidad de repensar cuestiones que nos afectan o afectaron. El «olvido del recuerdo», generalmente, pone en marcha mecanismos de defensa que nos llevan a repetir patrones simbólicos, emocionales, o habituales. La representación en la era del enjambre virtual se opaca por ese presente puro y perpetuo. El nombre es substituido por la despersonalización narcisista, perdiéndose en la bruma de la mensajería instantánea. Reconectarnos como sujetos, congregarnos en encuentros personales de escucha, diálogo, y empatía: siembra las bases para repensarnos en esa sucesión de cambios, ya sin promesas de eternidad…
III
Tanto en Psicología como en Filosofía, el fenómeno de la auto-referencia expresa la situación en donde la persona habla de sí misma. En paralelo, la paradoja oculta una auto-referencia que traza un círculo sobre la eternidad. Por ende, surge la pregunta: ¿Cuál es el continente y el contenido de la eternidad? ¿Será que el contenido está en todas partes y el continente en ninguno? O la inversa, ¿será que el continente está en todas partes y el contenido en ninguno? Por otro lado, cabría la hipótesis de múltiples eternidades conviviendo en una comunidad espacio-temporal, y no así una única eternidad que hablaría siempre de sí misma… Haremos un salto cuántico, tal cual un electrón, para dirigirnos al empuje hacia el suelo del bit. El enjambre digital se introduce en la teoría de la relatividad, planteando un cambio geométrico en cómo disponemos nuestras cabezas. La respuesta es obvia: hacia abajo. El surgimiento del celular es una prueba de ello. Ya no tenemos tiempo para contemplar la fantástica magnificencia de las estrellas, porque nos pensamos muy pequeños. En cambio, mirando para abajo, podemos ver nuestras sombras, nuestros perfiles virtuales, y nuestros mensajes, siendo todo esto: el promontorio de los espejos en donde nos reflejamos. Una vuelta de tuerca digital hacia la eterna auto-referencia. La sociedad del espectáculo y del escándalo refuerza la auto-referencia. Mientras más escandaloso, la curvatura del espacio se pliega y caemos en un hipnotismo desaforado de estupidez. Para finalizar, haré una salvedad auto-referente, y, comentarles un inquietante sueño que tuve. El sueño comenzó en el patio de mi casa, las secas hojas esparcidas conformaban un pálido colchón amarillento. Se me estaba haciendo tarde para ir a trabajar al hospital. Kiva, mi querido perro, sale rápidamente al patio tambaleando, y medio dormido. Entre tanto, lo gris del cielo me llama la atención, todavía ni de noche ni de día. Siento un repiqueteo líquido sobre las hojas, observo y lo veo a Kiva orinando sobre el colchón de hojas. De repente, oigo un ruido seco y estruendoso que parece venir del techo. Al instante siguiente, escucho otro ruido pero ya más cerca. Vuelvo a mirar hacia el cielo y una lluvia seca de celulares se aproxima. No paran de estrellarse contra el piso. Aquí hay un lapso, o un recorte de escenas, y de mi posición en el patio, cambio bruscamente, y estoy trabajando como enfermero en el hospital. Sin embargo, en las camas no hay personas, ¡hay celulares dañados! Tengo que hacerle un suero endovenoso a uno ellos, parece joven y de la más fina tecnología. El joven celular me habla y dice ofuscado: ¡No me gustan las agujas! Es ahí que despierto desconcertado.
IV
La verdad se pone en juego cuando hablamos de paradoja. Ahora, ¿desde dónde nos posicionamos para hablar de verdad? De ahí que, las diferentes verdades circulan por los diversos espacios del conocimiento. Entonces, si pretendemos ubicar a la eternidad en un sitio o momento determinado, tendremos que servirnos de la topología para intentarlo. Y a la topología, digamos que, no le interesan las dicotomías como blanco y negro, finito e infinito, bueno o malo, lindo o feo, sino más bien las disposiciones, o los lugares que forman una figura geométrica. Lacan intentó salir de la dicotomía freudiana de conciencia e inconsciencia, y utilizó la banda de Moebius para esquematizar un entrecruzamiento, en donde el afuera y el adentro serían la misma cosa, y que, en realidad, se sobrepondrían. El inconsciente ya no sería el sótano donde están guardados los actos fallidos y los sueños, sino que habría una continuidad… Esto fue intuido previamente por Freud con los sueños diurnos. La cháchara hace parte de la palabra vacía, en tanto que la metáfora y la metonimia configuran la palabra plena. Identificar a la palabra plena es una tarea ardua, ya que no necesariamente está revestida por una verdad universal, sino que tiene que ver con la historia del sujeto, o su propia singularidad. Ahora, cuando queremos hablar de la singularidad de la eternidad, un terreno pantanoso y tupido aparece sin avisar. La eternidad está ligada a una generalidad espacio-temporal, aunque posee una singularidad de identidad que la define. ¿La eternidad es una palabra tan llena que nos vacía de sentido? ¿O es una palabra vacía que nos llena de sentido? El enjambre digital se transforma en un espejo en donde también encontramos a otros, pero entre los otros y nosotros hay una fisura. Esto genera una escisión entre una virtualidad mental de imágenes, sensaciones y recuerdos que procuran reconocimiento, y una realidad que nos puede retribuir o no. Sin embargo, lo «externo» de esa realidad se ha convertido en una proyección de nuestra virtualidad interna, planteando una interconexión en donde el afuera y el adentro serían la misma cosa, tal cual la Banda de Moebius antes mencionada. En consecuencia, en nuestra contemporaneidad brotan polarizaciones que oscilan entre el fanatismo de sí mismo, escenificado por Narciso que es atraído como un imán por su imagen hasta morir; y el fanatismo por el Otro que nos pierde en una atroz dualidad de idealización, lo cual puede inducir a una ceguera amorosa o a un odio intenso. Este fanatismo por el Otro se desprende porque para el sujeto, ese Otro representa el yo-ideal, ese que quisiera ser pero no lo consigue.
V
¿Cuáles son los límites de la eternidad? Está claro que no es tan claro dar una respuesta. Es más, pareciera que la eternidad no tuviera límites. El tríptico religión-ciencia-virtualidad nos ubica en un plano análogo. Es así que: la religión transgrede los límites de la vida y de la muerte, prometiéndonos la salvación; en tanto que, la ciencia nos proyecta hacia la superación de las limitaciones corporales, creando así una tecnósfera de esperanzas basada en el auto-cuidado y las tecnologías de la cura y la prolongación de la vida; por último, la virtualidad nos lanza hacia un espacio-movimiento que trasciende las fronteras de las naciones, la comunicación y las posibilidades del sujeto… Si antes habíamos utilizado la cinta o banda Moebius para esquematizar las des-diferenciación entre el adentro y el afuera, en ese eslabonamiento de continuidad entre lo interior y lo exterior. Ahora, recurrimos al móvil perpetuo, o sea, a un objeto imposible que, en contra de las leyes de la física (segunda ley de la termodinámica), podría funcionar perpetuamente a partir de un sistema energético interior, sin necesidad de recurrir al exterior. Lo contrario a lo que sucede con este objeto imposible, sucede con los organismos vivientes, o sea el objeto imposible no depende del exterior, en tanto que, los organismos vivientes si lo hacen por medio de un intercambio constante entre el adentro y el afuera. La muerte es la ausencia de intercambio, ya sin interior o exterior que proporcione una activa continuidad y retroalimentación. Los grandes inventos del TBO eran una parodia de estos objetos imposibles, dicha parodia se publicaba en una revista de historietas española (TBO), de ésta surgieron objetos como: el dispositivo anti-cabello en la sopa, el procedimiento para descargar mercancías con jirafa, o el dispositivo para hacer vino con zapatos viejos. Más allá de lo humorístico del los grandes inventos del TBO, y volviendo al tríptico religión-ciencia-virtualidad, analizamos que: la religión no es falible, o sea, no cuestiona sus fundamentos o realiza una auto-crítica imparcial; en tanto que, la ciencia, aprende de sus errores, es auto-crítica y auto-correctiva aunque, a veces pierde de vista la subjetividad con sus impulsos deterministas; finalmente, y en relación a la virtualidad, pasa por nosotros establecer los límites para una adecuada auto-crítica.
Columnista de LaTapa. Publicó los siguientes librillos o grillos de letras: "A temperatura dos murmúrios", "Espuma brutal" , "O lado oculto do azul"; "Playa nudista para poemas vestidos" (Biblioteca de Las Grutas, único ejemplar y única edición). También, diversos textos en diferentes espacios digitales.
A partir del pedido realizado al municipio reginense por el Juzgado Civil, Comercial y de Minería N° 1, donde la Justicia pide conocer la situación dominial de las tierras de la barda norte en las que se encuentra el monumento al Indio Comahue, la capilla Santa Teresita y el Aero Club reginense; se volvió a…
El gobernador bonaerense volvió a cuestionar el rumbo económico y laboral de Milei, calificó sus reformas como “pura naftalina” y advirtió que el Gobierno nacional “festeja” la crisis que golpea al empleo y al consumo. Además, defendió el financiamiento aprobado en la Legislatura y acusó a la Casa Rosada de aplicar un doble estándar en materia de deuda.
Por Ignacio Álvarez Alcorta para NLI
Un paquete laboral de los ’90: “pura naftalina”
Axel Kicillof volvió a plantarse con firmeza ante el rumbo que impulsa Milei. En una entrevista televisiva, el gobernador bonaerense calificó el nuevo paquete laboral como un retroceso que, según sus palabras, “se probó en los ’90 y no anduvo”. La referencia no fue casual: para el mandatario, las reformas libertarias replican recetas ya fracasadas, ahora aplicadas en un contexto de recesión profunda que definió como una situación de “penuria”.
El gobernador sostuvo que “todo este paquete de leyes huele a naftalina”, y apuntó contra la falta de innovación del Gobierno nacional. Aseguró que esperaba “algo de originalidad”, pero se encontró con lo que describió como “un fantoche de la época del Consenso de Washington”.
Cierres, despidos y una reacción oficial que “parece celebrarlo”
Kicillof también volvió sobre el impacto social y laboral del programa económico libertario. Señaló que la Argentina vive “una metralleta de cierres, despidos y suspensiones”, incluso superior a la registrada en etapas previas de apertura económica. Subrayó que empresas históricas, de décadas, están siendo golpeadas por el derrumbe del consumo y la caída de la actividad.
El diagnóstico fue acompañado por una crítica particularmente dura: “Milei mira esto no solo con indiferencia, porque no hace nada, sino que un poco pareciera que lo festeja y lo mira con goce”, afirmó, advirtiendo que los puestos de trabajo perdidos serán “muy difíciles de recuperar”.
En ese marco, confirmó que desde el peronismo trabajan en alternativas para frenar el avance de las reformas. Señaló que el espacio coordina acciones con la CGT y las dos CTA, y adelantó que el oficialismo nacional “se va a encontrar con una sorpresa”. A la vez, sostuvo que harán “todo lo que esté a nuestro alcance dentro del régimen democrático” para contener el impacto de las políticas libertarias y “construir una alternativa”.
La discusión por la deuda bonaerense: “No tienen cara para hablarnos”
Otro de los puntos centrales de la entrevista fue la polémica por el financiamiento aprobado en la Legislatura bonaerense. Kicillof defendió el pedido de recursos y cuestionó el “doble estándar” del Gobierno nacional al objetarlo.
Aclaró que el financiamiento solicitado —que necesitó mayoría especial— no implica nueva deuda, sino que está destinado exclusivamente a cumplir compromisos previos: “La Provincia debe cubrir 2.500 millones este año, más el remanente del año pasado porque no tuvimos ley de financiamiento”.
El gobernador acusó a la Casa Rosada de incoherencia y lanzó una de sus frases más fuertes del día: “No tiene cara el Gobierno nacional, que está todo el tiempo colocando deuda con el FMI. ¿De qué me vienen a hablar, si son endeudadores seriales?”. Y redobló la crítica al afirmar que el endeudamiento actual del país se usa para gastos corrientes: “el supermercado, los medicamentos, los alquileres”.
Kicillof remarcó que la Nación cuestiona el destino de los fondos cuando en realidad el objetivo bonaerense es estrictamente cumplir con obligaciones ya existentes. “El Gobierno nos decía que no nos van a dar el financiamiento si no era para saldar deuda. La realidad es que es justamente para eso”, insistió. Y cerró con un dardo directo: “No tienen cara para hablarnos a los bonaerenses sobre deuda”.
Una cacería de ladrones, una mirada con críticas generalizadas hacia la sociedad mostrando a los artos de la inseguridad reclamando justicia propia y directa aplaudiendo y alentando al justiciero. Una comunidad que recurre a discursos reaccionarios como corolario del mal funcionamiento de las instituciones del estado. La película esta inspirada en un caso real que…
El despliegue de Estados Unidos en el caribe es cada vez más grande y amenaza con un inminente ataque por tierra que pondría a la región en una situación de caos total. Pero la narrativa explosiva y la idea de una intervención que motorizan los sectores duros de los republicanos y la oposición a Nicolás Maduro se mezcla con la posibilidad de un diálogo entre Donald Trump y Nicolás Maduro que podría poner una pausa a esa ofensiva.
Como sea, la tensión es máxima y quien aparece como el gran articulador de toda esta presión es Marco Rubio, sectario de Estados que fue corrido de las decisiones en otros conflictos como la guerra en Ucrania o la tensión con Brasil por la prisión de Jair Bolsonaro para dejarlo solo en el tema Venezuela.
Rubio ganó una interna en ese sentido porque logró el desplazamiento de Richard Grenell, enviado especial de la Casa Blanca, muy cercano a Chevron que había tendido puentes con Maduro pero quedó fuera de la escena.
En ese contexto, el sito estadounidense Político dijo que la campaña de presión de Rubio está motivada en su pretensión de ser candidato a presidente en 2028.
«Si la estrategia fracasa, podría arruinar las perspectivas presidenciales de Rubio, perjudicando su imagen ante votantes clave, especialmente en su estado natal, Florida. Rubio, quien también se desempeña como asesor interino de seguridad nacional, es uno de los principales artífices de la estrategia del gobierno para Venezuela, que incluye un masivo despliegue militar estadounidense en el Caribe y letales ataques aéreos contra barcos presuntamente transportando drogas», detalla el prestigioso medio norteamericano.
Si la estrategia fracasa, podría arruinar las perspectivas presidenciales de Rubio, perjudicando su imagen ante votantes clave, especialmente en su estado natal, Florida. Rubio, quien también se desempeña como asesor interino de seguridad nacional, es uno de los principales artífices de la estrategia del gobierno para Venezuela, que incluye un masivo despliegue militar estadounidense en el Caribe y letales ataques aéreos contra barcos presuntamente transportando drogas
En ese sentido afirma que «el objetivo declarado de la campaña es combatir a los cárteles de la droga, pero funcionarios estadounidenses y personas cercanas al gobierno afirman que Rubio y sus asesores esperan que la campaña conduzca a la caída de Maduro».
«La disposición del presidente Donald Trump a ejercer tanta presión sobre Maduro es, en cierto modo, ideal para Rubio y otros floridanos de línea dura que desde hace tiempo han detestado a los autócratas de izquierda latinoamericanos. Pero para Rubio, a quien Trump ha nombrado como posible sucesor en 2028 junto al vicepresidente J.D. Vance, la operación conlleva riesgos políticos especiales. Si no logra derrocar a Maduro, Rubio podría perder el apoyo de los exiliados latinoamericanos, especialmente en Florida», sostiene.
La estrategia de hacer cae a Maduro es compleja y pone en tensión a la base republicana porque los seguidores al MAGA, la línea dura y original del trumpismo como Steve Bannon o Tucker Carlson no comparten la idea de una intervención militar porque podría replicar las experiencias de Irak y Afganistán.
LPO adelantó en exclusivo que el príncipe saudí, Mohammed Bin Salman, estrecha lazos con Trump y busca alejarlo de un conflicto armado en Venezuela evitar un conflicto directo y forzar una transición dentro del régimen.
La disposición del presidente Donald Trump a ejercer tanta presión sobre Maduro es, en cierto modo, ideal para Rubio y otros floridanos de línea dura que desde hace tiempo han detestado a los autócratas de izquierda latinoamericanos. Pero para Rubio, a quien Trump ha nombrado como posible sucesor en 2028 junto al vicepresidente J.D. Vance, la operación conlleva riesgos políticos especiales. Si no logra derrocar a Maduro, Rubio podría perder el apoyo de los exiliados latinoamericanos, especialmente en Florida
La jugada de Rubio genera nerviosismo porque una salida de Maduro no garantiza que las Fuerzas Armadas Bolivarianas sean leales a la oposición y la necesidad de dejar militares estadounidenses en el territorio alargaría el conflicto.
Matthew Bartlett, estratega republicano que trabajó en el Departamento de Estado durante el primer gobierno de Trump, afirmó a Político que «en la base del MAGA no hay apetito ni voluntad política para un cambio de régimen en Venezuela». «Si bien ese grupo de votantes podría estar dispuesto a aceptar acciones militares con un propósito específico, desconfía de intervenciones estadounidenses más imprecisas», agrega.
Barlett destacó que «como vimos con los ataques a Irán, la guerra está en el ADN del Partido Republicano. La gente se convenció. Pero aún existe una gran reticencia a una mayor implicación con motivos poco claros».
La no reelección de Trump acelera los tiempos de sus sucesores pero Rubio dejó en claro que no será candidato si JD Vance decide presentarse con la bendición de Trump. Por eso, en Washington se habla de una posible formula con el Secretario de Estado como vicepresidente.
De todas formas, no se descarta que sea candidato a gobernador de Florida donde los votos de los migrantes venezolanos y cubanos son claves.
Como sea, se viven horas decisivas en lo que puede ser un ataque de Estados Unidos a Venezuela y el futuro de Marco Rubio parece depender del éxito o fracaso de esa arriesgada operación. Por lo pronto, la declaración de Trump como terrorista al Cartel de los Soles y al propio Maduro le da herramientas para una intervención.
Alguien intuía la llegada del calambre… La cuestión era que, durante el día, la posición de su brazo izquierdo le serviría para atenuar los rayos del sol, y así poder observar con claridad el paisaje, el horizonte o aquello que nunca sabríamos lo que intentaría visualizar… Pero, durante la noche, ¿para qué querría mantener el…
El 18 de diciembre de 2024, Camilo —alto, 40 años, mestizo— se levantó a las 6 de la mañana, tomó café, masticó hojas de coca y se conectó por Zoom a una reunión con inversionistas internacionales interesados en ayudar a la conservación ecológica de la Reserva de Biosfera del Chocó Andino Ecuatoriano. A las 8 terminó su llamada. Caminó los 10 minutos a pie que separan su casa del centro de San José de Mashpi, un caserío de cuarenta familias dentro de la Reserva. Al llegar, ya lo esperaban don Gabriel, el presidente de la comunidad; Paula, la joven presidenta de la asociación de turismo; el representante del Ministerio de Turismo de la provincia de Pichincha; y dos trabajadores del Mashpi Lodge, un hotel que opera en la zona. Camilo y yo – que llegué con él – representábamos Pambiliño, el bosque-escuela que fundó y sobre la cual yo ahora investigo.
Lo que se había planeado como una reunión de cuatro horas para mapear las zonas de potencial turístico alrededor del río Mashpi se convirtió en una caminata cuesta arriba de doce horas desde donde desemboca el río hasta su nacimiento. Caminamos por un tramo de carretera de lodo y divisamos restos de basura a las orillas del río, evidencia de turistas no supervisados. Seguimos el camino de lodo, acercándonos más a la zona de la montaña con bosque primario, donde nace el río. Al llegar a la cumbre, don Gabriel y Paula contaron historias de cómo los aguaceros se llevaron un pedazo de la única vía de la zona. Camilo propuso como medida preventiva sembrar más árboles. Por mucho tiempo algunos de los habitantes del pueblo se han quejado de que los aguaceros también arrastran todos los químicos que se usan en los monocultivos de palmito y piscinas de truchas que operan cerca del río. Si bien su agua es cristalina —azul, casi transparente—, la gente de la zona sabe que del río ya no se puede beber.
El objetivo de la caminata era que el representante del Ministerio de Turismo pudiera conocer el estado de las infraestructuras para turistas alrededor del sendero rivereño. Gradas y casitas de madera instaladas por el mismo ministerio hace algunos años para que los turistas tuvieran un lugar donde dejar sus pertenencias y sentarse en la sombra entre nado y nado. Camilo y la gente del pueblo esperaban mostrarle que hacen falta recursos financieros para arreglarlas.
—La humedad acabó con la madera de estas casas rapidito— dijo don Gabriel.
También se propuso instalar señalética para que los turistas no dejen basura, ni pesquen ilegalmente o usen repelente al entrar al río.
—Eso mata a los pescaditos— dijo Camilo.
Según los líderes de la comunidad, el flujo de turistas aumentaría si se arreglaba la infraestructura.
En la noche volvimos agotados y hambrientos por el recorrido. Camilo me dijo que no creía que la visita del funcionario estatal sirviera de mucho. Reuniones y caminatas como estas las hacen cada dos o tres meses y al final la inversión pública es casi nula. Sin embargo, Camilo sigue asistiendo. Cuando le pregunté por qué, me dijo que quiere seguir apoyando a la comunidad.
—Si la comunidad quiere desarrollar turismo, se debe coordinar este tipo de reuniones.
Su motivación también era la esperanza de que un día San José de Mashpi se convirtiera en un ejemplo para otros pueblos dentro de la Reserva. Esperaba que, en un futuro, la gente del pueblo pudiera ver el turismo y la agricultura sostenible como alternativas para no depender de la minería y de los monocultivos de cacao y palmito, controlados por terratenientes de la zona.
***
Cuando llegó al pueblo de San José Mashpi en 2009, Camilo tenía 24 años, una maestría en sociología ambiental por terminar y la convicción de que en el bosque podría aprender tanto o más que entre libros. No llegó por accidente. Ya entonces militaba contra la Ley de Minería propuesta por el gobierno de Rafael Correa, que buscaba expandir las zonas mineras sin tener en cuenta que eso significaba un riesgo a largo plazo para las comunidades campesinas del territorio. Peleaba contra esta ley desde el “Frente por la Defensa del Chocó Andino”, una alianza entre campesinos y capitalinos, sobre todo estudiantes universitarios, que buscaba concientizar a la población quiteña sobre los riesgos de la megaminería en uno de los territorios más biodiversos del planeta, donde además nacen las fuentes de agua que abastecen a la capital.
A partir de su militancia con el Frente, Camilo entendió que la lucha no debía ser sólo ideológica, sino también práctica. Cuando su prima le contó que había lotes en venta en el Chocó, empeñó los pocos ahorros que tenía como estudiante, le pidió dinero prestado a su madre abogada y junto a su hermano, también militante universitario, compraron 13 hectáreas. El terreno estaba entonces descuidado, sin nada sembrado. Había pertenecido alguna vez al fundador del pueblo, que lo puso en venta después de que se viera obligado a buscar trabajo asalariado en medio de una crisis económica.
Al llegar, lo primero que hizo Camilo fue levantar una modesta casa. La construyó de balsa, madera local, ligera y resistente a la humedad. Con la ayuda de algunos vecinos del pueblo que sabían de carpintería, empezó a poner las primeras tablas.
Mientras se construía la casa, Camilo durmió a la intemperie con una carpa. Me contó que ese tiempo solitario fue donde más aprendió a apreciar la fuerza del bosque: los sonidos de los animales nocturnos y noches estrelladas que en la capital quedan ocultas tras el resplandor de las luces artificiales. En la quietud, entendió que el bosque no es un lugar vacío sino un tejido vivo. Cada crujido en la hojarasca, cada canto lejano le recordaba que estaba habitando un territorio compartido. Su intuición de que el bosque era un gran maestro se reivindicaba más mientras los días pasaban.
Así fue como Camilo estableció la misión de su proyecto: su finca no sería solo un lugar para producir alimentos, también sería un lugar donde otros pudieran aprender, como él, la importancia, singularidad y riqueza del bosque del Chocó Andino. Llamó a su finca Pambiliño, porque lo único que se podía ver en el horizonte en ese entonces eran las hectáreas de siembras de pambiles de palmito – palmas pequeñas con follaje ancho y tronco esbelto – y parcelas divididas por tierras infértiles de color café con casi nada de pasto verde, resultado del uso de pesticidas para monocultivo y pastizales de ganadería.
—Pambiliño se creó como un lugar para aprender a tener una forma diferente de relacionarnos con la naturaleza, con los bosques, con el agua, con la biodiversidad—me explicó Camilo.
La educación, según él, es una herramienta importante para demostrar que los territorios rurales no deben ser solo vistos como territorios de extracción.
Al año siguiente, gracias a sus contactos con la universidad, Camilo acogió a su primer grupo de estudiantes universitarios extranjeros. Ellos se hospedarían en Pambiliño para poder realizar sus investigaciones sobre especies endémicas de la zona: serpientes verrugosas y ranas cristal en peligro de extinción. A los estudiantes también les interesaba entender el modo en que Camilo fue reintroduciendo en su finca plantas nativas como la cúrcuma aromática o las orquídeas, gracias a técnicas agroforestales que ayudaban a que el suelo se regenere de manera saludable sin necesidad de agroquímicos.
Si bien durante meses el aporte económico de los estudiantes extranjeros ayudó a mantener económicamente la finca, Camilo sintió que su proyecto debía también servir a la comunidad local. Reconocía que la falta de recursos estatales en la zona dejaba vacíos profundos en servicios básicos como la educación.
La única escuela del pueblo — un espacio al lado del río, en el corazón del centro, construida de manera artesanal por los primeros pobladores del pueblo — estaba sostenida por docentes contratados por el Estado que rotaban constantemente y necesitaba de recursos que pudieran apoyar y sostener su labor. Camilo comenzó entonces a abrir las puertas de Pambiliño no solo a los investigadores extranjeros, sino también a los niños del pueblo y a sus padres, agricultores que trabajaban para los finqueros de monocultivos.
Empezó ofreciendo actividades educativas como caminatas pedagógicas a los alumnos de la escuela de entre cinco y doce años, para que pudieran tener contacto directo con el bosque y pudieran apreciar mejor el lugar que habitan. Para los agricultores de la zona, Camilo impulsó junto con la comunidad talleres de agroforestería. A diferencia de los monocultivos tradicionales, este modelo integra árboles, cultivos y animales en un solo sistema, lo que reduce la dependencia de agroquímicos y permite que la tierra se regenere de manera natural y aumente su resiliencia.
Para continuar con su vínculo con la comunidad local, en el 2017 Camilo anexó Pambiliño a la Red de Bosques Escuelas del Chocó Andino. La Red coordina educación ambiental con escuelas estatales en toda la reserva. Muchos de los proyectos educativos que fomenta la Red, como talleres para identificar especies nativas del bosque, avistamiento de aves y visitas a ríos y quebradas, se parecían a los proyectos que Camilo quería implementar en Pambiliño. En lugar de depender exclusivamente del lenguaje verbal o escrito, la metodología de bosque-escuela busca prácticas al aire libre que fomenten un conocimiento corporal: se aprende a través del moverse y sentir el bosque.
Mientras los grandes hacendados de la zona continuaban dependiendo de monocultivos, Camilo esperaba que Pambiliño pudiera ser una muestra de cómo se podían generar ingresos de manera sustentable sin degradar la tierra a través de la educación, el turismo ecológico y proyectos de conservación.
***
Mashpi se encuentra en la intersección de las ecorregiones del Chocó: bosques tropicales y nublados que van desde Panamá, pasan por Colombia y terminan en Ecuador, en los Andes tropicales, donde montañas altas colindan con el Amazonas. Gracias a esta posición geográfica, la región del Chocó Andino genera diversos microclimas que explican la abundante biodiversidad del lugar.
Ernesto —setenta y siete, afroecuatoriano, de sonrisa amplia— llegó a Mashpi caminando hace casi 25 años. En ese entonces en Masphi había un bosque primario, del cual ahora queda poco debido al paso de la empresa maderera que operaba en la zona. Dice que vino porque un amigo que trabajaba para un finquero en el pueblo aledaño le avisó que había terrenos baldíos por el monte:
—Ahí por arriba o por abajo.
A Ernesto le gustó por abajo, junto al río. Llegó en medio de una neblina que no lo dejaba mirar más allá de la punta de su nariz y en medio de una lluvia torrencial que lo embarraba hasta las rodillas. La neblina y el lodo típicos de la zona:
—El río era fuerte, tocaba esperar a que pasara una balsa.—cuenta Ernesto —Yo sufrí bastante. Eran siete horas de camino desde la vía y tres o cuatro días sin escampar. Las botas se me acababan, tocaba venir a veces con pie descalzo. Mis pies estaban hechos pedazos. Nos aguantábamos sin salir de acá hasta que las lluvias pararan…
Pero Mashpi no era una tierra baldía. Dicen los historiadores que esa tierra estaba habitada por los yumbos, indígenas especializados en la agricultura y el comercio de sal, maní, algodón y concha spondilus del litoral. De los ancestrales yumbos de Calacalí se han encontrado tramos arqueológicos de sus caminos nombrados culumcos, por donde transitaban para llevar sus mercancías al centro inca en el Quitus.
—Cuando llegué no había luz, no había camino —me cuenta Ernesto—. Todo era pura jungla. Jungla espesa, no se podía ni ver ni de dónde salía el sol. Me acuerdo de que había muchos animales, muchísimos. Se los escuchaba en la noche. Y no sabías si era el puma de monte o si era otra cosa. Era una cosa que daba miedo.
Hoy, para llegar al pueblo hay que tomar tres buses desde la capital o emprender un viaje de tres horas en carro particular. Cuando llueve, el lodo bloquea el paso a todo vehículo que no sea un 4×4 y obliga a continuar a pie, por un suelo espeso y rojizo, teñido por minerales como cobre y oro, que se encuentran en la zona.
A principios de los 2000, el gobierno instaló una hidroeléctrica al lado de Mashpi. Mucha gente del pueblo, incluyendo a Ernesto, decidió irse a trabajar a la construcción de la hidroeléctrica. El trabajo asalariado prometía una estabilidad económica que la agricultura no. Con la oportunidad laboral llegó una nueva ola de habitantes de todas partes del país contratados por la compañía. Cuando la hidroeléctrica se acabó de construir, la gente del pueblo y los nuevos migrantes se quedaron sin empleo. Muchos decidieron quedarse, algunos volvieron a la agricultura, otros tuvieron que emigrar de nuevo.
Pero los monocultivos e hidroeléctricas no serían los únicos proyectos mercantilistas en la zona. En el 2015 se fundó el hotel Mashpi Lodge, y con él se cambió la relación que los fundadores del pueblo tenían con el bosque y la tierra. La tierra, que antes servía solo como sustento directo para alimentar a las familias, fue progresivamente expropiada o comprada por el Lodge bajo el discurso de la conservación, transformando el sustento campesino en “naturaleza protegida” para el turismo y la inversión verde.
Este hotel de lujo, con paredes de vidrio y acceso exclusivo a sus huéspedes, fue reconocido por los World Travel Awards como uno de los mejores destinos turísticos del país. El Lodge atrae principalmente a visitantes extranjeros dispuestos a pagar tarifas que superan los mil dólares por noche. Mientras tanto, mucha gente de la zona, sobre todo jóvenes, trabaja allí como guías, cocineros o guardabosques, por lo que el Lodge es respetado como una fuente de empleo con ingresos estables, algo que la agricultura por sí sola no puede sostener. Construido en lo que llegarían a ser 2500 hectáreas de reserva privada, fue diseñado por Roque Sevilla, un exalcalde de Quito que se autodenomina un “emprendedor ambientalista”. Según su publicidad online, el Lodge nació con un doble propósito: promover el turismo de alto nivel y generar ingresos que contribuyan a la conservación del bosque.
Al igual que Pambiliño, el hotel trabaja con la comunidad para promover el turismo. Pero hay una diferencia sustancial: el hotel promueve un tipo de turismo inaccesible para la mayoría, tanto por sus altas tarifas como por su forma en la que opera, comprando grandes hectáreas de terreno dentro del pueblo, donde se albergan puntos de gran importancia para la biodiversidad y el turismo como la cascada de El Niño. Este es el hábitat predilecto de la emblemática rana del Chocó Andino – un tipo de rana de cristal con piel translúcida que permite ver sus órganos internos – indicadora importante de la salud del ecosistema forestal y una de las mayores atracciones turísticas del bosque.
El hecho de que Mashpi se encuentre entre y dentro de reservas privadas y áreas de conservación reconocidas por el Estado hace difícil determinar quién es responsable de hacer cumplir las leyes de conservación ambiental. Al final, ni el Estado ni los actores con reservas privadas como el Lodge logran asegurar una conservación ambiental que también garantice fuentes económicas sostenibles y sustentables para la comunidad. La mayoría de la gente del pueblo sigue viviendo de lo que logra sembrar, o es asalariada por industrias mineras o agrícolas que operan en la zona.
Al comparar cómo era el Mashpi del que me cuenta Ernesto con el Mashpi que es ahora, me imagino que por este lodo ha ido y venido mucha gente. Gente que se ha apropiado de la tierra y luego ha migrado por la necesidad económica. Gente que llegó a trabajar en los monocultivos, pero no tenía interés en quedarse. Gente que le vendió su lote al Mashpi Lodge y que, al intentar regresar, se encontró con que la tierra se había encarecido, ya sea porque el área fue declarada Reserva o porque otros ya la habían ocupado, y terminó teniendo que conformarse con cualquier terreno disponible en el centro poblado, como le ocurrió a Ernesto.
Mientras estas desigualdades conviven dentro del territorio, en las afueras hay otras tensiones. En una Consulta Popular del 2023, el 68% de la población de la provincia de Pichincha votó para que se prohibieran nuevas concesiones mineras en todo el Chocó Andino. Sin embargo, según reportes nacionales, cerca de estos ríos aún existen 25 concesiones mineras de alto impacto. Organizaciones ambientalistas exigen que las autoridades estatales tomen el control para frenar las actividades mineras – sobre todo en los ríos Laguna, Malimpia y San Vicente, que atraviesan las vecindades de Mashpi, y donde se albergan especies críticamente amenazadas o en peligro de extinción, como el oso de anteojos y el colibrí de pecho negro. El Gobierno, en cambio, no da respuestas claras de cómo se regularán las mineras existentes.
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Tras la crisis económica del 2015, un finquero monocultivador de palmito de la zona decidió vender parte de sus tierras en Mashpi. Camilo, como Ernesto, invitó a amigos y conocidos a comprar el terreno para recrear proyectos similares al de Pambiliño. Así, cinco fincas ecológicas denominadas SER (Sendero Ecológico de la Restauración) fueron creadas en los años. Como Camilo, los recién llegados también buscaban formas alternativas de vida y acercarse más a la naturaleza. Junto a Pambiliño, el SER enfoca su labor en la restauración de la tierra, conservación de especies nativas de árboles como el sande, el chanul y el copal y educación ambiental a través del turismo comunitario, guiando a visitantes por la zona restaurada que se encuentra dentro del sendero. Según Camilo, tanto el SER como Pambiliño han generado beneficios económicos concretos para el pueblo, demostrando que es posible sostener un ingreso estable sin recurrir a la destrucción de la tierra. Sin embargo, negociar su visión de una vida sostenible con los finqueros dedicados al monocultivo y con las autoridades estatales no siempre resulta sencillo.
A pesar de que la Constitución de 2008 reconoce la conservación privada como un derecho, Camilo señala que, sin recursos, sin caminos y sin políticas públicas efectivas, la conservación de la naturaleza sigue siendo, en la práctica, un privilegio inaccesible para muchos.
—El Estado hace muy poco para que se fortalezca el manejo sostenible de la tierra. La conservación es un derecho, pero no hay mecanismos que apoyen esos derechos. ¡Es terrible!… Hay invasiones, no hay guardaparques establecidos por cada kilómetro cuadrado ni nada de eso. Entonces, imagínate, ¿cómo el Estado espera que una sola persona cuide de un área del tamaño de la microcuenca Mashpi? ¡Es absurdo!
Considera que, ante la ausencia de acciones estatales concretas, el cuidado del territorio desde el territorio se vuelve fundamental.
—Pambiliño persiste desde este frente —me dice Camilo.
Un ejemplo concreto de esta autogestión es el proyecto “Soy Mi Territorio”. El programa, iniciado por el SER y Pambiliño, se creó para que los niños no solo de Mashpi, sino también de pueblos de su alrededor, vinieran a las reservas a aprender cómo proteger el hábitat del mono capuchino y la pava de monte, especies críticamente amenazadas, que son clave para entender la importancia de conservar los microclimas que solo se dan en la Reserva del Chocó. Durante los talleres, los niños hicieron máscaras de monos y de pavas, recorrieron los senderos de las reservas, identificaron plantas que sirven de alimento a estas especies y participaron en avistamientos. Al final, sabían cómo reaccionar si se cruzaban con una pava o un mono: dejarlos tranquilos, no alimentarlos y avisar a un guardabosques para que el encuentro quedara registrado en la base de datos. Según Camilo, esta preparación comunitaria es clave no solo para proteger a la fauna, sino también para generar datos que respalden futuras aplicaciones a fondos internacionales de conservación:
—Seguimos buscando fondos para continuar con este proyecto. Solo nos alcanzó para la primera fase, pero ahora queremos hacer un segundo taller para que los niños identifiquen también especies acuáticas y puedan aprender de la importancia de cuidar el río…
Financiado por el CriticalEcosystemPartnershipFund (CEPF), este proyecto parte de una iniciativa más grande que incluye la restauración de parcelas a algunos moradores de la zona para que puedan transicionar de monocultivos de palmito y ganadería a modelos agroforestales. La expectativa es doble: que las familias locales encuentren medios de vida sostenibles y que la comunidad aprenda a interactuar mejor con las especies de fauna amenazadas.
El respaldo financiero de instituciones extranjeras como el CEPF, frente al vacío que deja el Estado, despertó en los pobladores un mayor interés por las propuestas de conservación impulsadas por Pambiliño y el SER. Cada vez más, sobre todo entre los jóvenes, surge la búsqueda de formas alternativas de generar recursos. Por ejemplo, Flor, madre soltera de treinta años y dueña de la tienda del centro poblado, decidió unirse a la asociación de turismo comunitario para formarse en la gestión de visitantes y contribuir a que el río se mantenga limpio y libre de pesca ilegal.
Cuando llegué por primera vez en 2016, era apenas una visitante más, parte de un retiro grupal. No conocía la historia de Mashpi ni la de Pambiliño. No sabía de las tensiones que se habían plantado allí desde que la conservación se volvió un tema importante para tratar entre los moradores. En 2018, el declaratorio oficial del Chocó Andino como Reserva de la Biosfera de la UNESCO intensificó el debate. Ahora que llegué como estudiante a hacer etnografía, entendí que Pambiliño funciona en medio de estas tensiones. Por un lado, es un bosque-escuela dedicada a la conservación. Por otro, una organización que busca fondos y alianzas para ofrecer alternativas económicas ante los monocultivos y la minería.
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Es domingo 19 de diciembre de 2024, son las ocho de la mañana. Mientras terminamos el café, Camilo me invita a asistir a la asamblea del pueblo que se dará en la tarde para que yo entienda mejor su relación con la comunidad. Ximena – quiteña de ojos azules, esposa de Camilo, residente de Mashpi desde el 2013 – se une a nuestra conversación. Me cuenta que ella es parte del comité ejecutivo que coordina la asamblea de hoy. Mientras yo limpio los trastes, Ximena me dice:
—Es difícil coordinar todo esto.
Sentado desde la mesa del desayuno, Camilo responde:
—La comunidad me acogió desde que llegué. Nos ayudamos mutuamente, pero ahora que generamos más recursos, los líderes antiguos nos ven con recelo, creen que les vamos a sacar los bienes comunes, como han hecho otros
Ximena, que para entonces me estaba ayudando a secar los trastes, agrega:
—Son estilos de vida distintos…Pero yo tengo un lote ahí en el centro poblado, también. Yo también soy parte de la comunidad y participo en las mingas.
Parándose de su silla, para dar a entender que la conversación estaba a punto de terminar, Camilo explica:
—Yo entiendo por qué tienen recelo. A la gente de la comunidad se les ha desposeído de sus tierras y creen que nosotros vamos a hacer lo mismo. Pero nosotros solo queremos vivir tranquilos y ayudar a mejorar la situación como se pueda
El resto de la mañana Ximena y yo preparamos el almuerzo para sus dos hijos y seguimos conversando sobre su llegada a Mashpi y sobre los problemas políticos del país. A las cuatro de la tarde Ximena y yo salimos de la casa para preparar el lugar donde la asamblea se llevará a cabo. Manejamos cinco minutos y llegamos a una cabaña en el centro poblado con piso de baldosas. En sus paredes se encontraban carteles de las especies de colibríes endémicos, gallos de la peña, tigrillos, anfibios y ranas que habitan el Chocó Andino y también de las 450 especies de plantas alimenticias no convencionales que se encuentran en la región.
La preparación de la asamblea incluye montar una sábana blanca que nos servirá para proyectar la agenda del día y arreglar las sillas y mesas de madera para que la gente se pueda sentar.
Son ya las cinco de la tarde. Hora establecida para dar inicio. Llega don Gabriel, el presidente de la comunidad que también es guardabosques y trabaja para el Mashpi Lodge. Al tener este doble rol, debe lidiar muchas veces como intermediario en la disputa de la comunidad con el hotel por lugares claves para el desarrollo de turismo comunitario. En la asamblea este sería un tema por tratar. Cuando entra Don Gabriel, el aire se torna más cargado. El corto cruce de miradas entre don Gabriel y Ximena y su breve saludo cordial me dan a entender que no hay una relación cercana entre ellos. Mientras tanto, los demás asistentes llegan y toman sus asientos.
Son ya las cinco y media, la lluvia golpea el techo de zinc y don Gabriel tiene que alzar su voz para poder formalmente iniciar la sesión.
Don Gabriel detalla el orden del día: 1) Legalización de Mashpi como cooperativa municipal (modelo de gestión donde la gente del pueblo puede volverse socio parcial con propiedad conjunta dentro de un municipio); 2) Entrega de planimétricos a los habitantes que no tienen lotes a su nombre para que puedan legalizarlos; 3) Acceso a la cascada de El Niño dentro de la reserva administrada por el Mashpi Lodge.
Antes de hablar sobre la legalización de la cooperativa municipal, Ximena propone resolver un asunto pendiente:
—El dinero recolectado en las mingas debe estar en una cuenta de banco a nombre de la cooperativa o a nombre del tesorero electo. No hemos podido avanzar con la legalización porque don Gabriel quiere trabajar solo.
Ximena y don Gabriel discuten. Ella insiste en la necesidad de transparencia y propone que los fondos recaudados por las mingas del pueblo se muevan de la cuenta de don Gabriel a la cuenta del tesorero electo. La discusión se interrumpe brevemente con preguntas del público: ¿Y en qué se usó la plata?
La disputa entre Ximena y don Gabriel dominó la reunión, hasta que Gerardo, uno de los líderes jóvenes de la comunidad, 21 años, cabello largo, y estatura mediana, levanta su mano para poder tomar la palabra:
—Señores, ¡Ya basta! Nos hemos pasado discutiendo esto casi una hora y no se ha resuelto nada. Yo propongo hacer una votación y que la asamblea decida dónde se queda la plata.
La gente lo aplaude. Gerardo pasa al frente, agarra una bolsa de plástico. Otra de las asistentes reparte papel y lápices para que la gente pueda escribir su voto. Gerardo camina con la bolsa y recoge los votos. Empieza el conteo. Con 31 votos a favor, la asamblea vota para que la plata sea administrada en una cuenta a nombre del tesorero electo.
Con la tensión acumulada, los siguientes puntos de la asamblea son discutidos apresuradamente. Camilo, promotor del proyecto que gestiona las nuevas escrituras a los habitantes que no tienen lotes a su nombre, pasa al frente. Invita a Mireya —alta, morena, de cabello rizado, en sus treintas y geógrafa local— a que también tome la palabra. Ella fue contratada con plata de una organización extranjera para que entregara los planimétricos que hizo en la comunidad. Como ha vivido en la Reserva toda su vida, conoce bien el terreno.
Mientras Mireya reparte las escrituras gestionadas, Camilo explica a los presentes que este proyecto es parte de uno más amplio que a largo plazo busca diseñar un “Plan de Vida para Mashpi”, donde los primeros fundadores y los nuevos finqueros trabajen en conjunto para crear proyectos sustentables y económicos que beneficien a toda la comunidad. Más tarde, Camilo me contaría que el proyecto incluye legalizar los lotes catalogados como “baldíos” y regularizar el precio de los terrenos en la zona para que la gente tenga un mejor acceso a su compra y venta.
Al finalizar la intervención de Camilo, una vecina se queja: no tiene dinero, también quiere su propio lote. Tiene cinco hijos y su esposo, sin consultarle, vendió el terreno que les pertenecía. La señora debe formar parte del 83% de la población de esta parroquia que no tiene satisfechas sus necesidades básicas. Ximena le pide a la señora que se quede al final de la asamblea para que puedan ver alternativas. La reunión debe continuar.
Ya son las 7 de la tarde y aún está pendiente el último punto de la agenda. Ximena invita al representante del Mashpi Lodge a que inicie su intervención. El representante se levanta de su asiento. Él no es de la comunidad, es de la capital y solo viene a Mashpi cuando le toca trabajar en el Lodge. Dice que el Lodge está dispuesto a hacer un acuerdo provisional con la comunidad para dar acceso a la cascada de El Niño que se encuentra dentro de la reserva privada:
—Les ofrecemos este acuerdo para julio. Les entrego el primer borrador. Revísenlo y podemos agendar una mesa de trabajo. En enero podemos tener todo listo.
Todos saben que “reagendar” significa esperar meses (1). Nadie quiere entrar en otra discusión. Los niños están llorando; la lluvia no ha parado. Ximena, que tiene intuición de madre, puede sentir la fatiga de los presentes y sabe que los niños no van a dejar de llorar hasta ser alimentados. Con prisa, agradece al representante por venir e interviene:
—Con esto concluimos la asamblea. Quedan temas pendientes. Alguna gente no ha pagado aún la minga. Los que faltan por pagar, por favor, acérquense a hablar con el tesorero. Ahora vamos a servirnos unas empanadas y morocho que el ejecutivo les ha preparado con el dinerito recaudado de las mingas. En la siguiente reunión organizamos los agasajos de fin de año. Por favor, hagan fila para servirse el morocho.
Rápidamente la gente se levanta. Hace frío y aún caen un par de gotas. Al terminar, Gerardo, el joven líder de la comunidad, se ofrece a caminar conmigo hasta Pambiliño, donde me hospedo. En el camino me comenta con frustración:
—Los antiguos líderes no dan paso a que los nuevos nos hagamos cargo.
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Es viernes, 20 de diciembre; es mi último día durante esta visita de campo. Camilo me ofrece desayuno. Mientras comemos, su teléfono no deja de vibrar. Intranquilo, lo mira. Le pregunto a qué se debe su cara de preocupación. Él me cuenta que, desde la asamblea, la gente del pueblo no ha dejado de discutir en el grupo de WhatsApp.
—Mira todos estos mensajes, la gente aún pregunta qué va a pasar con la señora que se quedó sin lote, y aún siguen las peleas sobre lo que va a pasar con la cuenta bancaria y con la cascada.
Me quedo en silencio y noto en Camilo una genuina angustia por el hecho de saber que en el pueblo persisten desconfianzas. Cuando pregunto qué le preocupa más, Camilo me cuenta que él se siente parte de la comunidad y tiene la responsabilidad de hacer algo para que las cosas mejoren. A pesar de que la conservación ecológica sigue siendo un reto en medio de las tensiones sociales, la falta de recursos y la constante e intensa competencia por el uso de la tierra.
—Pero al menos intentamos —me dice Camilo—. Al menos sabemos que estamos aquí: Reexistiendo.
*Para resguardar la seguridad de las personas involucradas, los nombres utilizados en esta crónica son pseudónimos
(1) Mientras edito esta crónica en septiembre, aún la comunidad no tiene acceso a la cascada de El Niño.