VENDIMIA, BODEGAS DE TODA LA PROVINCIA EN EL CORAZÓN DE LA FIESTA.

Los Caminos del Vino fue la propuesta innovadora del programa de esta edición vendimial, organizada por la Municipalidad de Villa Regina, con una globa que exhibió la producción de más de una docena de bodegas de toda la provincia y ofreció, además, la posibilidad de degustación, compra de vinos y hasta de una delicada copa impresa.


En un acondicionado espacio para los visitantes que, además pudieron disfrutar de una exquisita cocina gourmet, se lucieron vinos de las siguientes bodegas:- Geromé Marteau de Cipolletti- Del Río Elorza, Familia Vagnoni, Aonikenk, Miras y Gennari de Fernández Oro- Agrestis, Humberto Canale y Humberto Tronelli de General Roca- Viñedos San Sebastian de Cervantes- Aniello de Mainqué- Pirri & Siracusa y Familia Moschini de Ingeniero Huergo- Favretto, Vecchi y La Balsa de Villa Regina- Proyecto Cabrón de Valle Azul- Videla Dorna y Enclave Sur de Luis Beltrán- Familia Herrero de Guardia Mitre- Viñas Santa Lucía de San Javier- Fincas Patagónicas S.A de Viedma.


El espacio no sólo sirvió para la promoción de vinos y bodegas sino, además, para brindar información turística desde las correspondientes áreas de los municipios presentes. 

Una escultura a la Vendimia se luce en el acceso oeste a la ciudad

Entre otras actividades que enmarcaron la celebración por la Vendimia durante el último fin de semana, el Intendente Marcelo Orazi, acompañado por el Presidente del Concejo Deliberante, Edgardo Vega, concejales y funcionarios de gobierno, dejó inaugurada una escultura alusiva a la fiesta, obra de un empleado municipal y su hijo, emplazada en un sector aledaño a la Oficina de Turismo e Informes.


Lisardo Acuña es agente del área de Obras y Servicios, con más de 16 años de antigüedad, y junto a su hijo, Diego Acuña, estudiante del IUPA (Instituto Universitario Patagónico de las Artes), concluyó esta obra que identifica a la vitivinicultura rionegrina, en un lugar que resulta una vidriera ideal para promocionar los vinos de la provincia.    

Si bien la escultura resulta esencial a los ojos de esta última Vendimia, la actual gestión resalta la participación activa del sector de empleados municipales, imprescindible en la organización y desarrollo de la fiesta más grande de la ciudad, a quien agradece su permanente colaboración. 

Tres noches de música y reconocimientos en el Cono Randazzo 

Tres jornadas con excelentes condiciones naturales resultó una postal ideal para disfrutar de los espectáculos y actividades previstas en el Anfiteatro Cono Randazzo, como parte del programa de la Vendimia, que anoche tuvo un cierre con más de 5 mil personas cantando y bailando al ritmo de La Kuppé.  

El viernes, en particular, en una propuesta impregnada de folclore, además del impecable cierre de Cuti y Roberto Carabal, el Intendente Marcelo Orazi entregó reconocimientos a locales que han representado a Río Negro en diferentes escenarios del país y una especial distinción a Sergio Pérez, Director del Ballet Municipal, por su amplia trayectoria y labor en el folclore local.

Por otro lado, el Ballet Federal de la Vendimia, compuesto por 50 bailarines de distintas agrupaciones de danzas del Alto Valle, El Arriero, Ballet Lealtad, Jazmín de Luna, Los Amigos Godoyenses, Academia Suyai yAlma Sureña, ofreció un espectáculo único y exclusivo, con la dirección general de Maximiliano Sandoval, la dirección de vestuario y danza de Flavia Rodríguez, y la dirección coreográfica de Ariel Rocha y Belén Moraca.


El sábado, por su parte, resultó una noche repleta con la música de Rodrigo Jara, Carlos Vitali, Banda Móvil, Mr. Brown, Rapsodia y el cierre a todo ritmo con Los Tulipanes.


La última noche, en el marco de la conmemoración por el Día Internacional de la Mujer, el escenario lució, además de un Cono Randazzo repleto que vibró hasta el final con el show de La Kuppé, un especial momento de reconocimiento a mujeres relacionadas con la actividad vitivinícola, a cargo de la Universidad Nacional de Río Negro.

De esta manera, el Intendente y la Vice Rectora de la Sede Alto Valle – Valle Medio, María Andrea Tapia, entregaron diplomas a Daiana Magalí Greco, de Villa Regina, primera egresada de la Tecnicatura Universitaria en Enología; Marta Inés Manquel, trabaja en la cosecha de uva de la Bodega Humberto Canale de General Roca y es la empleada de mayor antigüedad; y Ana Gennari, de Allen, trabaja en la Bodega Gennari desde el año 1990, es tesorera de la asociación Ruta del Vino de Río Negro y forma parte de la Asociación de productores vitivinícolas de Rio Negro.

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    El Indio Solari volvió a hablar: críticas a Milei, elogios a Lali y una reflexión sobre el país que “se quedó sin pan y sin circo”

     

    En una entrevista con Futurock, el mítico líder de los Redondos reapareció con su habitual lucidez y crudeza. Habló de Milei, la crisis económica, la cultura y su salud: “Últimamente me paso la vida empeorando, que es mi trabajo actual”.

    Por Alina C. Galifante para Noticias La Insuperable

    Carlos “Indio” Solari, una de las voces más influyentes del rock argentino, volvió a irrumpir en la escena pública con la potencia de siempre. A los 76 años, el exlíder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado brindó una extensa entrevista en Futurock con los periodistas Gabriel Sued y Leandro Renou, en la que habló sin filtros de la situación del país, la figura de Milei, su admiración por Cristina Kirchner y su delicado estado de salud.

    Hay un montón de gente que está penando en el país. Se nota una modificación en la manera en que el poder se muestra. No creo en la rosca política, me parece una infamia”, sostuvo el músico, con un tono entre filosófico y desencantado, fiel a su estilo.

    “Hasta el pan te sacan”

    El Indio también se refirió a la crisis social y a las actitudes del actual gobierno, con una mirada que combina ironía y preocupación. Al ser consultado por el recital de Milei en el Movistar Arena, respondió: “Por más que me quiera hacer moderno y ver en eso alguna actitud especial, revolucionaria y de buen aspecto, en todo caso eso podría haber sido hecho en la casa para su grupo de amigos, seguidores, a festejar el triunfo. No sabía ni qué carajo querían festejar o qué querían zapar. Porque también cuando pasan esas cosas groseras hay otras que son mucho más dañinas y peligrosas que pasan a segundo plano”.

    En esa misma línea, lanzó una frase que resonó fuerte en redes y entre sus seguidores: “El famoso pan y circo, acá hasta el pan te sacan, que no hay circo. Eso es una pérdida de energía inmensa y que en realidad tiene que ver con discursos que son de pelea, no de batalla ni de lucha, de pelea”.

    Elogios a Lali y la cultura popular

    El Indio también dedicó un momento para hablar de Lali Espósito, una de las figuras más destacadas del pop argentino actual, y sorprendió con sus palabras de reconocimiento: “Esa muchachita que llena estadios, le presté atención y se nota que no es un producto de alguien que la promueve, sino que la piba vale artísticamente. Cantó Vencedores Vencidos, le presté atención y había una buena artista también”.

    Sus elogios hacia Lali no pasaron inadvertidos, especialmente porque la cantante se convirtió en una de las voces más visibles de la cultura popular frente al desprecio que Milei y su espacio expresan por los artistas nacionales.

    Salud y silencio elegido

    El músico habló también de su salud y de cómo transita sus días: “Últimamente me paso la vida empeorando, que es mi trabajo actual; ir empeorando mi salud. Llega un momento que hay días en que no tengo ganas de nada y, bueno, entonces me doy nada”.

    Cabe recordar que en 2016, minutos antes de subir al escenario en Tandil, el Indio confirmó públicamente que padecía mal de Parkinson. Desde entonces, su vida se desarrolló entre la creación artística, las apariciones esporádicas en radio y las intervenciones visuales a contraluz, como aquella inolvidable entrevista con Pedro Rosemblat en Gelatina el 13 de octubre de 2023.

    Una voz que sigue marcando época

    Lejos de los escenarios, pero nunca ausente, el Indio Solari sigue siendo una brújula emocional y política para varias generaciones. Su reflexión sobre el país, la cultura y el poder resuena con una vigencia inquietante: la de quien mira el presente con dolor, pero también con una lucidez que ni el paso del tiempo ni la enfermedad pudieron apagar.

     

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    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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