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HONGOS TUCUMANOS DEGRADAN COLILLAS DE CIGARRILLOS

El objetivo es degradar los contaminantes y reducir el principal desecho del mundo que afecta al ambiente, la salud humana y tarda 25 años en descomponerse.

Científicos argentinos investigan el tratamiento de colillas de cigarrillos para eliminar su toxicidad a partir del uso de dos tipos de hongos provenientes de las Yungas de Tucumán. El valor ambiental es central ya que son el principal desecho del mundo: contienen más de siete mil sustancias tóxicas y tardan hasta 25 años en degradarse.

En una primera etapa, a partir de la recolección de este tipo de basura en particular, los científicos seleccionaron dos tipos de hongos de las yungas tucumanas y evaluaron su capacidad para reducir el volumen y la toxicidad de este residuo. “Las colillas de cigarrillos tienen dos fracciones contaminantes: por un lado, el material que retienen del cigarrillo, es decir, compuestos orgánicos difíciles de degradar como la nicotina y el alquitrán; por el otro, los filtros que están fabricados con acetato de celulosa y constituyen otro material dañino”, explica Sebastián Cavalitto, uno de los investigadores del proyecto.

Las colillas de cigarrillos representan la mayor causa de basura en el planeta: cada año se tiran alrededor de cinco trillones de colillas al suelo y cada una tarda hasta 25 años en degradarse. Además, según la Organización Mundial de la Salud, los productos de tabaco son los más contaminantes del planeta al contener siete mil químicos tóxicos que se filtran en el ambiente cuando son desechados.

El valor ambiental es central ya que son el principal desecho del mundo: contienen más de siete mil sustancias tóxicas y tardan hasta 25 años en degradarse.

El estudio involucra al Centro de Investigación y Desarrollo en Fermentaciones Industriales, que depende de la UNLP y el Conicet, y el Laboratorio de Micodiversidad y Micoprospección de la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PRIOMI).

Degradar al enemigo

El tratamiento de las colillas mediante hongos se basa en una técnica conocida como biorremediación que limpia suelos o espacios contaminados con los mismos microorganismos que viven en ellos, como bacterias, hongos o plantas.

“La idea del proceso que queremos poner en funcionamiento es el uso de hongos y su batería enzimática para degradar algunos compuestos contaminantes como el acetato de celulosa”, cuenta el científico. Tras la prueba realizada por el PRIOMI en el Laboratorio, en el presente, el equipo platense hace el mismo experimento pero a una escala mayor en su centro de investigación.

Este proceso involucra dos etapas secuenciales: en primer lugar, los científicos toman las colillas de distintos puntos de recolección específicos y las ponen en un tonel de 200 litros con el agregado del cultivo de hongos. Estos crecen a la vez que hacen el proceso biológico de degradación de los contaminantes, como el acetato de celulosa, y la reducción del volumen de paquetes de colillas hasta un 80 por ciento respecto del producto inicial.

Posteriormente, se agrega un segundo hongo que “arma una especie de ladrillo con el 20 por ciento restante, lo inmoviliza y evita la distribución por la naturaleza de los restos de colillas y hongos que quedaron del proceso anterior”, detalla Cavalitto. Y agrega: “Esto ya fue probado a escala de laboratorio y sabemos que funciona. Ahora buscamos hacerlo a una escala mayor para confirmar si el comportamiento es el mismo con kilos de colillas”.

Los hongos crecen a la vez que hacen el proceso biológico de degradación de los contaminantes, como el acetato de celulosa, y la reducción del volumen de paquetes de colillas hasta un 80%.

Otro de los desafíos que tienen por delante los investigadores de la Universidad Nacional de La Plata es evaluar qué tipo de uso se le puede dar al producto final. Algunos procesos que también involucran hongos se transforman en materiales que luego funcionan como aislantes térmicos para la construcción o como empaque para electrodomésticos.

Amenaza planetaria

Cuando las colillas son arrojadas en la vía pública y se descomponen tras varios años por la acción de la luz solar y de la humedad, desprenden microplásticos, metales pesados y otras sustancias nocivas, como nicotina, arsénico o plomo, que afectan los ecosistemas.

En el ámbito terrestre, su degradación puede reducir la fertilidad del suelo y afectar la flora y la fauna del lugar. En tanto que, si sucede en el medio marino, los microplásticos y las sustancias químicas nocivas que se desprenden pueden ser ingeridos por los animales acuáticos y llevarlos a la mortalidad en un largo plazo. Los seres humanos no son ajenos a esta contaminación: cuando las personas comen mariscos, toman bebidas o consumen sal común, los plásticos penetran en la piel y se inhalan cuando están suspendidos en el aire.

Se calcula que el tabaquismo ocasiona ocho millones de muertes por año, un cuarto de la población del planeta lo fuma, y de ese total el 80 por ciento vive en países de ingresos medianos o bajos. Además, el cultivo de tabaco provoca alrededor del 5 por ciento de la deforestación total a nivel mundial. Cada año se talan alrededor de 200 mil hectáreas de tierra para dedicarlas al cultivo y el curado de tabaco. La nicotina, una de las principales sustancias contaminantes del tabaco, es más potente que la heroína y la cocaína.

Fuente: Noticias ambientales

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