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SÍNDROME DE ESTOESELCOLMO

La primera frase que aparece es: ¡esto es el colmo! No necesitamos vivir en Estocolmo para padecer el síndrome de esta ciudad. Sindrome que fue llamado así luego de un robo en un banco.

Para que este síndrome sea considerado como tal, la víctima debe identificarse con el agresor, y lo concreta de una forma defensiva y hasta colaborativa. Entonces, podríamos preguntarnos, ¿porqué siendo víctima uno se identificaría con el agresor? Una respuesta posible sería: ¡para sobrevivir!

Después de este preludio aclaratorio, el Sindrome de Estoeselcolmo es una variante del anterior por hacer clara referencia geográfica a este país llamado Argentina. Nos identificamos con los gobernantes para ser vapuleados y bastardeados, nuestra historia lo demuestra hasta en sus orígenes.

Es interesante analizar las fases de este síndrome, sobre todo porque las repeticiones tienden a perpetuarse…

Vamos a dar unos tips como para ir entrando en tema, y ya, sin perder más tiempo, analizamos las fases del Sindrome de Estoeselcolmo

1era. fase de precipitación: la confianza y seguridad que traía la víctima antes de las elecciones es quebrantada por el político agresor. Esto genera una desorientación que puede llegar a la desper$onalización individual y social.

2da. fase de reorientación: el pueblo o la víctima busca nuevos referentes políticos pero cae en una nueva desorientación.

3era. fase de autoinculpación: el pueblo agredido se autoinculpa por haber elegido la identificación partidista y asume la desastroza situación que él mismo aparentemente creó. El agresor ya sea peronista, radical, de derecha, de izquierda, o de al lado: refuerza el sentimiento de culpabilidad con mecanismos de simulación y disimulación. El pueblo acaba por incorporar estos mecanismos como propios y, de esa manera: la rueda de la fortuna desafortunada se perpetúa.

4ta. fase de adaptación: la rueda de la fortuna desafortunada se descarrila y ya no se centra en el dilema él (politico)-yo (pueblo), sino que el pueblo proyecta la culpa hacia otros entes o ideologías como el: Comunismo, el Capitalismo, el FMI, los extranjeros, las hortalizas, la carne vacuna, los X-men, o cualquier otro que se les ocurra del exterior. Esto acaba por afianzar el vínculo entre la víctima y el agresor de manera sostenida celestemente y blanca.

Concluimos este breve artículo para informarles que estamos social y económicamente muy mal, catalogados como un enfermo con alto riesgo de explotación o explosión, ninguno de nosotros es responsable de esto, sospecho mucho de la pantera rosa y del mago Emanuel que ahora vive en Brasil. Si nos detenemos un poco a pensar, quizás deberíamos irnos a la mierda o a lo sumo: pensar un poco en quién queremos que nos rompa el culo de nuevo.

Imagen : T.

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    El León de San Marcos: ¿un viajero chino disfrazado de símbolo veneciano?

     

    Un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity sacude la historia de Venecia: el mítico León de San Marcos, emblema de la ciudad, no sería un león veneciano sino un “inmigrante” chino que habría llegado a Europa gracias al padre de Marco Polo.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable


    Un símbolo eterno, pero lleno de misterios

    Millones de turistas levantan la vista cada año en la Piazza San Marco para admirar la escultura del león alado que custodia la laguna desde lo alto de su columna. Sin embargo, ese bronce que los venecianos convirtieron en bandera de su república mercante no nació como símbolo cristiano, ni siquiera como león.

    La pieza carga cicatrices de una vida anterior: orejas recortadas, alas añadidas, cuernos eliminados. Apenas un documento de 1293 da fe de su existencia, cuando ya estaba maltrecho y en reparación. Ni el taller, ni el escultor, ni la fecha de instalación son conocidos.


    De la cuenca del Yangtsé a la Serenissima

    El arqueólogo Massimo Vidale, de la Universidad de Padua, coautor de la investigación, lo explica con prudencia: “No sabemos cuándo llegó a Venecia, ni quién la modificó”. Pero las pruebas de laboratorio son contundentes: los isótopos de plomo analizados en una restauración de 1990 revelan que el cobre utilizado procede de la cuenca del río Yangtsé, en China.

    Es decir, el bronce que hoy mira hacia la laguna veneciana no tiene origen mediterráneo, como se suponía.


    Un zhenmushou con pasaporte veneciano

    La sorpresa va más allá: el “león” podría ser en realidad un zhenmushou, criatura híbrida de la dinastía Tang (618-907 d.C.), usada como guardiana de tumbas. Hocicos leoninos, orejas puntiagudas, melenas en llamas, alas unidas al torso y hasta rasgos humanos. La nariz bulbosa del León de Venecia coincide con esas piezas orientales conservadas en museos.

    Lo que hoy se presenta como un emblema cristiano de poder habría sido alguna vez un vigilante de ultratumba en la China medieval.


    ¿Un recuerdo de familia de los Polo?

    La hipótesis más pintoresca conecta la historia con la familia más célebre de Venecia: los Polo. Niccolò y Maffeo, padre y tío de Marco, viajaron hacia 1265 a la corte de Kublai Kan en Khanbaliq (la actual Pekín). Allí pudieron encontrarse con la escultura.

    En una Venecia que ya había adoptado al león como símbolo, los Polo habrían tenido la “idea algo audaz” —como dice el estudio— de reconvertir al zhenmushou en un León Alado de San Marcos. Una operación de reciclaje cultural que, vista de lejos, funcionaba de maravilla.


    Entre saqueos, guerras y Napoleón

    La columna que sostiene la estatua tampoco tiene un origen tranquilo: se cree que fue saqueada en Constantinopla hacia 1261, cuando los venecianos arrasaron Bizancio.
    Más tarde, el león volvió a viajar: en 1797, tras la derrota de la República, Napoleón Bonaparte lo desmanteló y se lo llevó a París. Solo regresó en 1815, recompuesto como pudo.

    El símbolo eterno de Venecia fue, en realidad, un trotamundos de bronce, arrancado de su tierra, rebautizado como león y puesto a custodiar una ciudad que no era la suya.


    El mito continúa

    Hoy, bajo las palomas de la Piazza San Marco y los flashes de los turistas, el León sigue allí. Pero después de este hallazgo, su mirada ya no es solo la del guardián veneciano. También es la de un viajero oriental, un zhenmushou disfrazado, que cruzó mares y guerras para convertirse en el ícono de una de las ciudades más bellas del mundo.

     

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