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PLÁSTICOS: OTRA AMENAZA QUE TRASCIENDE FRONTERAS Y ESPECIES

La contaminación por plástico es uno de los problemas ambientales globales que más empeoró en los últimos años, generando graves consecuencias: daña especies y hábitats marinos muy valiosos, y pone en riesgo nuestra propia salud.

En menos de un siglo se generaron y consumieron productos y embalajes plásticos a una tasa tal que se transformaron en los contaminantes ubicuos de mayor preocupación mundial. Hoy, la fauna marina convive en un mar de plásticos y los seres humanos los transportamos internamente con una aceptación inusual.

En 1972, Carpenter y Smith publicaban el primer trabajo on the Sargasso Sea surface” de la revista Science los autores describieron que encontraron un promedio de 3500 piezas y 290 gramos de plásticos por km2, combinado hoy con las prácticas actuales de eliminación de desechos, sin duda dará lugar a aumentos en la concentración de estas partículas”. Sin embargo, no fue sino hasta esta última década que surgió la mayor parte de la información sobre los efectos de la contaminación por plásticos.

En la Argentina, los residuos plásticos afectan al menos a 32 especies, entre las que se encuentran plancton, mamíferos marinos (ballena franca austral, delfín franciscana, lobos y elefantes marinos), aves marinas (albatros, petreles, gaviotas y pingüinos), tortugas marinas (tortuga verde), peces (pejerrey, anchoa de banco, pescadilla real y de red, corvina rubia, entre otros), invertebrados (cholga y mejillón), y una variedad de organismos marinos y larvas en suspensión.

Las investigaciones de los últimos dos años revelan que la sangre, pulmones, colon, placenta, materia fecal y hasta la leche materna humana contienen microplásticos.

Estas especies se ven afectadas a través de los enmallamientos y la ingestión de restos plásticos, que generan no solo sufrimiento animal sino en muchos casos la muerte de algunos individuos. La interacción con sogas, líneas o redes abandonadas en el mar puede resultar en graves lesiones, como laceraciones o el estrangulamiento, y también puede producir infecciones. La ingesta de residuos plásticos, por su parte, provoca diferentes grados de obstrucciones gastrointestinales. Por lo tanto, la capacidad reducida para desplazarse y alimentarse correctamente.

Microplásticos en la leche materna

De todos los residuos sólidos posibles, los plásticos son los más abundantes en el mar y las costas, representando más del 80% del total. Debido a la degradación producto del sol, el mar o los microorganismos, estos residuos plásticos se van transformando en fragmentos cada vez más pequeños, como microplásticos (menores de 5 mm) y nanoplásticos (menores de 1 um). Al ser consumidos por los organismos marinos, estos contaminan al ser humano. Una estimación conservadora descripta en el análisis “Ningún plástico en la naturaleza: evaluación de la ingestión de plástico», elaborado por la consultora Dalberg indica que los seres humanos estamos consumiendo unos 5 gramos de microplásticos a través de los alimentos, agua y aire.

Para determinar el riesgo que implica la presencia de microplásticos en nuestro organismo necesitamos especificar en qué medida estamos expuestos a estos contaminantes. No obstante, se calcula que la información necesaria va a producirse recién dentro de diez años y, para entonces, se estima que la contaminación por plásticos se habrá duplicado. El planteo de la Organización Mundial de la Salud es que no está demostrado que la exposición a los plásticos nos cause problemas de salud, cuando lo que sucede es que no se recopilaron datos que permitan realizar estos análisis. Entonces, la pregunta a hacerse quizás sea dónde está la evidencia de que la exposición de los seres humanos a los microplásticos es segura.

Una realidad incontrastable es que el plástico que llega al mar es difícil de retirar. En los últimos 80 años, la vida promedio de un ser humano, contaminamos nuestros ecosistemas marinos con un material que, por económico y práctico, fabricamos y consumimos por demás. Lejos de demonizarlo, la realidad es que ni los riesgos de su producción ni el destino final de su gestión fueron considerados.

*Por Verónica García* Especialista en Ecosistemas Marinos y Pesca Sustentable de Fundación Vida Silvestre Argentina.
Esta nota forma parte del número 19 de la Revista Pulso Ambiental, editada por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

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    Al final te suben los impuestos

     

    El Gobierno de Milei oficializó el aumento de los impuestos sobre los combustibles líquidos y al dióxido de carbono mediante el Decreto 782/2025, publicado en el Boletín Oficial. El incremento, que había sido postergado hasta después de las elecciones legislativas, impactará en las naftas y el gasoil desde noviembre y traerá otra carga directa al bolsillo de los consumidores.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable

    A través del decreto firmado por Milei, Guillermo Francos y Luis Caputo, se establece un nuevo esquema de actualización para el Impuesto sobre los Combustibles Líquidos (ICL) y el Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC) que gravan las naftas y el gasoil.
    El Gobierno lo justifica asegurando que, “con el propósito de continuar estimulando el crecimiento de la economía a través de un sendero fiscal sostenible, resulta necesario diferir parcialmente los incrementos remanentes originados en las referidas actualizaciones”. Sanata.

    El aumento se aplicará parcialmente desde el 1° de noviembre, y el resto —correspondiente al remanente de 2024 y los dos primeros trimestres de 2025— entrará en vigencia el 1° de diciembre, según figura en el Boletín Oficial.


    Cuánto suben los impuestos

    En el caso de las naftas, el incremento será de $15,557 por litro en el impuesto a los combustibles líquidos y de $0,953 en el impuesto al dióxido de carbono.
    Para el gasoil, el aumento será de $12,629 por litro en el impuesto principal, mientras que el monto fijo actualizado para el tratamiento diferencial (zona Patagonia) será de $6,844, y el impuesto al CO₂ alcanzará los $1,441.

    Según estimaciones del sector, sólo con esta actualización de noviembre el precio de la nafta podría subir cerca del 4 %, y el del gasoil alrededor del 3 %. Con la aplicación completa en diciembre, los aumentos totales podrían ubicarse entre 8 % y 10 %, dependiendo de la zona y el tipo de combustible.


    Postergado hasta pasar las urnas

    El aumento llega luego de una seguidilla de subas en luz, gas y transporte, y tras haberse pospuesto estratégicamente antes de las elecciones legislativas.
    Mientras durante la campaña Milei repitió el mantra de la “reducción de impuestos”, lo cierto es que su gobierno volvió a ajustar los gravámenes sobre productos de consumo masivo. Una contradicción que ni el relato libertario puede maquillar.

    Además, el propio decreto reconoce que los incrementos remanentes se aplicarán de manera trimestral según la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) informado por el Indec, lo que garantiza que los aumentos se mantendrán en el tiempo, atados a la inflación que el propio gobierno no logra contener.


    Lo que significa para la gente

    Más caro llenar el tanque. Los conductores verán el impacto directo en el surtidor. Para los trabajadores que usan su auto o dependen del transporte público, el aumento se trasladará sin escalas al costo diario de movilidad.

    Presión inflacionaria. El argumento oficial de que el ajuste “estimula el crecimiento económico” choca con la realidad: más impuestos a la energía y los combustibles significan nuevos aumentos de precios en cascada.

    Inequidad regional. Si bien se mantiene un tratamiento diferencial para la Patagonia, la estructura sigue castigando a las regiones con mayores costos logísticos y menores ingresos.

    Desgaste político. Después de prometer que bajaría la presión fiscal, Milei termina subiéndola. Y con cada factura, cada carga de combustible, el costo político se multiplica.


    Mientras tanto, la “libertad” prometida por el oficialismo se traduce en una mayor carga impositiva y en un nuevo golpe al bolsillo. Porque al final, como siempre, la motosierra no pasó por el poder económico, sino por los consumidores.

     

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