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Otra gran noticia para Regina: Nación cedió a la Universidad de Río Negro el terreno para la construcción del nuevo edificio académico

El Intendente Marcelo Orazi destacó la decisión del Estado Nacional de ceder a la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) el espacio para la construcción del nuevo edificio académico en Villa Regina.

“Este edificio nos jerarquizará como ciudad, le dará otra estética a este espacio céntrico y, lo más importante, significará el asentamiento definitivo de la Universidad de Río Negro en Villa Regina”, manifestó.

Agregó: “Celebro esta decisión del gobierno nacional después de muchas gestiones, que se iniciaron hace muchos años y que afortunadamente pudimos concretar ahora, como es la cesión del terreno. Es un paso más y es otra gran obra para Regina”.

La cesión se concretó a través de la firma de una resolución mediante la cual la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) otorga el permiso de uso precario y gratuito de un inmueble del Estado Nacional en Villa Regina a la UNRN.

Se trata de 22.513 metros cuadrados en desuso que serán aprovechados para consolidar el Campus de la UNRN, que concentrará en un solo lugar el dictado de carreras que actualmente se realiza en diferentes edificios.

“Estamos ansiosos en que nos autoricen a firmar el contrato y empezar a construir. El proyecto de construcción del Edificio Académico tiene una evaluación favorable por parte de la Secretaría de Políticas Universitarias y hemos firmado un convenio colaborativo con el intendente local, Marcelo Orazi, para que el desarrollo del edificio áulico y laboratorios responda al planeamiento urbano”, manifestó al respecto el rector de la Universidad Juan Carlos Del Bello.

Además destacó la “posición del Intendente y del Concejo Deliberante que interpretaron muy bien la importancia que tiene la obra”.

Recordemos que en junio del año pasado la Municipalidad de Villa Regina y la UNRN firmaron un convenio mediante el cual accede a que la Agencia de Bienes del Estado ceda una parcela a la casa de altos estudios para la construcción de la segunda etapa de su edificio.

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  • Crece en el Conurbano la rebelión de los concejales libertarios contra Pareja

     

    Sebastián Pareja empieza a ser desafiado por coordinadores distritales que lo acusan por el monopolio del cierre y los desmanejos de la fiscalización, además de tensiones latentes que estallaron con la derrota.

    La discordia tiene su epicentro en el Conurbano, donde el armador de Karina Milei se apura a poner en marcha la campaña a octubre pero se encuentra con una fila de reclamos sin atender por lo sucedido hace casi dos semanas.

    En contactos individuales con dirigentes locales, Pareja promete para después del 26 de octubre “una oxigenación”, “el fin de un etapa y el comienzo de otra” para las coordinaciones seccionales y de grandes ciudades.

    El armador de Karina ya se reunió esta semana con referentes de la Segunda (norte provincial) y el próximo martes recibirá en sus oficinas del centro porteño a los 24 coordinadores de la Primera, muchos de los cuales irán con una batería de reproches.

    La bronca central está en el desplazamiento de los armados locales en el cierre de listas. A eso, se suma la desconexión para bajar programas nacionales, el descalabro de la fiscalización y los concejales electos del PRO que ya se despegaron.

     Se van a pagar las consecuencias de este cierre de listas de mierda durante estos dos años y lo van a pagar las autoridades de La Libertad Avanza por las puteadas que se van a comer del que esté abajo 

    Todos esos planteos redundan en un desafío al poder de Pareja. Los coordinadores díscolos lo saben, pero advierten tener otra espalda para hacerlo. Ya no poseen solo un cargo que depende del dedo del armador provincial, ahora son concejales electos.

    “Se van a pagar las consecuencias de este cierre de listas de mierda durante estos dos años y lo van a pagar las autoridades de La Libertad Avanza por las puteadas que se van a comer del que esté abajo”, dijo a LPO uno de los armadores de la Primera.

    En esa línea, un dirigente de la Tercera, sumó: “Tienen un problema, la mayoría de los coordinadores quedaron como concejales. ¿Qué vas a hacer? ¿Los vas a echar?”.

    En el Gobierno no se animan a enfrentar a Pareja porque temen que se lleve sus 14 legisladores

    Por eso, advierten que todo puede decantar más temprano que tarde en una viralización de rupturas de bloques que -calculan- puede multiplicar las fracturas que se dieron en el último año y medio por desencantados y concejales de Kikuchi.

    Quienes hablan con Pareja admiten que se cuidarán de descabezar a coordinadores díscolos por temor a un efecto dominó de ruptura de concejales. Es curioso, son razones similares a las que dieron en el Gobierno para no correr al armador de Karina tras la derrota. En ese caso, estaba el miedo a que se lleve 14 legisladores.

    Como contó LPO el día después de la derrota, cerca de Pareja aseguran que ofrendará como fusible a su brazo ejecutor en la Primera, Ramón “Nene” Vera (que en los papeles puso a su hija al mando seccional).

    Los municipios donde los libertarios perdieron por mayor diferencia son coordinados por armadores de Pareja. En Moreno, la lista del Nene Vera cayó por 25 puntos.  En Malvinas, la boleta impulsada por Olivera obtuvo la derrota más fuerte para LLA: perdió por 46 puntos

    Para correr a Vera del mando hay presión de media docena de coordinadores distritales que, además recurrir al archivo, ven en el Nene una forma de pegarle a Pareja. “El tipo liga por mérito propio y por carácter transitivo”, admiten.

    Como sea, en el territorio no le dan relevancia a los cambios de caras. Creen que, a estas alturas, la figura del coordinador es anacrónica, un mero rótulo para quienes hace rato mastican bronca por la orfandad durante la campaña y la jornada electoral.

    Los más críticos ven el problema en el perfil de conducción de Pareja. “¿En dos años de tu armado no emergió ninguna figura nueva?¿El semillero libertario cuál fue? Meter más amigos de Pareja”, dijo a LPO uno de los coordinadores más molestos.

    Ramón “Nene” Vera junto a su hija, la coordinadora seccional en la Primera, Andrea Vera.

    “Antes sacaron al Nene y pusieron a la Nena (NdR: por la hija de Vera). ¿Ahora a quién va a poner? ¿De nuevo a su chofer?”, dijo otro referente en alusión a Luciano Olivera, a quien inicialmente puso Pareja a coordinar la Primera y hoy maneja el armado en Malvinas Argentinas.

    En eso también hay bronca. Los municipios donde los libertarios perdieron por mayor diferencia son coordinados por hombres muy cercanos a Pareja.

    En Moreno, la lista que armó Ramón Vera cayó por 25 puntos a manos del candidato promovido por la peronista Mariel Fernández. En Malvinas, la boleta libertaria impulsada por Olivera obtuvo la derrota más fuerte para LLA: perdió por 46 puntos.

    Los libertarios en Pilar ya rompieron antes de asumir y estalló la guerra por el liderazgo

    Sacando los municipios filo-PRO (los únicos donde pudo ganar), en la Primera los libertarios solo tuvieron derrotas de un dígito en Tigre, Ituzaingó, General Rodríguez y Mercedes. En los 16 restantes, la caída fue estrepitosa, entre 10 a 46 puntos.

    En Pilar, por caso, LPO contó el cataclismo que toca a Pareja y Vera post derrota por más de 30 puntos. Ahí, la coordinadora local Solana Marchesán cuestionó haber sido relegada por Andrés Genna, que reporta a Patricia Bullrich pero cercano a Vera.

     Si no tenemos un contacto con Renaper para que una abuela haga su trámite para dejar de tener una Libreta Enrolamiento, ¿cómo después no te va a pintar la cara el aparato peronista? 

    Más allá de la campaña, hay coordinadores que admiten: “Perdimos por el 3% y porque la micro no funciona”. En el medio, también acusan que Pareja jamás les habilitó vasos comunicantes con bocas de Nación para bajar programas al territorio.

    “Si no tenemos un contacto con Renaper para que una abuela haga su trámite para dejar de tener una Libreta Enrolamiento, ¿cómo después no te va a pintar la cara el aparato peronista?”, graficó un coordinador.

    En el PRO se despegan de Pareja y concejales electos avisan que armarán bloques aparte de los libertarios

    A futuro, los díscolos (algunos cercanos a Las Fuerzas del Cielo), piden que los próximos coordinadores seccionales salgan por consenso de los distritos. Ese planteo “de mínima” apunta a evitar la foto del último cierre de listas.

    “Se cagaron en los distritos, era todo ‘entregá, entregá, entregá’. Por eso están todos los coordinadores dolidos, por el destrato que hubo. Hoy es todo un polvorín, es como fumar adentro de una garrafa, con cualquier cosa esto se pudre”, señalan. 

     

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    PLAN PLATITA, PERO PARA LOS QUE TIENEN: Milei decretó “retención cero” para el campo

     

    En un movimiento desesperado por sumar dólares antes de las elecciones, Milei anunció que no cobrará retenciones a los granos hasta el 31 de octubre. La medida beneficia al agro concentrado y le costará al Estado miles de millones en recaudación.

    Por Roque Pérez para Noticias La Insuperable


    Un guiño al campo en plena presión cambiaria

    El Gobierno comunicó este lunes la eliminación de las retenciones para todos los granos hasta después de los comicios.
    El anuncio fue realizado por el vocero presidencial, Manuel Adorni, quien escribió en su cuenta de X que “la vieja política busca generar incertidumbre para boicotear el programa de gobierno” y que, por eso, se resolvió suspender los derechos de exportación “con el objetivo de generar mayor oferta de dólares”.

    La decisión alcanza a la soja, el girasol, la cebada, el trigo, el maíz y el sorgo, entre otros cultivos, y tendrá vigencia hasta el 31 de octubre.


    Dólares para frenar el salto del tipo de cambio

    La movida llega en medio de una fuerte presión sobre el mercado cambiario, con el dólar rozando nuevos máximos.
    Según explicó el exsubsecretario de Mercados Agropecuarios, Javier Preciado Patiño, quedan por liquidar cerca de u$s5.600 millones de soja y u$s2.800 millones de maíz.
    Si los productores venden, podrían ingresar unos u$s8.400 millones, cifra clave para que el Banco Central intente contener la escalada hasta las elecciones del 26 de octubre.


    Alto costo fiscal y debate político

    La eliminación de retenciones implica que el Estado resignará recursos significativos: este impuesto representa aproximadamente el 4,6 % de la masa tributaria.
    Mientras tanto, sectores opositores advierten que la medida favorece a los productores con más espalda y que desfinancia áreas sensibles como salud, educación o programas sociales.

    Desde ámbitos críticos también remarcan que se trata de un clásico “plan platita”, aunque dirigido a quienes tienen capacidad de almacenar granos y especular con el momento de venta.


    Impactos posibles sobre precios y abastecimiento

    La rebaja puede alentar a los exportadores a liquidar con rapidez, generando una entrada de divisas en el corto plazo.
    Sin embargo, algunos analistas advierten que, sin controles, parte de esa ganancia podría traducirse en mayores precios internos, especialmente en alimentos derivados del maíz, el trigo o la soja.


    Un camino ya transitado

    Medidas similares se aplicaron en otras gestiones, aunque generalmente en períodos de abundancia, no en medio de un ajuste severo.
    El contraste alimenta el debate sobre si esta política es un alivio momentáneo o un nuevo capítulo de improvisación económica.


    La “retención cero” aparece como un recurso electoral que refuerza la dependencia del Gobierno respecto del sector agroexportador, a costa de debilitar la recaudación y abrir un interrogante sobre el impacto en los precios internos y en la estabilidad más allá del 26 de octubre.

     

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  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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