El Intendente Marcelo Orazi firmó en la tarde de este lunes con la Gobernadora Arabela Carreras el convenio específico para la ejecución de infraestructura para la provisión de servicios al loteo Barazzutti en el marco del programa provincial ‘Suelo Urbano’. Se trata de las obras de redes de agua potable, red eléctrica y alumbrado público para 107 lotes con una inversión de más de $21 millones.
En este marco, se anunció que el próximo 28 de julio se procederá a la apertura de sobres para la ejecución de los trabajos.
En sus palabras de bienvenida, el Intendente Orazi destacó que “hace casi dos meses, también en nuestra ciudad, junto a la Gobernadora firmamos el convenio marco para la implementación del programa Suelo Urbano”.
“Hoy estamos dando un paso más con la firma del convenio específico y de esta manera el loteo Barazzutti podrá contar con los servicios básicos, que permitirá a las familias, que han recorrido un largo camino, comenzar a construir su propia casa”, indicó.
El Intendente destacó la decisión de la Gobernadora Carreras de llevar adelante este programa en todo el territorio provincial que, indicó, “permite como en nuestro caso dar respuesta a demandas que tienen años”.
Por su parte, la Gobernadora manifestó que “estamos en un proyecto muy ambicioso de un fuerte compromiso con la sociedad rionegrina que tiene que ver con el acceso a la tierra. Hay tanta distancia entre lo que cuesta un terreno y lo que gana una familia trabajadora que comprobamos claramente que el salario no alcanza para acceder a la tierra”.
“Por ello diseñamos a lo largo de estos 10 años de proyecto de Juntos Somos Río Negro distintas políticas que le fueron permitiendo a los ciudadanos ir accediendo a la tierra. Suelo Urbano tiene este objetivo: urbanizar lotes, es decir, evitar que las familias ocupen la tierra de manera irregular”, señaló.
Agregó que “este proyecto nos permite disponer de tierras subdivididas, con calles y con los servicios mínimos para empezar a ocupar la tierra de manera ordenada. Esto nos da perspectivas de futuro y nos da una mejor calidad de vida para las familias”.
“Este proyecto tiene como eje central la gestión de los intendentes”, dijo, y, en este sentido, reconoció la iniciativa y la gestión del Intendente Orazi. “Esto se traduce en que, a medida que hay proyectos que se ejecutan, avanzamos con otros. Por ejemplo, estamos terminando con la calle Libertad y ya estamos con los expedientes para la repavimentación de los caminos rurales”, precisó.
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Su papado, de 25 años, es uno de los más largos de la historia y se destacó por su mirada social.
Ya hay nuevo Papa, es de Estados Unidos y eligió como nombre León XIV, sin dudas en homenaje y como continuados del primer Papá del siglo pasado.
¿Pero quién fue este Papá que revolucionó a la Iglesia?
León XIII, nacido Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci (2 de marzo de 1810 – 20 de julio de 1903), fue el 256º papa de la Iglesia Católica, ocupando el pontificado desde el 20 de febrero de 1878 hasta su muerte. Su papado, de 25 años, es uno de los más largos de la historia y se destacó por su esfuerzo en reconciliar la Iglesia con la modernidad, abordando los desafíos del mundo industrial, las ideologías emergentes como el socialismo y el liberalismo, y la pérdida del poder temporal del papado. Es especialmente conocido por su encíclica Rerum Novarum (1891), considerada la piedra angular de la Doctrina Social de la Iglesia.
Infancia y formación
Vincenzo Pecci nació en Carpineto Romano, una localidad en los Estados Pontificios (actual región de Lacio, Italia), en el seno de una familia noble pero no particularmente rica. Fue el sexto de siete hijos de Ludovico Pecci y Anna Prosperi Buzzi. Desde joven mostró una inteligencia notable y una inclinación hacia los estudios. A los ocho años ingresó en el colegio jesuita de Viterbo, donde destacó en latín, griego y literatura. Posteriormente, estudió en la Academia Eclesiástica de Nobles en Roma, destinada a formar diplomáticos y clérigos de alto rango, y completó su formación con doctorados en teología y derecho civil y canónico.
Carrera eclesiástica temprana
Pecci fue ordenado sacerdote en 1837 y rápidamente se integró en la administración de los Estados Pontificios. En 1843, a los 33 años, fue nombrado arzobispo titular de Damiata y nuncio apostólico en Bélgica, un cargo diplomático clave. Durante su tiempo en Bruselas (1843-1846), se enfrentó a tensiones entre la Iglesia y el gobierno liberal belga, ganando experiencia en la gestión de conflictos entre fe y política secular. En 1846, fue nombrado obispo de Perugia, una diócesis importante en los Estados Pontificios, donde sirvió durante 32 años. Como obispo, promovió la educación, fundó seminarios y se ganó una reputación de pastor accesible y comprometido.
En 1853, Pío IX lo creó cardenal, un reconocimiento a su labor. Durante este período, Pecci desarrolló un interés por la filosofía tomista, inspirado en Santo Tomás de Aquino, cuya obra consideraba esencial para contrarrestar las ideas racionalistas y materialistas del siglo XIX. Su tiempo en Perugia también lo expuso a los problemas sociales de la época, como la pobreza y las desigualdades derivadas de la Revolución Industrial, temas que más tarde abordaría como papa.
Elección como papa
Tras la muerte de Pío IX en 1878, el cónclave se reunió en un contexto complicado: los Estados Pontificios habían sido anexados por el Reino de Italia en 1870, dejando al papa sin poder temporal y en una situación de “prisionero en el Vaticano”. Pecci, entonces de 68 años, fue elegido papa el 20 de febrero de 1878 en el tercer escrutinio, adoptando el nombre de León XIII en homenaje a León XII, otro papa de Carpineto Romano. Su elección sorprendió a algunos, ya que no era considerado un favorito evidente, pero su experiencia diplomática, su moderación y su prestigio intelectual lo convirtieron en un candidato de consenso.
Pontificado (1878-1903)
El papado de León XIII se caracterizó por una apertura prudente al mundo moderno, un enfoque que contrastaba con el conservadurismo de Pío IX. Aunque mantuvo la condena al liberalismo radical y al secularismo, buscó un diálogo constructivo con los gobiernos y las sociedades de su tiempo. A continuación, se detallan los aspectos clave de su pontificado:
1 Doctrina Social de la Iglesia y Rerum Novarum: La encíclica Rerum Novarum (1891) es su legado más perdurable. En ella, León XIII abordó la “cuestión obrera”, criticando tanto el capitalismo desenfrenado como el socialismo marxista. Defendió los derechos de los trabajadores, incluyendo un salario justo, condiciones laborales dignas y el derecho a formar asociaciones o sindicatos cristianos. Al mismo tiempo, reafirmó el derecho a la propiedad privada y la importancia de la familia y la religión en la sociedad. Este documento sentó las bases de la Doctrina Social de la Iglesia, influyendo en movimientos sociales y políticos cristianos en todo el mundo.
2 Relaciones con los Estados: León XIII intentó resolver el conflicto con Italia, conocido como la “Cuestión Romana”, aunque no logró un acuerdo formal. Sin embargo, adoptó una postura pragmática, instando a los católicos italianos a participar en la vida política a pesar de la prohibición inicial de Pío IX. En Francia, promovió el ralliement, exhortando a los católicos a aceptar la Tercera República y trabajar dentro del sistema político, una decisión controvertida pero que buscaba reducir las tensiones entre la Iglesia y el Estado. También fortaleció las relaciones con países como Alemania, resolviendo disputas derivadas del Kulturkampf de Bismarck, y mantuvo una diplomacia activa con Reino Unido, Estados Unidos y Rusia.
3 Renovación intelectual y tomismo: León XIII fue un firme defensor del renacimiento del tomismo como marco filosófico y teológico para la Iglesia. En su encíclica Aeterni Patris (1879), promovió el estudio de Santo Tomás de Aquino, considerándolo un antídoto contra las filosofías modernas como el positivismo y el materialismo. Fundó la Academia de Santo Tomás en Roma y alentó la creación de universidades católicas, como la Universidad Católica de América en Washington, D.C.
4 Apertura a la ciencia y la cultura: A diferencia de sus predecesores, León XIII mostró interés en la ciencia y la modernidad. Abrió los Archivos Secretos del Vaticano a los historiadores, fomentó los estudios bíblicos y creó el Observatorio Vaticano. También escribió poesía en latín, una afición que reflejaba su amor por la cultura clásica.
5 Encíclicas y escritos: León XIII publicó 86 encíclicas, abordando temas tan diversos como la devoción al Rosario (Supremi Apostolatus Officio, 1883), la libertad humana (Libertas Praestantissimum, 1888) y las relaciones Iglesia-Estado (Immortale Dei, 1885). Sus escritos se caracterizan por un tono claro y una intención pastoral, buscando guiar a los fieles en un mundo en rápida transformación.
6 Vida espiritual y devociones: León XIII fue un papa profundamente piadoso, con una fuerte devoción al Rosario y a la Virgen María. Promovió el rezo del Rosario como una práctica universal y escribió varias encíclicas sobre esta devoción. También es conocido por su supuesta visión mística en 1884, en la que habría escuchado un diálogo entre Dios y Satanás, lo que lo llevó a componer la oración a San Miguel Arcángel, recitada durante décadas al final de las misas.
Personalidad y estilo
León XIII era conocido por su inteligencia aguda, su moderación y su capacidad para adaptarse a los desafíos de su tiempo. A pesar de su avanzada edad (tenía 93 años al morir), mantuvo una energía notable, trabajando largas horas y manteniendo correspondencia con líderes mundiales. Su apariencia frágil contrastaba con su vigor intelectual; era descrito como un hombre delgado, de voz clara y mirada penetrante. Hablaba varios idiomas, incluyendo latín, italiano, francés y algo de inglés, lo que facilitaba su diplomacia.
La narrativa de los extremismos que invade tanto a estados nacionales como al espacio digital se aleja del relato precursor que por décadas explotaron con éxito las nuevas derechas.
Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·
Desde hace tiempo se ha naturalizado el uso del término relato para caracterizar el discurso político que pretende imponer como sentido común una explicación más o menos sesgada de la realidad socio-económica-cultural presente y deseable a futuro. Se trataría de una construcción discursiva estructuralmente eficaz para afianzar el poder u, oponiéndole otra, aspirar a ejercerlo.
Todo relato político comparte criterios básicos de la narrativa de ficción. Destaca el de verosimilitud, pero no es el único: factores estéticos, tipologías e intentos por generar un anclaje coherente para un contexto determinado intervienen en la dinámica constructiva. Así, entonces, podría hablarse de mundos posibles de diseño con cimientos ideológicos.
La coyuntura determinaría qué es y qué no es posible en la narrativa que configura el relato. Cada mundo posible tiene sus coordenadas de espacio-tiempo, sus protagonistas y antagonistas, sus personificaciones y sus raccontos. Al género dramático le debe el planteamiento de conflictos que, por lo general, suelen presentarse como medulares en la escena pública mediática a través del diálogo áspero o el monólogo seductor.
En Argentina, por ejemplo, se habló mucho del llamado relato K, narrativa que se debilitó al no poder adecuarse al cambio de contexto ni a la dinámica comunicacional de la segunda década del siglo. El relato de la nueva derecha se impuso con las ventajas de no ser expuesto mediáticamente como tal, la evolución sostenida de antagonistas, personificaciones del antagonismo y un marco internacional propicio.
Las nuevas derechas, de conservadoras a neoliberales y de rancias a extremas –sin excluir a las netamente autocráticas- de occidente dan la impresión de haber convenido, tácitamente o no, integrarse en un frente común discursivo en el que no afloran disidencias ni quiebres desde hace décadas y que, según parece, facilitó el imperio de un relato con fuerza de ley narrativa.
Así, en poco menos de medio siglo, los mundos posibles de las derechas tendieron a unificarse hasta convertirse en una suerte de folletín planetario cuyas únicas e ínfimas diferencias regionales se explicaban por algunas pinceladas de color local del relato. Cientos de entregas propusieron la epopeya de la libertad hasta redondear una cosmovisión basada en mitos de laboratorio retórico.
Las llamadas organizaciones de la sociedad civil, ONG, fundaciones y think tanks, le imprimieron una pátina libresca al folletín. Con fachada de neutralidad, estas usinas introdujeron el relato en sectores académicos y profesionales. Creció el voluntariado, que apuntó a estratos menos jerarquizados de la educación, la cultura y el trabajo.
Las personificaciones fueron definiendo protagonistas y antagonistas, héroes y villanos, que coparon progresivamente todos los ámbitos de producción material y simbólica a través de la narrativa de las nuevas derechas. El proyecto educativo neoliberal fue un largo capítulo del relato: el ataque a los sistemas estatales no dio tregua por años.
Desde mediados de la década del ochenta hasta los primeros años de nuestro siglo el estilo de esta narrativa evolucionó sin renunciar a la apariencia de racionalidad. Perduraba todavía la exaltación de la democracia en ligazón virtuosa con capitalismo. Libertad, mercado, competencia, calidad, eficiencia, liderazgo, equipo, gestión, emprendedurismo, transparencia y otras palabras del mundo neoliberal se incorporan al léxico de la cotidianeidad con sentido positivo. Estatal, público, solidario, gratuito y cualquier vocablo que remita a la búsqueda del bien social común se inscriben en la esfera de lo negativo. Se evita el uso de la palabra igualdad y se incorpora equidad.
Aunque el relato avanza hacia la hegemonía, hasta la primera década del XXI aún perviven narrativas alternas y resistencia crítica. Aunque el vocabulario de las nuevas derechas ya ha permeado el del progresismo y la academia y, por otro lado, las prácticas neoliberales se multiplican en las administraciones estatales –incluso en las menos pensadas-, todavía se denuncia la impostura como patraña del neoliberalismo, cabeza visible del conglomerado neo-derechista.
En este periodo la oposición discursiva es menos abstracta que a posteriori. Aparecen investigaciones que denuncian la precarización del trabajo, la deshumanización que disimulan las organizaciones en pos del beneficio desmesurado y la creciente pérdida de derechos. Se publican, por ejemplo, los libros Cabeza de turco (1985), investigación del periodista alemán Walraff; La McDonaldización de la sociedad (1993), del sociólogo norteamericano George Ritzer, y Alta rotación (2009), de la argentina Laura Meradi.
El vertiginoso desarrollo de las TIC le da otros bríos a la narrativa de las nuevas derechas, sobre todo en la segunda década del siglo y, con gran fuerza, en lo que va de la tercera. Al tiempo que la finanza internacional se consolida con una automatización operativa plena y los mega-millonarios multiplican sus fortunas, el bigdata se nutre de los Ingenieros del caos (Guliano da Empoli, 2020) y el relato se reestructura.
La rama de la derecha que se autodefine como civilizada, paciente y en lo formal democrática, demuestra que es posible alzarse con el poder a través del antes esquivo voto popular. Vale el ejemplo de Argentina 2015. Sin embargo, declina su punto de vista narrativo, las formas y la retórica en favor de los llamados populismos de derecha o, lisa y llanamente, extremas derechas. Da la impresión de que la fachada de los buenos modales republicanos ya no sería necesaria ni eficaz.
En la última década se intensifica la anti-política a la par de los cuestionamientos al sistema democrático y sus instituciones. La cada vez menos numerosa participación del electorado es uno de los datos clave para validar que el relato se vaya tornando más y más violento a medida que se nutre de infinidad de micro-relatos satélite de la ingeniería caótica que circulan sin cesar por redes sociales: noticias falsas o sesgadas, golpes bajos o apelaciones al odio, la envidia y la indignación.
El estilo formal de registro culto se abandona de manera definitiva. Se abandona también la aspiración a llegar hasta las audiencias amplias con el fin de privilegiar a las minorías nítidas, bien definidas y evangelizadas, convencidas acríticamente, ávidas por participar con agresividad en el éter y sufragar sin titubeos en los comicios.
Así como los líderes ultraderechistas desafían los límites republicanos y del buen gusto, la narrativa apuesta a convertir en posibles los mundos que hasta ayer nomás se consideraban imposibles. El desprecio por preservar el criterio de verosimilitud da la sensación de relacionarse directamente con el objetivo de sacarle el jugo a las minorías nítidas: el nuevo contrato ficcional semeja al del cuento maravilloso con sus lectores o la escucha de los infantes.
Pertinaces independientes e indecisos poco parecen importar. Preservar el favor de las minorías convencidas que no reclaman coherencia argumental ni solidez argumentativa sería, de acuerdo con el relato actual, la Meca de las extremas derechas que ostentan el apoyo de mega millonarios como oráculos o estrellas de entremeses en los que denuestan impuestos y gasto público al tiempo que -con intención de escándalo y posterior chance de negación indignada- coquetean con neofascismos.
Plantear la nueva utopía largoplacista de grandeza con bienestar desde lo macabro de un presente caótico e incivilizado por elección es uno de los núcleos de esta narrativa que de norte a sur encabezan politiqueros de la anti-política con el aplauso de epígonos esperpénticos.
La irrupción de la inteligencia artificial, repentina e inquietante, ha creado un ambiente de pensamiento cuasi mágico en el que puede hablarse tanto de una inmortalidad que espera a la vuelta de la esquina como de un robot omnipotente. Caldo de cultivo, sin duda, para que los extremismos de derecha desplieguen su universo narrativo en clave ciberespacial.
Ya tenemos IA, pero nos falta la máquina del tiempo. Tal vez sí la tengan en el relato ultra -para un solo uso-, en sus mundos imposibles de acción verosímil única: trasladarnos en masa hasta las precariedades del Holoceno.
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