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Orazi y Banacloy analizaron la temporada frutícola

El Intendente Marcelo Orazi recibió esta mañana al Ministro de Producción y Agroindustria de Río Negro Carlos Banacloy para analizar y repasar la temporada productiva que está culminando con la cosecha de las últimas variedades de manzana.

Al respecto coincidieron que la misma se desarrolló en forma satisfactoria y destacaron que en este contexto de pandemia fue muy importante el esfuerzo realizado por la Provincia, el Municipio, los productores y todos los integrantes de la cadena frutícola para su finalización en buenos términos.

Orazi y Banacloy hicieron hincapié en los aspectos sanitarios debido a que Villa Regina es una de las ciudades del Alto Valle que concentra la mayor cantidad de plantas de empaque y de empresas productivas.

También analizaron el funcionamiento del Complejo Fitosanitario Aduanero, fundamental para las exportaciones de la Provincia ya que a través de este organismo se movilizan más de 800 camiones mensuales en el despacho de fruta.

Finalmente abordaron la actividad de las industrias y el potencial que tienen, por lo cual, el compromiso del gobierno provincial es continuar acompañando para transformar la gran materia prima que se produce en Villa Regina en productos con mayor valor agregado.

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  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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    Sumisión total: Milei entrega Argentina a Trump en un acuerdo escrito en Washington

     

    Mientras Milei festeja su alineamiento incondicional con Donald Trump, Estados Unidos anunció —de manera unilateral— un acuerdo comercial que obliga a la Argentina a seguir la política económica de Washington, abrir su mercado interno sin límites a productos norteamericanos y resignar soberanía regulatoria y productiva. El Gobierno lo celebra como un “siglo de oro”; la letra chica muestra un país reducido a colonia.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable


    Un acuerdo anunciado desde Washington y aceptado sin chistar por Milei

    El gobierno estadounidense informó que ya tiene cerrado el “Marco de Comercio Recíproco e Inversión”, un entendimiento que, lejos de cualquier reciprocidad, impone a la Argentina las reglas del mercado norteamericano, desde la relación con China hasta la desregulación interna.
    La revelación se conoció mientras Pablo Quirno era recibido por Marco Rubio en Washington, confirmando que las decisiones cruciales sobre comercio y producción argentinos ya no se toman en Buenos Aires.

    La Casa Blanca sostuvo que el pacto busca “fortalecer y equilibrar” la relación bilateral. Pero el punteo de medidas adelantadas por Estados Unidos deja bien claro que de equilibrio no hay nada: la Argentina se compromete a seguir la política comercial de Washington, incluso respecto de terceros países, una definición que apunta de manera directa a China —principal destino de nuestras exportaciones de soja y derivados—.


    Milei festeja la entrega y presume sus viajes

    Milei celebró el anuncio como si fuera una victoria propia, exhibiendo el acuerdo como fruto de su “alineamiento incondicional” con la administración Trump. En un acto en Corrientes, aseguró con tono burlón que “parece que los viajes estuvieron rindiendo un poquito, no?”, dejando en claro que la subordinación diplomática y económica es para él motivo de orgullo.

    A pesar de que el acuerdo todavía debe cerrarse técnicamente y pasar por el Congreso, el Gobierno ya lo da por hecho y se enorgullece de avanzar en un modelo económico que beneficia a sectores extractivos y financieros, mientras expone a toda la industria nacional al riesgo de desaparición por importaciones sin freno.


    Un texto escrito en inglés y para los intereses de Estados Unidos

    La propia Casa Blanca difundió un comunicado donde se afirma que Trump y Milei “reafirman la alianza estratégica basada en mercados abiertos y libre empresa”, una fórmula que, traducida al castellano, significa apertura total del mercado argentino y ventajas extraordinarias para las empresas norteamericanas.

    Milei volvió a repetir que el país “se capitalizará fuertemente” y que comienza “un nuevo siglo de oro”, apelando a la misma narrativa que el Gobierno usa para justificar reformas laborales, tributarias y penales que golpean a trabajadores, pymes y productores locales.
    Quirno, desde redes sociales, habló de una “nueva etapa superior”, sin mencionar que la industria nacional será la que pague los costos.


    Apertura asimétrica: ellos traen tecnología, nosotros les regalamos recursos

    Uno de los pilares del acuerdo es la apertura “recíproca” de mercados. La palabra recíproca funciona como un chiste involuntario:

    Argentina reduce aranceles a productos de altísimo valor agregado provenientes del país más industrializado del planeta:
    – Medicamentos
    – Químicos
    – Maquinaria
    – Equipamiento tecnológico
    – Dispositivos médicos
    – Vehículos
    – Productos agrícolas
    Mientras tanto, Estados Unidos sólo baja aranceles a recursos naturales no disponibles en su territorio y a algunos insumos farmacéuticos sin patente.

    La asimetría es obscena: Argentina abre sectores sensibles; Washington ofrece concesiones que no afectan en lo más mínimo a su industria.

    Incluso, la Casa Blanca adelantó que considerará “positivamente” el acuerdo al evaluar medidas de seguridad nacional, como la famosa Sección 232, una herramienta proteccionista que Estados Unidos usa a gusto. Es decir: no garantizan nada.


    Renuncia regulatoria: productos norteamericanos entrarán con normas de Estados Unidos

    Otro eje crítico es la eliminación de barreras no arancelarias. Argentina aceptó desmontar licencias de importación, formalidades consulares y la tasa estadística para productos de Estados Unidos. Pero lo más grave es esto:

    Los productos norteamericanos podrán ingresar bajo estándares estadounidenses o internacionales, sin exigencias locales adicionales.

    Eso implica:
    – Vehículos con normas de seguridad y emisiones propias de Estados Unidos
    – Equipos médicos y fármacos certificados por la FDA que ANMAT deberá aceptar sin más

    En síntesis: el país cede su potestad regulatoria en áreas clave de salud, industria y seguridad.


    Propiedad intelectual: Washington consiguió lo que exigía desde hace una década

    Argentina también se comprometió a avanzar en temas que el Special 301 de Washington reclama todos los años:
    – Cambios en criterios de patentabilidad
    – Aceleración de plazos de otorgamiento de patentes
    – Ajustes en indicaciones geográficas
    – Mayor persecución a la falsificación, incluso digital

    Esto impactará directamente en medicamentos, semillas y tecnologías, encareciendo insumos básicos y debilitando la soberanía tecnológica nacional.


    Sector agropecuario: ingreso de carne aviar, bovinos vivos y presión sobre economías regionales

    En materia agrícola, el acuerdo abre puertas inéditas:
    – Ingreso de ganado bovino vivo
    – Entrada de carne aviar estadounidense en un año
    – Eliminación de restricciones sobre términos queseros
    – Simplificación de trámites para carnes, menudencias, porcinos y lácteos

    Para las economías regionales, pymes alimentarias y cooperativas, esto significa competir contra una de las cadenas agroindustriales más subsidiadas del planeta, un escenario dramático para sectores como lácteos, queserías y frigoríficos medianos.


    Minerales críticos: litio y cobre bajo tutela geopolítica

    El acuerdo incorpora “cooperación estratégica” sobre minerales críticos como el litio. Para Estados Unidos —que busca asegurar cadenas de abastecimiento para su transición energética— es un triunfo geopolítico.
    Para Argentina, es ceder capacidad de decisión sobre un recurso clave, justo cuando provincias como Jujuy, Salta y Catamarca discuten mayor participación local.


    Comercio digital: datos personales argentinos viajan a EE.UU. bajo su ley

    Argentina reconocerá a Estados Unidos como “jurisdicción adecuada” para la transferencia de datos personales. Esto permitirá que empresas estadounidenses recolecten y procesen datos locales bajo legislación norteamericana, menos protectora que los estándares europeos.

    También se aceptarán firmas electrónicas bajo leyes estadounidenses, consolidando un alineamiento tecnológico con Washington que deja al país sin margen de regulación propia.


    Una entrega histórica con costos enormes para la industria y el trabajo

    El Marco de Comercio Recíproco e Inversión se presenta como un acuerdo “histórico”. Y lo es:
    histórico por la magnitud de la entrega.
    histórico por la pérdida de soberanía económica.
    histórico por su impacto destructivo sobre la industria nacional.

    Los supuestos beneficios —mayor previsibilidad, reducción de trabas, promesas de inversión— dependerán de que el país no quede atrapado en una dependencia aún más profunda, algo que ya vivió en los ’90 y que terminó en desastre.

    Mientras Milei celebra como si hubiera conquistado algo, la letra chica muestra lo contrario: un gobierno dispuesto a convertir a la Argentina en un enclave dependiente de las decisiones que se tomen en Washington.

     

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    Libro: «Ovejas», de Sebastián Ávila

    ESCRIBE: FACUNDO FAJARDO “Cada uno llevaba una pata de oveja. El camino serpenteaba entre playas y acantilados. Subidas y bajadas, pasando por antiguos cauces de ríos. Costaba mantener el equilibrio con el viento del estrecho y canto rodado en los pies. Eran las tres o las cuatro de la tarde. En media hora el sol…

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  • El reemplazante de Montenegro en Mar del Plata mantuvo el acuerdo con los radicales

     

    Radicales, lilitos, libertarios y PRO. La fisonomía política del nuevo gabinete en Mar del Plata expondrá una composición inédita en la provincia, pivoteando entre el viejo esquema de Juntos y el reciente acuerdo del PRO con La Libertad Avanza que tuvo a Guillermo Montenegro como uno de sus principales impulsores.

    Uno de los datos más relevantes es que la UCR liderada por Maximiliano Abad seguirá integrando el gabinete local, ahora al mando del intendente interino Agustín Neme, quien reemplaza a Montenegro, que asumió el lunes en el Senado provincial.

    Neme puso en marcha una serie de cambios de funcionarios, pero sin tocar los acuerdos partidarios preexistentes con los radicales y proyectando sumar algunos libertarios.

    Así, la UCR mantiene el control de secretarías clave del gobierno marplatense como Educación, Salud y Desarrollo Social, área donde este jueves se conoció la salida de Vilma Baragiola, que vuelve al Concejo, pero su reemplazo es un radical, Guillermo Schütrumpf, hasta hoy secretario del bloque UCR.

    En septiembre, el radicalismo en Mar del Plata compitió con la boleta corta de Nuevos Aires y logró meter dos concejales, la periodista Gabriela Azcoitia y el ex senador Ariel Martínez Bordaisco.

     Fuentes del PRO y la UCR señalaron a LPO que prevaleció la intención de sostener el modelo de gestión marplatense vigente y apartarlo, al menos ahora, de los posicionamientos políticos a escala provincial y nacional. 

    La confrontación legislativa a la boleta bendecida por Montenegro había generado tensiones entre la UCR y el PRO, disparando dudas sobre la persistencia del acuerdo político después del 10 de diciembre.

    Sin embargo, fuentes de ambos espacios señalaron a LPO que prevaleció la intención de sostener el modelo de gestión marplatense vigente y apartarlo, al menos ahora, de los posicionamientos políticos a escala provincial y nacional.

    «Todos adentro», dijo a LPO un dirigente cercano a Montenegro. En ese sentido, también seguirán participando del gabinete miembros de la Coalición Cívica.

    Guerra declarada entre el PRO y los libertarios por posiciones de poder en los Concejos

    Al momento, a manos del lilito Bernardo Martín está el gravitante Ente Municipal de Turismo y Cultura (Emturic). Pero cerca del municipio señalaron a LPO que, tanto en esa área como en Obras Sanitarias (Osse) está prevista la incorporación de libertarios.

    Por eso, está la posibilidad de una reconfiguración que ubicaría a los lilitos en Medio Ambiente. En Osse, los mandatos de directores y síndico vencen el próximo martes. Para esa fecha se prevé el anuncio de cambios. Hoy, Obras Sanitarias es comandada por los radicales Carlos Katz y Cristina Coria.

    Tanto para Osse como para el Emturyc aún no están definidos los nombres de los libertarios que se sumarán. Lo que ya se definió para La Libertad Avanza es la presidencia del Concejo Deliberante, que quedó a manos de Emiliano Recalt, alineado al diputado nacional Alejandro Carrancio, mano derecha de Pareja.

    Cerca del municipio señalaron que, hacia la interna del espectro oficialista marplatense, Neme planteó que, más allá de ser una continuidad de Montenegro, el cambio de cara al mando requiere de apoyo político y gestos de gobernabilidad.

    El planteo va directo al Concejo donde, entre el PRO y los libertarios, Neme cuenta con nueve bancas. Para lograr la mayoría propia necesita de los radicales, que hoy cuentan con un bloque de cuatro concejales.

    De retener en el acuerdo a la Coalición Cívica (con una banca), el intendente interino tendría el alineamiento de 14 concejales, número suficiente para lograr la aprobación de los proyectos provenientes del Ejecutivo. 

     

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  • Orazi y Banacloy se reunieron con empresarios frutícolas

    El Intendente Marcelo Orazi acompañó en la mañana del jueves al Ministro de Producción y Agroindustria de Río Negro Carlos Banacloy en un encuentro con empresarios del sector frutícola de Villa Regina. La reunión se realizó en el Salón Comahue de la Cámara de Comercio, Industria y Producción local y se analizaron temas como el…

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