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LUIS Y LA BICICLETA

CAPÍTULO 1

En la fábrica hay una sola oficina. Se llega subiendo la única escalera a la vista de todos. La oficina está vacía casi siempre. El patrón no va seguido. No es necesario. En la antesala de la oficina hay un escritorio para Rubén, el encargado. Que no es dueño pero bien que le gustaría. Sueño de pescado, piensa Luis. A media mañana de ese día común le dicen que Rubén lo necesita.

Dejó las piezas ordenadas y comenzó a caminar la milla verde como le gustaba llamarla. Mientras subía la escalera se aferró por un momento al pasamanos. Lo observó como nunca lo había hecho en tanto tiempo. De hierro, verde milico y frio. Recordó que años atrás, para una Navidad, lo decoraron para la ocasión. Hasta un año lo embolvieron en lucecitas que se apagaban y prendían. De led, gastan menos. Pero estaban todo el prendidas. Soltó el pasamanos como soltó el recuerdo. Estaba frío, como toda la fabrica. Ya en junio se siente si no se prende la calefa.

– Tomá Luis – le dijo Rubén con el brazo extendido y la oferta de un sobre. Era el telegrama de despido.
– Mira Luis – continuó sin esperar respuesta – Sabes que la mano viene complicada. No hay laburo y que se le vamos a hacer? A partir de mañana no vengas. A mi me molesta mucho está situación. Te lo juro. Pienso en tus pibes y tu mujer. Y me mata. Pero es así la cosa. También viste, tanto tirar de la cuerda que al final la fiesta la pagamos entre todos.

– Si hubo una fiesta a mi no me invitaron – Le dijo Luis

– Bueno! Ves como se ponen al final! Sabes a lo que me refiero. Y no me mirés así eh! Que me imagino lo que pensás. Se tuvieron que ir de viaje. No no no, te dije, no me mirés así. Acá a ninguno nos tiene que importar si se van a Europa o donde se va el Héctor con su familia. Sabemos bien lo merecido que se lo tienen.

– Claro Rubén, el esfuerzo lo hacemos todos, no?

– Entendeme! Justo tenés que ser vos. Así lo deciden. Viste que es por antigüedad, tipo de trabajo, cantidad de horas. Que se yo! Me dicen eso y eso te lo digo. Pero te juro que me mata, sobre todo lo de tus pibes. En serio, entendeme.

– Entiendo Rubén, quedate tranquilo. Entiendo esto y muchas cosas más.

Luis sonrió. O se le escapó una mueca. Que no es lo mismo pero es mas o menos lo mismo, un poco más irónica. Y hace igual de bien. De costadito a lo Tabarez y válvula de escape del ello, el yo o que se yo.

Mientras juntaba sus cosas pensaba que todos los días son comunes hasta que dejan de serlo. Una obviedad, claro. Pero pensarlo así significaba estar dispuesto a lo que se le venía. Ninguna resigancion en aceptar lo que ocurre sino para prepararse en modo alerta a bancar lo que pasa. Tan absorto estuvo en sus pensamientos que se fue sin saludar.

Cuando llegó a su casa, entró el auto al garage y apagó el ruidoso motor. Todo quedo en silencio. Por el barrio yo no se escuchan ruidos de chapas y construcción. Ni hablar de niños niñas correteando por ahí. Hay silencios que se hacen oir, pensó. Miró a su costado y vio la vieja bicicleta colgada. Mañana la pongo a punto. Quedarme quieto no me voy a quedar. Esto es un principio.

Escrito por: 
Juan Ferraro 
Franco Inostroza
Andrés Linares

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