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LUIS Y LA BICICLETA #2

CAPÍTULO 2

Eva está muy preocupada y se lo hace saber a Luis. Ahora que hacemos le repite una y otra vez. Luis le dice que va a ver. Que esté tranquila. Que con la indemnización algo van a tirar. Eva vuelve a las dudas. Cuánto podemos tirar así le pregunta. Necesitamos un ingreso ya. Luis la calma. Ella lo rechaza. Pelean un poco. Se vuelven uno en un abrazo. Lloran un poco.

– Bueno basta Eva. Hacete unos mates rápido que ya salgo a ver lo del mercadito que me pasaron. – Le dice Luis.
– No vas a llegar flaco, cierra en un ratito – Le advierte Eva.
– Entonces dejá! Ya salgo!
– Y el currículum?
– No creo que lo necesite!

Salió en la bicicleta con el ánimo arriba como envión. Es el viento que todo empuja pensó. El barrio es tranquilo pasado el mediodía. Mucha gente se guarda hasta la tarde. Pedaleaba cada vez más rápido. El mercadito queda a unas 30 cuadras. Ya en otro barrio. Clase media. Poblado de autos 2010, 2011, 2012. De casi todas las gamas y colores. Todos apiñados bajo las sombras de los árboles de cada vereda. Cuando llegó al mercadito entró por la única puerta principal. Ya estaba custodiada por un empleado de seguridad por lo que en efecto advirtió que estaba por cerrar. El local tenía un lineal de cajas de 3 unidades. Dos estaban cerradas y la única habilitaba ya despachaba a los últimos clientes. En el mostrador grande frente a las cajas estaba la dueña. Una mujer de unos 60 años. De pelo corto color rubio. Con sobre peso y una postura de que todo lo sabe y todo domina. Frente a ella un señor como Luis. Siempre el otro puede ser uno.

– Y esas son las condiciones – Oyó Luis decir a la señora como concluyendo una conversación que él había interrumpido cuando se acercó.
– Pero a ver si entendí bien – le contestó el otro hombre – Usted dice que no es sueldo fijo y que la ganancia está en las propinas que me van a dar.
– Claro que sí – Le responde la señora – y cuanto más te esfuerces vas a ver que más propina te van a dar.
– Pero señora yo pensé que iba a trabajar para usted. Que un sueldito básico al menos había.
– Vas a trabajar acá pero para los clientes me entendés? Bueno dejame el Currículum que voy a ver. Porque con tantas cuestiones querido…

La señora tomó los papeles y dejó de prestarle atención al otro tipo que ya salía del comercio. Lo miró fijo a Luis.

Buenos días en que lo ayudo? – Le dijo mientras ordenaba las cosas del mostrador.
– Buen día señora. Vengo por lo de puesto de cadete. Pero ya escuché más o menos cómo es. Y la verdad no tengo el currículum.
– Entonces tráigalo a la tarde porque ahora ya estamos cerrando – le dijo en seco ya abocada a juntar los papeles y dar órdenes a otros empleados apurando sus tareas.
– Si si, disculpe y gracias – concluyó Luis.

Salió del comercio cabizbajo. Eva tenía razón con que lleve el currículo. Y qué raro lo del sueldo. Algo no le cerraba. Cuando levantó la vista pudo ver al otro hombre sentado en cordón de la vereda.

Podés creer que no te ofrezcan al menos un poco de sueldo fijo para empezar? – Le dijo a Luis cómo para arrancar una conversación.

Pero antes que Luis diga algo el ruido de una persiana eléctrica los interrumpió. Los dos se dieron vuelta para ver cómo se cerraba el local tras esa persiana de color beige. Fea pero muy prolija pensó Luis. Y por ahí en la mitad de la persiana se empieza a ver unas manchas en negro. Un poquito más… un poquito más y las manchas se transformaban en un grafiti. La frase completa: “vieja chota”. El grafiti era de los pibes del barrio de Luis, tenía su firma. Un grupito de revoltosos que andaban de un lado a otro dando una mano en clubes de barrio, sociedades de fomento, geriátricos y varios lugares más. Se ve que por acá también pasaron y algo conocían a la señora. “Conciencia colectiva” la firma en cada grafiti.

Escrito por: Juan Ferraro, Franco Inostroza y Andrés Linares.

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