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“LAS CORPORACIONES TE QUIEREN DORMIDO”

Para empezar a comprender qué es la alimentación consciente, tenemos que ser flexibles y cambiar la mirada, ir un poquito más allá de lo que nos enseñaron, dudar hasta de lo indudable. Pero creo con fervor que el mundo puede cambiar esa mirada, puede ser cada día mejor.

Ser conscientes implica un concepto más global que estar frente a la góndola de un supermercado y elegir arroz integral entre las infinidades de marcas de arroz refinado. Implica estar despiertos en cada decisión de nuestras vidas. Desde cuál es el primer pensamiento que elijo al despertar hasta si realmente esa inversión que elegí es la mejor opción. Nos corre del lugar de “piloto automático” donde otras personas o entidades toman un montón de decisiones por nosotros. Es saber que el que crea tu vida, tu realidad, sos vos. De esta manera, nos volvemos libres para disfrutar la magia que significa estar vivos.

También existe la parte desagradable del cuento. Lamento informarte que hay un montón de corporaciones que te quieren dormido, pasivo. La industria alimenticia a lo largo de la historia se ha ido modificando hasta lograr productos de pésima calidad que nos llevaron a contraer patologías actuales, que no casualmente hace muchos años atrás sus casos eran ínfimos o nulos. Enfermedades como el alzheimer, la diabetes, la celiaquía, las alergias, la demencia senil, enfermedades cardiovasculares, el cáncer, y muchas más, derivan en su gran porcentaje de este desarreglo alimenticio que se ha hecho al industrializar nuestros alimentos y alejarlos cada vez más de su naturaleza.

Y si es algo tan malo, ¿quién se beneficia de esto?. No va a sonar bonito, pero hay muchos rubros que se favorecen económicamente de este contexto. La industria alimenticia, por ejemplo, refina las harinas produciendo varios efectos, entre ellos el efecto opiáceo. Logrando que te vuelvas adictas a ellas, y por lo tanto, sigas comprando y consumas mucho más de lo normal. Dentro de este marco es muy probable que contraigas diabetes, pues las harinas refinadas tienen un exceso de almidón, un derivado del azúcar. Y en efecto, el exceso no es por agregado, si no por sacar el porcentaje de las fibras, las cáscaras (precisamente lo que más nos nutre) y aumentar el porcentaje de almidón y gluten. Enfermo de diabetes es muy probable que necesites medicamentos, convirtiéndote en una caja de ahorro de por vida para las farmacias, las obras sociales, los médicos. Una larga cadena de beneficiarios.

Sí, suena cruel y desalmado pero es real. No obstante lo mejor es que tenemos el poder de revertirlo. El poder de informarnos y darle a nuestro cuerpo lo que necesita, y dejar de envenenarlo con productos disfrazados de alimentos.

Tengo la suerte de escribirles desde San Carlos de Bariloche. Un lugar rodeado de naturaleza, porque si hay algo que aprendí con la alimentación, es que la naturaleza es sabia, y en la sabiduría se encuentra la verdadera belleza. Por lo tanto, mientras menos proceso tenga el alimento y se logre lo más cercano a “sacado de una planta”, sin agroquímicos, es lo mejor que le podemos brindar a nuestro cuerpo. Incluir en la dieta harinas integrales, azúcar mascabado, frutas y vegetales crudos, oleaginosas, semillas y brotes, es un excelente comienzo.

No se trata de complicarse más, se trata de volver a las raíces y comprobar en carne propia que uno se siente mejor y denota que su cuerpo funciona como siempre tuvo que haberlo hecho.

MI ELECCIÓN

Hace 9 años que soy gastronómica. Mi carrera comenzó siendo moza, luego decidí estudiar gastronomía, y por consiguiente, trabajé en varias cocinas. Tuve mi propio emprendimiento, y logré estar en un medio de comunicación con la fortuna de mostrar mis recetas con mi impronta.

Antes de estudiar gastronomía, hice dos años y medio de medicina. Decidí estudiar esa carrera ya que mi papá es médico y me trasmitió su profesión desde un lugar cálido como el hogar. No me parece un detalle menor, ya que de algún modo, siempre tuve la preocupación latente de ver a tantas personas enfermas. Finalmente desistí y elegí cambiar mi rumbo. Pero todavía había algo que me conectaba, que me parecía mágico y maravilloso al mismo tiempo, y era entender como funcionaba nuestro cuerpo.

Cuando empecé mi emprendimiento, me involucré en hacer viandas para las personas que estuvieran trabajando o que no dispusieran de tiempo para cocinar. Al principio, hacía platos clásicos al estilo casero (pastas, carnes, pasteles de papa, pollo relleno), sin tener idea de lo que significaba ser conscientes a la hora de cocinar y comer. Pero no pasó mucho tiempo, hasta que llegó mi primer cliente con una especificación: “sin sal”, era hipertenso. Y así como llegó ese cliente, llegaron muchos más con “sus especificaciones” dependiendo de su enfermedad. Ese fue mi motor para comenzar a estudiar autodidacta, leyendo libros de Néstor Palmetti, concurriendo a seminarios, conociendo gente maravillosa que me cuenta su historia de cómo la alimentación cambio su estilo de vida.

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