La mandíbula del Rey
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La mandíbula del Rey

 

Un mandatario que cambió la historia (y no porque quiso).

Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

Imagen modificada digitalmente

Pocos días antes de cumplir 39 años, el 1º de noviembre de 1700, el rey de España Carlos II fallecía. Su vida y su muerte cambiarían el rumbo de la historia moderna pero no por sus dotes de gobernante, sino porque pondría fin a una dinastía, originaría una guerra y la resultante nos tocaría de cerca a los de este lado del mundo.

La dinastía de los Habsburgo (los Austrias, los llaman otros) dominaría los siglos XVI y XVII de España y de casi medio mundo. Ya controlaban varias regiones de Europa desde el siglo XIII, en el apogeo del sistema feudal. Lo que originalmente era solo el nombre del castillo de la familia se convirtió en un símbolo de poder absoluto cuando Federico fue coronado Rey del Sacro Imperio Romano Germánico en 1452 y uno de sus herederos, Felipe I de Borgoña, apodado «El Hermoso» se casó en 1496 con Juana de Castilla («La Loca»), hija de Los Reyes Católicos y sucesora al trono de lo que ahora es gran parte de España.

El hijo de ambos, Carlos (I o V, dependiendo de qué lugar estemos hablando) fue coronado Rey en 1516 e inauguró la dinastía que terminaría con su tocayo casi dos siglos después.

El reinado del Carlos que nos compete (el segundo) duró 35 años, entre 1665 y 1700, y fue de lo peorcito que se había visto hasta entonces, cosa que un poco se le perdona pues fue nombrado Rey a los cuatro años.

De una salud bastante delicada, lo apodaron «El hechizado» y si bien tuvo un par de parejas que se disputaron su amor, no llegó a tener descendencia (de ahí el despelote que se armó cuando murió).

Su salud y su segura infertilidad vinieron de la mano, seguramente, de las prácticas incestuosas características de la familia. «Los Habsburgo sufrían de una mortalidad infantil más alta que la media de la población, aunque la familia era inmensamente rica y no experimentaba los problemas de salud relacionados con la pobreza como le sucedía a mucha gente en esos tiempos», apunta el genetista Gonzalo Álvarez.

El matrimonio entre primos, hermanos o cualquier parentesco de sangre no era extraño para esta familia y fue así como acumularon poder. Por ejemplo, el padre de Carlos II, Felipe IV, contrajo matrimonio con la hija de su propia hermana; y el propio «Hechizado» se casó y buscó prole con María Luisa de Orleans, su prima segunda, sobrina de Luis XIV, rey de Francia, quien también era tío de Carlos II.

María Luisa de Orleans

Esta incestuosidad remarcó algunas características faciales de esta familia, con una cara alargada que terminaba con lo que han dado en llamar como «la mandíbula de los Habsburgo» que ha devenido en numerosos estudios médicos e investigaciones.

Lo cierto es que los fotógrafos de la época (se los llamaba pintores) debían hacer milagros para disimular ciertas peculiaridades que no eran apreciadas por los mismos mandatarios y buscaban disimular. Y es que además de su aspecto, sus enfermedades, su incapacidad para tener hijos y para gobernar, Carlos II era un gobernante cobarde e infantil.

Uno que le dio duro al pincel manejando poses, iluminación y efectos fue un tal Juan Carreño de Miranda, quien a partir de 1671 ocupó el puesto de pintor de cámara de Carlos II, que era algo así como el que creaba las imágenes para las «redes sociales», y que por más retoques que le daba siempre chocaban, cual Tinder, con la imagen real. Poco antes de la muerte de Carreño fue reemplazado por otro artista, Claudio Coello, considerado el último gran artista barroco madrileño pero que, talento aparte, igualmente colisionaba de frente contra las poses del mandatario.

Y para terminar, sintetizamos la personalidad el gobernante con lo que escribió Luis Ribot en El Mundo: «Carlos apenas recibió la educación necesaria para el oficio de rey y fue siempre débil de carácter, irresoluto y voluble, en parte por una escasa confianza en sí mismo y en su propio criterio. Por ello, las personalidades más fuertes, y especialmente las mujeres de su propia familia, tuvieron un gran influjo sobre él«.

Nada que sorprenda por estos lados…

 

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