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¿GUERRA EN O CONTRA LOS HOSPITALES?

El personal de un Hospital vive programado en una sucesión de vigilancia y control de los cuerpos. Tensión redoblada que oscila entre la acusación y el castigo.

Detectives del cuerpo, soldados sin descansar en la trinchera de la guardia, inspectores de tránsito que chequean los horarios de tráfico del personal, personal de inteligencia para problemas de conducta, cámaras que no paran de vigilar, jefe de operaciones, páredes pálidas y tristes en donde repercuten los dolores, químicos y procedimientos para la supervivencia en la guerra contra las enfermedades, sonrisas esporádicas en el silencio de los pasillos, todo un sistema que marcha a paso militar en un Hospital agotado que nunca duerme y es desvalorizado por la mayoría de los gobernantes.Un artículo reciente en Página 12, resalta la gravedad en la cual se encuentra el sistema de salud pública:

 

«El Instituto de Investigaciones Gino Germani, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el Centro de Salud Mental Mauricio Goldenberg y la Fundación Soberanía Sanitaria, entre otros, cuestionaron la reducción del Ministerio de Salud al rango de Secretaría y advirtieron que la salud pública “está en peligro”. Estas ONG advirtieron que “la degradación del Ministerio de Salud, la primera que sucede en un gobierno democrático, además de ser elocuente desde lo simbólico, traerá aparejada una pérdida del poder de rectoría de la política sanitaria nacional, hasta entonces ejercido, a pesar de innumerables dificultades, por dicho ministerio«

Página 12

Filas de personas que madrugan para sacar un turno, que quizás se lo den para unos meses más adelante… Negatividades y fragmentaciones institucionales, en donde se proyectan las frustraciones, los malestares y los desacuerdos.

Cinismos y luchas de poder a la orden del día. Días pautados para las vacaciones, que solo implican retomar energías para volver a trabajar. Y trabajar y trabajar como relojes que nos controlan y vigilan y castigan. Presupuestos para suplicar que los salarios se adecúen a la inflación… Ansiedad extrema que aumenta y espera calmarse en el día de pago del salario. Servidumbre voluntaria de subjetividades cansadas de no ser valoradas, respetadas y reconocidas. Desconfianza generalizada hacia el futuro y el otro. Reflexionar sobre las modalidades de relación que conforman a la realidad pública hospitalaria, así como ponerle palabras a los malestares son una vía para tratar las problemáticas emocionales e instrumentales actuales

Imagen: S. Dalí, la cara de la guerra

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    A 74 años de la primera elección con voto femenino en la Argentina

     

    El 11 de noviembre de 1951 las mujeres argentinas votaron por primera vez, gracias a la lucha de Eva Perón y del movimiento femenino peronista. Fue una revolución social y política que cambió la historia del país. Hoy, mientras el gobierno de Milei promueve un Estado sin derechos ni memoria, esa conquista vuelve a resonar como una advertencia: los derechos no se mendigan, se defienden.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

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    La ley que cambió el país

    El derecho al voto femenino fue consagrado por la Ley 13.010, promulgada el 23 de septiembre de 1947, fruto de la militancia incansable de Eva Duarte de Perón y del movimiento de mujeres que la acompañó. Desde el balcón de la Casa Rosada, Evita sintetizó aquel momento histórico con una frase que quedó grabada en la memoria nacional: “Recibo en este instante la ley que consagra nuestros derechos cívicos con la certeza de hacerlo en nombre y representación de todas las mujeres argentinas.”

    No fue un gesto simbólico, fue un acto de justicia. Por primera vez, el Estado argentino reconocía la igualdad política entre hombres y mujeres, y ponía fin a décadas de exclusión.


    1951: las urnas se abrieron para todas

    Cuatro años después, ese derecho se hizo realidad. El 11 de noviembre de 1951, más de 3,5 millones de mujeres fueron a las urnas en todo el país. No sólo votaron: también fueron elegidas.
    El peronismo llevó al Congreso a 23 diputadas nacionales y 6 senadoras, inaugurando una nueva etapa en la historia política argentina. Entre ellas se destacaron Delia Parodi, primera mujer en ocupar la vicepresidencia de la Cámara de Diputados, y María Rosa Calviño de Gómez, impulsora de leyes pioneras en materia de derechos laborales y sociales.

    Fue la primera vez en América Latina que la participación política de las mujeres tuvo un impacto directo en el poder legislativo, marcando un punto de inflexión que transformó la democracia argentina.


    El Partido Peronista Femenino: la revolución silenciosa de Evita

    Nada de eso habría sido posible sin la organización política que Eva construyó con visión y coraje: el Partido Peronista Femenino (PPF). Creado en 1949, llegó a tener más de 500 unidades básicas en todo el país, organizadas por delegadas censistas que formaban, alfabetizaban y movilizaban a miles de mujeres del pueblo.

    Desde fábricas, barrios y sindicatos, las mujeres peronistas se convirtieron en protagonistas de una verdadera revolución social, llevando al Estado la voz de las trabajadoras, las amas de casa, las obreras y las estudiantes. “La mujer peronista no es una mujer más: es la columna vertebral de la nueva Argentina”, escribió Evita en La razón de mi vida.


    La renuncia que no fue derrota

    Aquel 1951 también fue el año en que Evita fue proclamada candidata a vicepresidenta junto a Juan Domingo Perón. La movilización del 22 de agosto en la Avenida 9 de Julio, conocida como el Cabildo Abierto del Justicialismo, fue una demostración de amor y poder popular sin precedentes. Sin embargo, presionada por los sectores militares y debilitada por su enfermedad, Evita renunció a la candidatura semanas después.
    Su renuncia no detuvo su legado: el voto femenino ya era una realidad y su nombre, símbolo eterno de la igualdad y la justicia social.


    De Evita a Milei: derechos en disputa

    Setenta y cuatro años después, la enseñanza de Evita sigue más vigente que nunca. Mientras el gobierno de Javier Milei intenta recortar políticas públicas, cerrar programas de género y reinstalar el discurso del “mérito individual” como sustituto de los derechos colectivos, la historia recuerda que nada de lo que conquistó el pueblo fue un regalo.

    El voto femenino no fue una concesión graciosa de ningún poder: fue el fruto de una lucha organizada, del protagonismo popular y de una mujer que entendió que la verdadera libertad se construye con justicia social.


    La voz que no podrán callar

    Aquellas mujeres que en 1951 entraron por primera vez al cuarto oscuro no sólo eligieron un gobierno: eligieron ser parte de la historia.
    Evita les dio voz, organización y conciencia política. Y esa voz —la de las mujeres del pueblo— sigue resonando en cada lucha por los derechos, la igualdad y la dignidad nacional.

    Porque como decía ella: “Donde hay una necesidad, nace un derecho.”
    Y ningún Milei podrá borrar eso.

     

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