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Feria Raíces se suma a ‘Vendimia Celebra 2021’

Una nueva edición de la Feria Raíces en Los Gansos Restó se suma a las actividades de ‘Vendimia Celebra 2021’ durante el próximo fin de semana a partir de las 18 horas.

El domingo 14 la Dirección de Turismo de la Municipalidad de Villa Regina estará presente con un espacio para degustación y la posibilidad de comprar vinos a precios promocionales.

Los Gansos Restó también formará parte del programa Gastro Arte ofreciendo un menú vendimial.

Cabe destacar que dicho emprendimiento forma parte de la mesa de trabajo de Turismo Rural.

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  • Vengo a hablar de política

     

    Publicado el 26 de junio de 2019

    Foto de portada: Jangel Mota

    -¿De qué tienen que hablar las travestis?

    Claudia Rodríguez deja caer la frase con cierta ambivalencia. Sostiene un cuaderno en la mano sin mirarlo. Uñas anaranjadas, voz honda, coqueta, así se presenta ante un público integrado por alumnxs de literatura latinoamericana, estudios de género y sexualidad, profesorxs universitarios y activistas LGBT que se acercaron a escucharla. Hoy no está en Santiago de Chile, donde vive, sino Estados Unidos, en una universidad pública de Nueva York.  

    Soy el profesor anfitrión aquí en Stony Brook University, esta universidad pública de Nueva York. Lxs alumnxs presentes han cursado mis materias sobre lo trans y lo queer/cuir en América Latina, han leído la obra de Claudia, hemos hablado de ella. Pero no es lo mismo hablar de ella que escucharle hablar por sí misma. Y ese es el punto: un acto de presencia. Esa presencia es política, aquí, ahora. Es político nombrarse travesti en este contexto -en la era de Trump y en tierra de Trump-. Estoy ansioso, anticipo preguntas, burocracia repentina, el problema del idioma, del cuerpo. Tengo miedo de que nos vean fumando un cigarrillo (está prohibido fumar en el campus). Tengo miedo de que no digan nada, de la indiferencia. Pero exhalo. Ya está.

    – Soy poeta travesti chilena. Y monstrua resentida- continúa la invitada. 

    Rodríguez es la figura emergente de la escena cultural trans y travesti de su país. Su trabajo activista se enfoca en la prevención del VIH en comunidades periféricas. Y su trabajo performático, en la hipocresía patriarcal, la violencia de género, la supuesta multiculturalidad del Estado chileno. En Santiago, a Claudia se la puede ver parada en una esquina, bajo la sombra del Cerro Santa Lucía chusmeando con una amiga, riéndose de clientes viejos o recordando la historia del activismo travesti local. También se la puede cruzar en una marcha feminista vestida de monja, de Pamela Anderson o de la Estatua de la Libertad con una pancarta: “Para las travestis reales el Estado no puede existir”. Es autora de fanzines y libros de poesía como Cuerpos para odiar y Dramas pobres. Algunos de sus textos fueron llevados al teatro, como la autobiográfica Vienen por mí que la actriz y escritora Camila Sosa Villada estrenó en Córdoba, Argentina. Es una de las voces del libro Travesti, una teoría lo suficientemente buena (Ed.Muchas Nueces), entrevistada por Marlene Wayar.

    En su obra, el cuerpo travesti se monstrua (así, como verbo) a través de reconfiguraciones plásticas y peligrosas. El peligro es ese cuerpo, peligro latente pero omnipresente. “Ser travesti es ser una muñeca para los hombres que odian a las mujeres”, escribe Claudia. Estos aforismos abundan tanto en su poesía como en sus reflexiones cotidianas. Es su forma de contextualizar la memoria que bifurca y desdobla en cuerpos inertes, degollados. Cuerpos de mujeres travestis que, como ella dice, “murieron sin haber escrito ni una carta de amor”.

    Claudia Rodriguez_02

    La artista chilena fue invitada por el Instituto de Humanidades de Stony Brook University a participar del simposio Unnatural: Gender, Ideology, and the New Latin America (Antinatural: género, ideología y la nueva América Latina). 

    Stony Brook forma parte del sistema de universidades públicas del estado de Nueva York. Queda a dos horas en tren desde Manhattan, en un suburbio de familias tipo: blancas, burguesas.  Es conocida por sus programas en ciencias exactas, por su hospital y por la escuela de medicina. Las humanidades aquí quedan relegadas a un segundo plano de importancia -y de financiamiento-. Stony Brook es una universidad popular, con aranceles accesibles; por eso muchos de sus estudiantes son hijos de inmigrantes latinoamericanos y asiáticos. 

    ***

    El encuentro busca generar un diálogo sobre el impacto de la vuelta de la derecha en América Latina en la política y en el arte. Y cómo esta vuelta que no es nueva se viraliza y se siente tanto en los espacios públicos como en las relaciones interpersonales, en la intimidad.

    También exponen Denilson Lopes, especialista en literatura y cine de la Universidad Federal de Río de Janeiro, y Gabriela Arguedas, filósofa feminista experta en bioética de la Universidad de Costa Rica. Todxs hablan de la coyuntura vista desde las ciencias sociales y las humanidades, y también desde la investigación académica y las experiencias personales. 

    Lopes, el académico carioca, se refiere al deseo de los encuentros cotidianos (inter e intra-generacionales) como un modo tenue pero poderoso de construir redes de afecto. Pone de ejemplo el cortometraje Bailão (de 2009, dirigido por Marcelo Caetano) para explicar cómo, en la sutileza de lo mundano, de los espacios entre la casa y el trabajo, residen otras posibilidades de una sociabilidad si no utópica, fugazmente luminosa, centelleante, en devenir. Pienso en la pista de baile de un bar gay cualquiera, un martes. Pienso en una conversación. Una pausa. Una mirada.

    Por Skype y desde Costa Rica, Arguedas (cuyo vuelo de American Airlines se retrasó por una falla mecánica) le apunta a la denominada ideología de género. Se remonta al siglo XVIII, traza la historia filosófica, se enfoca en el neointegrismo católico y en el fundamentalismo pentecostal. Explica: estas dos formas de pensamiento no sólo rechazan los esfuerzos recientes en materia de derechos LGBT, sino que también repudian la soberanía individual, legado de la tradición intelectual de la Ilustración. Quedé impresionado no sólo por la destreza interdisciplinaria de Arguedas, sino por el trabajo político que nos queda por delante. ¿Cómo apelar a los derechos de un colectivo disidente cuando, precisamente, es el individuo quien recibe derechos dentro del sistema legal en la modernidad? ¿Cómo no caer en la quimera de la protección estatal? 

    Entonces, Claudia. Con las uñas anaranjadas, con su cuaderno como escudo, ¿de qué tiene que hablar? Su intervención comienza con una paradoja que es, a la vez, una reflexión sobre las expectativas culturales, académicas e institucionales y un intento por sintetizar un deseo. Hay en ese “tener que” una postura política ante la obligatoriedad discursiva, ante la aparición de una travesti en público, ante la mirada pegajosa que solicita. Nos provoca a indagar el cuerpo, el deseo y la política a través de una teorización transfeminista que se basa en un recuento de su propia trayectoria activista y poética. Tras una pausa, dice: 

    – Aprendí del feminismo que hay que poner el cuerpo. 

    Claudia Rodriguez_03

    Esa apuesta por un feminismo experimental -cuestiones que guían la obra de Rodríguez- nos interpela como público: ¿cuánto cuerpo hemos puesto y cuánto estamos dispuestos a dar? ¿Qué puede el cuerpo, este cuerpo mío?

    La pregunta me transporta a 2015, cuando la vi por primera vez en Chile. Claudia actuaba en Cuerpos para odiar: emergía de la penumbra, se mostraba etérea pero contundente, vestida de blanco, cabello rubio quemado. Interpelaba al público: 

    — ¿Quieren show? 

    No era una pregunta retórica. ¿Qué quieren del cuerpo travesti? ¿Qué quieren que les diga?

    La inquietud de una alumna me devuelve a Stony Brook. Le pide recomendaciones para seguir pensando la intersección entre la literatura escrita por mujeres y la violencia epistémica. “No te podría decir. No soy mujer, soy travesti”, responde la chilena. Y arroja un ejemplo de su política feminista: hablar desde ese cuerpo encarnado, ese lugar específico. Dejar de pensar en universalizaciones para figurar desde su ontología (si me permiten la verborragia, Claudia propone una ontopoética travesti).  

    La jornada termina. Los alumnos se dispersan (y me confesarán después que fue el evento más comentado del año académico). Nos quedamos Claudia y yo para la cena celebratoria (de rigor). “¿Querés ostras?”, le digo, y me imagino en aquella escena inicial de Una excursión a los indios Ranqueles, cuando Mansilla se jacta de su colonialismo gustatorio, de sus ostras y de su tortilla de huevos de avestruz. Viene el camarero —un inmigrante salvadoreño—, y toma nuestro pedido: 

    – Quiero la carne —dice Claudia—. Pero cruda. 

    ***

    Como somos amigas (la Claudia me mujerea mucho), después del evento nos escapamos del pueblito de Stony Brook. Ella se queda a pasar unos días en mi departamento en Brooklyn. No tenemos mucho planeado, pero en algún momento ella pide: 

    – Quiero ir adonde la Marilyn sacó su fotografía. 

    No me lo tiene que explicar. Conozco la imagen de Marilyn Monroe en The Seven Year Itch. La referencia no es gratuita. En su poemario del 2016, Dramas pobres, Rodríguez escribió: “A veces me parezco a la Marilyn. Cuando tomo el cigarro y miro fijamente al pasado; me vuelvo a levantar, a sentirme travesti y minotaura”. Y en Cuerpos para odiar, Rodríguez protagonizó a La Marilyn. Es que Monroe es una suerte de sombra para ella, una figura trágica, modelo imperfecto de una femineidad mediatizada, decadente, monstruosa. 

    Aquella foto histórica se tomó en la esquina de la calle 52 y Lexington Avenue. Vamos. Pero no hay nada material para reconocer aquella escena, ni una placa ni flores ni olor a Chanel Nº 5. Hay que ir como si fuera un ritual solo para iniciadas, como si la búsqueda de ese espacio, cual soplo de viento fortuito, tuviese que ser también fugaz, tentativa. 

    De vuelta a mi casa, Claudia sube al Facebook la foto que le saqué. El álbum se titula: “Una travesti pobre en Nueva York”.

    El sábado vamos al Central Park. Es el primer día soleado de la primavera de Nueva York. El pasto todavía está mojado, frío, pero igual nos sentamos a ver los cuerpos que, en su transitar líquido, poliforme, reflejan el ansia del encuentro. 

    Más tarde vamos a sacarnos otra foto, esta vez con la Estatua de la Libertad, aquella mujer tan sola. Tan travesti. Caminamos hacia la última punta de Manhattan, donde el mar Atlántico chapea contra un muelle que en el siglo XIX servía como batería militar y antes como mercado de esclavos. Entonces divisamos una masa humana que, frente a la bolsa de valores, se aferra al Toro (de bronce) de Wall Street, el Charging Bull. Nos dejamos llevar por el bullicio. Hay familias de turistas que se sacan una foto, mejor dicho, que se turnan para sacarse la misma foto. Varias manos encima de los cuernos lustrosos, sonrisitas. Claudia señala con la mirada: “Quiero con el poto”. Obvio. Con el poto del Toro de Wall Street. Se para al lado y, providencialmente, una pareja de argentinos me pregunta: 

    – ¿Querés que les saque la foto con las bolas?

    – No. Con el poto. 

    Nos miran. Claro, para ellos el poto no significa nada; o quizás entienden, por el contexto, que poto es culo, ano, orto, pero igual nos miran desconcertados con el desdén del falogocentrismo y el gesto irónico de la travesti.  

    “Podría ser la portada de mi siguiente libro”, sugiere Claudia. Nos reímos. Y sí, ¿por qué no? Necesitamos una potopolítica, propongo. Potopolítica: liberación del ano, política marica-travesti-torta de los (malos) usos del cuerpo, expresión del deseo antinatural, legado del pecado nefando. 

    Claudia Rodríguez_04 byn

    En realidad, Rodríguez lleva rato pensando en la lógica anal, en el precioso ano del hombre, como señala uno de sus poemas: 

    Una loca dijo: 

    Ser travesti es ser degenerada como los hombres, 

    estar dispuesta a todo pero en secreto, para que no 

    duden del hombre, para que no se diga del hombre

    que le gusta por el poto. La lengua en su poto y los

    dedos de una travesti. 

    ***

    Si tuviera que nombrar qué nos une a Claudia y a mí diría: el deseo. La forma del deseo, de pensar el deseo, de buscar en sus contornos un territorio propio-compartido a partir del cual nos sentimos cómplices en nuestros respectivos proyectos (de vida, artísticos, políticos, cotidianos). Tenemos, por así decirlo, un trasfondo común a pesar de las muchas cosas que nos diferencian. Y de ese trasfondo surge la necesidad no solo de pensar el cuerpo (individual, colectivo) en estos tiempos de fascismo, sino de poner en práctica la consigna que aprendimos (las dos) de Perlongher: “Lo que queremos es que nos deseen”. 

    No me sorprende, entonces, cuando Claudia me pregunta: “¿Dónde está el deseo?”. 

    Salimos del MoMA y vamos a tomar el subte hacia Brooklyn. Seis de la tarde, Midtown. Zona de negocios, de bancos, de trámites pero no del deseo, o por lo menos, del tipo de deseo que queremos ver. “Quizás -me dice- el deseo tiene horario.” Pero en la ciudad que nunca duerme los horarios son flexibles. El deseo también. “Mira que todos andan del mismo color azul marino. ¿Cuál es el color del deseo?” Tal vez tiene en mente una naturaleza muerta de Cézanne, las imperfecciones que se dejan ver en la forma, en el toque, imperfecciones que enmascaran los píxeles de la reproducción digital. Es la búsqueda lo que se deja ver en persona, la búsqueda de la expresión, que es otra manera de decir: el deseo.

    Durante el simposio, Lopes había sugerido que el arte puede ser un lugar de encuentros. No lo entendí, y quizás todavía sigo sin entenderlo. Igual, pienso, el arte no escenifica encuentros. El arte es el encuentro. Como el encuentro también es arte.  

    Por ejemplo: estábamos sentadas en un salón del MoMA. Hablábamos de la muestra fotográfica de Lee Friedlander “Letters from the People” (Cartas del pueblo). Claudia pregunta: “¿Por qué no hay nada en español?”. Miro. “Hay todo un mundo ausente aquí”, dice. Otro pueblo, quizá. Las fotos son de números y letras, graffitis, signos sacados de contexto, combinados para crear otro contexto —un ensamble-. Tiene razón, pienso, pero el fotógrafo busca algo también. Quizás no sabe leer los códigos subterráneos. De repente escucho: “Can you move?”. Nos miramos. Me doy vuelta. “Can you move?”, de nuevo. Es una chica de veintitantos años, rubia, europea. Se interrumpe nuestro encuentro con otro inesperado. “Quiere que nos quitemos de la banca”, le digo a Claudia. Nos pide dejarle el asiento para poder sacarse una foto. Nos corremos un poco. Saca una selfie, nosotras de periferia.

    En alguna foto de Instagram estarán nuestras miradas de reojo reflejadas en los retratos de Friedlander, miradas que sirven de trasfondo para el registro fotográfico de una turista europea en el MoMA. Se me ocurre: cuando nos desplazamos se generan otras posibilidades de encuentros, otras constelaciones afectivas y corporales, a pesar de la relación de poder evidente. Luego Claudia me dice: “No hay que buscar hablar desde el centro. La periferia debe nombrar la periferia”. Sonrío. Sí, desde ahí, desde la periferia se pone el cuerpo. 

    Me sacude la claridad de su pensamiento. Es que había pensado al proponer el simposio, confieso, que serían mis alumnxs y no yo el sujeto de la irrupción de Claudia en el escenario cotidiano. Yo, como sujeto indígena, nunca me he imaginado céntrico en este país genocida. Pero me doy cuenta que mi propio transitar centro-periférico, mi deseo marica, mi piel, mi ciudadanía sexual, dependen precisamente de discursos encarnados, entrelazados, de tensión epistémica. Mejor dicho: me doy cuenta porque ahora lo siento en mi propio cuerpo, junto a Claudia, travesti monstruosa, cuando nos dejamos llevar por el arte del encuentro. No puedo dejar de imaginar, así, que nuestros cuerpos, en un eco luminoso, marcan no sólo coordenadas de pertenencia o de exclusión sino también, y sobretodo, zonas de deseo siempre en movimiento. 

    Fotos: perfil de Facebook Claudia Rodríguez

    La entrada Vengo a hablar de política se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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    La serie española que tienes que ver si te gustó ‘La casa de papel’: con Álex González y Silvia Alonso

     

    Desde el éxito indiscutible de la serie La casa de papel, las series sobre atracos se han multiplicado. En las plataformas de streaming hemos podido disfrutar de series como Tú también lo harías en Disney+ o El robo del siglo, El asalto al Banco Central y Caleidoscopio en Netflix. La novedad es que estas series no se centran solo en el robo, sino que también nos explican los problemas personales de los protagonistas y las razones por las que han tomado la decisión de perpetrar el atraco. Para los que les gustan este tipo de ficciones, otra buena opción puede ser la serie Ladrones: la tiara de santa Águeda que se estrenará el próximo 18 de junio en la plataforma de streaming Disney+, dirigida por Inma Torrente (Valeria, Los enviados) y protagonizada por los actores Álex González, Silvia Alonso y Asier Etxeandia. Esta nueva serie narra un robo imposible que tiene lugar en una isla paradisíaca y se puede definir como un thriller en el que se combina la acción, la aventura y el romance.

    La serie Ladrones: la tiara de santa Águeda ha sido producida por Disney+, que sigue apostando por las ficciones españolas, en colaboración con Plano a Plano (El príncipe, Allí abajo, Valeria, Un cuento perfecto). Una serie de solo 6 episodios que viene a rellenar el vacío dejado por La casa de papel, ya que, aunque ya se está rodando la temporada 2 del spin-off Berlín, sus seguidores tienen ganas de más robos y amores imposibles. Esta serie ha sido rodada en localizaciones de República Dominicana, Málaga y Madrid y puede ser una buena opción para los seguidores de La casa de papel.

    Esta nueva serie de atracos imposibles está dirigida por Inma Torrente (Valeria, Los enviados), aunque ha contado con Alejandro Bazzano (Mar de plástico, La casa de papel, Cicatriz) como director de dos episodios. Los creadores son los guionistas Verónica Marzá (Mar de plástico, Cicatriz), Pablo Roa (Vis a vis, La casa de papel, Cicatriz) y Fernando Sancristóbal (La casa de papel, Tierra de lobos). El actor Álex González junto con Verónica Marzá, Pablo Roa, César Benítez y Ángel Armada son los productores ejecutivos.

    Ladrones serie

    ¿Qué pasa en la serie Ladrones: la tiara de santa Águeda?

    La protagonista de esta serie es Amber (Silvia Alonso), la cual es una de las más brillantes ladronas del mundo que, después de un robo fallido en Las Vegas, prepara su próximo golpe. Esta vez el objetivo de esta atrevida ladrona será la tiara de santa Águeda, una joya valorada en 240 millones de dólares, que portará durante su boda la hija del magnate mexicano del petróleo Emilio Villegas (Asier Etxeandia) y que se encuentra en Isla Esperanza, un lugar perdido en el Pacífico.

    Amber lleva tres años preparándose para realizar el robo y para lograrlo se ha infiltrado en la familia Villegas como institutriz. Este plan se tuerce cuando aparece en la isla el ladrón Rui (Álex González) con el que tuvo una complicada relación en Las Vegas durante otro de sus atracos.

    La vicepresidenta de producción original de Disney+ España Sofía Fabregas ha indicado lo siguiente sobre esta producción: ·»Desde Disney+ España estamos orgullosos y satisfechos de dar un paso más en nuestra producción original y continuar con nuestro compromiso con ficciones de calidad que lleguen a todos los espectadores. Ladrones: la tiara de santa Águeda, es una ambiciosa serie enmarcada en el género de robos que ofrece ingredientes de comedia romántica y de acción. Además del gran trabajo de guion de los creadores Verónica Marzá, Pablo Roa y Fernando Sancristóbal; Álex González y Silvia Alonso elevan cada secuencia consiguiendo una serie única y adictiva».

    Ladrones serie

    El reparto de esta serie de acción, comedia y misterio

    Los protagonistas de la serie Ladrones: la tiara de santa Águeda son el actor Álex González, al que conocemos por ficciones como Desde el mañana, Operación Marea Negra, El Príncipe y Vivir sin permiso, y la actriz Silvia Alonso a la que hemos visto en Sin instrucciones o ‘Fuerza de Paz, También tiene un papel de peso el actor Asier Etxeandia al que hemos visto en ficciones como Dolor y gloria, La novia o Sky Rojo.

    Además en el reparto de esta serie, están los actores Antonio Pagudo, Olga Hueso, Albert Baró, Alicia Jaziz, Jan Buxaderas, Eduardo Gómez, Cumelén Sanz, Oliver Ruano, Milena Radulovic, Saibon Wang y Ainhoa Santamaría, entre otros muchos.

    La serie Ladrones: la tiara de santa Águeda es uno de los estrenos más esperados de 2025 en Disney+. Además, a esta plataforma de streaming van a llegar este año las series Daredevil: Born Again, la temporada 4 de The Bear, la temporada 2 de Andor, Alien: Planeta Tierra, Ironheart, Entrepreneurs, Paradise, Chad Powers, Custodia compartida y Pesadillas: La desaparición.

     

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    MÁS QUE LOBO, RATA: Sturzenegger debía la cuota social y Gimnasia lo dio de baja

     

    A horas de las elecciones en Gimnasia y Esgrima La Plata, el club le notificó al ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, que quedó afuera del padrón por deber cuatro meses de cuota: $105.000 que, al parecer, no quiso —o no pudo— poner. Según el estatuto, sin pago al día no hay voto. Y así, el gurú de las privatizaciones se quedó sin participar de los comicios del club al que viene proponiendo transformar en una Sociedad Anónima Deportiva.

    Por Ignacio Elfratini para Noticias La Insuperable

    Un lobo sin carnet

    La noticia se conoció este viernes y generó una mezcla de indignación, sarcasmo y ternura militante en la familia tripera. A Sturzenegger se lo borró del sistema por simple matemática: cuatro cuotas impagas equivalen a la “renuncia” automática a su condición de socio, explicaron desde el club según consignó TyC Sports.

    O sea: si pretendía cambiarle el estatuto a todos, lo primero era cumplir el propio.

    Por reglamento, había tiempo hasta el último minuto del jueves para ponerse al día. Sturzenegger no canceló los $105.000 y quedó afuera. Sin vueltas. Sin lloriqueo institucional. Sin “desregulación” que valiera.


    El socio que quería privatizar todo… menos sus deudas

    No es un secreto que el funcionario de Milei viene militando la idea de convertir los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas. En agosto de 2024 argumentó que “si no traemos capitales, no sé dónde estamos”, y que la AFA “tiene que adaptarse”.

    Pero dentro de Gimnasia ninguna lista apoya ese modelo. Ninguna. Ni la más oficialista, ni la más crítica, ni la más pintoresca.

    Y ahora, con la tarjeta de socio vencida por falta de pago, el ministro quedó igual de desregulado que su propio credo.


    El recuerdo poco amistoso en el Bosque

    La relación entre Sturzenegger y el mundo tripero ya venía torcida. En febrero de 2024, cuando aún era asesor de Milei, lo abuchearon en la cancha durante el clásico con Estudiantes.

    Mientras intentaba subir a la platea, recibió todo tipo de dedicatorias del público. Desde insultos coreografiados hasta la inolvidable arenga de un veterano tripero que le exigió “devolver todo lo que te robaste”.

    Spoiler: ese día tampoco hubo privatización.


    Un club incendiado y cuatro candidatos para apagar el fuego

    Gimnasia llega a estas elecciones atravesando una crisis económica feroz, con deudas, sueldos impagos, duchas sin agua caliente para el plantel profesional y trabajadores que hace semanas reclaman lo básico para sostener las actividades deportivas.

    Las listas en competencia son:

    • Carlos Anacleto (Usina Tripera)
    • Daniel Onofri (Arriba Gimnasia)
    • Toto Pueblo (Gimnasia Somos Todos)
    • Diego Patiño (Unir a Gimnasia), apoyado por parte de la estructura del actual presidente Mariano Cowen, quien directamente renunció a presentarse para la reelección.

    El panorama es tan precario que hasta votar ya parece un lujo… un lujo que Sturzenegger no podrá darse.


    Las Lobas, hartas y en lucha

    A la crisis institucional se sumó el reclamo del plantel de vóley femenino, Las Lobas, que difundió un comunicado denunciando que el club mantiene impagos los sueldos de agosto, septiembre y octubre.

    Aunque recibieron una parte adeudada, advirtieron que podrían tomar medidas si la dirigencia no normaliza la situación.

    Mientras tanto, el sindicato Utedyc La Plata movilizó este viernes a la sede del club exigiendo el pago de salarios de octubre para trabajadores y trabajadoras de todas las áreas. La medida de fuerza continúa.


    Sin capitales, sin agua caliente y sin ministro

    Gimnasia está en un momento crítico. Los problemas salariales, la falta de recursos, la crisis deportiva y la necesidad urgente de una conducción sólida marcan el clima previo a las elecciones.

    Y en medio de eso, Sturzenegger —que venía a ofrecer “capitales” y modernización— quedó afuera por no pagar la cuota social.

    Más que lobo, rata: ni para sostener su propia membresía puso la moneda.

     

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  • Llegan los Reyes Magos al Anfiteatro Cono Randazzo

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