Durante dos días, la Feria ReEmprender se vistió de rojo en su edición especial de ‘Carnaval del amor’. Las casitas de los artesanos, en la Plaza Primeros Pobladores, se convirtieron en el paseo de los reginenses que pudieron observar el trabajo de emprendedores y artesanos.
A esta posibilidad, se sumó durante el domingo la caminata ‘Atardeceres reginenses’ y el clásico ‘Domingos de Plaza’.
La Dirección de Turismo y la Dirección de Cultura agradecen a todos quienes participaron de las actividades propuestas.
Todavía dan vueltas en nuestra ciudad fotografías en las que podemos ver a nuestros abuelos o padres disfrutando del Arroyo Salado cuando este todavía era una traza natural del Río Negro. Si vemos una fotografía actual del cauce y comparamos que pasó en el transcurso del tiempo, el juego de las diferencias entre las imágenes…
Un hallazgo arqueológico en Anatolia reescribe la historia de los orígenes humanos: excavaciones en Boncuklu Tarla revelaron una civilización organizada, con templos, viviendas y complejas estructuras sociales, miles de años antes que Sumeria.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
La historia de las civilizaciones humanas acaba de recibir un golpe de realidad. Un grupo de investigadores internacionales publicó en la revista Science Advances un estudio que sitúa en el corazón de la actual Turquía restos urbanos y religiosos de más de 11.000 años de antigüedad, lo que convertiría a esta comunidad en una de las más antiguas y complejas jamás descubiertas.
Lejos de las arenas de Egipto o de las ruinas de Mesopotamia, la región de Boncuklu Tarla, en el sureste de Anatolia, empieza a revelar los rastros de una sociedad que floreció en los albores del Neolítico. Los arqueólogos hallaron templos comunales, viviendas rectangulares de piedra, entierros rituales y objetos ornamentales que dan cuenta de una vida social sorprendentemente desarrollada.
Antes de los reyes y los ejércitos
Lo más impactante del estudio es que esta cultura parece haber precedido a la aparición de las jerarquías, los ejércitos y los monarcas. Según los investigadores, Boncuklu Tarla habría sido una comunidad igualitaria, cooperativa y ritualista, donde el trabajo colectivo y la espiritualidad compartida funcionaban como cemento social.
Lejos de la imagen del “hombre primitivo” cazador y nómada, los hallazgos muestran una planificación urbana temprana y una simbología religiosa sofisticada, con templos circulares y tallas que recuerdan a las de Göbekli Tepe, aunque aún más antiguas.
Un eslabón perdido entre el nomadismo y la civilización
El estudio, liderado por la arqueóloga Dicle Gülcan de la Universidad de Mardin Artuklu, plantea que Boncuklu Tarla podría ser el eslabón intermedio entre las aldeas agrícolas y las primeras ciudades-Estado. Las dataciones por carbono sitúan sus principales estructuras entre el 9500 y el 8800 a.C., justo cuando la humanidad comenzaba a domesticar cereales y animales.
Los arqueólogos hallaron cientos de cuentas de piedra, herramientas pulidas y restos de pigmentos utilizados posiblemente para pinturas rituales o corporales. También se detectaron enterramientos bajo los pisos de las viviendas, una costumbre extendida en comunidades donde los lazos familiares y espirituales eran centrales.
Una civilización sin guerra
Uno de los datos más reveladores del hallazgo es la ausencia total de armas o fortificaciones. Ni lanzas, ni muros defensivos, ni señales de conflictos masivos. En cambio, abundan los utensilios agrícolas y los objetos decorativos, lo que sugiere una economía basada en la cooperación y el intercambio, no en la conquista.
Los especialistas destacan que, durante milenios, la historia fue escrita por las civilizaciones guerreras que dominaron el relato. Este descubrimiento abre una ventana a un pasado diferente: una humanidad que supo organizarse sin violencia ni dominio de clase.
Reescribiendo los orígenes
El hallazgo desafía el paradigma clásico según el cual la civilización nació en Mesopotamia hace unos 6.000 años. Boncuklu Tarla, según las pruebas de laboratorio, podría duplicar esa antigüedad, desplazando el origen del urbanismo y la religión organizada a los primeros milenios del Holoceno.
La publicación en Science Advances no deja dudas: las estructuras excavadas muestran niveles avanzados de ingeniería, arte y simbolismo, incompatibles con las sociedades “primitivas” descritas por la historiografía tradicional.
El misterio continúa bajo la arena
El equipo de arqueólogos turcos y europeos apenas ha excavado un 15% del sitio, por lo que se espera que nuevas campañas revelen templos adicionales y posibles áreas de producción. Mientras tanto, el descubrimiento invita a repensar la historia como una sucesión no lineal de avances y retrocesos, donde la civilización puede haber brotado —y desaparecido— muchas veces antes de lo que imaginamos.
Boncuklu Tarla no sólo es una joya arqueológica: es una advertencia. Hubo pueblos que aprendieron a vivir en comunidad, en equilibrio con su entorno, sin templos de poder ni guerras por el oro. Quizás la verdadera civilización no se perdió: simplemente está esperando ser redescubierta.
Claudia Rodríguez deja caer la frase con cierta ambivalencia. Sostiene un cuaderno en la mano sin mirarlo. Uñas anaranjadas, voz honda, coqueta, así se presenta ante un público integrado por alumnxs de literatura latinoamericana, estudios de género y sexualidad, profesorxs universitarios y activistas LGBT que se acercaron a escucharla. Hoy no está en Santiago de Chile, donde vive, sino Estados Unidos, en una universidad pública de Nueva York.
Soy el profesor anfitrión aquí en Stony Brook University, esta universidad pública de Nueva York. Lxs alumnxs presentes han cursado mis materias sobre lo trans y lo queer/cuir en América Latina, han leído la obra de Claudia, hemos hablado de ella. Pero no es lo mismo hablar de ella que escucharle hablar por sí misma. Y ese es el punto: un acto de presencia. Esa presencia es política, aquí, ahora. Es político nombrarse travesti en este contexto -en la era de Trump y en tierra de Trump-. Estoy ansioso, anticipo preguntas, burocracia repentina, el problema del idioma, del cuerpo. Tengo miedo de que nos vean fumando un cigarrillo (está prohibido fumar en el campus). Tengo miedo de que no digan nada, de la indiferencia. Pero exhalo. Ya está.
– Soy poeta travesti chilena. Y monstrua resentida- continúa la invitada.
Rodríguez es la figura emergente de la escena cultural trans y travesti de su país. Su trabajo activista se enfoca en la prevención del VIH en comunidades periféricas. Y su trabajo performático, en la hipocresía patriarcal, la violencia de género, lasupuesta multiculturalidad del Estado chileno. En Santiago, a Claudia se la puede ver parada en una esquina, bajo la sombra del Cerro Santa Lucía chusmeando con una amiga, riéndose de clientes viejos o recordando la historia del activismo travesti local. También se la puede cruzar en una marcha feminista vestida de monja, de Pamela Anderson o de la Estatua de la Libertad con una pancarta: “Para las travestis reales el Estado no puede existir”. Es autora de fanzines y libros de poesía como Cuerpos para odiar y Dramas pobres. Algunos de sus textos fueron llevados al teatro, como la autobiográfica Vienen por mí que la actriz y escritora Camila Sosa Villada estrenó en Córdoba, Argentina. Es una de las voces del libro Travesti, una teoría lo suficientemente buena (Ed.Muchas Nueces), entrevistada por Marlene Wayar.
En su obra, el cuerpo travesti se monstrua (así, como verbo) a través de reconfiguraciones plásticas y peligrosas. El peligro es ese cuerpo, peligro latente pero omnipresente. “Ser travesti es ser una muñeca para los hombres que odian a las mujeres”, escribe Claudia. Estos aforismos abundan tanto en su poesía como en sus reflexiones cotidianas. Es su forma de contextualizar la memoria que bifurca y desdobla en cuerpos inertes, degollados. Cuerpos de mujeres travestis que, como ella dice, “murieron sin haber escrito ni una carta de amor”.
La artista chilena fue invitada por el Instituto de Humanidades de Stony Brook University a participar del simposio Unnatural: Gender, Ideology, and the New Latin America (Antinatural: género, ideología y la nueva América Latina).
Stony Brook forma parte del sistema de universidades públicas del estado de Nueva York. Queda a dos horas en tren desde Manhattan, en un suburbio de familias tipo: blancas, burguesas. Es conocida por sus programas en ciencias exactas, por su hospital y por la escuela de medicina. Las humanidades aquí quedan relegadas a un segundo plano de importancia -y de financiamiento-. Stony Brook es una universidad popular, con aranceles accesibles; por eso muchos de sus estudiantes son hijos de inmigrantes latinoamericanos y asiáticos.
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El encuentro busca generar un diálogo sobre el impacto de la vuelta de la derecha en América Latina en la política y en el arte. Y cómo esta vuelta que no es nueva se viraliza y se siente tanto en los espacios públicos como en las relaciones interpersonales, en la intimidad.
También exponen Denilson Lopes, especialista en literatura y cine de la Universidad Federal de Río de Janeiro, y Gabriela Arguedas, filósofa feminista experta en bioética de la Universidad de Costa Rica. Todxs hablan de la coyuntura vista desde las ciencias sociales y las humanidades, y también desde la investigación académica y las experiencias personales.
Lopes, el académico carioca, se refiere al deseo de los encuentros cotidianos (inter e intra-generacionales) como un modo tenue pero poderoso de construir redes de afecto. Pone de ejemplo el cortometraje Bailão (de 2009, dirigido por Marcelo Caetano) para explicar cómo, en la sutileza de lo mundano, de los espacios entre la casa y el trabajo, residen otras posibilidades de una sociabilidad si no utópica, fugazmente luminosa, centelleante, en devenir. Pienso en la pista de baile de un bar gay cualquiera, un martes. Pienso en una conversación. Una pausa. Una mirada.
Por Skype y desde Costa Rica, Arguedas (cuyo vuelo de American Airlines se retrasó por una falla mecánica) le apunta a la denominada ideología de género. Se remonta al siglo XVIII, traza la historia filosófica, se enfoca en el neointegrismo católico y en el fundamentalismo pentecostal. Explica: estas dos formas de pensamiento no sólo rechazan los esfuerzos recientes en materia de derechos LGBT, sino que también repudian la soberanía individual, legado de la tradición intelectual de la Ilustración. Quedé impresionado no sólo por la destreza interdisciplinaria de Arguedas, sino por el trabajo político que nos queda por delante. ¿Cómo apelar a los derechos de un colectivo disidente cuando, precisamente, es el individuo quien recibe derechos dentro del sistema legal en la modernidad? ¿Cómo no caer en la quimera de la protección estatal?
Entonces, Claudia. Con las uñas anaranjadas, con su cuaderno como escudo, ¿de qué tiene que hablar? Su intervención comienza con una paradoja que es, a la vez, una reflexión sobre las expectativas culturales, académicas e institucionales y un intento por sintetizar un deseo. Hay en ese “tener que” una postura política ante la obligatoriedad discursiva, ante la aparición de una travesti en público, ante la mirada pegajosa que solicita. Nos provoca a indagar el cuerpo, el deseo y la política a través de una teorización transfeminista que se basa en un recuento de su propia trayectoria activista y poética. Tras una pausa, dice:
– Aprendí del feminismo que hay que poner el cuerpo.
Esa apuesta por un feminismo experimental -cuestiones que guían la obra de Rodríguez- nos interpela como público: ¿cuánto cuerpo hemos puesto y cuánto estamos dispuestos a dar? ¿Qué puede el cuerpo, este cuerpo mío?
La pregunta me transporta a 2015, cuando la vi por primera vez en Chile. Claudia actuaba en Cuerpos para odiar: emergía de la penumbra, se mostraba etérea pero contundente, vestida de blanco, cabello rubio quemado. Interpelaba al público:
— ¿Quieren show?
No era una pregunta retórica. ¿Qué quieren del cuerpo travesti? ¿Qué quieren que les diga?
La inquietud de una alumna me devuelve a Stony Brook. Le pide recomendaciones para seguir pensando la intersección entre la literatura escrita por mujeres y la violencia epistémica. “No te podría decir. No soy mujer, soy travesti”, responde la chilena. Y arroja un ejemplo de su política feminista: hablar desde ese cuerpo encarnado, ese lugar específico. Dejar de pensar en universalizaciones para figurar desde su ontología (si me permiten la verborragia, Claudia propone una ontopoética travesti).
La jornada termina. Los alumnos se dispersan (y me confesarán después que fue el evento más comentado del año académico). Nos quedamos Claudia y yo para la cena celebratoria (de rigor). “¿Querés ostras?”, le digo, y me imagino en aquella escena inicial de Una excursión a los indios Ranqueles, cuando Mansilla se jacta de su colonialismo gustatorio, de sus ostras y de su tortilla de huevos de avestruz. Viene el camarero —un inmigrante salvadoreño—, y toma nuestro pedido:
– Quiero la carne —dice Claudia—. Pero cruda.
***
Como somos amigas (la Claudia me mujerea mucho), después del evento nos escapamos del pueblito de Stony Brook. Ella se queda a pasar unos días en mi departamento en Brooklyn. No tenemos mucho planeado, pero en algún momento ella pide:
– Quiero ir adonde la Marilyn sacó su fotografía.
No me lo tiene que explicar. Conozco la imagen de Marilyn Monroe en The Seven Year Itch. La referencia no es gratuita. En su poemario del 2016, Dramas pobres, Rodríguez escribió: “A veces me parezco a la Marilyn. Cuando tomo el cigarro y miro fijamente al pasado; me vuelvo a levantar, a sentirme travesti y minotaura”. Y en Cuerpos para odiar, Rodríguez protagonizó a La Marilyn. Es que Monroe es una suerte de sombra para ella, una figura trágica, modelo imperfecto de una femineidad mediatizada, decadente, monstruosa.
Aquella foto histórica se tomó en la esquina de la calle 52 y Lexington Avenue. Vamos. Pero no hay nada material para reconocer aquella escena, ni una placa ni flores ni olor a Chanel Nº 5. Hay que ir como si fuera un ritual solo para iniciadas, como si la búsqueda de ese espacio, cual soplo de viento fortuito, tuviese que ser también fugaz, tentativa.
De vuelta a mi casa, Claudia sube al Facebook la foto que le saqué. El álbum se titula: “Una travesti pobre en Nueva York”.
El sábado vamos al Central Park. Es el primer día soleado de la primavera de Nueva York. El pasto todavía está mojado, frío, pero igual nos sentamos a ver los cuerpos que, en su transitar líquido, poliforme, reflejan el ansia del encuentro.
Más tarde vamos a sacarnos otra foto, esta vez con la Estatua de la Libertad, aquella mujer tan sola. Tan travesti. Caminamos hacia la última punta de Manhattan, donde el mar Atlántico chapea contra un muelle que en el siglo XIX servía como batería militar y antes como mercado de esclavos. Entonces divisamos una masa humana que, frente a la bolsa de valores, se aferra al Toro (de bronce) de Wall Street, el Charging Bull. Nos dejamos llevar por el bullicio. Hay familias de turistas que se sacan una foto, mejor dicho, que se turnan para sacarse la misma foto. Varias manos encima de los cuernos lustrosos, sonrisitas. Claudia señala con la mirada: “Quiero con el poto”. Obvio. Con el poto del Toro de Wall Street. Se para al lado y, providencialmente, una pareja de argentinos me pregunta:
– ¿Querés que les saque la foto con las bolas?
– No. Con el poto.
Nos miran. Claro, para ellos el poto no significa nada; o quizás entienden, por el contexto, que poto es culo, ano, orto, pero igual nos miran desconcertados con el desdén del falogocentrismo y el gesto irónico de la travesti.
“Podría ser la portada de mi siguiente libro”, sugiere Claudia. Nos reímos. Y sí, ¿por qué no? Necesitamos una potopolítica, propongo. Potopolítica: liberación del ano, política marica-travesti-torta de los (malos) usos del cuerpo, expresión del deseo antinatural, legado del pecado nefando.
En realidad, Rodríguez lleva rato pensando en la lógica anal, en el precioso ano del hombre, como señala uno de sus poemas:
Una loca dijo:
Ser travesti es ser degenerada como los hombres,
estar dispuesta a todo pero en secreto, para que no
duden del hombre, para que no se diga del hombre
que le gusta por el poto. La lengua en su poto y los
dedos de una travesti.
***
Si tuviera que nombrar qué nos une a Claudia y a mí diría: el deseo. La forma del deseo, de pensar el deseo, de buscar en sus contornos un territorio propio-compartido a partir del cual nos sentimos cómplices en nuestros respectivos proyectos (de vida, artísticos, políticos, cotidianos). Tenemos, por así decirlo, un trasfondo común a pesar de las muchas cosas que nos diferencian. Y de ese trasfondo surge la necesidad no solo de pensar el cuerpo (individual, colectivo) en estos tiempos de fascismo, sino de poner en práctica la consigna que aprendimos (las dos) de Perlongher: “Lo que queremos es que nos deseen”.
No me sorprende, entonces, cuando Claudia me pregunta: “¿Dónde está el deseo?”.
Salimos del MoMA y vamos a tomar el subte hacia Brooklyn. Seis de la tarde, Midtown. Zona de negocios, de bancos, de trámites pero no del deseo, o por lo menos, del tipo de deseo que queremos ver. “Quizás -me dice- el deseo tiene horario.” Pero en la ciudad que nunca duerme los horarios son flexibles. El deseo también. “Mira que todos andan del mismo color azul marino. ¿Cuál es el color del deseo?” Tal vez tiene en mente una naturaleza muerta de Cézanne, las imperfecciones que se dejan ver en la forma, en el toque, imperfecciones que enmascaran los píxeles de la reproducción digital. Es la búsqueda lo que se deja ver en persona, la búsqueda de la expresión, que es otra manera de decir: el deseo.
Durante el simposio, Lopes había sugerido que el arte puede ser un lugar de encuentros. No lo entendí, y quizás todavía sigo sin entenderlo. Igual, pienso, el arte no escenifica encuentros. El arte es el encuentro. Como el encuentro también es arte.
Por ejemplo: estábamos sentadas en un salón del MoMA. Hablábamos de la muestra fotográfica de Lee Friedlander “Letters from the People” (Cartas del pueblo). Claudia pregunta: “¿Por qué no hay nada en español?”. Miro. “Hay todo un mundo ausente aquí”, dice. Otro pueblo, quizá. Las fotos son de números y letras, graffitis, signos sacados de contexto, combinados para crear otro contexto —un ensamble-. Tiene razón, pienso, pero el fotógrafo busca algo también. Quizás no sabe leer los códigos subterráneos. De repente escucho: “Can you move?”. Nos miramos. Me doy vuelta. “Can you move?”, de nuevo. Es una chica de veintitantos años, rubia, europea. Se interrumpe nuestro encuentro con otro inesperado. “Quiere que nos quitemos de la banca”, le digo a Claudia. Nos pide dejarle el asiento para poder sacarse una foto. Nos corremos un poco. Saca una selfie, nosotras de periferia.
En alguna foto de Instagram estarán nuestras miradas de reojo reflejadas en los retratos de Friedlander, miradas que sirven de trasfondo para el registro fotográfico de una turista europea en el MoMA. Se me ocurre: cuando nos desplazamos se generan otras posibilidades de encuentros, otras constelaciones afectivas y corporales, a pesar de la relación de poder evidente. Luego Claudia me dice: “No hay que buscar hablar desde el centro. La periferia debe nombrar la periferia”. Sonrío. Sí, desde ahí, desde la periferia se pone el cuerpo.
Me sacude la claridad de su pensamiento. Es que había pensado al proponer el simposio, confieso, que serían mis alumnxs y no yo el sujeto de la irrupción de Claudia en el escenario cotidiano. Yo, como sujeto indígena, nunca me he imaginado céntrico en este país genocida. Pero me doy cuenta que mi propio transitar centro-periférico, mi deseo marica, mi piel, mi ciudadanía sexual, dependen precisamente de discursos encarnados, entrelazados, de tensión epistémica. Mejor dicho: me doy cuenta porque ahora lo siento en mi propio cuerpo, junto a Claudia, travesti monstruosa, cuando nos dejamos llevar por el arte del encuentro. No puedo dejar de imaginar, así, que nuestros cuerpos, en un eco luminoso, marcan no sólo coordenadas de pertenencia o de exclusión sino también, y sobretodo, zonas de deseo siempre en movimiento.
Toto Caputo admitió este viernes la intención del gobierno de Javier Milei de no autorizarle al gobierno de Axel Kicillof parte del endeudamiento que la Legislatura provincial aprobó este jueves a la madrugada pero que requiere del aval de Nación.
«Lo que es deuda nueva no debiera estar sujeta a aprobación porque no está cumpliendo con la ley de responsabilidad fiscal. Hoy está aumentando los gastos corrientes por encima de la inflación», dijo Caputo a A24.
Frente a esa amenaza de Caputo, Axel Kicillof salió al cruce tras un acto en La Plata: «Que lo apruebe y rápido, ni bien lo mande, rapidito Toto, que apruebe todo lo que tiene que aprobar, porque ya más lío no nos pueden armar», dijo.
Fuentes del Ejecutivo provincial consultadas por LPO cruzaron las acusaciones de déficit fiscal de Caputo y señalaron que el financiamiento pedido por Kicillof «busca garantizar el pago de servicios de deuda asumidos en gran medida en gestiones anteriores, particularmente durante la administración Vidal».
En concreto, el gobierno de Milei rechaza autorizar toda deuda que exceda el rollover. Para refinanciar los pasivos heredados, Kicillof pidió autorización de deuda por USD 1.990 millones.
Aparte de eso, solicitó tomar deuda por USD 1.045 millones. Ese monto es el objetado por Nación bajo la excusa de incumplimiento a la ley de responsabilidad fiscal.
Fuentes del Ejecutivo bonaerense consultadas por LPO rechazaron los argumentos de Caputo y señalaron que la Provincia «sobrecumple» el límite que establece la Ley de Responsabilidad Fiscal para el acceso a nuevo financiamiento.
De no aprobar Nación el pedido de endeudamiento que excede el rollover, lo que se cae para la Provincia es la posibilidad de acceso a créditos de organismos internacionales como la CAF o el Banco Mundial, a través de los cuales la administración Kicillof pretende financiar una serie de obras.
Fuentes del Ejecutivo bonaerense consultadas por LPO rechazaron los argumentos de Caputo y señalaron que la Provincia «sobrecumple» el límite que establece la Ley de Responsabilidad Fiscal para el acceso a nuevo financiamiento.
En ese punto, detallaron que la ley citada por Caputo plantea servicios de deuda menores al 15% de los recursos corrientes netos de coparticipación a municipios y que, hoy, este ratio asciende a algo más del 7% para la Provincia, muy por debajo del tope que fija la ley de responsabilidad fiscal.
Semanas atrás, el gobierno bonaerense había expuesto su preocupación por este tema. Ahí, el ministro Carlos Bianco sostuvo que, en reuniones con distintos gobernadores, el Gobierno ofrece, a cambio de aprobar el presupuesto nacional, los avales necesarios para que las provincias puedan tomar deuda.
«Nos deben 13 mil billones de pesos, así que ya no sé ni de qué hablan los libertarios», acusó Kicillof este viernes y sostuvo que el financiamiento solicitado es para pagar vencimientos de deuda de la gestión Vidal.
Tras censurar la reunión informativa del proyecto SPRINT que iba a realizar la investigadora Virginia Aparicio sobre los resultados del mapeo biológico humano en pueblos fumigados de la provincia de Buenos Aires, el INTA decidió intempestivamente suspender todas las actividades que involucran al SPRINT en su capítulo argentino, ante la gravedad de los datos que…
Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable
Tras la renuncia de Alberto Sileoni, Axel Kicillof mueve fichas en un área clave y propone a Flavia Terigi, una figura central del pensamiento pedagógico argentino, para conducir la Dirección General de Cultura y Educación. Con una trayectoria sólida, marcada por la defensa de la escuela pública, la nueva designada llega con un perfil académico y político que apunta a profundizar una agenda educativa estratégica para la provincia.
Una elección que consolida una línea de gestión
En medio de la salida de Alberto Sileoni, Kicillof decidió no improvisar: eligió a Flavia Terigi, actual rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), para asumir el mando del área educativa provincial. La académica ya comunicó a la universidad que pondrá en pausa su rectorado para afrontar el nuevo desafío, mientras el Poder Ejecutivo enviará este miércoles su pliego al Senado bonaerense. Todo indica que la votación se desarrollará sin mayores sobresaltos.
Terigi, con más de 30 años de trayectoria en investigación, docencia y gestión, es considerada una de las voces más lúcidas respecto de las transformaciones pendientes en el sistema educativo. Su nombre aparece ligado a debates sustantivos sobre trayectorias escolares, educación secundaria, continuidad pedagógica y diseño curricular.
De la UNGS a la provincia: una trayectoria marcada por la innovación
Desde su llegada a la UNGS en 2006, Terigi impulsó proyectos que cambiaron la manera de mirar la escuela media. Promovió equipos interdisciplinarios, produjo insumos que luego se utilizaron en discusiones nacionales y acompañó el desarrollo de la Escuela Secundaria de la universidad, ampliamente citada por sus métodos de enseñanza no tradicionales.
Su formación también explica su peso académico: licenciada en Ciencias de la Educación por la UBA, magíster en Ciencias Sociales por FLACSO y doctora en Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid, construyó una agenda de trabajo que busca desarmar las lógicas rígidas del formato escolar tradicional y pensar nuevos modos de enseñar y aprender.
Una mirada que interpela al sistema
Terigi sostiene que su especialización surgió del análisis de las condiciones reales que permiten aprender, y de las tensiones que muestran el desgaste del modelo de escuela pensado para otro siglo. Esas inquietudes orientaron investigaciones, direcciones de tesis y múltiples intervenciones institucionales, tanto en la UNGS como en la UBA.
La académica plantea que para transformar la escuela no alcanza con ajustar programas: hay que revisar estructuras, repensar roles y reconstruir sentidos. Su trabajo, reconocido en ámbitos universitarios y gubernamentales, se inscribe en esa perspectiva.
Militancia universitaria y proyecto político
La futura funcionaria no es ajena a la vida política de la educación pública. Integra Espacio Abierto, un colectivo del Instituto del Desarrollo Humano que impulsa mayor democratización interna. Desde allí promovió reformas en la representación del Consejo Superior y la creación de nuevas secretarías, movidas que la consolidaron como una referente dentro de la UNGS.
En 2022, al candidatearse a rectora por el Frente por la Universidad Pública, sostuvo que gestionar una universidad es asumir un proyecto político orientado a ampliar derechos, fortalecer la producción científica y repensar el rol de las instituciones en lo que definió como una “crisis civilizatoria”, atravesada por cambios profundos y urgencias inéditas.
Lecturas políticas de una designación estratégica
Si el Senado confirma la propuesta —algo que se da por hecho—, la llegada de Terigi será leída como un intento de Kicillof por jerarquizar el área educativa y blindar una agenda de inclusión, innovación y defensa de la escuela pública. En un contexto donde Milei insiste con ajustar presupuestos y desarticular políticas, el gobernador apuesta por una figura con peso propio y una mirada de largo plazo.
Con su desembarco en la Dirección General de Cultura y Educación, Terigi no solo aporta robustez técnica: también encarna un proyecto pedagógico que busca sostener y profundizar un modelo desfinanciado y deslegitimado desde la Casa Rosada. La provincia, así, se posiciona para resistir y reconstruir donde otros pretenden retroceder.
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