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El poder de transformar

Por Marina Ardenghi

Licenciada en Química
Health Coach

Como hacedores de nuestro día a día podemos considerarnos todos alquimistas, seres capaces de transformar la materia. Y cuando nos damos cuenta que la alimentación se vincula directamente con nuestro estado físico, mental y emocional es que podemos empezar a tener una mirada más aguda de lo que comemos.

Situación: “mejor no voy a comer 25 millones de tortas fritas, que mi hígado-cabeza-intestino se va a quejar” 

Reflexión (consciente o no): “Prefiero que no me duela la cabeza, no estar descompuesta, me gusta más disfrutar de alguna que otra torta frita pero evitando el malhumor”

Este ejemplo sencillo (podría ser también una tonelada de chocolate, medio kilo de frutos secos o cualquier otra cosa), me permite destacar que internamente estamos eligiendo y decidiendo por nuestro bienestar. Los cambios de hábitos alimenticios van de la mano de esa consciencia, en pos de la buena salud.

Para hacer cambios hay que ser paciente, tolerante, compasivo, observador. La mente va más rápido que el cuerpo, pero el cuerpo te “canta la justa”, entonces hay que darle  tiempo a que nos enseñe qué le viene mejor. Para eso hay que creerle, y confiar en que podemos encontrar la respuesta adentro y no afuera, no en un ultraprocesado que pretenda convencerme de que si no lo ingiero voy a vivir por siempre el desgastante “tránsito lento”, por ejemplo.

Así es que al ser hacedora de mi realidad, alquimista, transformadora, es que fui modificando de a poco mis hábitos, dejando, por ejemplo, de comprar productos alimenticios encontrando opciones nuevas, desconocidas al principio, pero de increíbles resultados, no tanto en los supermercados (o… farmacias) sino en los almacenes naturales, en las verdulerías…

No pasé de tomar gaseosa a tomar kéfir de un día para el otro, pero sí que empecé a dejar las bebidas azucaradas para tomar más agua por ejemplo. Eso (y sólo eso) me hizo sentir más lúcida y relajada. Menos azúcar, menos picos de glucosa en sangre, menos producción de insulina, menos recaídas, más energía duradera, mejor funcionamiento integral.

Tuve que prestar atención (a cada rato) a esa decisión que había tomado de cuidarme, la “costumbre” me podía llevar, si elegía dejar de escucharme, a seguir con el piloto automático (y sus resultados, los “malos conocidos”), pero… preferí,  prefiero otra cosa.

Un dato importantísimo y nada menor, también fui aprendiendo a no ser drástica conmigo, a no castigarme porque algo salga diferente a cómo mi mente lo había planeado, a ser flexible, a abrirme (y creerle) a mi sabiduría interna.

Empezar de a poquito, tomar la decisión amorosamente, buscar ayuda, aprender cosas nuevas, hacer alquimia, transformarSE, y ser lo que uno quiere es posible, y está en uno.

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