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EL HOMBRE ANGUSTIADO

Lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros reluce en momentos como este, mientras tanto ese comportamiento sustancial se refleja en los medios en la medida y forma en que les convenga, el rechazo o aceptación se expresa en las redes. A veces las generalidades son absurdas, y otras veces, también. El egoísmo y la generosidad conviven, y son contagiosas como el virus. Frente a una pandemia uno se expone, se desnuda. Y esta no es la excepción.

Para muchos el país se ve representado en la diaria de un supermercado. Están quienes soberbios arrasan góndolas con avaricia y egoísmo añorando en que si el virus los encuentra sea con el culo y la casa limpia. Están también quienes compran lo necesario, saludan amablemente y vuelven a sus casas con los productos en su ecobolsa. Y por supuesto, los ávidos que aprovechan la situación para hacer plata.

La especulación y la soberbia, son muy poco útiles en tiempo de crisis. Las miserias en la cola del supermercado, la falta de empatía con el prójimo, la desobediencia y el desapego a las normas (rasgo argento, no exclusivo) de los que pasean el virus de acá para allá, la bajeza de los que se aprovechan de la situación para llenarse los bolsillos, el fanatismo de quienes exigen a los dirigentes soluciones infalibles a una invasión viral que nos agarra, lógicamente, con los lompas por el piso (como al mundo entero) no son compatibles con el funcionamiento y desplazamiento dinámico de este tipo de enfermedades.

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La salud pública Argentina se presenta ante esta situación álgida dentro de un dualismo, el ideario político/público y la realidad deteriorada. Contar con un sistema de Salud Pública gratuito para todxs los habitantes de nuestra tierra, es un orgullo para los argentinos. Pero a su vez no podemos evitar mencionar la precariedad del mismo y la precarización en la que ejercen sus profesionales.

Uno de los objetivos principales de las medidas que se tomaron en el país tiene que ver con evitar un pico en la curva de crecimiento de los contagios, que ese crecimiento en el gráfico se dibuje como una meseta, ya que si el alza es exacerbada el sistema de salud colapsaría y las condiciones para atender a los pacientes de COVID-19 se llenarían de obstáculos. Riesgoso. Contagios va a haber, tienen que ser los menos.  

Hoy el hospital público de Villa Regina Rio Negro, ciudad desde donde escribo, tiene cuatro camas en terapia y a lo sumo una decena de respiradores en toda la ciudad , una realidad que se replica en el área de salud de todas las ciudades del país. Quizás ese dato sirva para entender que es una situación compleja, peligrosa, que a su vez es dinámica; pero tampoco es apocalíptica. Tenemos precedentes inmediatos que nos ayudan en las lecturas, se están tomando decisiones con precaución y adelantadas a como se tomaron en Europa. Exagerado para los escépticos, y lento para los más radicales. Inconformismo con cara de payaso.

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La responsabilidad social requiere  principalmente aislamiento y distanciamiento social, pero también informarse a través de fuentes confiables, compartir esa información con otros, cumpliendo las normas y bregando por la salud de todos. Esto implica colaboración, imprescindible en las semanas que se avecinan.

En un país donde se maltrata a un científico, docente o médico y se celebra a un futbolista; no es recomendable escuchar con exceso a las nuevas figuras  periodísticas devenidas en panelistas ni a tuiteros irresponsables que comunican a cambio de likes con el objetivo que se conviertan en billetes. La magia de las redes.

Apagá la tv un rato, buscá información oficial en los portales de gobierno o de la OMS. Escuchá a los profesionales de la salud, no a comu­nicadores de paquetería. La ética periodística se difuminó a la par de la llegada de las redes sociales y las nuevas tecnologías, hasta ese entonces la lucha en las trincheras editoriales era más equilibrada. Fakenews y viralización infantilizada, son un combo explosivo.

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Nos adentramos en una especie de ficción, como si estuviésemos dentro de la novela The Mist de Stephen King al acecho de monstruos que no podemos ver. De un enemigo invisible, imperceptible. Que algunos le ponen cara de chino y otros de gringo; cada uno con su paranoia conspirativa.

De pronto vemos que gobernar es una enorme responsabilidad. Por eso no es tiempo de  politizar, no todo tiene que ser siempre politiquería barata y oportunista. Colaboremos siendo conscientes de que la ciencia es volátil y que la adversidad nos pone a prueba; desde las ideologías, la sapiencia, las relaciones. Seamos solidarios y sensatos.

Esta gran pandemia de la era global, es una situación inédita que va a producir (ya empezó) una gran recesión económica que por supuesto nos trasciende y a la vez nos rasga transversalmente. Pero hay algo claro, taxativo, esta nueva crisis no la pueden volver a pagar los mismos de siempre. Debería servir la pandemia para frenar esta carrera de multimillonarios intocables que lideran el asedio constante de los ecosistemas naturales con consecuencias que van a ser muy difíciles de revertir.

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El hombre angustiado, es un cuadro del que se desconoce el autor pero se conoce su historia. Quien lo realizó usó su sangre para pintarlo y una vez que lo terminó se suicidió. El artista sabía durante el proceso de su obra que al finalizar iba a morir. Dicen los dueños que el cuadro se queja por las noches, grita y rasga desesperadamente la tela de la pintura. El hombre angustiado quiere volver el tiempo atrás, no retratarse en ese cuadro, recuperar lo perdido… y ya no puede.

Enlace directo a la web de la Organización Mundial de la Salud

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Portada: The anguished man

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    Trenes al descarriladero: Liniers y San Miguel, dos señales del vaciamiento ferroviario

     

    El descarrilamiento de una formación del Sarmiento en Liniers, con al menos 19 heridos, vuelve a poner en evidencia la desinversión y el retiro del control estatal sobre el sistema ferroviario. Hace menos de tres semanas, un choque entre dos trenes del Urquiza en San Miguel había encendido la misma alarma. El ajuste de Milei sobre el transporte público ya muestra sus consecuencias.

    Por Roque Pérez para Noticias La Insuperable

    Otra jornada negra para el Sarmiento

    Una formación del tren Sarmiento se descarriló este martes a las 15:50 a unos cien metros de la estación Liniers, cerca de la intersección de Timoteo Gordillo y Avenida Rivadavia. La formación se descalzó a pocos metros del paso a nivel, obligando a los pasajeros a evacuar entre el susto, el humo y el desconcierto.

    El SAME desplegó 40 móviles y atendió a 19 personas, de las cuales 9 fueron trasladadas a los hospitales Santojanni, Vélez Sársfield, Álvarez y Grierson. Según informó su titular, Alberto Crescenti, no hubo víctimas fatales, aunque varios pasajeros presentaron politraumatismos. El operativo de rescate concluyó cerca de las 17:20.

    En la estación Once, los pasajeros estallaron en enojo al encontrarse con cancelaciones y demoras sin explicación oficial. No es para menos: el episodio se suma a una seguidilla de fallas y emergencias en el servicio.


    Una tragedia anunciada

    Desde la Agrupación Naranja Ferroviaria Nacional, integrada al Movimiento de Agrupaciones Clasistas (MAC), responsabilizaron directamente al Gobierno de Milei: “Decimos claramente que el gobierno nacional es responsable del vaciamiento y la desinversión, dejando una infraestructura obsoleta sin mantenimiento”.

    Los trabajadores recordaron que “hace poco más de 20 días también ocurrió un hecho similar en el ferrocarril Urquiza, provocando un choque de trenes y varios heridos”, y denunciaron que “la falta de inversión en material rodante y en infraestructura genera accidentes predecibles y perfectamente evitables”. Exigieron la reestatización del sistema ferroviario y un plan de obras urgentes.

    No es una advertencia nueva. En septiembre, el sindicato La Fraternidad había realizado medidas de fuerza y “trabajo a reglamento”, denunciando públicamente el saqueo y el abandono en el sector. Pero el Gobierno libertario eligió el camino inverso: ajustar el presupuesto, reducir controles y volver a abrir las puertas a la privatización.


    El antecedente de San Miguel

    El 23 de octubre, dos formaciones del ferrocarril Urquiza chocaron a la altura de la estación General Lemos, en San Miguel, dejando cuatro heridos. La empresa Metrovías, concesionaria de la línea, habló de un “rozamiento entre formaciones”, pero los trabajadores y los pasajeros coincidieron en que el sistema de señales y mantenimiento venía fallando desde hacía semanas.

    Una pasajera, identificada como Milena, contó que “ya venía mal el servicio desde Federico Lacroze, con demoras y quejas; el impacto fue muy fuerte y se cortó la luz”. Otro testigo, Gustavo, relató que “cuando entramos a la estación sentimos el golpe, saqué la cabeza por la ventanilla y vi que habíamos chocado”.

    En aquel momento, el hecho se trató como “un incidente menor”. Hoy, el descarrilamiento del Sarmiento demuestra que no lo era: es parte de un mismo patrón de descontrol y desinversión.


    Sin control, sin inversión, sin Estado

    Desde la llegada de Milei, el Ministerio de Infraestructura —bajo control directo de Guillermo Ferraro primero y luego de Luis Caputo— aplicó un ajuste drástico sobre los fondos destinados al mantenimiento ferroviario. Los convenios con cooperativas y empresas de reparación se paralizaron, y varios sectores de control y seguridad fueron desmantelados o tercerizados.

    Mientras tanto, el discurso oficial sigue repitiendo el mantra del “Estado ausente”, pero en los hechos es un Estado retirado, que deja en manos privadas la seguridad de miles de usuarios diarios. El resultado está a la vista: dos accidentes en menos de un mes, sin muertos sólo por azar.


    El ajuste que mata lento

    Las postales de hoy —pasajeros caminando por las vías, heridos, caos en Once— son el rostro cotidiano del modelo libertario aplicado al transporte público. Un sistema donde se recorta la inversión, se desmantelan los controles y se entrega la infraestructura al deterioro.

    Cada descarrilamiento es una advertencia. Cada herido, una víctima del ajuste. Y cada accidente, una señal de que el ferrocarril argentino vuelve a ser el espejo del país: un tren sin conductor, descarrilando rumbo al desastre.

     

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  • Con un ‘Sello Argentino’, se presenta el ensamble ‘Perla del Valle’

    El ensamble ‘Perla del Valle’ se presentará el próximo sábado 17 de julio a las 21 horas en el Galpón de las Artes. Las entradas gratuitas y limitadas pueden retirarse en la Escuela Municipal de Arte en Brasil 91. Luego de la exitosa presentación de la Filarmónica de Río Negro, se podrá disfrutar del ensamble…

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  • Mercado Libre recibió 39.000 millones en subsidios del Estado

     

    El dato es contundente: Mercado Libre recibió este año un 50% más de beneficios fiscales del Estado argentino. La empresa que fundó Marcos Galperin fue una de las más favorecidas por el régimen de promoción de la Economía del Conocimiento. 

    «¿Y el costo fiscal de este subsidio?» preguntó indignado un diputado de la oposición que parece olvidar que la llamada ley de software fue aprobada durante el kirchnerismo. 

    Según datos oficiales, el monto total de exenciones impositivas otorgadas a empresas tecnológicas trepó a 195.000 millones de pesos en 2025, y Mercado Libre concentró cerca del 20% de ese total. Es decir, unos 39.000 millones en créditos fiscales y alivios tributarios.Solo en los últimos tres años, la compañía acumuló más de 250 millones de dólares en beneficios del Estado argentino. 

    El costo fiscal crece, dado que Galperín mantiene su residencia fiscal en Uruguay desde 2019. Allí paga sus impuestos y coordina buena parte del negocio regional. Mientras tanto en Argentina, sus filiales aprovechan los regímenes promocionales.

    Galperin logró lo que muchos empresarios sueñan: ser subsidiado por un Estado al que no le paga impuestos. 

    Como si con esto no fuera suficiente, la paradoja se amplía: mientras el Gobierno le concede beneficios, la empresa pide más intervención estatal.Su presidente para Argentina, Juan Martín de la Serna, reclamó que el Estado frene el avance de las plataformas chinas Shein y Temu, a las que acusa de «competencia desleal».  Sinónimo de pedir proteccionismo.»Están destruyendo empleo argentino», dijo. 

    «Galperin descubrió que el mercado es libre… hasta que llegan los chinos», chicaneó un empresario texto ante este medio y concluyó «mercado libre contra el libre mercado, Argentina no lo entenderías».   

    A esto se suma un historial de conflictos laborales: tercerización, contratos eventuales y denuncias de fraude laboral.En 2021, varios sindicatos denunciaron que Mercado Libre esquiva los convenios.  LPO reveló que parte del personal trabaja bajo condiciones precarias. 

     

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  • La difícil tarea de matar a la madre

     

    ¿Algo puede ser verdadero si nace de una mentira?

    Lloré cuatro veces con La maravillosa. Leí este libro como si su autora me hablara, como si en un viaje largo al sur me contara la historia, mientras vamos sorteando la infinita largura del camino, la pampa húmeda llorada por su historia y la de todos los hijos mal queridos del mundo, la meseta patagónica y el dolor más crudo del desierto conocido, el borde de la cordillera, abismal aunque hermoso, la condena de la geografía insular sobre el niño o la niña atrapados en la montaña materna.

    Esta novela consigue algo muy difícil, hacernos soportables el infierno de un desquicio que vuelve, como la voz materna que se fragua en el dolor del hijo, como esa ruptura del pacto humano de la existencia misma de la especie, donde lo biológico se impone como una cárcel: serás el rehén de quien te parió, cuya moral no le permitirá arrepentirse de su maternidad, la reproducirá y la volverá a sacar lustrosa para conseguir el perdón del hijo, el amor del hijo, la piedad del hijo, el agradecimiento, porque soy tu madre. Ese soy tu madre es condena y en este libro es exilio, es ruptura y es reconstrucción lejos del nido carcelario que se fungió como mandato social y modo de salvación de su creador, creadora en este caso.

    La autora se mueve, es una desplazada temprana. La niña que observa cómo el volumen —en todo sentido de volumen— de Sandra, la madre recreada en la estepa previa a la cordillera austral, aumenta con el tiempo y con la crueldad, mueve los ojos, siempre dispuestos a ver, vivaces ojos de pájaro que planea el mundo sin permitirle al mundo que la toque. Esa mirada es inaugural en la novela, novela tramposa como la madre, porque engaña desde su mención novela para ocultar su matriz crónica visceral. Las mañas de la Maravillosa mutan en Erika Halvorsen volviéndose virtud de un modo misterioso. 

    La mirada se desplaza para crear el paisaje emocional que marcará la historia hasta el final, sin darnos respiro, sin permitirnos la pausa de la literatura emocional fememina-feminista, el acostumbramiento a un modo lírico contemporáneo que ha cundido en la última década hasta lograr la saturación. La mirada de Halvorsen,  mirada amplia, de cóndor rey, es un refugio para ella y logra sacarla de las entrañas de su memoria para volverla no testimonio victimizante, no llorería latinoamericana, sino inteligencia salvaje; he allí la clave de todo lo que nos ocurrirá junto a ella a lo largo de esta crónica descomunal: una vida, la suya, seis vidas de hijos, hermanos, un padre, una madre imposible de asir, de abrazar, de querer.

    Es la mentira entonces la que da inicio a la historia. La mentira de la forastera que llega al pueblo perdido, al pueblo minero, con los críos de sus primeros años en la gran ciudad y ya seducido el vikingo que le dará dos hijos más. En el camino se deshará de uno, y fundará el mito, la mentira que llevará la sordidez de su propia humanidad al delirio de un pasado lleno de lujo y de glam. El cuarto hijo tiene un origen especial, un origen que la hará a ella sospechosa de una aventura mayor, la escena estelar de una vida que se dejó atrás: ella, que en su documento se llama Rosa aunque elija el Sandra para ser única entre todas las pueblerinas, ella, la única, es Rosa. Rosa, la maravillosa. Porque fue su amante, la de Sandro, porque fue con él con quien engendró al cuarto de sus hijos, porque fue Sandro, el gitano, el que la sedujo y compuso ese disco, todo ese disco, pensando en ella, en su cuerpo, en su boca, en su sabor.

    Sandra, Rosa, la maravillosa, se hizo a sí misma mostra. Una mostra antes de las mostras que ahora están de moda, porque ni Moria Casán existía cuando esta mostra se inventó. Aunque la Casan pudo haber inspirado su invención, porque el vikingo se calentaba con la Casán, y ella lo sabía. Se calentaba con ese tipo de mujerona, la guitarra argentina de los setenta, la que inspiró las caderas siliconadas de nuestras traviarcas, la que hizo el cuerpo de Lohana así de voluptuoso. La maravillosa se fundió con el hierro y los metales bajos de un pasado prostibular que diluyó en el oro de una invención: ella fue la mejor, ella fue la que entraba sin pagar por la puerta grande de Mau Mau con su mascota atada a un lazo, una leona cachorra que la enaltecía como la domadora de hombres que supo ser. Y ese apellido patricio que su padre, el que la abandonó a los cinco años, le dejó: era la hija única de uno de los hijos de Pedro Vicente Nolasco del Corazón de Jesús Ibáñez Anchorena.

    La maravilla de esta novela es su personaje siniestro, una verdad nacida en la mentira, una verdad hecha de la memoria de la hija menor. No veo en las primeras huellas de su venta la mención explícita a que esto es una historia real, pero deberían sopesarlo, autora y editorial, para darle a su existencia el sentido total que merece una novela de no ficción. La maravilla es también el ritmo que nos acercará no solo a Erika Halvorsen —crecida en la estepa, venida a la capital—, sino a quien quedó condenada a sostener la madeja familiar hasta hoy.

    La autora sobrevive a la soledad, a la madre que pinta esa habitación de rojo carmesí, que pinta los muebles de algarrobo con el mismo rojo sangre, a los ojos pintarrajeados de la maldad. Lo hace a la expectativa de que un día la mate, los mate. Pero al mismo tiempo es cuidada por sus dos hermanos mayores, sometidos al trato de los entenados, de los criados de las estancias por la propia madre, una a cargo del hogar, el otro a cargo del campo. Cuando los padres se van de vacaciones a vivir la vida bohemia y glamorosa de la gran ciudad, ellos se quedan solos, a cargo de esos adolescentes, de 15 y 13, en medio de la inmensidad. Y así sobreviven a un incendio. Porque Erika es la bebé y sus pañales de tela se prenden fuego secados en la chimenea. Los padres llegan de las vacaciones y se enteran allí de la tragedia que no fue. Los hermanos están seguros: su madre los prefería muertos. 

    La adolescencia de la narradora es el primer escalón de la libertad. La anorexia y la depresión la harán caer, su cuerpo caerá. El diagnóstico la llevará a donde la madre debió siempre estar: un loquero. Pero ese salir en una ambulancia del pueblo perdido es crucial. Es el cuerpo y su malestar lo que la hará libre, de a poco, en el camino que viene a hacer a la ciudad donde el mito monstruoso se concibió. Y a medida que ese proceso lento y persistente ocurre, uno no puede creer que a pesar de la condición perversa de esa madre poderosa, la narradora siga en el lazo, los hermanos sigan en el lazo, ya aventurados a encontrar la verdad, como paso ineludible para la liberación. El deseo de una madre suficientemente buena es lo que nos ata a la cordura, por eso hasta la más pérfida de las madres tiene, posee, goza de impunidad. No hay en este mundo un lazo más poderoso e imposible de desarmar: no hay refugio posible para la larga mano de mamá.

    Si dije al comienzo que lloré cuatro veces con este libro, mentí. Porque al avanzar se me volvió un hábito volver a llorar, ya no como un acontecimiento especial, sino como parte del proceso que es atravesar la historia siendo uno el que está allí. Quienes han sido víctimas de maltrato infantil, quienes han querido que mamá se muriera, que desapareciera de la faz de la tierra, quienes han sentido que no podían quererlas pero lo han logrado, se refugian en esta novela como en lo alto del árbol al que escapaban para que no los pudieran encontrar. Esto significa según las estadísticas mundiales que en esta tremenda vindicación de Erika Halvorsen se puede refugiar buena parte de la humanidad. 400 millones de niños aterrados es la última cifra que divulgó Unicef. Erika sobrevivió escondiéndose silenciosa de las garras de esa mamá. No estando disponible para saciar su crueldad. En brazos de sus hermanos y de su padre. En brazos de sus amigos de la ciudad, de sus amigos, sobre todo y también.

    En esta venganza pública y maravillosa no hay titubeos ni dudas porque la autora cuenta con un ejército de niños, sus seis hermanos, aunque uno ya no esté. Son todos los miembros de ese clan los que deciden ajusticiar a la madre para poder quererla. Son todos y cada uno de ellos los que escriben la historia a través de Erika. Y son todos los que se preocupan por la madre cuando la madre comienza a decaer y necesita atención. Todos, pero sobre todo Erika, que no descansa pensando cómo protegerla de su decadencia, pero también cómo proteger a los demás para que nadie quede otra vez a expensas de la mostra y su monstruosidad. La menor de los hijos de Sandra ha nacido con una misión.  Y esa misión comienza a culminar esta noche, aquí, en Artlab, el templo que nosotros mismos elegimos como si fuera nuestra Mau Mau, donde bailamos los viernes, donde nos refugiamos cada vez que podemos. Las sincronías salvajes se imponen cuando la verdad emerge: es así. Y entonces resulta ser que ya muerta y enterrada, la inmensa Rosa, la maravillosa, el día en que su historia se convierte en un hito literario —que debería ser el destino de este libro si la crítica existiera más allá de los clichés— cumple años. Porque ella, como Erika, era de libra, signo de aire y cardinal. Feliz cumpleaños, Maravillosa, es mucho lo que has dejado. Tus cinco hijos sobrevivientes, tus nietos, tu memoria de creadora infinita, de exacerbada, de descomunal. Te merecés esta novela. Lo has escrito todo también vos.

    La entrada La difícil tarea de matar a la madre se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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