De vendedor de diarios a vendedor de días
El negocio está decayendo, R lo sabe, lo siente, lo sufre. Madrugar, y pararse en la esquina de siempre. Esperar y esperar. De vez en cuando mostrar el diario a algún auto que para. Rutina de rutinas que ven pasar los minutos como hormigas que van hacia el deseado agujerito.
¿Cómo ofrecer el diario cuando casi todes ya lo tienen en su celular? ¿Tarea anacrónica? ¿Melancolía con patas que camina hambrienta para alimentarse de una insípida nada?
R vuelve a su casa entre cansado y desahusiado. Vendió dos diarios, y la plata no alcanza. Pone la pava con la expectativa de tomar unos mates. Se da cuenta de que ya no le queda yerba. Se sirve un vaso de agua como para pasar el mal momento, y sale hacia la despensa de la otra cuadra. Regresa con el paquete de yerba, sujetándolo como si fuese la mano de una novia que no tiene.
Mientras le da un sorbito al mate piensa y se pregunta, ¿no será que tengo que cambiar de rubro? ¿Qué es lo que la gente necesita? En ese instante en que las preguntas se abren como un indefinido abismo, un colibrí pasa por la ventana trasera. R sabe que el corazón del colibrí late a más de mil veces por minuto, y eso le da un lapso de vida de apenas tres años…
Entonces, R se pregunta nuevamente, ya planeando sobre aquel abismo,
¿porqué no vender días? ¿Porqué no vender un viernes o un sábado con amigos, música y sonrisas? ¿Porqué no vender un lunes vestido de rosa y no de horas cargadas de trabajo y hastío? ¿Porqué no vender un miércoles como si fuese un domingo de parque y asado en familia? ¿Porqué no vender un pack de días sin tristezas ni agonías? ¿Porqué no vender un jueves estable, sin inflación y con un barrilete azul de regalo?
R se regodea con la idea, la disfruta como si fuese el mejor orgasmo de su vida. Intuye que esa idea ya fue vendida, y un dolor en el pecho le aparece súbitamente.
La noche va cayendo como una cascada de estrellas que se estampan en un opaco magma de vacío seco e indefinido. R comienza a sudar, el dolor en el pecho se traslada al brazo izquierdo, y se torna más intenso. El dolor no cesa. Al cabo de una hora se desploma, rebotando su cabeza contra la mesa. El mate se balancea y cae al piso junto con R.
Hoy es lunes otra vez, y la vecina de R siente un olor a podrido muy intenso que sale de la casa de R, a quien, por cierto, no ve hace días.