El Gobierno de Milei oficializó el aumento de los impuestos sobre los combustibles líquidos y al dióxido de carbono mediante el Decreto 782/2025, publicado en el Boletín Oficial. El incremento, que había sido postergado hasta después de las elecciones legislativas, impactará en las naftas y el gasoil desde noviembre y traerá otra carga directa al bolsillo de los consumidores.
Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable
A través del decreto firmado por Milei, Guillermo Francos y Luis Caputo, se establece un nuevo esquema de actualización para el Impuesto sobre los Combustibles Líquidos (ICL) y el Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC) que gravan las naftas y el gasoil. El Gobierno lo justifica asegurando que, “con el propósito de continuar estimulando el crecimiento de la economía a través de un sendero fiscal sostenible, resulta necesario diferir parcialmente los incrementos remanentes originados en las referidas actualizaciones”. Sanata.
El aumento se aplicará parcialmente desde el 1° de noviembre, y el resto —correspondiente al remanente de 2024 y los dos primeros trimestres de 2025— entrará en vigencia el 1° de diciembre, según figura en el Boletín Oficial.
Cuánto suben los impuestos
En el caso de las naftas, el incremento será de $15,557 por litro en el impuesto a los combustibles líquidos y de $0,953 en el impuesto al dióxido de carbono. Para el gasoil, el aumento será de $12,629 por litro en el impuesto principal, mientras que el monto fijo actualizado para el tratamiento diferencial (zona Patagonia) será de $6,844, y el impuesto al CO₂ alcanzará los $1,441.
Según estimaciones del sector, sólo con esta actualización de noviembre el precio de la nafta podría subir cerca del 4 %, y el del gasoil alrededor del 3 %. Con la aplicación completa en diciembre, los aumentos totales podrían ubicarse entre 8 % y 10 %, dependiendo de la zona y el tipo de combustible.
Postergado hasta pasar las urnas
El aumento llega luego de una seguidilla de subas en luz, gas y transporte, y tras haberse pospuesto estratégicamente antes de las elecciones legislativas. Mientras durante la campaña Milei repitió el mantra de la “reducción de impuestos”, lo cierto es que su gobierno volvió a ajustar los gravámenes sobre productos de consumo masivo. Una contradicción que ni el relato libertario puede maquillar.
Además, el propio decreto reconoce que los incrementos remanentes se aplicarán de manera trimestral según la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) informado por el Indec, lo que garantiza que los aumentos se mantendrán en el tiempo, atados a la inflación que el propio gobierno no logra contener.
Lo que significa para la gente
Más caro llenar el tanque. Los conductores verán el impacto directo en el surtidor. Para los trabajadores que usan su auto o dependen del transporte público, el aumento se trasladará sin escalas al costo diario de movilidad.
Presión inflacionaria. El argumento oficial de que el ajuste “estimula el crecimiento económico” choca con la realidad: más impuestos a la energía y los combustibles significan nuevos aumentos de precios en cascada.
Inequidad regional. Si bien se mantiene un tratamiento diferencial para la Patagonia, la estructura sigue castigando a las regiones con mayores costos logísticos y menores ingresos.
Desgaste político. Después de prometer que bajaría la presión fiscal, Milei termina subiéndola. Y con cada factura, cada carga de combustible, el costo político se multiplica.
Mientras tanto, la “libertad” prometida por el oficialismo se traduce en una mayor carga impositiva y en un nuevo golpe al bolsillo. Porque al final, como siempre, la motosierra no pasó por el poder económico, sino por los consumidores.
Nadie imaginó la caída. Ni las lágrimas de Espert, ni las turbulencias económicas, ni la intervención de Trump en la economía, ni la denuncia de que estábamos ante un gobierno de ocupación preanunciaron la victoria de Milei en la provincia de Buenos Aires. El peronismo —desde el 7 de septiembre— observó en cierta concatenación de eventos una victoria más ajustada, pero victoria al fin. La tarima en el búnker estaba preparada para festejar y no para pasar a la resistencia. El discurso sonó —como toda la campaña— desconectado. Hubiera sido más reparador asumir la derrota, saludar al contrincante y agradecer a la militancia que llamar a resistir. Nadie puede resistir cuando se tiene una vida tomada por las restricciones de la cotidianidad. “Resistan ustedes, yo tengo otra cosa que hacer”.
Los romanos observaban a los pájaros para escudriñar la voluntad de los dioses y así tomar decisiones. Le ponían empeño en buscar a las aves. Ver sus movimientos y gestos. El arte de decidir implicaba mirar y entender bien.
Cuando la derrota fue un hecho, el problema de un sector del peronismo —principalmente dirigentes de La Cámpora— fue reclamarle al gobernador Axel Kicillof que no había sabido interpretar ni a los pájaros, ni a los dioses, ni a CFK. Te lo dije: Cristina tenía razón. Y no solo eso: el conurbano va a salvar a la patria, como una suerte de destino manifiesto más allá de los políticos, del gobernador y de los intendentes.
Nadie puede resistir cuando se tiene una vida tomada por las restricciones de la cotidianidad.
El peronismo en su conjunto no pudo interpretar a los pájaros y cayó. Se quedó sin comprensión, o mejor dicho, consumió otros diagnósticos y colocó la mirada en otros sucesos. Los intendentes plantearon otra explicación. El intendente de Ezeiza, Gastón Granados, le recordó a los dirigentes nacionales que los intendentes son los que tienen los votos. El de Ensenada, Mario Secco, reprocho que cuando les conviene, a los intendentes los usan. Y después, cuando no les conviene y necesitan un chivo expiatorio, los agarran para gastarlos. Cuando la victoria no es conseguida por quien lidera aquellos que gobiernan los territorios reclaman y presionan para limitar sus decisiones a futuro (porque fallaron).
Es posible que pronto observemos una rebelión sórdida y no estruendosa de los intendentes para recuperar un lugar de gravitancia en las decisiones. El primer test match será por la presidencia del PJ en la provincia de Buenos Aires. Ya se inició la disputa y le recordaron —en las paredes de la sede del PJ bonaerense— a su presidente, Máximo Kirchner, que basta de herederos y bendecidos y que el Partido Justicialista no es su monarquía. Son los coletazos del 26 y una miniprotesta No Kings como la de Estados Unidos.
Ahora bien, más allá del ruido de las controversias podríamos restarle algo de peso explicativo al desdoblamiento y plantear otras cuestiones.
Los romanos observaban a los pájaros para escudriñar la voluntad de los dioses. El problema de un sector del peronismo fue reclamarle Kicillof que no había sabido interpretar ni a los pájaros, ni a los dioses, ni a CFK.
El liderazgo de Cristina Fernandez se achica. Hace tiempo que va perdiendo el control, tanto nacional como provincial. Hoy es la líder de un ghetto que fue perdiendo maniobrabilidad en las dos plataformas que el peronismo —desde décadas— había establecido para diseñar su estrategia de poder nacional: conurbano más provincias (una estrategia que da cuenta del diseño institucional de nuestro país). Su imposición como jefa del PJ llevó a tensiones con gobernadores como Ricardo Quintela y a la intervención de ciertas provincias con resultados muy desastrosos: en Jujuy, Fuerza Patria no logró ni un diputado, y en Salta y Misiones le sirvió en bandeja el triunfo a LLA. “Vino la señora e intervino el Partido Justicialista, así le fue en las provinciales y ahora se quedó sin nada en las nacionales”, sostuvo el gobernador salteño, Gustavo Sáenz.
Cristina tiene una carrera de “achicamientos” territoriales y de su propio dominio político: desde su presidencia rompió con el peronismo cordobés y tomó decisiones erráticas en la provincia de Santa Fe. Inclusive, cuando impuso su candidatura como presidenta del PJ, Alejandra Vigo —senadora nacional y pareja de Juan Schiaretti— sostuvo que el peronismo de Córdoba “nada tiene que ver con el kirchnerismo”. Jaldo —mucho más escurridizo y astuto— vio la potencialidad de los libertarios e hizo un gesto a CFK para unificar al PJ y así ganar las elecciones y sentarse a negociar en mejores condiciones con Milei. En Tierra del Fuego, la división del peronismo trajo consigo la victoria de LLA y las fisuras tardarán en suturar. Sus intervenciones provocaron más malestar y descontrol que beneficios. Mientras CFK descontrolaba los territorios —incluido el bonaerense— y el peronismo se desestabilizaba, Milei, con todos los recursos políticos posibles, se montaba en el tablero de comando de la economía. ¿Quién votaría a un espacio donde su máxima dirigente desguaza una vieja articulación de los peronismos y provoca más incertidumbres?
Belicosidad, intervención y achicamiento de un liderazgo que, además, no logró expresarse ni ser visto —por un sector mayoritario de la sociedad— como alguien que pudiera proponer futuro y transformación. Milei se quedó con los logros, la propuesta de transformación y la certidumbre. Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires se acercó a una idea de desestabilización y de guerra interna. El asedio a Kicillof, el insistente recurso del bloqueo o limite a Milei (“a una fuerza hay que oponerle otra fuerza”, decía Taiana) y la sensación de mayor inestabilidad por parte del peronismo hizo de Cristina un liderazgo sin promesa, sin futuro y sin capacidad entender las transformación de los últimos años. Y más aún, nadie en el peronismo propuso una alternativa económica a Milei. Massa fue un liderazgo del límite a CFK en 2013, ahora CFK se ofrecía más como obstáculo para muchos y muchas y como símbolo de la desestabilización. ¿Qué pasará en la economía si gana el peronismo? El temor y preocupación lanzaron a más votantes a las calles: el 7 de septiembre participó el 61 por ciento del padrón, mientras que el 26 de octubre fue el 68. Posiblemente ganó más el miedo y la preocupación de una desestabilización del futuro inmediato que el desdoblamiento.
Carlos Menem había enseñado que un liderazgo ganador debía expresar la transformación y el progreso (la nación, para después). Quien podía sostener dicha expresión ganaría elecciones. Cristina —si bien lo había logrado— hoy perdió ese lugar. Su figura no pudo “pegotearse” y establecer como núcleos prioritarios a los reclamos de la universidad y la salud pública y de los jubilados. Quien logró erigirse como el capitán de tormentas, capitalizar sus logros (control de la inflación) y dar pistas de transformación se quedó con el triunfo. Ese fue Milei. En parte, hoy gobernar es desmantelar esos problemas que aprisionan y toman las vidas cotidianas. Es desarmar cualquier sensación de caos en una vida por demás complicada. El liderazgo de CFK agregó esa sensación —en muchos y muchas votantes— de agregar desorden a la vida.
Sumado a esto, una campaña donde el peronismo no habló, no interpeló a los suyos, no dijo nada sobre los problemas estructurales que atraviesan a la provincia y al país y no esgrimió una agenda de futuro. Tanto CFK como Axel Kicillof hoy vuelven a consignas —como Estado presente— que para muchos y muchas se refieren a un momento al que no quieren volver. Están atrapados en una liturgia provista por sus gobiernos anteriores.
Si consideramos este raid de achicamiento del liderazgo de la expresidenta podemos indicar que ella desmanteló la vieja estructuración política que el propio Perón dejó como marca en el peronismo nacional. Su liderazgo y su dominio se fundaron en la articulación del mundo del conurbano con los grupos provinciales. CFK privilegió el contenido ideológico (o es lo que se percibió por los actores locales), más que una forma de ejercer el dominio y de reeditar la fórmula de la Coca Cola para los triunfos electorales. Ese liderazgo que “chupaba” votos de manera directa sin mediaciones de los territorios y de las instituciones partidarias lo logra insuficientemente por sí mismo. El territorio y las mediaciones se rebelaron.
El liderazgo de Cristina Fernandez se achica. Hace tiempo que va perdiendo el control, tanto nacional como provincial. Hoy es la líder de un ghetto que perdió capacidad de maniobra.
Si entendemos el liderazgo como una “inversión” social (establecer y dotar a un liderazgo con capacidad de realizar expectativas, promesas y sensibilidades), CFK se fue descapitalizando. Se redujo, desguazó la posibilidad de un dominio nacional y no pudo incorporar elementos de estabilidad y transformación a futuro. El consumo de la imagen de su liderazgo no termina de geolocalizarse en las sensibilidades mayoritarias, no trae alivio, no calma. San José 1111 se convirtió en un santuario donde los rezos vienen sin grandes resultados.
El peronismo bonaerense, en su conjunto, pagó muy caro no descender a la vida cotidiana del electorado, ni a los deseos e inseguridades que impulsaban las transformaciones en el mundo del trabajo y de la subjetividad. La lista de diputados nacionales de la PBA —atravesada por las tensiones con CFK y La Cámpora— no tenía conexión ni con los territorios (parecía una lista del peronismo porteño) ni con los reclamos de ciudadanos y ciudadanas (principalmente de sectores populares y medios) que atan sus vidas a las seguridades y los progresos. El peronismo tiene una agenda desubicada, más conectada con viejas retóricas que con el presente. Se presta a un antiperonismo rápido. No se localiza en el lugar de una minoría que debe reconstruirse ni escanear con más insistencia el pulso de las vidas barriales, laborales y profesionales. Además de no descender a la vidas ciudadana y dar la sensación de que lo que gravita es la interna peronista, la gestión de Axel Kicillof, pese a sus grandes esfuerzos presupuestarios por mostrar una gestión diferente, —reducción de fondos del Gobierno nacional mediante— impide mostrar una gestión alternativa. A su vez, la capacidad del presidencialismo argentino y de la polarización política le otorgó —en este caso— mayores posibilidades a un oficialismo que no perdió el control y que pudo administrar la confrontación.
La dinámica polarizadora organiza los discursos sociales y los atrapa. Y es tan fuerte que cuando dos periodistas le preguntan a Taiana por Venezuela, el candidato responde como profesor (habla de “democracia fallida”) y no como alguien que aceptaba una lógica del debate bipolar instalada hace muchos años. Y por último, el otro acto fuera de registro puede leerse en el baile postelectoral de CFK en su balcón, que parece más dedicado a la estrategia de desdoblamiento de Kicillof que a otra cosa. Toda derrota necesita de un respiro humano y quien no lo otorga puede aparecer como desconociendo su parte de acción o marcando como error solo la acción de los demás. CFK no le otorga respiro a la derrota política y ella misma afecta su liderazgo. En su intento por sostener que su objetivo es ganar elecciones pretende escabullirse de una historia política que la tiene atrapada como una de sus actrices principales. Que la atrapa y que tiene efectos sobre ella.
Hoy gobernar es desmantelar esos problemas que aprisionan y toman las vidas cotidianas. Es desarmar cualquier sensación de caos en una vida por demás complicada.
Entonces, la pregunta no es solo qué mira el peronismo, sino qué consume. Durante años consumió informes y perspectivas que indicaban que el kirchnerismo debía endurecerse y avanzar a fondo con los cambios. Esto implicó una reorganización del liderazgo kirchnerista y la pérdida gradual de aliados y votos. Se maravilló más con la “alta política” que con la realpolitik de las vidas ciudadanas. También consumió lecturas acerca de que el gobierno anterior se perdió por la acción de Alberto Fernandez sin tener en cuenta que CFK quedó más pegada de lo que se cree al expresidente. La estrategia “no digamos nada y dejemos que se equivoquen solos” colocó al peronismo bonaerense ante el silencio y la espera. Después, finalmente, una parte del peronismo pretendió consumir como única respuesta el discurso del desdoblamiento, con el que insistió Cristina en su carta de esta mañana.
El Gobierno nacional se reunió con los gobernadores dejando fuera del encuentro únicamente a Kicillof, Quintela, Insfran y Melella. Se prepara para diseñar una nueva gobernabilidad. Seguir tomando el control en el Parlamento y la Justicia. Los peronismos provinciales enojados con CFK y el kirchnerismo terminan abrazando a Milei, el peronismo bonaerense entra en un zona de turbulencias y, tal vez, a la propia expresidenta no le quede otra posibilidad que hacer acuerdos con un oficialismo que reclama la aprobación de leyes y el nombramiento de jueces en el Senado. Esto puede recolocarla en un precario centro de la escena. Es más probable que a CFK la restituya la necesidad de acuerdo que tiene Milei, por ahora, en el Senado, que la convulsionada y herida interna bonaerense.
Su liderazgo está ante propia historia. Su problema no es la geometría electoral sino la sociología política. Ese rumbo puede empezar varias travesías posibles. Derribar a los pequeños robin hoods que se erigen como posibles candidatos para afirmar su liderazgo, más allá de quién sea ungido como candidato kirchnerista en 2027. Persistir en recrear un dominio a condición de ser una fuerza minoritaria o provincial por años. Afirmarlo esperando que Milei falle y que el malestar económico reponga en sus brazos los votos perdidos. Como si todo malestar necesariamente volvería al circuito peronista (el correísmo en Ecuador es un buen ejemplo para entender que esto no siempre es así). Otra posibilidad es que CFK siga insistiendo en su propia estrella y continúe exigiendo victorias donde en realidad busca obediencia o atravesar una larga erosión consumida por una fragmentación peronista que todavía no encuentra un norte en unidad. Por último, dar espacio al surgimiento de nuevos liderazgos, no inundar la política con una persistente disponibilidad presidencial y observar por donde van las pulsiones ciudadanas. Porque allí es donde pueden afianzarse nuevas dirigencias y nuevas palabras. Lo que sí está claro es que devorar y humillar a sus propios hijos —en nombre de la victoria— no siempre da buenos resultados.
Cinco días después de las elecciones nacionales, Cristina Kirchner rompió el silencio para culpar a Axel Kicillof por la derrota a nivel país y en la provincia de Buenos Aires, que remarcó que fue la única que se perdió de las gobernadas por el peronismo.
«Todos los gobernadores peronistas (Ziliotto de La Pampa, Quintela de La Rioja, Jalil de Catamarca, Jaldo de Tucumán, Insfrán de Formosa) ganaron en estas elecciones parlamentarias. La excepción de lo ocurrido en la Provincia de Buenos Aires obedece a un error político al equivocar la estrategia electoral, decidiendo el desdoblamiento», apuntó contra Kicillof, al que no nombró.
La expresidenta reprochó que ya el 14 de abril le advirtió a Kicillof que era un error desdoblar porque implicaba «dividir los esfuerzos en dos elecciones separadas por apenas 49 días». También aclaró que no le interesa tener razón, como sostuvieron sus más fieles seguidores de La Cámpora.
«En privado también sostuve que adelantar las elecciones de la PBA era muy riesgoso tanto por su peso electoral y su valor simbólico, porque si se perdía iba a tener un efecto devastador para el peronismo a nivel nacional y si se ganaba iba a producir un ‘efecto balotaje’ que permitiría reagrupar todo el voto antiperonista para las legislativas de octubre», continuó Cristina, que más adelante aclaró que sostiene la unidad.
La carta de Cristina se conoce a pocas horas de que Kicillof se reúna en La Plata con los más de 40 jefes municipales que forman parte de su armado político, algunos de los cuales le están pidiendo que rompa con Máximo Kirchner y La Cámpora. En el encuentro se prevé que el gobernador defienda el desdoblamiento.
Adelantar las elecciones de la PBA era muy riesgoso tanto por su peso electoral y su valor simbólico, porque si se perdía iba a tener un efecto devastador para el peronismo a nivel nacional y si se ganaba iba a producir un ‘efecto balotaje’ que permitiría reagrupar todo el voto antiperonista
Sobre la elección, Cristina también dijo que «al viejo antiperonismo se le sumó otro factor: el miedo» a una crisis política. «Algunos creyeron que si el gobierno perdía la elección de medio término, se caía», aseguró mencionando la suba del dólar de las últimas semanas y la intervención de Trump.
La presidenta del PJ nacional advirtió que «se viene una fuerte ofensiva para tratar de romper el peronismo y el campo nacional y popular en su conjunto», lo que según dijo empezó con su detención.
En ese sentido, hizo una crítica muy fuerte a la Corte Suprema. Remarcó que al día siguiente de la elección del domingo, «la Corte de Los Tres» sobreseyó a Macri por el espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San juan; a Caputo en una causa penal; a Sturzenegger en una causa por abuso de autoridad, y a Milei en otra causa penal.
En contracara, Cristina dijo que ese mismo día la Corte confirmó una condena contra Martín Sabbatella por la aplicación de la Ley de Medios; rechazó al menos 10 recursos de su defensa; y confirmó dos condenas contra Guillermo Moreno. «Un dirigente político va a sufrir privación de la libertad e inhabilitación para ejercer cargos públicos de por vida por haber repartido objetos que decían ‘Clarín Miente'», ironizó. «La dirigencia política, sindical y social en la Argentina está en libertad condicional», afirmó.
Un párrafo interesante del documento de Cristina es donde sostiene que desde hace tiempo viene hablando «necesidad de revisar estrategias y repensar conceptos en lo estatal, lo educativo, lo tributario, sistema monetario… en materia de salud, economía, seguridad, trabajo».
La mención no parece casual porque se da en momentos en que el gobierno empezó a impulsar con fuerza las reformas laboral y tributarias, que espera aprobar después del recambio legislativo. Ante eso, Cristina pidió «no tenerle miedo al debate y a la discusión de nuestras ideas».
Con Andrés Rodríguez fuera de escena tras una cirugía en el Anchorena, la bonaerense Fabiola Mosquera avanza en silencio y tantea apoyos para posicionarse como su posible sucesora.
El histórico líder de UPCN, Andrés Rodríguez, atraviesa un delicado cuadro de salud luego de una cirugía cardíaca en la que le realizaron entre cuatro y cinco bypass.
Su internación, rodeada de hermetismo, sacudió a la estructura del sindicato más poderoso del sector público y dejó abierta la pregunta de quién tomará las riendas mientras dure su recuperación.
En medio del silencio oficial, Fabiola Mosquera, titular de UPCN Provincia de Buenos Aires, empezó a moverse como si el futuro ya hubiera llegado. Dirigentes de distintas seccionales la describen como una figura con ambición, que «se calza el traje de secretaria general» y multiplica sus apariciones públicas.
Mosquera no es una improvisada. Con formación política y años en la estructura provincial, tejió vínculos sólidos con intendentes, legisladores y funcionarios bonaerenses, y ha sabido ocupar un rol de peso en las negociaciones paritarias del sector público.
Acompañó a Rodríguez en los últimos actos gremiales, incluyendo la movilización de San Cayetano, donde el histórico líder advirtió sobre «el ajuste y la destrucción del salario real de los trabajadores del Estado». Desde entonces, la bonaerense comenzó a ganar visibilidad y presencia en la escena sindical.
La internación de Rodríguez también deja una incógnita política: quién representará a UPCN en la próxima reunión de la CGT. Su lugar en la mesa chica de la central obrera es clave: ocupa una de las sillas más influyentes y suele ser puente entre el sindicalismo tradicional y el poder político.
Por ahora, nadie fue designado oficialmente para ocupar ese espacio. En Azopardo reconocen que «todo está en suspenso hasta nuevo aviso», aunque algunos dirigentes admiten que Mosquera ya comenzó a tender puentes con otros gremios, preparando el terreno por si la situación de Rodríguez se prolonga.
Rodríguez conduce UPCN desde 1990. Es uno de los últimos exponentes del sindicalismo clásico: pragmático, hábil negociador y con llegada directa a todos los gobiernos, sin importar el color político. Pero esa misma permanencia lo vuelve símbolo de un modelo en declive. Dentro del gremio crecen las voces que piden renovación, y Mosquera encarna -al menos para un sector- esa posible transición.
Sin embargo, su avance genera resistencias entre los históricos, que temen perder influencia si una mujer y bonaerense asume la conducción nacional. «Nadie sabe cuánto durará la convalecencia ni si habrá elecciones internas», admiten en la sede central.
Mientras Rodríguez se recupera, el gremio navega entre la cautela y la expectativa. Nadie oficializa nada, pero todos mueven piezas. Mosquera, desde La Plata, multiplica sus gestos de conducción y busca consolidar respaldo en las delegaciones del interior.
Son horas tensas en el peronismo de Córdoba, en medio de pase de facturas y reproches por el resultado del domingo. Varios intendentes dicen, hasta ahora por lo bajo, que el «partido cordobés» de Martín Llaryora «fracasó», y reclaman un reagrupamiento del PJ y el pronto regreso de Natalia de la Sota.
Sin embargo, con planillas sobre la mesa, en algunos despachos de El Panal dudan de la «necesidad» de abrir una negociación con De la Sota: «Sacó 8 puntos y el kirchnerismo duro, 5; son los votos Cristina y Massa», dijo un funcionario provincial que sostiene que el llaryorismo debe mantenerse alejado del peronismo nacional.
Los números que sostienen este razonamiento son los siguientes: en 2021, cuando De la Sota encabezó la boleta de Diputados y Alejandra Vigo la de senadores, el Gobierno provincial sacó 490.200 votos. El Kirchnerismo, 205.500.
Ahora, con Juan Schiaretti como 1 de la lista de la marca Provincias Unidas, llegó a 549.800 votos. El kirchnerismo puro, con Pablo Carro, sacó 98.700. Y De la Sota sumó 170.000. La suma de los últimos dos arroja 268.700 votos; es decir 63.500 más que el kirchnerismo en 2021.
Si la comparación es sobre la elección de 2023, cuando Schiaretti fue candidato a presidente, el Gobierno provincial había sumado 675.800 y la lista de Sergio Massa, 284.700. «¿Te das cuenta que Natalia representa al electorado K opositor a Llaryora y Schiaretti?», dice el interlocutor del Gobierno provincial con estos números en la mano.
En el peronismo derrotado hay otras miradas. Recuerdan que en 2013 Martín Llaryora, por entonces intendente de San Francisco, enfrentó a Schiaretti en las Paso y sacó 130 mil votos, es decir 40 mil menos que la cosecha de De la Sota el domingo pasado.
«Hay que aplicar la misma regla: si con 130 mil Martín pudo ser vicegobernador (de Schiaretti) dos años después, Natalia con 170 mil debería ser la vicegobernadora en 2027», dice un dirigente llaryorista de la ciudad de Córdoba.
En El Panal observan que esta última cuenta tiene una «trampa»: «Martín sacó 130 mil votos peronistas, porque en esa Paso el kirchnerismo sacó 210 mil votos; otra vez, los mismos votos que sacaron Natalia y el kirchnerismo el domingo», dicen.
Con más de 60 gremios presentes, la CGT se reunió este jueves en la sede de Uocra para empezar a definir el posicionamiento que tendrá frente a la reforma laboral que impulsa Javier Milei y preparar el congreso de renovación de autoridades del próximo miércoles 5.
Un tema fue ligado con el otro. En voz alta, la cúpula hizo un llamado a enfrentar la reforma laboral «en unidad». Bajo la actual relación de fuerzas, en la central obrera sostienen que ese cometido es imposible fuera del esquema de triunvirato.
«No hay lugar para el unicato», dijo a LPO el titular de un gremio que participó del encuentro cegetista en el que participaron todos los sectores, excepto el referenciado con Luis Barrionuevo.
A la ausencia del gastrónimico, se sumaron las de otros afines, entre los que figuró el actual triunviro Carlos Acuña (estaciones de servicio). «No tienen número para imponer una CGT paralelo, quieren quedar fortalecidos en la cantidad de lugares», dijo a LPO otro de los participantes sobre las razones del faltazo de Barrionuevo.
Como sea, en las charlas que se dan por lo bajo, las líneas internas con mayor caudal de congresales empiezan a limar nombres para el futuro triunvirato que -sostienen- deben mostrar un perfil «más enérgico» que el actual a la hora de plantarse a Milei.
Para el nuevo triunvirato, suenan Cristian Jerónimo (Vidrio), Jorge Sola (Seguros) y Maia Volcovinsky (Judiciales).
«Se habló de dar batalla por la reforma laboral, de la gravedad de lo que plantea el Gobierno y de enfrentarlo en unidad, pero todavía no hay una línea de acción definida», dijo a LPO el secretario General de un gremio que impulsa como triunviro a Cristian Jerónimo, líder del sindicato de Empleados del Vidrio.
A Jerónimo lo promueve centralmente el ala que confluía en el Frente Sindical más independientes, Luz y Fuerza, Unión Ferroviaria y Uatre, entre otros.
Por otro lado, sectores de la actual conducción empujan a Jorge Sola, titular del gremio del Seguro y actual vocero de la CGT. En tanto, para el próximo triunvirato está la decisión de incluir a una mujer, posiblemente Maia Volcovinsky (Judiciales), aunque no se descarta una dirigente del gremio docente Sadop.
En la reunión que se extendió por casi cuatro horas, se planteó enfrentar la reforma laboral que empuja el Gobierno con múltiples acciones, desde planteos judiciales, reuniones con legisladores y gobernadores y medidas de fuerza.
En lo referente a los gremios más cercanos al kirchnerismo, con eje en la UOM, se espera que estén incluidos por peso propio en la próxima mesa de conducción. Ese sector fue parte del encuentro de este jueves.
Dirigentes sindicales consultados por LPO señalaron que Furlán tiene sus reparos con Jerónimo, pero que, en los últimos días, ambos mantuvieron una charla.
En la reunión que se extendió por casi cuatro horas, se planteó enfrentar la reforma laboral que empuja el Gobierno con múltiples acciones, desde planteos judiciales, reuniones con legisladores y gobernadores y medidas de fuerza.
Además del anfitrión Gerardo Martínez, en la sede de Uocra participaron Héctor Daer (Sanidad), Hugo Moyano y Octavio Arguello (Camioneros), Armando Cavalieri (Comercio), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Felipe Carrillo (UPCN), Cristian Jerónimo (Vidrio), Jorge Sola (Seguros), Juan Carlos Schmid (Dragado y Baizamiento), Juan Pablo Brey (aeronavegantes), Maia Volcovinsky (judiciales) y Omar Plaini (canillitas), entre otros.