Promovido por Alak, todos los espacios acordaron una campaña limpia en La Plata

Promovido por Alak, todos los espacios acordaron una campaña limpia en La Plata

 

Promovido por Julio Alak, los principales espacios políticos con representación local en La Plata acordaron hacer una campaña limpia, ajustándose a las normas que regulan la publicidad en la vía pública.

La ordenanza que regula el tema, prohíbe la colocación de publicidad política en árboles, luminarias, señales, mobiliario urbano y fachadas no autorizadas; fija plazos para instalación y retiro y promueve medios alternativos que eviten daños y contaminación visual.

El acuerdo firmado este lunes en el Palacio Comunal se dio durante una reunión encabezada por el secretario de Gobierno, Guillermo Cara, donde participaron los jefes de campaña de Fuerza Patria (Sebastián Tangorra),  Javier Mor Roig (Somos Buenos Aires) y Matías De Urraza (La Libertad Avanza), además del apoderado del Frente de Izquierda, Luciano Sívori.

“Es un acuerdo histórico que nos iguala a todos y nos compromete con la limpieza, el orden y el respeto por el vecino”, dijo Cara. Y agregó: “La democracia también se construye cuidando nuestra ciudad y garantizando que el espacio común sea utilizado sin generar perjuicios a la comunidad”.

El encuentro ratificó la decisión de garantizar igualdad de condiciones para todas las fuerzas durante el proceso electoral, promoviendo un uso ordenado del entorno urbano. También se resolvió mantener esta mesa de diálogo semanalmente para monitorear y resolver situaciones vinculadas a esta temática.

El acuerdo se alinea con el programa municipal de recuperación del espacio público “Ciudad Limpia”, el cual busca afianzar una cultura política basada en el respeto, la equidad y la responsabilidad ciudadana, fortaleciendo la convivencia democrática y el cuidado del entorno urbano.

A través de esta iniciativa, la Municipalidad de La Plata ya intervino y recuperó más de 7 mil frentes de vivienda y fachadas de comercios, entre otros espacios. 

 

En medio de la crisis del turismo, Scioli se lanza contra los carpinchos y choca con Costantini

En medio de la crisis del turismo, Scioli se lanza contra los carpinchos y choca con Costantini

 

En medio de una crisis histórica del turismo que ya llega a niveles de la pandemia, Daniel Scioli se embarcó en una guerra contra los carpinchos y choca con la familia de Eduardo Costantini, el hacedor de Nordelta.

El ex motonauta, que es el secretario de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación se dejó influir por una asociación de vecinos del barrio de Tigre que ya hace años mantiene una cruzada contra los roedores.

Los carpinchos son los habitantes naturales de los humedales de la zona del Delta, que fueron invadidos por cientos de casas con estilo toscano, generalmente con el mismo tono terracota. Los vecinos de Nordelta, sin embargo, lograron convencer a Scioli de que los invasores eran los carpinchos.

Las quejas suelen ser del mismo formato: que los carpinchos arruinan los jardines y que se cruzan de noche entre las callecitas de los barrios cerrados, con el riesgo que ello acarrea para los paragolpes.

“Estamos prisioneros en nuestras casas”, se quejan los vecinos en los grupos de Whatsapp, si bien los carpinchos se alimentan de pastos y pedazos de corteza. Al comer también frutas y vegetales, estos roedores esparcen semillas con sus heces y favorecen la regeneración de bosques y humedales. Ya sólo con esa función innata, los carpinchos están haciendo mucho más por el ambiente que el secretario del área, que es justamente Scioli.

Voy a hacer un hospital para carpinchos en Nordelta

Los reclamos de los vecinos horrorizados movilizaron al “Pichchi”, que se siente un vecino de Tigre ya que allí conserva su quinta de Villa La Ñata en la que convive junto a estatuas de cera de Los Pimpinela y Cacho Castaña. El funcionario quiere dejar como legado la solución del conflicto con los mamíferos.

La crisis del turismo se profundizó en vacaciones de invierno, con un derrumbe del 11%

Scioli aún no le pudo encontrar la vuelta a la cuestión y por eso ya propuso una serie de alternativas que todavía no pudo implementar. Una es trasladar a los carpinchos a islas de San Fernando y del Delta. No convenció con esta idea porque los carpinchos ya se habían escapado cuando comenzó la construcción de Nordelta y volvieron con mayor ahínco. Nada indica que no lo vayan a hacer de nuevo.

Eduardo Costantini.

Como no tuvo éxito con la idea de la deportación, el ex motonauta buscó una medida más extrema: la aplicación de vacunas anticonceptivas para frenar la reproducción de los roedores. Lógicamente se topó con la resistencia de los protectores de animales, que rechazan una medida rayana a la esterilización masiva.

Pero la mayor resistencia que tiene Scioli viene desde el mismísimo corazón de Nordelta. Elina Fernández, la esposa de Eduardo Costantini, es quien defiende a viva voz a los animales y, ante las quejas de los vecinos, amenaza con hacer un hospital para carpinchos en Nordelta.

“Están en la casa como un perro más”, dijo el propio Costantini en 2021, cuando anunció que una de sus carpinchas había tenido 12 crías. 

 

Nardini se posiciona como el intendente mejor valorado del conurbano

Nardini se posiciona como el intendente mejor valorado del conurbano

 

Leo Nardini es el intendente con mejor imagen del conurbano. Así lo confirma el último informe de CB Consultora Opinión Pública, que lo ubica en el primer lugar del ranking con un 62,7% de valoración positiva.

El intendente de Malvinas Argentinas se sostiene en los primeros puestos de este relevamiento y conserva altos niveles de aceptación, a más de nueve años de haber sido electo por primera vez.

El podio lo completan Diego Valenzuela (Tres de Febrero) con un 62%, y en tercer lugar Jaime Méndez (San Miguel) con un 61,5%.

Debajo, figuran Federico Achaval (Pilar) con 61,1, Fernando Gray (Esteban Echeverría) con 60,4%, Julio Zamora (Tigre) con 59,1%, Federico Otermín (Lomas de Zamora) con 57,4% y Soledad Martínez (Vicente López) con 56,5%.

Nardini lleva adelante una gestión que combina cercanía, planificación y transparencia que se palpa en el día a día. Desde que asumió en 2015, su manera de gobernar puso en el centro las necesidades reales de la comunidad.

El intendente de Malvinas Argentinas lidera el ranking con un 62,7% de valoración positiva.

Cursando el tercer período a cargo de la intendencia, en el distrito le destacan un perfil de dirigente que recorre, escucha, interpreta y responde. Malvinas Argentinas se posiciona como un modelo de gestión pública y desarrollo en el conurbano.

Durante los últimos nueve años, la gestión de Leo Nardini se consolidó en tres ejes fundamentales: obra pública, salud y seguridad.

Se pavimentaron y repavimentaron más de 5.400 cuadras, se recuperaron más de 70 espacios públicos y hoy hay más de 40 obras en marcha, la mayoría de ellas realizadas con recursos y equipos municipales, ante la decisión del retiro del financiamiento de la obra pública a nivel nacional.

 En seguridad, el municipio cuenta con 130 patrullas activas y un sistema de monitoreo con cámaras de última tecnología, fortaleciendo la prevención y el cuidado de los vecinos. 

Invierten constantemente en materia de salud construyendo y refaccionando hospitales, ampliando la oferta de servicios e incorporando tecnología de última generación, posicionando al distrito como referente local y regional, ya que se atienden pacientes del propio municipio y de muchos distritos vecinos.

En seguridad, el municipio cuenta con 130 patrullas activas y un sistema de monitoreo con cámaras de última tecnología, fortaleciendo la prevención y el cuidado de los vecinos.

A estos pilares se suman dos dimensiones: la transformación digital del Estado local, que agiliza trámites, pagos y denuncias y fortalece la comunicación con los vecinos y vecinas; y la promoción de lo cultural y lo recreativo como espacios de encuentro.

El municipio ofrece propuestas accesibles y de calidad para toda la comunidad, con eventos deportivos, culturales y sociales que promueven identidad y participación social. La gestión Nardini apunta a combinar administración eficiente, innovación y cercanía con hechos concretos. 

 

Bronca en el PRO de Santa Fe porque la presidenta sacrificó la vicegobernación para ser candidata

Bronca en el PRO de Santa Fe porque la presidenta sacrificó la vicegobernación para ser candidata

 

 La decisión de sacrificar uno de los cargos más altos del PRO para que Gisela Scaglia encabece la lista de diputados nacionales generó más enojos que sorpresa. Scaglia es presidenta del partido que fundó Macri y la vicegobernadora de la provincia.

Scaglia deberá renunciar al Ejecutivo provincial y al manejo de los millones que dispone el Senado de Santa Fe por una banca en el Congreso Nacional. “No le pudo decir que no al gobernador”, se excusaron en el entorno de la vice.

La explicación no convenció, por lo contrario, señalaron que “es empleada de Maxi (Pullaro) y no define como líder de un partido aliado”, se quejaron fuentes que por ahora no quieren exponerse en público.

 [El PRO sacrifica la vicegobernación de Santa Fe y manda a Scaglia a la lista de Pullaro

En el PRO le recordaron que el cargo no se lo otorgaron a título personal, sino que responde a una coalición de gobierno fruto de una alianza electoral. Para calmar las aguas, los de Scaglia dijeron que “Gisela va a la Cámara de Diputados para disputarle la conducción del bloque a Ritondo”. Se rieron.

 Para calmar las aguas, los de Scaglia dijeron que “Gisela va a la Cámara de Diputados para disputarle la conducción del bloque a Ritondo 

Scaglia desde la vicegobernación le ganó la pulseada por la conducción del PRO a la gente de Federico Angelini que lideró el partido en los años de oro cuando estuvo a punto de ganar el gobierno provincial en dos oportunidades con Miguel del Sel y en dos elecciones casi se queda con la Municipalidad de Rosario.

Angelini tomó distancia de la novela del PRO santafesino, está alineado a los libertarios y trabaja con Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad en un cargo que le permitió ser el nexo entre dirigentes del macrismo con La Libertad Avanza en distintas provincias.

Federico Angelini y Patricia Bullrich

“Lo hemos cuestionado a Fede pero tomó decisiones para sostener una estrategia política, que considerábamos acertada o no, pero nunca para beneficiarse personalmente. Impulsó muchos candidatos que despúes le dieron la espalda”, dijo una fuente del PRO que habló con LPO y que no oculta su preocupación por el futuro partidario.

Dos semanas atrás, Scaglia festejó los 20 años del PRO santafesino con un almuerzo en la localidad de Gálvez, a 80 kilómetros de la capital provincial donde la vicegobernadora construyó su poder territorial.

En el evento reapareció el ex cómico Miguel del Sel que fue candidato a gobernador del PRO en dos oportunidades y quedó muy cerca de ganar. Su presencia agitó rumores de retorno a la política, pero el actor lo negó rotundamente ante la consulta de este medio.

Pero lo que realmente llamó la atención fue que en los festejos no estuvo invitado Federico Angelini que fue dos veces presidente del PRO de Santa Fe, y una vez del PRO nacional, jefe de campaña de Macri, y tres veces diputado nacional. 

 

La persistencia

 

“Las ideas se nos ocurren cuando les place, no cuando nos place a nosotros. En efecto, las mejores ideas se nos ocurren de la forma en que las describe Ihering: fumando un puro en el sofá; o como Helmholtz afirma de sí mismo con exactitud científica: dando un paseo por una calle que asciende lentamente; o de forma similar. En cualquier caso, las ideas vienen cuando no las esperamos, y no cuando estamos cavilando y buscando en nuestros escritorios. Sin embargo, las ideas no vendrían a la mente si no estuviéramos cavilando en nuestros escritorios y buscando respuestas con apasionada devoción”. 

Max Weber. La ciencia como vocación

Las crónicas que aquí presentamos forman parte de un proyecto de investigación colectivo titulado “Cosas que funcionan”. La inspiración intelectual para el proyecto surgió mientras subía las empinadas cuestas de la comuna 8, en Medellín, Colombia. Había llegado allí guiado por un grupo de estudiantes de la Universidad de Antioquía que participaron en un taller de etnografía que dicté en Agosto del 2023. Luego del taller, me llevaron a visitar una biblioteca popular, una granja ecológica, un local que alberga a un grupo de mujeres que se organiza contra la violencia de género, y a un grupo de jóvenes dedicados a la producción musical. Los riesgos a los que están expuestos los habitantes de la comuna son muchos y muy variados: peligros ambientales, pobreza material, violencia estatal y paramilitar, etc. Pero el grupo de estudiantes y los activistas barriales dirigían mi mirada sociológica, entrenada en el examen de la producción y reproducción del sufrimiento y la dominación social, hacia otro lado. Querían que prestase atención a lo que estaban organizando para tener una vida mejor en condiciones que ellas y ellos no podían controlar: “Aquí va a ir el librero, una vez que pavimentemos el piso,” “Mire esta lechuga, no usamos químicos,” “Con este pequeño molino, producimos algo de energía…” 

Sentí que dirigían mi atención hacia un tema con el que yo estaba menos familiarizado: la dinámica y las condiciones de posibilidad del éxito de iniciativas de base. Es cierto, como bien decía Weber, que las ideas surgen mientras caminamos. También es cierto que estas emergen luego de muchas cavilaciones y lecturas. Pero lo que no dice Weber es que estas también pueden florecer en compañía de, y en diálogo con, otras y otros.

No sólo la génesis del proyecto “Cosas que Funcionan” fue colectiva. También lo fue su ejecución. Compartí la idea inicial con un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de los Andes  en Bogotá y la Universidad de Antioquia, en Medellín y de la Universidad de Texas, Austin, en Estados Unidos: Buscaríamos indagar sobre intentos colectivos por mejorar la vida en común – esto es iniciativas que, localizadas en alguna zona marginada del continente, estuviesen logrando cierto grado de éxito (entendido éste como la capacidad de durar en el tiempo, de aumentar la cantidad la gente que participa en ella, y/o de mejorar en algo la calidad de vida a los habitantes de la comunidad en la que está ubicada). Investigaríamos esos casos etnográficamente. Luego procuraríamos escribirlos bien: contaríamos lo que allí sucede de tal manera que, como dice Katherine Boo (2007:14), los lectores “terminen las historias y quizá les importe algo más que un comino”. Contribuiríamos así a forjar unas ciencias sociales que escriban mejor, menos oculta en jerga academisista que suele esconder la flojedad de los argumentos y la escasez de evidencia empírica.

La invaluable guía del periodista anfibio Ernesto Picco fue central en este esfuerzo narrativo. Ernesto escuchó un resumen de cada caso y dirigió los talleres en los que discutimos varias versiones de los textos que hoy presentamos. Pacientemente ablandó nuestras rígidas convenciones narrativas (forjadas en las ciencias sociales) y nos propuso formas alternativas de contar lo social. 

***

Cientos de habitantes de zonas marginadas de América Latina participan en organizaciones comunitarias que tratan de hacer su vida cotidiana más “habitable”: más asequible, menos precaria, más pacífica, menos contaminada, menos limitada, etcétera. Trabajan en despensas de alimentos, huertos agroecológicos, colectivos contra la violencia interpersonal y grupos que luchan contra la contaminación ambiental. Sin embargo, la dinámica relacional de estas iniciativas comunitarias de base no es muy conocida. ¿Cuáles son los procesos que fomentan el éxito (siempre precario por cierto) de estas iniciativas? En contextos tan adversos, ¿cómo son capaces de persistir en el tiempo y contribuir a una vida mejor para la comunidad donde echaron raíces?  

América Latina se caracteriza por niveles altos de desigualdades sociales, económicas, étnico-raciales y ambientales. Pero también son reconocidos sus poderosos movimientos en favor del cambio, que van desde destacados movilizaciones indígenas y sindicales (como los de Ecuador, México y Bolivia) hasta vibrantes movilizaciones ciudadanas, estudiantiles y feministas (como las de Colombia, Chile y Argentina). América Latina es, al fin y al cabo, tan desigual como beligerante. 

Las acciones colectivas extraordinarias a menudo cristalizan en organizaciones comunitarias duraderas que persisten en el tiempo: una invasión de tierras se convierte en una cooperativa de viviendas; una protesta contra una fuente de contaminación se convierte en un colectivo de salud; una manifestación callejera espontánea contra el hambre resulta en un comedor popular. Aunque estas iniciativas ordinarias no aparecen en los titulares de los periódicos ni en las redes sociales, suelen durar más que las acciones colectivas más transgresoras y episódicas.

Sabemos bastante sobre la dinámica de la beligerancia popular (la combinación de redes, organizaciones, oportunidades políticas y marcos de acción que impulsan su aparición y desarrollo), pero conocemos muy poco de lo que queda después de que el calor de la acción colectiva se enfría y el ciclo de noticias sigue su curso. En muchos casos, la protesta masiva da paso a organizaciones comunitarias eficaces que proporcionan alimentos, vivienda, protección, etc. a quienes viven en lo más bajo de la escala social. 

La perpetuación de la exclusión y/o la marginación ha sido, por muy buenas razones, el principal foco de preocupación empírica y teórica en las ciencias sociales. Sin embargo, creemos que hay mucho que aprender sobre las iniciativas colectivas de base que intentan generar vidas florecientes (es decir, más libres, menos miserables, menos opresivas). Este conjunto de crónicas ofrece una primera mirada a iniciativas poco conocidas y espectaculares, a la forma que estas adquieran y a la secuencia de acontecimientos que condujeron a su surgimiento y persistencia. 

Quizás resulte paradójico, y hasta un tanto ingenuo, concentrar la mirada sociológica y el esfuerzo narrativo en “cosas que funcionan” justo en un momento como el actual, en contextos políticos que atentan contra acciones colectivas como las aquí narradas de manera sistemática. No es un impulso romántico ni populista lo que nos llevó a indagar y escribir sobre estas experiencias. La necesidad de registrarlas se derivó tanto de la desesperación y la angustia que sentimos frente al sufrimiento social como de la esperanza que estas iniciativas iluminan.

La entrada La persistencia se publicó primero en Revista Anfibia.

 

Agua limpia es agua llorada

 

Un río no nace de la nada ni acaba en la nada. Tiene voluntad, fuerza y destino. Quienes lo defienden también. 

Preámbulo: ríos vivos, ríos muertos 

Aquí hubo un peladito que se murió por esa agua. Ese niño tomó agua sucia y después se murió

Y también la niña de por allá. 

Ya acá van como tres muchachitos que se murieron por eso. 

Ah, y la hija de una señora de por acá también se murió por el agua. A esa niña decían que se le caían los pedazos de piel, horrible, como si tuviera lepra. 

Las voces de las mujeres se superponían unas a otras para contar las historias de los niños que, al parecer, habían muerto después de meterse al agua sucia de los canales y arroyos que rodean algunas zonas rurales del municipio de María la Baja en la región conocida como los Montes de María.                                    

Ese día, una mañana caliente de 2023, visitaba por primera vez la comunidad de Suprema, uno de los muchos caseríos del área rural de María la Baja. Suprema: el lugar que por mucho tiempo no tuvo nombre, ni censo, ni ubicación en el mapa. 

Julián* era el único hombre en la reunión. Llevaba pantalones negros de sudadera gastados en las rodillas que se amontonaban en sus botas de caucho. Nada cubría su pecho, solo una camiseta blanca colgada en el hombro, que usa de vez en cuando para hacerse camino entre la hierba o espantar a los mosquitos. Acababa de llegar de trabajar en la parcela que comparte con otras familias que viven en Suprema. Estábamos todos sentados en unos pequeños pedazos de llanta clavadas en la tierra. Al lado, la única manifestación evidente del Estado: un aviso que anunciaba “Zona WiFi”. La esposa de Julián, Emilia*, no se sentó. Se quedó de pie, atenta a si su padre enfermo la necesitaba o si sus nietos pequeños se salían de la casa.

No sería la última vez que escucharía sobre los niños muertos por el río. Es una historia que se repite cada tanto, un relato para mostrar a extraños, como yo, la magnitud de la contaminación. 

Esa agua es la que enferma a los niños, me han dicho varias veces. 

Quienes viven en Suprema y zonas cercanas dicen que este canal nunca es el mismo. Todo depende de la época del año. Si se mira cuando riegan el cloruro de potasio, el magnesio, el bórax o el calphos sobre el monocultivo de palma, ubicado tan solo unos metros al sur de los hogares de cientos de familias, el río será indistinguible del verde de las montañas, oscuro y espeso, como si guardara todos los secretos de la naturaleza. 

El agua, si se la toma, vaya pa’l baño inmediatamente. Eso tiene una nata roja a veces, eso no se veía antes. Allá en el verano todo el mundo iba a coger su agua por allá por la palma. Esa nata roja son los insumos, me dijo en ese momento Julián.

Si se mira en otro momento, el arroyo se verá más ligero, de un tono más claro que imita el color de la arena. Y así, por temporadas, se va transformando. Dicen que a veces mata y a veces no. 

Hay algo de este cambio que llama la atención. En todo el proceso, el canal de agua no se mueve. No es caudaloso, no tiene corriente. Por el contrario, está quieto, como si el agua estuviera atrapada hace mucho, tratando de salir. 

Además de la contaminación que los habitantes atribuyen a los insumos de la palma, el agua en las veredas de María la Baja se ve afectada por la ausencia de un buen sistema de acueducto. Para Julián, uno de los mayores problemas es que las aguas que contienen desechos de humanos y animales se terminan mezclando con el agua que llega a las familias. Dice que esto sucede porque, en sus palabras, el agua camina. La gente no sabe eso, no les gusta aceptarlo, pero el agua es la misma por debajo, toda la misma. Si por un lado hay desechos y por el otro lado agua limpia, algún día se van a encontrar, ¿sí me entiende? Todo está conectado. 

Julián hace parte de la Mesa del Agua, una organización dedicada a la defensa de las fuentes hídricas en Montes de María. Junto con los líderes sociales de otras comunidades, lleva años trabajando para mejorar el acceso y la calidad del agua en Montes de María. 

Cuando le pregunté si el agua siempre fue así, me respondió con un gesto de negación. Cuando yo era niño, yo visitaba la represa, yo siempre pasaba por allá cuando iba con mi papá a la parcela. Era clarito, era un río vivo. También, si uno necesitaba agua, abría un ojito en cualquier lugar y salía agüita limpia. Esa era agua viva. La de acá ya está muerta.  

Nacimiento  

Un río nace de muchas formas: del goteo de un glaciar, de la ruina de un nevado o del desbordamiento de un lago. Acá, en Montes de María, el agua nace de la tierra. Cuando llueve, se filtra al interior de la alta montaña por medio de los resquicios de las rocas. Hace un hogar en el subsuelo y espera un tiempo para volver a salir. Cuando está lista, cae.  

***

El nacimiento de la Mesa del Agua no se puede contar sin referirse antes a la llegada de los monocultivos a Montes de María. Quien mirase esta región desde arriba se llevaría varias sorpresas. La primera es que, pese a su nombre, las montañas no son lo primero que se ve. Hay que afinar el ojo y buscarlas entre la bruma. Lentamente, ciertos picos, donde se riega el sol, irán apareciendo. La segunda es que hay un paisaje quizás más imponente que cualquier monte, algo que inmediatamente jala la mirada. Se trata de los cientos de hectáreas de monocultivos, especialmente de palma africana, o palma de aceite, que han invadido el suelo del Caribe colombiano. Aunque su magnitud da la impresión de haber nacido junto a las montañas, de estar ahí desde siempre, se trata de una especie nueva, un vecino incómodo que poco a poco se fue comiendo todo a su paso.

Para existir y crecer, la palma de aceite necesita temperaturas entre los 27ºC y los 35ºC, riqueza orgánica del suelo, un nivel de humedad preciso y, sobre todo, abundante agua. Montes de María, una tierra que se extiende sobre el Caribe colombiano, cumple con todas estas características e incluso es conocida como uno de los ecosistemas más privilegiados de la región. Su mezcla entre bosque seco y bosque húmedo tropical, la fertilidad de los suelos y los nacimientos de agua que dan lugar a más de 1.349 zonas de humedales hicieron de este lugar un destino perfecto para la expansión de la palma y otros monocultivos.

Acá crece lo que usted siembre, escuché alguna vez de alguien que se sentía orgullo a la vez que se lamentaba de haber nacido en la tierra que todo lo da. 

La riqueza de estos suelos ha sido también su maldición. 

***

Tener mucho es también perder mucho. Eso cree Catalina*, líder comunitaria y otra de las integrantes de la Mesa del Agua. Acá tenemos toda el agua pero no tenemos nada. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo nos dejamos robar así?, se pregunta a sí misma mientras pela el ñame, un tubérculo de clima cálido, para después ponerlo a hervir, suavizarlo, sazonarlo y servirlo con arroz y carne.  

Catalina ronda los cincuenta años y vive en otro corregimiento de María la Baja. Su rostro no da pistas de su edad. Sí sus ojos. Y sus manos. Callosas y secas, parecen haber forjado muchos mundos. Cuando la conocí, charlamos en su lavadero mientras restregaba con fuerza el montón de ropa de su familia. El lugar en el que lava, así como su casa, lo construyó ella misma, ladrillo a ladrillo, teja por teja. Fueron sus manos, también, las que labraron el pequeño cultivo de hortalizas que tiene detrás del lavadero y, junto a muchas otras, la carretera que pasa frente a su casa. Nosotras mismas hicimos esa carretera. Si nos hubiéramos quedado esperando, acá seguiríamos. 

Catalina tiene una mirada que es común aquí. El tipo de mirada que ya no parece sorprenderse con nada, que quizás ha visto demasiado y ahora solo busca limpiarse, botar por los ojos todo eso que le sobra. 

***

¿Cómo y por qué nació la Mesa del Agua? Entre 2006 y 2010, varios de los campesinos desplazados por la violencia empezaron a retornar a Montes de María. Volvieron, sin embargo, a un hogar que ya no era suyo. Sin tierra, sin agua y en comunidades fracturadas. 

Yo recuerdo la primera vez que me di cuenta de lo que la palma le había hecho a este lugar, dice Catalina. 

Una madrugada, hace años, mientras daba una caminata, notó un color inusual en la represa que solía visitar. Olía fuerte, como a químico, un olor feo, feo. Ese día se quedó pensando ¿qué pasó con el agua? Si esto estaba lleno de peces, si eso era clarito. Volvió cada semana, como de costumbre, y cada vez la escena empeoraba. En una de esas visitas, vio el agua negra a lo lejos y, a medida que se acercaba, empezó a notar pequeñas figuras flotantes. Eran decenas de peces muertos tendidos sobre la superficie. Pronto descubrió que los agroquímicos que necesita la palma para crecer estaban llegando a los ríos y fuentes de agua cercanas, contaminándolas y matando todo rastro de vida a su paso. Tanta palma hay que es que incluso ya se metieron a los ríos de las comunidades, ya hay palma en los ríos, dice Catalina. 

Con el paso del tiempo, Catalina empezó a notar que lo mismo sucedía en otras comunidades cercanas. En cada uno de estos lugares, había líderes y grupos que ya estaban emprendiendo acciones para responder a la gran pregunta: ¿Qué pasó con nuestra agua? Entre la llegada de los monocultivos y la ausencia histórica de infraestructura pública, la respuesta a esta pregunta siempre será más difícil de lo que parece. 

La privatización y contaminación del agua es, de muchas formas, el reflejo de una mala gestión del gobierno local y de una historia de desprotección a las comunidades rurales. En la mayoría de municipios de Montes de María no hay un acueducto que llegue a las zonas rurales. Muchas de las cabeceras municipales utilizan fosas sépticas y las veredas más alejadas reciben agua que proviene de fuentes hídricas que no tienen tratamiento para hacerla potable. Es un agua que no es agua, un agua “cruda”, como la llaman algunos.

Con el apoyo de la coalición OPDS (Organizaciones de Población Desplazada, Étnica y Campesina) y la Corporación Desarrollo Solidario, dos organizaciones que articulan redes y comunidades campesinas en Montes de María, se fundó la Mesa del Agua. Oscar*, uno de los primeros miembros, insiste en que esta Mesa es solo la continuación de una larga lucha por el derecho al agua. Antes se hacía de una manera un poco aislada, se estaba dando en otras comunidades, en muchas más. Todos veníamos luchando por lo mismo, pero de forma desarticulada. 

La movilización no era nueva para gente como Oscar o Catalina. Todos los fundadores eran parte de organizaciones o esfuerzos colectivos en sus corregimientos, de modo que la Mesa no era más que una manera de formalizar esos esfuerzos que llevaban años anclados a las comunidades campesinas. Catalina, por ejemplo, tiene una trayectoria de más de veinte años en múltiples procesos barriales, organizaciones de mujeres y grupos de líderes rurales. Lo que hizo la Mesa, más que crear un movimiento, es darle una unidad, un nombre y una forma a acciones que llevaban años ejecutándose de manera invisible.

Con el tiempo, la Mesa llegó a reunir más de doce organizaciones y comunidades, convirtiéndose en una de las mayores redes de defensa del medio ambiente a nivel local. Debido a la cantidad de procesos involucrados, se decidió crear un “grupo dinamizador”, donde líderes de cada una de estas organizaciones y comunidades participan en la toma de decisiones. Esta estructura le ha permitido a la Mesa participar en acciones de protesta, articular a las organizaciones ambientales de distintas veredas y tener una voz activa en las negociaciones con el Estado o gremios empresariales. Ha sido un camino importante, nada fácil. Yo siempre he intentado estar ahí, dándole, pero a veces es difícil. Ahí vamos.  

Catalina recuerda dos grandes logros.      

El primero, en 2019, cuando la Mesa pactó un acuerdo con el sector arrocero para proteger algunos puntos del distrito de riego. En sus palabras, fue de esos momentos en los que se vio que hicimos algo. El segundo, también en 2019, cuando miembros de la Mesa y de otras organizaciones campesinas decidieron cerrar las compuertas de un distrito de riego como acto de protesta. Si ellos no podían tener agua, la palma tampoco.    

Estos dos eventos quizás se sintieron como logros después de años de lidiar con lo que algunos consideran un fracaso: la sentencia de 2014, el hito que se ha sentido como la mayor victoria y el mayor fracaso. Debido a los ríos secos y el agua contaminada, la comunidad de Suprema forjó alianzas con organizaciones nacionales para presentar una demanda contra el Estado por la vulneración de su derecho al agua. En julio de 2014, el Tribunal Administrativo de Bolívar emitió una sentencia en la que ordenaba a la alcaldía suministrar agua potable y limpia a las veredas que lo necesitaran. 

Después de la sentencia, pasaron como dos años en los que llegaba un camión lleno de agua y acá se repartía. 

Qué vas a decir que dos años, eso fueron unos mesecitos y ya.  

Yo ya ni me acuerdo, ese camión nunca volvió y pa’ mí es como si no hubiera existido. 

Curso alto

Cuando el agua empieza su recorrido, debe escoger por qué montaña bajar. Después de eso, cruzará invicta, se le abrirá el paso y el monte la escupirá al otro lado. 

En el río cabe todo y todo se va con él. 

En su recorrido, se enredan en el agua los mitos que les cuentan a las niñas antes de dormir. Además de los arroyos, la única que puede cruzar el monte es María de las Montañas Arzusa, una guerrera indígena que solía transitar por la selva con su perro negro. Recorrió todos los rincones, no se asentó en ninguno. Por eso esta tierra lleva su nombre: los Montes de María.

***

Era una noche sin alumbrado público ni luces en la carretera. Tampoco había luna. Una oscuridad profunda fue lo que muchos recuerdan del 29 de octubre de 2018, cuando a las dos de la mañana decidieron dejar sus casas y unirse a una caminata pacífica. Aunque la Mesa del Agua no era uno de los organizadores, muchos de sus integrantes se unieron para apoyar la marcha. Según el comunicado publicado días antes de esta protesta, el objetivo era caminar hasta la Gobernación de Bolívar para exigir el cumplimiento de acuerdos pactados años atrás con las comunidades rurales de la región. 

Marchaban con varios reclamos, desde derechos de las mujeres hasta reparación a víctimas del conflicto armado y la calidad del agua. Esa madrugada, los marchantes salieron con hijos, nietos y pancartas enormes. Los seguían muchachos en bicicleta y algún conductor que se ofreció a llevar a las mujeres mayores en su combi. Habitantes de distintos corregimientos se iban encontrando en la troncal para caminar hacia la gobernación, después de pasar semanas sin agua ni luz. 

En medio de la caminata, varios tuvieron que parar para descansar, tomar agua y consolar a los niños que lloraban porque les dolían los pies. Fueron 65 kilómetros en 16 horas de caminata.

Julián y su familia suelen hablar con frecuencia de la marcha. Se trata de un evento que se menciona cada tanto en conversaciones y que parece guardar un lugar especial en su memoria y en la de Emilia, su esposa. 

Para Julián, por ejemplo, significó una lucha por el cumplimiento de la sentencia. Pese a que la caminata a la gobernación reunía múltiples causas y la Mesa no la conducía, Julián enfatiza que allá fuimos sobre todo a pedir el cumplimiento de la sentencia y a pedir agua limpia para las comunidades. 

Cuando llegaron, Julián recuerda que el gobernador prometió llevar agua y reparar la luz en varias comunidades rurales de María la Baja.  

La luz volvió días después. El agua aún la están esperando. 

Emilia, la mujer de piel brillante y sonrisa impoluta, la que a pesar de sus casi cincuenta años mantiene un gesto inocente en su rostro, recuerda que ese 29 de octubre llevó, junto con otras mujeres de su vereda, ollas llenas de comida para asegurarse de que todas las personas se alimentaran durante el trayecto. Más allá del contenido de los carteles, de las arengas o de los temas que se reclamaban, Emilia recuerda ese como un momento que rompió su rutina, pues no suele salir mucho de su casa, mucho menos a un lugar tan lejano como la gobernación, ubicada a la entrada de la ciudad de Cartagena. En ese momento tuvo que llevar a sus hijos y recuerda que muchas mujeres debieron hacer lo mismo. Me fui con los niños pequeños (…) ellos se cansaban y entonces tocaba subirnos en moto o en bus para avanzar (…) pero claro, fue una experiencia bonita. 

Curso medio 

Cuando se estabiliza, se dice que un río está en el curso medio. Su cauce y su caudal se ensanchan, dándole al agua más poder para moverse. 

***

Hace años, la comunidad rural de Camarón, en la alta montaña de los Montes de María, se vio en una situación crítica: el agua no llegaba y se enfrentaban a una gran sequía. 

Sin agua no hay nada, no hay comida, no hay pa’ cultivar, nada. 

Sin agua, sin comida y sin sostenimiento, en uno de los veranos más retadores que recordaban, la comunidad inició la construcción de un acueducto comunitario. Varios líderes rurales fueron desde sus veredas hasta Camarón para ayudar en el desarrollo del acueducto. 

Camarón es un espacio de tránsito para muchos. Lo que queda entre un municipio y otro, un punto entre algo y otro algo. Para pocos, una comunidad de pocas familias, Camarón es el mundo entero. ¿Puede existir algo más allá de esa selva que ocupa todos los rincones de la mirada? 

Para hacer el acueducto, debe subirse la montaña y cavar la tierra hasta encontrar el agua subterránea. Cuando se asoma un ojo de agua, es necesario seguir cavando para expandirlo hasta tener un pequeño pozo. Después de comprobar que tenga una buena profundidad, se sumergen las mangueras para que, con ayuda de la gravedad, el agua se transporte a los tanques, donde se conserva y se distribuye a los hogares mediante baldes o mangueras más pequeñas.   

La mejor forma de identificar estos pozos enterrados es estar atentos a si la tierra llora. Cuando en el suelo húmedo se hace un pequeño hoyo y sale un chorrito de agua, ahí es. Agua limpia es agua llorada. Mira cómo llora esa orilla de allá, son puras lágrimas dice un habitante de Camarón en un video publicado en Youtube. Lo dice mirando a la cámara con la frente goteando sudor. Toma una taza, la pone debajo de las lágrimas, la llena y se la toma. 

Aunque el acueducto ha tenido sus retos, especialmente en épocas de sequía y por los obstáculos que implica mantener el agua libre de mosquitos, basura o desechos, ha permitido a la comunidad de Camarón darse su propio sustento mientras se cumplen las promesas de la alcaldía y la gobernación. El acueducto no es suficiente para abastecer a los patios productivos o parcelas de los pequeños campesinos. Sin embargo, en los últimos años ha permitido compartir un agua de panela en la mañana, lavar las mazorcas para hacer envueltos de maíz, disfrutar de un baño antes de dormir, limpiar una herida o refrescar la garganta mientras, en una hamaca, se espera la llegada de las lluvias de octubre.

Curso bajo 

Acercándose a un destino, el río baja su corriente y velocidad. Invisible ante los ojos de muchos, persiste. 

***

Un grupo de mujeres, casi en fila, camina sosteniendo baldes de agua. A veces descalzas, a veces en chanclas, pero siempre con un perfecto manejo del equilibrio. El recorrido toma al menos una hora, dependiendo de dónde haya agua limpia. Si se tiene suerte, algún pozo se habrá llenado con la tormenta de la noche anterior o habrá llegado el camión que cada tanto se encarga de traer agua. Si no es así, el recorrido se hace hasta alguna montaña, o hasta donde se entrevea una superficie acuosa. La mayoría de las mujeres hacen este camino varias veces a la semana. Si tienen hijos e hijas adolescentes, mejor. Más baldes por cabeza. Las madres de recién nacidos deben ir todos los días. Si un mosquito se posa sobre el balde de agua o si le cae algún pedazo de comida, no es mayor problema para un adulto, pero al parecer lo es para un bebé. Los bebés solo se bañan con agua nueva, escuché algunas veces. 

Hay veces que a los hombres no les importa tanto el agua porque solo se bañan y se van a trabajar y ya… Pero nosotras nos quedamos acá y tenemos que hacer todo con el agua. Bañar a los niños, cocinar, bañarnos nosotras. Por eso creo que somos más conscientes de eso, dice Emilia, quien hoy, como todos los días, debe estar pendiente de su padre, quien está enfermo y depende de sus cuidados para vivir. Madruga a las 4 a recoger el agua, cuando su familia aún duerme y nadie la necesita. Al volver, su esposo, ya despierto, sale a trabajar en la parcela. Emilia descarga los baldes de agua y los distribuye en pequeñas cubetas entre la cocina y el baño. Debe alcanzar para dos días, al menos para cocinar y bañarse. ¿La loza y la ropa? Eso se puede hacer en el canal.

Camina con Julián hasta la parcela, a una media hora de su casa, y recoge algo de su cosecha para preparar el almuerzo. Vuelve a la casa y alista el uniforme de los niños. A cada camisa, tres en total, Emilia les plancha el cuello con almidón. Se sienta por un momento, toma aire y escucha los sonidos de su padre al despertar. Se levanta. Ahora sí, dice. Ahora sí comienza la jornada. 

La rutina de Emilia se repite en cada hogar ubicado en zonas rurales. Las mujeres, en su mayoría, son quienes deben encontrar el agua limpia, recogerla, distribuirla y hervirla si es necesario. 

Si todos aquí estamos preocupados por el agua, ¿por qué no todos nos hacemos cargo de conseguirla? Mucha lucha y mucha reunión por allá, pero en el día a día, las que hacemos todo para llevar agua a nuestros hogares somos nosotras. Emilia y sus vecinas han intentado tener conversaciones con los hombres de la comunidad para hacerlos conscientes de la inequitativa carga en la gestión del agua. Una de ellas le muestra todos los días a su esposo su hombro dislocado, producto de cargar baldes pesados con tanta frecuencia. Mira, el agua que tú te tomas es por esto. Sin embargo, ninguna ha visto un cambio drástico en la forma como se divide este trabajo. 

Al preguntarle a Emilia si pertenece a la Mesa del Agua, me responde que ella se siente parte. Casi no ha asistido a reuniones, ni hace parte del grupo dinamizador. Su labor diaria por el agua y su experiencia vital en su comunidad parecen ser suficientes razones. 

El espíritu de la Mesa no se agota en un líder, una marcha o una reunión. Esta coalición existe para representar a las comunidades sin agua y, en ese sentido, lo que se haga allí, en la minucia del actuar diario, es una extensión de su trabajo. 

Los días en que el canal toma un color más claro son los días de descanso para Emilia y sus vecinas. Ya no toca caminar kilómetros. Solo basta con ir, llevar la ropa y los platos, lavarlos allí, y devolverse a la casa. A veces, sin embargo, las lavadas se extienden. Las amigas se encuentran, meten los pies al agua, chapotean, hablan. Si hace mucho calor, se meten al agua. Por un momento, al sumergir la cabeza, no hay otra realidad más allá de esa. No existe la palma, ni el balde pesado de agua, ni un padre enfermo. Solo una corriente que acaricia el cabello.  

Estiaje   

Se sabe que los ríos eran grandes repositorios de cuerpos. Después de alguna masacre o ante una desaparición, el río más cercano al hecho era el primer lugar de búsqueda. Dicen que, en época de sequía, cuando el río estaba en su nivel más bajo, era normal que oliera a carne podrida, como los animales muertos de la carretera, o a metal, como una mano después de agarrar monedas.

Si no llueve, el río se apaga. A ese bajo caudal se le llama estiaje. 

***

Desde 2018, dicen algunos, otros dicen que desde 2021, grupos armados ilegales nacidos de las cenizas de organizaciones paramilitares han tenido una presencia sostenida en algunos municipios de la zona. Para muchos de sus habitantes, esto es solo una continuación de una guerra que nunca terminó. Para otros, sin embargo, estos grupos simbolizan una nueva etapa en la historia de conflicto, una que muchos aún no entienden del todo. 

Muchos de los integrantes de estos nuevos grupos son parte de las mismas comunidades. Son vecinos, hijos, nietos o hermanos de alguien. Viven allá, se visten como los demás, van a las ferias y fiestas. Por esa razón, nunca se dice el nombre de este grupo en voz alta. Se susurra o se dice como quien cuenta un secreto. Se habla de ellos con una seña hacia la montaña, donde en los noventa se resguardaban los campamentos guerrilleros y paramilitares. 

***

Es agosto de 2023 y voy a visitar a Catalina. Está sentada en su patio, con unas chanclas rosadas llenas de polvo y un camisón morado. Ha pasado más de un año desde que se declaró un paro armado de dos semanas en varias regiones del país, incluyendo Montes de María. El paro consistió en ordenar un toque de queda absoluto en todos los municipios. Ningún carro podía pasar por las carreteras después de cierta hora y nadie podía salir de su casa, a menos que lo hiciera en horarios específicos para comprar comida o medicinas. 

Este paro demostró una autoridad que, hasta ese momento, permanecía aún velada. Yo llevaba diciendo desde hace años que esa gente estaba acá y a mí nadie me creía. El año pasado usaron ese paro para intimidarme y tratar de callarme, dice Catalina. 

Cuando el paro terminó oficialmente, dos miembros de un grupo armado llegaron a la cuadra de la casa de Catalina. Parquearon la 4×4 en su puerta. Caminaron un rato y, después de unos minutos, anunciaron que el paro se extendía, no para todo el pueblo, sino únicamente para esa cuadra, la cuadra de Catalina. Por las noches, después de unos tragos, paseaban la camioneta de lado a lado y hacían relinchar las llantas contra el suelo.

Catalina estuvo encerrada más tiempo que los demás habitantes de su corregimiento. Cada mañana, les pasaba a los hombres el desayuno y el café. Se daban los buenos días y ella volvía a su patio. Desde allá, a veces sus ojos se cruzaban con los de ellos y, en medio del encierro, compartían una mirada. 

Desembocadura 

El destino de un río es el mar. 

Al llegar al estuario, el río no muere, solo aprende a ser otra cosa.

***

Catalina ha tratado de ser menos visible. Y no es la única. Me explicó que uno de los líderes más prominentes de la Mesa no había vuelto a aparecer nunca más. A ese señor quién sabe qué le hicieron, él era un miembro activo de esto y ya nunca volvió, desde hace años no va… Él participa en otros procesos, pero en este no, no en la Mesa del Agua. 

En los últimos años, me cuentan algunos líderes de la región, la Mesa ha estado más quieta que de costumbre. Cada tanto, hay una breve comunicación entre los miembros del grupo principal. Un mensaje de Whatsapp, un archivo reenviado, una reacción en un chat grupal. Algunos prefieren mantener un perfil bajo, otros simplemente están cansados. 

¿Significa eso que la Mesa está desapareciendo? 

Pese a todo, Catalina sigue asistiendo a las reuniones de su barrio, está en contacto con otras organizaciones y redes aliadas de la región. Sigue visitando las represas, maravillándose con el agua de su tierra, reuniéndose con líderes y funcionarios. Cuando alguien necesita de ella, sus puertas se mantienen abiertas.  

Las mujeres de las veredas rurales de María la Baja siguen gestionando el agua para su comunidad. Poco a poco, se reconocen a sí mismas como defensoras del agua y levantan a una nueva generación para que conozca y proteja las fuentes de vida. 

Los habitantes de Camarón siguen inventándose su acueducto cada día. Con líos, con angustias, siempre a la espera de la lluvia para que la montaña siga llorando. 

Quizás la mayor potencia de la Mesa del Agua es que nadie depende de ella para ser y hacer. Puede vaciarse, bajar su corriente y volverse a llenar. Su base, sólida, la precede y la excede. Se mantiene a pesar de ella. 

*Los nombres de los personajes de esta crónica, así como otros detalles, han sido modificados para garantizar la anonimidad. 

La entrada Agua limpia es agua llorada se publicó primero en Revista Anfibia.