Política

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    Cipayos desde siempre: Quirno en el Cabildo del 22

     

    Siempre de la vereda de enfrente.

    Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

    El canciller Pablo Quirno, en un rapto de orgullo genealógico mal medido, intentó lucirse en la red social X al presumir que un antepasado suyo había participado en el histórico Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, aquella reunión clave en la que se discutió el futuro del Virreinato del Río de la Plata ante la caída de la Junta de Sevilla. Pero, como suele ocurrir con quienes confunden linaje con honor, el canciller omitió un pequeño detalle: su ancestro votó por mantener al virrey español.


    De los corrales de Flores al servilismo virreinal

    Quirno compartió con entusiasmo la nómina de asistentes al Cabildo, donde figura su ancestro Norberto Quirno, registrado como “vecino” y “comerciante”. Según explicó, aquel Quirno había llegado a Buenos Aires en 1794, convirtiéndose en “pionero de la industria lechera nacional”, con un tambo en la zona de San José de Flores. Originario de Navarra, Norberto Quirno de Chandia contrajo matrimonio en Buenos Aires en 1799 con Manuela Josefa Gonzalez de Noriega Gomez Cuelli esparciendo su apellido por la «aristocracia» porteña.

    El problema es que en el mismo documento que el propio canciller publicó —la lista de votaciones del Cabildo— se detalla con claridad que Norberto Quirno apoyó la continuidad de Baltasar Hidalgo de Cisneros, el virrey del Río de la Plata. Es decir, el antepasado que hoy el funcionario libertario enarbola como símbolo de “participación cívica” fue, en rigor, un defensor del dominio colonial.


    El Cabildo del 22: cuando se jugaba la independencia

    El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 fue la antesala del nacimiento de la Patria. Convocado por el propio Cabildo para resolver el vacío de poder tras la disolución de la Junta Central de Sevilla, reunió a unos 250 “vecinos notables”. Allí se planteó una pregunta crucial: si el pueblo tenía derecho a reasumir la soberanía.

    La mayoría votó por destituir al virrey Cisneros, dando inicio al proceso que culminaría tres días después con la Primera Junta. Pero una minoría —entre ellos Norberto Quirno— optó por la obediencia al poder colonial. En otras palabras, mientras algunos vecinos empujaban la historia hacia la libertad, otros se aferraban a los privilegios del orden virreinal.


    Los Quirno y la herencia del sometimiento

    Dos siglos después, la línea familiar de los Quirno sigue fiel a su raíz conservadora. El canciller Pablo Quirno Magrane, hoy funcionario de Milei, es nieto de Avelino Quirno Lavalle, uno de los fundadores del Partido Conservador Popular, aquel que representó a la oligarquía en los años del fraude y la dependencia.

    Avelino Quirno, además, tiene un capítulo oscuro: fue quien prestó su domicilio legal al nazi Hugo Byttebier, un SS belga que se refugió en la Argentina y mantenía amistad con nada menos que Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto. No es, precisamente, el tipo de árbol genealógico que un representante de la Argentina democrática debería exhibir con orgullo.


    De virreyes a libertarios

    La publicación de Quirno en X, pretendidamente patriótica, terminó siendo un espejo involuntario de la historia de su familia: de aquel comerciante que votó por la corona española al actual funcionario que celebra la sumisión al Fondo Monetario y a Washington.

    Mientras el Cabildo del 22 fue el escenario donde se abrió la puerta a la independencia, los Quirno —ayer y hoy— parecen preferir las cadenas del poder extranjero. Porque en la historia argentina hay nombres que cambiaron de siglo, de uniforme y de bandera, pero no de bando: los cipayos de siempre.

     

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    Científicos descubren en Turquía una civilización desconocida anterior a Mesopotamia

     

    Un hallazgo arqueológico en Anatolia reescribe la historia de los orígenes humanos: excavaciones en Boncuklu Tarla revelaron una civilización organizada, con templos, viviendas y complejas estructuras sociales, miles de años antes que Sumeria.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

    La historia de las civilizaciones humanas acaba de recibir un golpe de realidad. Un grupo de investigadores internacionales publicó en la revista Science Advances un estudio que sitúa en el corazón de la actual Turquía restos urbanos y religiosos de más de 11.000 años de antigüedad, lo que convertiría a esta comunidad en una de las más antiguas y complejas jamás descubiertas.

    Lejos de las arenas de Egipto o de las ruinas de Mesopotamia, la región de Boncuklu Tarla, en el sureste de Anatolia, empieza a revelar los rastros de una sociedad que floreció en los albores del Neolítico. Los arqueólogos hallaron templos comunales, viviendas rectangulares de piedra, entierros rituales y objetos ornamentales que dan cuenta de una vida social sorprendentemente desarrollada.


    Antes de los reyes y los ejércitos

    Lo más impactante del estudio es que esta cultura parece haber precedido a la aparición de las jerarquías, los ejércitos y los monarcas. Según los investigadores, Boncuklu Tarla habría sido una comunidad igualitaria, cooperativa y ritualista, donde el trabajo colectivo y la espiritualidad compartida funcionaban como cemento social.

    Lejos de la imagen del “hombre primitivo” cazador y nómada, los hallazgos muestran una planificación urbana temprana y una simbología religiosa sofisticada, con templos circulares y tallas que recuerdan a las de Göbekli Tepe, aunque aún más antiguas.


    Un eslabón perdido entre el nomadismo y la civilización

    El estudio, liderado por la arqueóloga Dicle Gülcan de la Universidad de Mardin Artuklu, plantea que Boncuklu Tarla podría ser el eslabón intermedio entre las aldeas agrícolas y las primeras ciudades-Estado. Las dataciones por carbono sitúan sus principales estructuras entre el 9500 y el 8800 a.C., justo cuando la humanidad comenzaba a domesticar cereales y animales.

    Los arqueólogos hallaron cientos de cuentas de piedra, herramientas pulidas y restos de pigmentos utilizados posiblemente para pinturas rituales o corporales. También se detectaron enterramientos bajo los pisos de las viviendas, una costumbre extendida en comunidades donde los lazos familiares y espirituales eran centrales.


    Una civilización sin guerra

    Uno de los datos más reveladores del hallazgo es la ausencia total de armas o fortificaciones. Ni lanzas, ni muros defensivos, ni señales de conflictos masivos. En cambio, abundan los utensilios agrícolas y los objetos decorativos, lo que sugiere una economía basada en la cooperación y el intercambio, no en la conquista.

    Los especialistas destacan que, durante milenios, la historia fue escrita por las civilizaciones guerreras que dominaron el relato. Este descubrimiento abre una ventana a un pasado diferente: una humanidad que supo organizarse sin violencia ni dominio de clase.


    Reescribiendo los orígenes

    El hallazgo desafía el paradigma clásico según el cual la civilización nació en Mesopotamia hace unos 6.000 años. Boncuklu Tarla, según las pruebas de laboratorio, podría duplicar esa antigüedad, desplazando el origen del urbanismo y la religión organizada a los primeros milenios del Holoceno.

    La publicación en Science Advances no deja dudas: las estructuras excavadas muestran niveles avanzados de ingeniería, arte y simbolismo, incompatibles con las sociedades “primitivas” descritas por la historiografía tradicional.


    El misterio continúa bajo la arena

    El equipo de arqueólogos turcos y europeos apenas ha excavado un 15% del sitio, por lo que se espera que nuevas campañas revelen templos adicionales y posibles áreas de producción. Mientras tanto, el descubrimiento invita a repensar la historia como una sucesión no lineal de avances y retrocesos, donde la civilización puede haber brotado —y desaparecido— muchas veces antes de lo que imaginamos.

    Boncuklu Tarla no sólo es una joya arqueológica: es una advertencia. Hubo pueblos que aprendieron a vivir en comunidad, en equilibrio con su entorno, sin templos de poder ni guerras por el oro. Quizás la verdadera civilización no se perdió: simplemente está esperando ser redescubierta.

     

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