Espejos
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Espejos

 

La novela económica argentina somete a olvidadizos y memoriosos a un infernal juego de reflejos y eternos retornos.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Resulta muy difícil parangonar la economía política vernácula con las creaciones artísticas más inquietantes. Hay tantas similitudes que siempre daría la sensación de dejar afuera a varios autores y obras que merecerían citarse.

Sin pretensión de remontarnos a los albores de nuestra historia, un modesto recorrido de medio siglo bastaría para confirmar la superabundancia de coincidencias con la imaginación de creadores que sacudieron tranquilidad, creencias e ilusorios sentidos comunes de individuos y sociedades.

Evocar la impronta borgesiana, dantesca o kafkiana no le causaría sorpresa a la mayoría de los lectores. Identificar el imaginario rostro de las clases medias al tomar conciencia de haber sido engañadas –por enésima vez, se entiende, como a doncella inocente- con El grito de Edvard Munch tampoco extrañaría a nadie.

Engaños e imposturas, epifanías y repeticiones, espejos y laberintos se han hecho costumbre inclemente en la Argentina del eterno retorno.

El perverso juego de espejos, por ejemplo, podría marcarse por imágenes casi idénticas a las de 2018 proyectadas en el cristal de este 2025. Veamos, para no caer en la abstracción exagerada, algunos párrafos de una nota editorial publicada en NLI en octubre de 2018:

“El acuerdo con el FMI se aprueba ya en la era Caputo del BCRA. Toto decide subir los encajes bancarios y Hacienda reemplaza al Central en el mercado con la oferta de dólares a través de las subastas diarias que, luego ─ el 1 de agosto─  reduce significativamente; antes de cumplirse las dos semanas a partir de la reducción, Caputo lleva la tasa de referencia al 45% y el 30 de agosto, mientras vuelve a subir los encajes bancarios, la eleva hasta el inaudito 60%. El dólar ya está en torno a los 33 pesos.”

Nombres propios y palabras clave saltan a la vista e increpan a la tan, a veces, aletargada memoria. Pero sigamos otro poco, aunque más no sea que para despuntar el vicio de la repetición en espejo:

“En septiembre, con un billete norteamericano disparado, aparecen las Lecaps de Dujovne. Caputo renuncia por falta de vocación tras su agotador «sacrificio patriótico». El FMI no castiga el prematuro e inexacto anuncio de Macri ─29/8─ de una ampliación del acuerdo y decide más tarde volver a apoyarlo pero con mayores exigencias. Estamos ya en la era Sandleris del BCRA, con secado de plaza, bandas cambiarias, Leliq y un billete verde oscilando entre los 39 y los 42 pesos. Todos estos y otros vaivenes favorecieron sin duda a los especuladores, crearon lapsos de entrada y salida propicios a la inversión financiera espuria e incrementaron los patrimonios de los privilegiados por la información anticipada. También festejaron los monopolios.”.

Esto se dijo con absoluto anclaje en la realidad de un macrismo desbordado por las circunstancias a las que lo había llevado su perversa impostura de restauración conservadora escudada tras la vacía palabra-fetiche de entonces: cambio. [7/10/2018, NLI: https://noticiaslainsuperable.com.ar/2018/10/07/energico-mensajero/ ]

Suele decirse que para muestra basta un botón, como el de arriba, pero lo cierto es que el caso argento tiene la abundancia de un cajón de antigua mercería: las citas podrían multiplicarse desde mediados de la década del setenta del siglo pasado hasta nuestros días sin quebrar el circuito de espejos más que con breves remansos.

A las crisis infernales que nuestras cada día más virulentas derechas nos condenan, no pocos las tildan de dantescas. Que nos han inculcado, con la palabra o el látigo, que la economía argentina es un laberinto en el que si no seguimos el camino que indica la élite nos devorará el minotauro del populismo, nuestro Asterión del subdesarrollo, ya es un clásico de la casa.

Como en el Laberinto de los espejos del histórico ItalPark, a la salida nos esperan el tren fantasma -pero con estilo de ruina ferroviaria noventista-, el vértigo de la montaña rusa y, para colmo, nunca estamos seguros de poder eludir la celada del mortal Matter Horn.

Entre espejo y espejo, claro, suele aparecer el espejismo en el que los heroicos personajes se repiten: colosos, rockstars, ingenieros, turcos neblinosos, acuosos motoristas de garrocha, patos y, por qué no, gallaretas colaboracionistas y magnánimos dadores de gobernabilidad para sostener el oasis que esta vez sí nos dará todas las aguas frescas que se nos antoje beber tras el virtuoso e ineludible ajuste.

La saga argentina luce, en definitiva, como una ristra de relatos con pincelas kafkianas que giran en torno de una economía espejada e incierta en apariencia, unos personajes repetidos que mutan en discurso y estampa, la sombra patricia de un habitus de oligarquía vacuna opacada por la oligarquía cocoliche nacida de los contratistas y, también, una picaresca de oportunistas que brega por quitarle tono trágico, con el espejo deformante de la desfachatez, a la narración nuestra de cada día.


 
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